En Junio de 2011
participé en una revisión nacional del sistema de educación bilingüe que
emprendió la SEP
para conmemorar su 90 aniversario. En todo el país, cinco equipos de
investigadores visitamos escuelas dedicadas a fortalecer los idiomas locales,
en muchos casos con academia de la lengua, con escuelas rurales que ofrecen la
educación primaria para la enseñanza en el idioma local. A mí me tocó trabajar
en nueve comunidades de las sierras de Puebla, Oaxaca y Veracruz: habitantes
tutunakú, náhoa, ñu savi y tacuate, para lo que tuve que viajar, en compañía de
un fotógrafo, a lejanos parajes de las sierras.
Los tutunakú de
Puebla y Veracruz volvieron a seducirme como ya lo habían hecho en Ixtepec,
Puebla, hace algunos años. Son un pueblo muy práctico e inteligente. Los
maestros son gente de la localidad o de pueblos muy cercanos a la ubicación de
la escuela. Por supuesto que la preocupación principal es enseñarles a leer y
escribir en tutunakú a los niños, pero esos viajes de hasta seis horas en
caminos de terracería me hicieron comprender que, más que el aspecto técnico
del idioma, lo que ellos enseñan es a ver el mundo a través la única
herramienta fidedigna que tienen a la mano: el idioma de sus ancestros.
Mis expectativas
sobre las condiciones de la educación indígena en las sierras de México se
cumplieron parcialmente. ¿Qué esperaba encontrar? Anteriormente había tenido
acercamientos superficiales con la educación indígena en las sierras de Puebla
y Guerrero, donde la educación no era tanto el tema como la marginalidad, la
miseria y los intentos federales por contenerlas por medio de programas de gran
presupuesto como “piso firme” o “letrinización”. Esperaba encontrar miseria,
falta de estímulos, tristeza. Con un panorama nacional de grandes y graves
deficiencias en la educación, donde los mexicanos viven preocupados por la baja
calidad educativa que reciben sus hijos, la educación indígena, que no parece
importar a nadie, viene a ser una pequeña parte del enorme pastel educativo
profusamente intervenido por los intereses políticos de su poderoso sindicato.
Por supuesto encontré la miseria, aunque no en la forma en que yo la imaginaba,
como la había visto en Rancho Viejo, municipio de Tlacoachistlahuaca, Guerrero
en 2006. De hecho, encontré sólo una situación límite en cuanto a las carencias
en San Miguel Chicahua, Oaxaca,
donde el albergue infantil ñu savi de Fortín Alto, carece de las condiciones
mínimas de bienestar, como lo expresó su director, el profesor Saúl Cruz
García:
“Ahorita tenemos
cuarenta becas, cuarenta alumnos. Aquí es su casa, aquí se quedan, se hospedan,
solamente acuden a su casa cuando van a bañarse, porque aquí no tenemos las
condiciones para que se bañen, los baños están deteriorados, están cancelados,
y por ese motivo muchos de ellos se van a su casa en las tardes. Habitan el
albergue, en primera, los niños que carecen de recursos económicos en su casa;
o bien, lo que son de rancherías o de parajes distantes a una o dos horas de
distancia, por lo que ellos necesitan el servicio del albergue para poder
estudiar. Urge una remodelación de todo el edificio, ahorita en los dormitorios
la lluvia gotea demasiado, a veces tenemos que enviar a los niños a su casa
para que no queden en las noches, porque se mojan las camas; a veces tenemos
que juntar todas las camas o los chamacos se tienen que quedar de dos o tres en cada una porque
si no se mojan con la lluvia. El techo está muy deteriorado. Estamos muy abandonados”.
De las nueve
escuelas de educación bilingüe que visité en distantes puntos de las sierras
poblana, veracruzana y oaxaqueña, ese fue el único caso límite de carencias
materiales. Más comunes son las necesidades de metodologías, de estímulos
académicos. Lo sorprendente fue encontrar un sistema educativo de bajísimo
perfil funcionando a todo vapor, con preocupaciones muy específicas, en cierta
forma actualizadas, con las preocupaciones que tienen las ciudades como la
memoria, los proyectos de rescate de tradiciones o expresiones culturales
complejas como bandas o grupos de baile. En un albergue infantil leí un
periódico mural muy imaginativo. Los maestros muy despiertos, metidos en sus
temas.
