Prosigue la serie del trabajo de campo
realizado a mediados del 2011 por las sierras de Puebla, Veracruz y Oaxaca, a
propósito de la educación indígena.
Comunidad totonaca
de Santa Isabel el Mango, municipio de Espinal, Veracruz.
7 de Junio de 2011
Para ir a Espinal, Veracruz, se parte de la histórica
Papantla hacia El Chote, se pasa Arroyo del Arco, San Lorenzo y Paso de
Valencia, entonces se llega a Espinal, en donde realizo la primera entrevista;
posteriormente, hay que trasladarse a la comunidad de Santa Isabel el Mango
donde se halla la escuela primaria bilingüe “Miguel Hidalgo y Costilla”.
El municipio de Espinal está ubicado en la zona central de
Veracruz, en la región totonaca, en los límites de la Sierra de Papantla, con
solo 100 metros
sobre el nivel del mar. Estas condiciones le permiten el cultivo de enormes
huertos de naranja, limón, plátano y mango petacón, pero también se distingue
por su producción de maíz, frijol y chile.
Camino a la comunidad de Santa Isabel el Mango, flanqueado
por framboyanes color naranja, se atraviesa un enorme río llamado Jajalpa, que
da al Necaxa y se junta con el Río Tecolutla. Se cruzan montañas con diversas
especies arbóreas: chalahuites, sangregada, laurel, cedro rojo, caoba y jonote.
A finales de primavera hace mucho calor, los niños juegan guarecidos bajo el
enorme techo que protege la cancha de la escuela, que recibe al visitante con
un letrero sorprendente: Pukgalhtawakga
xa tipatuy tachiwin (escuela bilingüe).
Ahí entrevisté al director de la Escuela “Miguel Hidalgo y
Costilla”, profesor Martiniano Reyes Pérez y al profesor Alberto Olarte
Tiburcio sobre sus experiencias en torno a la educación bilíngüe.
Prof. Alberto
Olarte Tiburcio
Jefatura del
Sector en Espinal, Ver.
Mi nombre es Alberto Olarte Tiburcio, tengo la función de
supervisor escolar de educación indígena y mi perfil académico es la
licenciatura en educación básica, la Normal básica y una especialidad en
psicología. Llevo 32 años dedicado a la educación bilingüe, mi lugar de origen
es El Palmar, municipio de Papantla, pero ahorita estamos laborando en el
municipio de Espinal, donde nos encontramos.
Mi formación fue muy difícil, porque cuando yo ingresé a la
escuela primaria, yo era hablante al 100 por ciento de la lengua tutunakú, mis
profesores no hablaban mi lengua, por lo tanto no había entendimiento. La
consecuencia fue estar cuatro años en Primer grado, mi profesor me mandó a
Segundo grado cuando me aprendí de memoria mi libro de español, se llamaba
Lengua Nacional; cuando me aprendo desde la primera hasta la lección número 24,
de memoria, es cuando pude pasar a Segundo año.
Sobre todo por mi experiencia me doy cuenta qué sucede en
el niño cuando su profesor da un mensaje y tú no puedes interpretar, es donde
viene el bloqueo, el choque, porque te sientes impotente. Tu profesor te da
instrucciones y tú no las puedes interpretar. Y el mensaje que tú das tu
profesor tampoco lo entiende, por lo tanto hay un choque y se siente uno
impotente, hasta llegas al grado de decir: “mi lengua no es funcional para la
escuela, para la sociedad”, y por eso es que a muchos adultos de mi edad les ha
entrado en el cerebro la idea de que la lengua indígena no tiene tanta funcionalidad.
Construir conocimiento en la lengua propia
En la actualidad mostramos que para poder aprender, para
poder construir el conocimiento, debe el mensaje, la instrucción, la
comunicación debe ser en nuestra lengua. Si el niño habla totonaco, debe
trabajar con su profesor en totonaco, si el niño es hablante de español de
igual manera, no se puede aprender en otra lengua. Esto es lo que tengo bien
entendido de que no puedo construir conocimiento si no es en mi propia lengua.
