Hace tiempo escribí en otro
blog que los mexicanos no sabemos hasta dónde alcanza a restirarse la
indignación, pero sabemos que es bastante elástica, duradera y resistente. Una
buena indignación la nuestra. Si exportáramos, en lugar de petróleo,
indignación, no tendríamos problemas económicos. Es un asunto de mercado,
habría que ver la categoría del producto en otras latitudes y actuar en
consecuencia. Entonces la causa de mi indignación era la señora Jacinta
Francisco Marcial, una mujer ñañhú de 46 años del estado de Querétaro, con seis
hijos, encarcelada tres años acusada de secuestrar a seis
inocentes policías judiciales amenazándolos con un cucharón de su cocina,
puesto que no usó ningún arma. La historia movería a risa si no causara tanta
indignación. Le dieron 21 años de condena y entonces ya había cumplido tres.
Cualquiera que haya estado cerca de agentes judiciales con sus armas y sus
radios de comunicación sabe lo difícil que es, no se diga secuestrarlos, sino
siquiera mirarlos a la cara. La caricatura legal de esta sentencia apuntaba con
su dedo acusador a la aplicación de la justicia de este país, en donde se sabe
que el 90 por ciento de los crímenes queda impune.
La indignación de hoy es
causada por la sentencia de 60 años dictada contra el profesor tzotzil Alberto
Patishtán, del municipio de El Bosque, Chiapas, a quien hace trece años
culparon de un asalto armado en el que murieron siete policías en un paraje
cercano a la comunidad. Su caso, con abundantes vicios e irregularidades, llegó
a la máxima instancia de la Suprema Corte de Justicia, que por tres votos
contra dos se negó a resolverle un recurso de inocencia, ante la sorpresa
general de los propios círculos políticos, civiles y judiciales que esperaban
lo contrario, las oeneges que lo han venido defendiendo, el obispo de Chiapas y
hasta el mismísimo nuevo gobernador de ese estado para quien Patishtán “debía
ser puesto en libertad”.
Dice el diccionario que la
irritación es un sentimiento de intenso enfado que provoca un acto que se
considera injusto, ofensivo o perjudicial. Cólera, furia, irritación son sinónimos
de indignación. Me parece que se queda corto, porque la indignación es
producida por una afrenta a nuestra dignidad, que es lo único que
nos queda. Indignación es un brebaje que ingerimos diariamente los mexicanos, sabe amarga, es difícil de tragar y que, tarde o temprano, terminaremos
vomitando.
El día 22 de marzo el profe Patishtán
y otros reclusos iniciaron una huelga de hambre parcial de 12 horas diarias en
demanda de su libertad. Este blog hace se une a su solicitud.
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