La escuela “Víctor
Bravo Ahuja” está en la parte alta de un profundo barranco salpicado de enormes
piedras blancas que, dicen, provienen de un volcán. Resulta obvia la elección
del nombre de la comunidad: Buenavista, pues todos los elementos incluidos en
su paisaje: el aire, el sol, la lejana parte vecina del cañón, en donde han
puesto un moderno mirador turístico, justifican el sustantivo. El profesor
Miahil García Santiago, único maestro de la escuela de Unión Buenavista, del
municipio de Apoala, Oaxaca, me habló del alfabeto:
“Yo tenía interés
de tener un alfabeto, un pequeño alfabeto, de acuerdo a la variante del
municipio. ¿Para qué?, bueno, pues si los niños hablan la lengua indígena, es
su medio de comunicación en todo momento, entonces por qué no buscar la manera
de que ellos lo escriban, porque todos esos saberes comunitarios, los cuentos,
las leyendas, las memorias, las anécdotas, esos chistes que hay que son
netamente de la cultura mixteca, por qué no darle relevancia. Entonces de ahí
nace, pues, la inquietud de echar a andar este proyecto”.
El propio profesor
Mihail expresó con claridad el embate que en distintos frentes sufre la cultura
ñu savi desde principios de la
Colonia:
“Ya ve que la
intención era, hace 500 años, la intención era acabar con esta cultura, después
fue castellanizar. Es como la política de hoy en día. Dicen, por ejemplo: `no,
es que un niño debe de hablar inglés`. Casi iban a acabar con la cultura, pero
afortunadamente no se pudo. Y no se podrá, porque en muchas comunidades hay
gente que tiene conocimientos de esa gran esencia cultural; de nosotros
depende, en mi caso, como indígena, de nosotros depende que eso se siga
conservando”.
El rasgo distintivo
de los maestros bilingües de hoy es que casi todo depende de ellos, más allá de
la voluntad federal. Hubo casos paradigmáticos en este recorrido que realicé,
como el del maestro Benito Quiroz de un pueblo del municipio de Tlaxiaco,
Oaxaca, en donde, con una enorme visión empresarial, el maestro Benito ha
creado una especie de emporio de las ruinas que recibió hace 15 años.
A primera vista, el
Centro de Integración Social de Santiago Yosondúa parece un centro vacacional.
Pulcros edificios en un impresionante jardín de pasto y flores. Al descender
las escalinatas de la entrada un ojo de agua; palmillas y cucharillas, flores
de cartucho, alcatraces y rosas; detrás del conjunto, un majestuoso árbol donde
descansó en algún momento del pasado el expresidente Lázaro Cárdenas del Río,
cuya efigie de bronce preside el patio principal.
El maestro Benito
es un hombre de unos cincuenta años con aspecto de luchador profesional, de 1,52
de estatura y setenta kilos bien ganados; resultó por azares del destino un
negociante extraordinario que cambió ese centro destruido en una agroindustria
casi autosuficiente, cuyas preocupaciones ahora son de índole artístico y
cultural, como la banda de música y el vestuario del grupo de danza, mientras
sostiene los negocios con estrategia de economista. Esto fue lo que expresó:
“Esta escuela es un
internado, se les da una beca para la cuestión alimenticia equivalente a 840
pesos mensuales hasta hoy, les ofrecemos la beca a los que lo deseen, los niños
que asisten a la escuela vienen de diferentes pueblos. Manejo una población de
69 alumnos en este periodo escolar. Tengo a tres maestros docentes, los grupos
son multigrado; están fusionados: el primero con el segundo, el tercero con el
cuarto y el quinto con el sexto. Les ofrecemos el servicio de lavandería, tengo
una lavandera; les ofrecemos el servicio de enfermería para la atención de su
salud, contamos con una enfermera; para la alimentación, les damos almuerzo,
comida y cena a los alumnos, cuento con dos cocineras.