Por ello el trabajo que realizamos con los profesores es el
de tener una metodología de enseñanza, tanto de lectura como de escritura, en
nuestra propia lengua. Tenemos un método que nos permite, primero, la
comunicación del profesor con los niños, y luego, de manera gradual, nos vamos adentrando
a la escritura, pero de la escritura propia, de la lengua propia que es el
tutunakú.
Nuestra lengua es muy rica, explica de manera muy amplia.
Inclusive tenemos escritos de los propios niños, varios trabajos que han
llegado inclusive a la Dirección General
de Educación Indígena, composiciones de los niños que han sido premiadas y han
sido seleccionadas. Aquí en esta zona tenemos quince niños cuyos trabajos han
sido seleccionados a nivel nacional. Yo veía uno de los trabajos de los niños
que me explica cómo es la siembra del maíz, todo el ritual que se hace, el
conocimiento que adquiere el niño, cómo el padre escoge, selecciona la semilla,
cómo lo prepara, cómo invita a la gente para que lleguen a la siembra, que a
los cuantos días nace, brota y el cuidado que se le debe dar. Y cuando tiene ya
la semilla en un saco, no se puede sentar sobre ese bulto, ese saco que tiene
maíz, pues le tiene mucho respeto, porque todo lo que existe a su alrededor
tiene vida. Entonces no se sienta sobre el bulto de maíz, no escupe en el agua
o le echa basura. Entonces, cuando un niño escribe así se da uno cuenta la
magnitud, la sabiduría, la importancia que tiene para el niño su lengua y su
cultura.
Cuando yo estaba realizando mis estudios de secundaria vi
la oportunidad de ingresar al sistema bilingüe de educación indígena, en
primera porque veía yo a mis compañeros, a mis tíos, a mis abuelos cuando los
acompañaba, iban a vender su producto del campo y les decían “esto pesa tanto,
tanto pesa tu maíz, tanto tu frijol, tanto pesa el grano que traes” y no era
cierto, pesaba más. Entonces dije, en primera fue esa la idea, de entrar al
magisterio y tratar de trabajar con los niños para que ellos se prepararan y no
vivieran la misma situación que sus padres; en segundo, la experiencia que yo
había vivido en Primer grado, cuatro años de no poder pasar al siguiente grado.
La enseñanza me iba a permitir estar con ellos y empezar a trabajar. Ese fue mi
inicio. Y ya estando dentro del magisterio, hubo la oportunidad de hacer una
Normal, porque tenía que prepararme para poder enseñar de manera correcta. Hice
mi Normal en Jalapa, terminé, presenté mi examen, lo pasé; luego hice una
especialidad en la Normal Superior ,
psicología, terminé, todo en cursos de verano; luego vino la licenciatura del
UPN, de igual forma, adquirimos el título. Todo esto me ha permitido tener
claro cómo trabajar con los niños. Fui maestro de preescolar, posteriormente
fui maestro de primaria, luego me dan una dirección de escuela y de ahí me
comisioné para estar aquí. Ese es el historial, por eso le comento ahora, veo
que no se puede aprender en otra lengua.
Obstáculos
El niño sale de la primaria y va a la
secundaria tradicional, se va a la prepa, el bachillerato, de igual forma,
entonces su educación bilingüe no tiene seguimiento. Ese es el primer obstáculo
que hay, simple, tajante. Otro de los obstáculos que hay es el que al magisterio
van ingresando jóvenes que no hablan lengua alguna, y eso es una anomalía, lo
hemos indicado, lo hemos reclamado. Ese es un problema que tengo a nivel zona,
de que varios maestros no hablan lengua indígena, qué hago con ellos, estamos
con la capacitación. Tengo que seguir trabajando con los maestros que hablan
lengua indígena porque tenemos niños que atender. Porque fuera de ahí, en los
periódicos, en la televisión, en todos lados encontramos el español. Esa es la
lucha que hay, es lo que nuestro jóvenes deben ver con claridad, lo importante,
ese es el reto.