“Cuando llegué a
este pueblo tuve muchos deseos de contar con un ahorro para arreglarla. Le
hemos puesto, déjeme decirle, mucho empeño. Hemos hecho diferentes actividades,
pues partimos de cero, no tuvimos nada, la escuela estaba semidestruida, nada
de cristales, puertas, todo muy roto, abandonado. El sistema de energía
eléctrica no servía, el agua igual. Y nos propusimos arreglarlo, tuve como
personal a 27 trabajadores y me reuní con ellos, los sensibilicé y se prestaron
al trabajo. Quiero que sepa que en el primer periodo que criamos puercos, de la
raza fina, vendimos 47 animales. Sacamos, no recuerdo exactamente, pero sí más
de veinte mil pesos en la venta de puercos; al mismo tiempo, dos de mis
compañeras, que siempre han estado poniendo mucho empeño y mucho interés, me
pidieron que les construyera un pequeño viverito, donde cultivaron más de dos
mil plantas de ornato que pusimos a la venta en la comunidad; las estuvimos
transportando nosotros, con los mismos alumnos abrazando sus plantas,
vendiéndolas de casa en casa; así se vendieron más de mil quinientas y el resto
sirvió para los jardines de la propia escuela. No sólo eso, cultivamos la
tierra, cultivamos los terrenos, aproximadamente media hectárea de maíz
elotero; con ese elote, pues, tuve una experiencia muy grata, la planta se dio
mucho muy bonita, sacamos elotes en venta de primera calidad, aunque más de la
mitad de la cosecha, al concluirse el ciclo escolar, no lo pudimos vender y
se perdió. Entonces de ahí hemos estado
sacando recursos, hemos realizado rifas con el propio personal, animales,
puercos principalmente. Hemos sacrificado puercos para consumo de los niños,
pero también la mayor cantidad de carne se pone a la venta en el mercado.
Entonces, de ahí hemos estado sacando recursos y hemos multiplicado los
recursos. Así fue como pudimos colocar cristales; con ayuda del Instituto de
Educación Pública de Oaxaca, pudimos reparar la escuela, con ese mismo recurso
construí el invernadero, que me costó la cantidad de treinta y nueve mil
ochocientos pesos; tuve que pedir un préstamos en una caja solidaria, pero
produjimos en el invernadero, cosechamos jitomate y se dio, gracias a Dios,
mucho muy bonito. No sólo bonito, mucho muy bonito. Con tres cultivos que le
pusimos al invernadero pudimos pagar el costo del invernadero”.
Por desgracia, la
visión empresarial del maestro Benito Quiroz no es el común denominador en la
enseñanza bilingüe de las etnias mexicanas, aunque bien podría ser un ejemplo
de cómo hacer las cosas en este país, más allá de la educación. Pero en todo
caso me mostró caminos alternativos a la precariedad y el conformismo. Poco a
poco fui descubriendo que las preocupaciones que prevalecen hoy en la educación
“indígena” son de orden metodológico, con mayor acento en algunos grupos
étnicos que en otros. La comunidad náhoa, por ejemplo, transita en lo académico
por horizontes más seguros, lleva décadas trabajando su gramática y son
incontables los congresos que se han realizado para su consolidación.
Para llegar a la Escuela Primaria
“General Juan Francisco Lucas”, de la comunidad Vista Hermosa, municipio de
Cuautempan, Puebla, es necesario salir de Zacatlán de las Manzanas hacia el
sur, hasta San Miguel Tenango y Aquixtla, ahí se hace un corte y se sube
nuevamente al norte por Pachuquilla, hacia Tetela de Ocampo; se pasa por
Hueytentan, San Esteban y se llega a la cabecera municipal, que es Cuautempan,
de ahí hay que subir una montaña hasta la comunidad de Vista Hermosa donde, en
efecto, la vista es magnífica.
Aquí, los maestros
de enseñanza en náhuatl lo que piden son materiales, instrumentos de trabajo,
de pedagogía, Internet, conectividad eficiente, como me lo expresó el profesor Martín Arenas Cabrera de la Escuela Primaria
“General Juan Francisco Lucas”:
“Aquí se habla en
forma bilingüe, en español y en náhuatl. Yo lo trabajo de las dos formas. Hay
niñitos que no son totalmente monolingües en náhuatl, sino que lo trabajo en
español, pero con el que no lo entiende me dirijo a ellos en náhuatl. `Vamos a
trabajar con esto, cómo le van a hacer, de qué forma`, entonces el niño trabaja
en náhuatl en la forma que yo le explico, pongo los números, que de hecho
tercero y cuarto son secuencias numéricas, el antecesor y sucesor, entonces les
explico del uno al diez, que es la base en náhuatl. Así se los pongo y después
les pido que lo escriban en su cuaderno y que lo repasen, porque es el repaso
lo que hace la práctica. Que en su cuaderno escriban de una formas más directa,
`obsérvenlo, léanlo, para que se les vaya quedando aquí en la cabecita`.
“Estamos llevando
documentos en donde tenemos que trabajar con la lengua náhuatl, componiendo lo
que son cuentos, leyendas, fábulas, mitos de lo que tenemos mucho en la
comunidad. El principal problema es la escritura de la lengua náhuatl, de que
últimamente tenemos llamados de supervisión en donde se nos han dado talleres
de lengua indígena, en nuestro caso en náhuatl, pues no tenemos, se nos está
dando apenas a conocer la gramática, llamémosle así, que son 18 grafías. Hay
materiales impresos pero que vienen de otra región, donde se utiliza otro tipo,
una variante del náhuatl. Entonces a mí me gustaría, aunque ya estamos
implementando algunas estrategias, decirles cuantas grafías se utilizan, pues
hay confusión inclusive en el alfabeto. Y el famoso abecedario, “que el
abecedario son tantas letras”, y “en la gramática son 16 grafías”; pero bueno,
la práctica hace al sabio. Y la discusión y el análisis porque el niño escribe,
como puede escribe. Lógico, los grandes escritores lo dicen: el niño escribe
pero no como debe de ser, debemos matizarlo, decirle, subrayar, alimentarlo.
Entonces esa es mi inquietud, tener material adecuado al contexto”.
Camino a la
comunidad de Santa Isabel el Mango, municipio de Espinal, Veracruz, flanqueado
por framboyanes color naranja, se atraviesa un enorme río llamado Jajalpa, que
da al Necaxa y se junta con el Río Tecolutla. Se cruzan montañas con diversas
especies arbóreas: chalahuites, sangregada, laurel, cedro rojo, caoba y jonote.
A finales de primavera hace mucho calor, los niños juegan guarecidos bajo el
enorme techo que protege la cancha de la escuela, que recibe al visitante con
un letrero sorprendente: Pukgalhtawakga
xa tipatuy tachiwin (escuela bilingüe).
Aquí encuentro que
la preocupación metodológica es común entre los idiomas educativos, no
privativa del avanzado náhuatl. El Profesor Martiniano Reyes Pérez, de la Escuela Primaria
“Miguel Hidalgo y Costilla”, habló al respecto:
“Tenemos una metodología,
claro, hace apenas unos años. Hay una metodología de cómo enseñar el tutunakú.
Hay escuelas en las que estamos viendo la lengua tutunakú como asignatura, como
si fuera español o geografía. Los resultados que encontramos son positivos,
porque los niños, los de primer año que habla tutunakú, los enseñamos a leer y
escribir en tutunakú, y ya no con el método anterior, el método silábico, sino
ya con un método general, global, un método en el cual se persigue la
comprensión del texto”.
En algunos casos
entramos en detalle a la discusión metodológica, la frase y sus tecnicismos
aplicados, como lo explicó el profesor Miguel Luis Aparicio de la Escuela “Aquiles Serdán”
de Tejería, Municipio de Pantepec, Puebla.
“Hay diferencias
porque en cuanto, por ejemplo, a los pronombres, pueden ir juntos al
sustantivo, o sea, ir como si fueran prefijos; en cambio, en español
forzosamente hay que tenerlos aparte; en la lengua tutunakú se junta el
pronombre personal con el sustantivo o el adjetivo, lo que le da dinámica. Hay
cosas que se dicen en tutunakú que en español no es fácil explicar. Por ello es
que en estos últimos tiempos le estamos apostando mucho a la alfabetización
inicial en lengua tutunakú. Claro, para los hablantes en lengua tutunakú.
Algunos niños llegan en tutunakú y otros llegan en español, como el 50 y 50. La
edad de los padres es muy importante, con padres más jóvenes los hijos hablan
español, en padres más grandes o con abuelos, los niños hablan tutunakú.
O la discusión del
propio maestro Aparicio sobre la enseñanza de las matemáticas en tutunakú:
“En estos últimos
tiempos tenemos un buen avance en cuanto a las normas de escritura del idioma
tutunakú, dónde están las reglas, cómo se debe escribir, por ejemplo, cuando
estamos hablando de objetos en matemáticas. Hay clasificadores numerales en
tutunakú. Cuando es español contamos: uno, dos tres, cuatro, cinco… no tenemos
problemas, pero cuando estamos en la clase de tutunakú y el maestro no es
hablante de la lengua tutunakú, enfrenta problemas, porque en tutunakú hay
clasificadores numerales, en tutunakú no puedo decir “un árbol”, en tutunakú digo “una planta de árbol”; o
digo: una vara, o un poste, pero no lo digo igual que como lo digo en español.
Cuando digo “ese es un poste”, en tutunakú, digo: “eso que vemos allá está
largo y es un poste”. O sea, como que vemos todo demasiado descriptivo.
Entonces, cuando contamos cosas esféricas, contamos de manera diferente,
decimos: “lakatil”, o cuando contamos hojas de papel, decimos “ojtil”.
O sobre la poesía
en ese mismo lugar y el propio profesor Miguel Luis Aparicio:
“Ahora vamos a
pensar en la poesía, que en tutunakú se describe tal cual es, como que es más
realista. Por ejemplo, nos vamos a una poesía antigua en español, vemos como
que hay demasiada metáfora; en lengua no hay mucha metáfora, es directa. No
necesita metáforas porque se va directo. Claro, hay algunas metáforas, pero
aquí la luna es la luna, y el árbol árbol, es muy descriptivo y directo”.
En la comunidad de
Santa María Zacatepec encontramos a la etnia tacuate, de origen mixteco que se
estableció en esta zona en el año 357 D.C., entre los ríos Atoyaquillo y
Reforma. El municipio se localiza en la parte suroeste del estado de
Oaxaca, a 340 metros sobre el nivel del mar; un cartel en
la carretera anuncia la “Entrada a la costa chica”. En el camino, de aspecto
tropical, abundan los árboles de mango, mamey y aguacate. Para llegar a Santa
María Zacatepec, después de cruzar la alta zona triqui, se llega a la última
ciudad oaxaqueña de la región, antes de la costa, que es Putla de Guerrero. De
ahí se va en carretera a San Marcos Cogulito, se pasa Santa Rosa, el Llano la Plaza, Mesones y por fin se
arriba a Santa María Zacatepec.
Lo que prevalece
hoy en estas comunidades alejadas de la cultura nacional es la necesidad de
organizarse ellos mismos, de remarcar una y otra vez que sus culturas fueron y
siguen siendo comunidades con capacidades organizativas arraigadas en la
tradición, como las cooperativas, las cajas de ahorro o el famoso tequio oaxaqueño
traído a cuento en este caso por la profesora María Elena López del Centro de
Educación Preescolar “Lic. Benito Juárez” de ese municipio:
“El principal
obstáculo es la economía en la que nosotros nos encontramos. Es la economía,
porque aquí los padres de familia nos apoyan con ciento veinte pesos para la
compra de útiles, de los materiales didácticos de los niños. Y eso que nosotros
reciclamos otros materiales, las semillas, todo lo que hay en la región.
Tratamos de ir compartiendo esos materiales. A veces los tequios (trabajo
comunitario) generan muchos problemas, hay papás que afortunadamente son muy
responsables y hay otros que en ningún tequio nos apoyan. Hacemos uno por lo
menos cada cinco meses, cada tres meses, de acuerdo a cómo están las necesidades
de la escuela”.
La ocasión
histórica le dice a la educación indígena de hoy que el balón está en su campo,
que es menester detectar los obstáculos locales que entorpecen la defensa de la
lengua y, en consecuencia, de la comprensión del mundo que ésta les da, la
famosa cosmovisión.
En la comunidad
tutunakú de Tejería, de unos 500 habitantes, nos recibe el orgulloso maestro
Miguel Santiago María, director de la escuela “Aquiles Serdán” del Municipio de
Pantepec, Puebla. Nos acomodamos a la sombra de un enorme árbol, rodeado por un
muro de sesenta centímetros, que es el centro de reunión de los recreos, de las
juntas de madres de familia e improvisado comedor comunitario. Sobre el muro,
uno de los maestros explica las bondades de la limpieza y la organización
comunitaria, secundado minutos después por una madre de familia que hace lo
propio, con singular elocuencia, desde su perspectiva doméstica. Una vez
despejada el área, en dos sillas traídas a propósito, el director y el profesor
Miguel Luis Aparicio me explica sus preocupaciones de hoy.
Ya no será el
Estado mexicano el que venga a destruir sus culturas, afirma el profesor Miguel
Santiago María, sino ellos mismos que, obligados por la emigración económica,
retornan a sus comunidades con mentalidades
reaccionarias.
“En primera, hay
competencias, hay retos, hay criticas, entonces nosotros seguimos defendiendo
nuestro sistema, nuestra escuela es lo mejor para nosotros. Cada quien defiende
su escuela. Por ser bilingüe, los alumnos se dan cuenta a través del libro de
atlas, a través del libro de geografía universal y a través de Internet, se dan
cuenta que las lenguas existen, entonces hay que seguir valorando la nuestra.
Claro que si nuestras mamás, nuestros abuelos, dejan de platicar a sus hijos y
a sus nietos, contribuyen a que se pierda. No será ni el Estado ni nadie el que
venga a acabar con nuestra cultura, los mismos papás jóvenes son quienes van a
hacer que la lengua se vaya perdiendo, se vaya opacando. Deben tener mucha
conciencia los papás jóvenes, porque son ellos los que nos deben de dar fuerza
para que la lengua se vaya conservando, porque los abuelos se van acabando,
cuando un abuelo muere se pierde una parte de la lengua de una familia.
Entonces los que nos pueden respaldar son los papás jóvenes, para que pueda
prevalecer nuestra cultura, nuestra lengua”.
De Papantla,
Veracruz, se llega a Entabladero, de ahí se sube una sierra por Arenal, Las
Lomas, Coyutla y se llega hasta las alturas, donde está Mecatlán, la cabecera
municipal. De ahí hay que bajar hasta el fondo, al valle, donde se encuentra la
escuela bilingüe de la comunidad de La Escalera, Veracruz. En esa ocasión hubo que
caminar un kilómetro a pie, pues el camino estaba cerrado. A la vera del camino
los maestros guías señalaron dos ruinas prehispánicas de unos seis metros de
altura cubiertas de vegetación, también diversas plantas medicinales como la
baquetilla o el chotomitillo, dos poderosos antibióticos.
Aquí se trajo a
colación nuevamente la misma preocupación del “fuego amigo” que prevalece en el
ánimo de los maestros bilingües del sistema de la SEP. Cuando el fuego
viene de adentro el daño es mayor, expresó el profesor Austreberto Álvarez López, Supervisor escolar de zona, en la Escuela “Juan Sarabia”:
“Lo que me he dado
cuenta en la región del Totonacapan, el niño termina la primaria o la
secundaria y se va, se van al otro lado, porque los padres traen la idea de que
aprender el totonaco es malo. “¿De qué les va a servir?”, si van al otro lado,
allá se habla el inglés. Hasta los propios maestros tienen esa idea, de que el
totonaco no les sirve, pero para mí es una ventaja para quien lo aprende muy
bien, pues al viajar al otro lado se les facilita más aprender otro idioma. Hay
dos grupos de gente en Estados Unidos que demuestra eso, tienen sus tres modos
de hablar con el español, el totonaco y el inglés. Una gran ventaja, ese
ejemplo lo he dado a conocer en las comunidades. Que no nos avergoncemos. Hay
en Canadá, en Carolina del Norte, por ahí han ido a trabajar. De esa manera,
dicen que es una ventaja, se les facilita más aprender el inglés, y son
representantes del grupo allá, de trabajadores”.
No es entonces la
sobrevivencia de una lengua lo que se está jugando en la educación indígena de
los pueblos originarios mexicanos, es la sobrevivencia de una esencia nacional,
una forma de comprender y relatar el mundo; una manera de relacionarse con la
naturaleza y con sus semejantes: el conocimiento del presente en lengua propia,
que no es poca cosa. Así lo expresó el profesor Alberto Olarte Tiburcio de la Jefatura
del Sector en Espinal, Veracruz:
“En la actualidad
mostramos que para poder aprender, para poder construir el conocimiento, debe
el mensaje, la instrucción, la comunicación debe ser en nuestra lengua. Si el
niño habla totonaco, debe trabajar con su profesor en totonaco, si el niño es
hablante de español de igual manera, no se puede aprender en otra lengua. Esto
es lo que tengo bien entendido, de que no puedo construir conocimiento si no es
en mi misma lengua. Por ello el trabajo que realizamos con los profesores es el
de tener una metodología de enseñanza, tanto de lectura como de escritura, en
nuestra propia lengua. Tenemos un método que nos permite, primero, la
comunicación del profesor con los niños, y luego, de manera gradual, nos vamos
adentrando a la escritura, pero de la escritura propia, de la lengua propia que
es el tutunakú.
“Nuestra lengua es
muy rica, explica de manera muy amplia. Inclusive tenemos escritos de los
propios niños, varios trabajos que han llegado inclusive a la Dirección General
de Educación Indígena, composiciones de los niños que han sido premiadas y han
sido seleccionadas. Aquí en esta zona tenemos quince niños cuyos trabajos han
sido seleccionados a nivel nacional. Yo veía uno de los trabajos de los niños
que me explica cómo es la siembra del maíz, todo el ritual que se hace, el
conocimiento que adquiere el niño, cómo el padre escoge, selecciona la semilla,
cómo lo prepara, cómo invita a la gente para que lleguen a la siembra, que a
los cuantos días nace, brota y el cuidado que se le debe dar. Y cuando tiene ya
la semilla en un saco, no se puede sentar sobre ese bulto, ese saco que tiene
maíz, pues le tiene mucho respeto, porque todo lo que existe a su alrededor
tiene vida. Entonces no se sienta sobre el bulto de maíz, no escupe en el agua
o le echa basura. Entonces, cuando un niño escribe así se da uno cuenta la
magnitud, la sabiduría, la importancia que tiene para el niño su lengua y su
cultura”.
El profesor Miguel
Santiago María, de Tejería, Municipio de Pantepec, Puebla, abundó en el tema:
“La mayoría de los niños saben de la siembra, eso es una herencia de los
abuelos, la selección de semillas, cuándo se va a limpiar el montecito para
sembrar el maíz; todos esos valores de nuestros abuelos, los niños aún los
tienen en el corazón, en la mente. Yo es lo que veo, porque aman a la
naturaleza y conviven con los abuelitos”.
Salí consternado de
muchas de esas entrevistas, preguntándome si no es acaso eso lo que los países
primermundistas buscan hoy en sus vidas cotidianas: armonía con la naturaleza,
respeto a las formas de vida natural, productos agrícolas sanos, abonos
naturales ¿sentido de pertenencia?
¿Sirve o no sirve
la educación bilingüe en los pueblos originarios mexicanos?, la pregunta es retórica
pero, ¿a quién sirve: al país o a los grupos étnicos o a todos? El profesor
Prof. Martiniano Reyes Pérez de Santa Isabel el Mango, Espinal Veracruz, lo
expresó así:
“Lo primero que
encontré fue comunicación con mis semejantes, lo segundo el orgullo de poder
hablar totunakú y español. Ahora, afortunadamente, lo que antes me decían mis
maestros de que `eso no sirve`, ahora veo que sí sirve, y veo que sí le sirve a
los niños. Ahí sentí orgullo, sentí pertenencia, sentí que yo era `parte de…`
¿no?”
El sentido de
pertenencia es ante todo seguridad existencial, conocimiento interno,
prospección del futuro desde esa comprensión específica marcada por una lengua,
que no es otra cosa que una visión particular del mundo. El profesor Miguel
Luis Aparicio lo percibe así:
“Los niños, cuando
son hablantes tutunakú, traen una visión del mundo. La visión de mundo que
traen desde sus casas es diferente a la de los niños que hablan español, entonces lo que estamos haciendo aquí es que
esos niños conserven su lengua, pero al mismo tiempo conserven su cultura, su
forma de entender el mundo, el universo y su relación con la naturaleza, porque
el niño que habla español, su forma de ver el mundo es diferente, él se va a la
tecnología, los adelantos tecnológicos; el niño que habla tutunakú vive
pensando en otras cosas, el niño tutunakú ve el agua y sabe que al agua hay que
respetarla, las siembras, el maíz, todo merece un respeto. El niño tutunakú no
es dueño de la tierra, es parte de la tierra, él pertenece a esa naturaleza; en
cambio, el que es hablante en español dice: “ese terrenito que ves ahí es de mi
papá y también es mío, todo lo que sale de ahí es mío, el dinero que salga de
ahí es mi dinero”. En cambio, el niño tutunakú no viene pensando en dinero,
está pensando en la tierra misma, en él pero como parte de ella, él cuida todo
lo que hay ahí, él no lo destruye, no viene pensando en destruir. Esa es la
parte fundamental que estamos pensando, que estamos tomando en cuenta, retomar
la cosmovisión de ellos para que, al mismo tiempo, cuando ya sean grandes,
comparen esas cosmovisiones. No quiere decir que van a desvalorar lo que ellos
tienen ni que van a rechazar todo lo que hace la gente que habla español, sino
que va a ser una mejor forma de entender el mundo”.
Esto va más allá de
la educación propiamente dicha, tiene que ver con una lucha prolongada a favor
de “lo nuestro”, es una visión “nacional” si por nación partimos de las
necesidades de pequeñas y medianas naciones que componen el universo étnico
mexicano.
San Miguel Chicahua
se ubica en el extremo sureste de la Región Mixteca, a una altura de 2,300 metros sobre el
nivel del mar. El territorio está poblado de ocotes y encinos, principalmente,
pero también hay abundantes palmas, espinos, guajales, tepehuajes y pastizales.
Se trata de algo
“que es muy nuestro”, expresó el profesor Javier Hernández López en la Escuela Preescolar
Indígena “Miguel Alemán”, de Fortín Alto, municipio de San Miguel Chicahua,
Oaxaca:
“El sistema
bilingüe es, en mi experiencia, creo, un tanto poquito complicado, puesto que
hay que alternar la lengua madre con una segunda lengua. Pero a la vez también
es motivante, porque eso nos conduce a que también nosotros como trabajadores
hagamos conciencia de que nuestra cultura tiene un valor incalculable y está
viva, la estamos nosotros conservando y nadie nos la puede quitar, es algo muy
nuestro. Estamos trabajando para mantener y fortalecer nuestra cultura, recrear
nuestra lengua indígena, que es el mixteco”.
No se trata de
preservar por cuidar, sino de sobrevivir en un mundo cambiante que modifica a
la gente en los inevitables viajes y virajes económicos. No se trata de que la
familia Pérez dejó de hablar tacuate en Santa María Zacatepec, Oaxaca, como lo
expresó la profesora María Elena López, sino de que perdimos a los Pérez. Los
Pérez se perdieron a sí mismos:
“Yo pienso que aquí
lo importante es la identidad de la comunidad, la identidad propia de la
comunidad, porque como le digo, podemos ir a otra localidad, pero cuando no
tenemos una identidad propia, cuando no nos identificamos como tal, nos
perdemos. Entonces eso es lo que nosotros tratamos de inculcarles a los niños.
Su identidad”.
Con todo, los
maestros de educación bilingüe en México lo están haciendo bien. Lo creo yo, lo
creen ellos ¿lo saben las autoridades federales? ¿cuánto les importa? ¿qué va a
ocurrir, como se preguntaban los positivistas del Siglo XIX, si los dejamos
organizarse y fortalecerse? ¿se separan o se acercan a la gran nación mexicana?
En mi modesta
opinión creo que ganamos todos, aunque, en efecto, la educación les dará el
vigor de defender más adecuadamente sus intereses particulares. Si podrán ganar
elecciones en el futuro como agrupaciones étnicas de la forma en que lo hacen
hoy las comunidades españolas, está por verse. Por lo pronto hay una gran
satisfacción por las evidencias de un reflorecimiento cultural. Un gusto que
llegó más de una vez hasta las lágrimas. Expresó el profesor Alberto Olarte de
Espinal, Veracruz:
“Cuando veo a un niño hablando
en lengua tutunakú se puede expresar ante los padres de familia, ante la
comunidad escolar y puede comunicarse con mucha facilidad, y puede tomar un
escrito y lo puede leer, eso es lo más gratificante para mi. Cuando los niños
se expresan, se comunican en su lengua”.
El filósofo español
Fernando Savater cree que "todo se cura en parte con la educación". Y
todo mejora, explicó, en la semejanza. "Lo que nos asemeja nos hace
mejores. ¡Es mentira que las diferencias nos favorezcan!". Mi intención al
hacer este análisis derivado de una tarea profesional es pensar que esa
instrucción en lengua vernácula no sólo beneficia a los niños de las etnias en
México, que podrán comprender el mundo desde su cosmogonía, sino al país
entero, que nunca ha terminado por aceptar que esas etnias pertenecen a su
compleja formación como país del mundo, que son savia para su propia ontología.
“Usted no está trabajando únicamente para su gente –les expresé al final de
nuestras entrevistas a los maestros bilingües-, usted está trabajando por
México, para que nuestro país se sostenga en bases más firmes que las borrosas
nociones que sobre el mundo originario nos ha dado el sistema educativo
nacional y los impasibles medios de comunicación”. Aunque algunos mostraron
sorpresa ante esta interpretación, todos parecieron complacidos.
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