Las matemática, el lenguaje, la reflexión, en análisis es
lo primero. Si yo no analizo, si yo no reflexiono, si yo no tengo ideas, voy a
reprobar, hable la lengua que hable, en la universidad. Si yo soy indígena y me
preparo bien, en la universidad tendré más facilidad para aprender incluso otra
lengua, estaré yo más potencializado, porque sé el tutunakú, el español y con
facilidad puedo aprender el inglés.
La asignatura de lengua tutunakú la estamos piloteando en
tres escuelas, en primero y segundo grado. Es el segundo año que estamos
piloteando, trabajando con niños hablantes de lengua tutunakú, para poder
desarrollar la asignatura tenemos que trabajar con ellos, que hablan la lengua
tutunakú; para comprobar que el programa que tiene el maestro, que se
fundamenta en parámetros curriculares, para poder probar que sí funciona, tengo
que trabajar con niños tutunakú, estos resultados nos han mostrado, nos han
sorprendido, en que los niños, con mucha rapidez, aprenden a leer, aprenden a
escribir y hacen sus composiciones. Esto lo estamos desarrollando ahorita.
Este programa de la
DGEI nos ha dado la oportunidad, pues se sustenta en todos
estos proyectos que se tiene que desarrollar, eso es lo que se está haciendo.
En primero y segundo. Y tenemos la intención de llegar a tercero y cuatro y,
posteriormente, con quinto y sexto.
La satisfacción
Cuando veo a un niño hablando en lengua tutunakú se puede
expresar ante los padres de familia, ante la comunidad escolar y puede
comunicarse con mucha facilidad, y puede tomar un escrito y lo puede leer, eso
es lo más gratificante para mí. Cuando los niños se expresan, se comunican en
su lengua.
Siempre pediré que en el magisterio bilingüe haya maestros
bilingües, no monolingües, en español. Es una exigencia, no es un ruego, porque
hay documentos, tan sólo el Artículo Segundo constitucional lo está ordenando,
la Ley General de Educación lo está ordenando, el Derecho lingüístico de los
pueblos indígenas lo está ordenando, solamente queremos el respaldo de nuestras
autoridades, quienes contratan a este maestro monolingüe que hace tanto daño.
La comunicación nos está bombardeando
permanentemente con español y luego viene un profesor que no habla la lengua de
la comunidad, es un etnocidio.
Prof. Martiniano
Reyes Pérez
Escuela Primaria
“Miguel Hidalgo y Costilla” de la Comunidad
Santa Isabel el Mango, Espinal Veracruz
Mi nombre es Martiniano Reyes Pérez, estamos en la
comunidad de Santa Isabel, Espinal, Veracruz, el nombre de nuestra escuela es
Miguel Hidalgo y Costilla, soy el director de la escuela.
La educación bilingüe tiene un claro fundamento: no hay
mejor forma de aprender que en la lengua materna de los niños. Cometemos el
error de venir y hablarles en español, cuando todos los niños hablan en
tutunakú; entonces el argumento, fuerte, fortísimo, para sustentar nuestro
sistema, es enseñarles a los niños a leer y escribir, pero sobre todo, a
comprender en su propia lengua. Ese es el argumento número uno, el argumento
número dos es el hecho de ser parte de la sociedad mexicana, lo que nos lleva a
observar que tenemos nuestra propia forma de ver la vida, una forma de ver, de
sentir, tenemos nuestra propia cosmovisión. Entonces le pedimos al la nación, a
los gobernantes, que nos sigan respectando ¿no? La palabra mágica sería que un
niño no puede entender si no es en su propia lengua.
Recuerdo cuando mis padres vivían en la comunidad. Yo nací
en El Palomar, municipio de Papantla, en aquellos tiempos la educación indígena
aun no existía, en mi pueblo había maestras estatales o federales que nos
enseñaban en español, e incluso nos prohibían hablar totonaco. “Está prohibido
hablar totonaco”. Entonces, cuando nosotros hablábamos tutunakú nos castigaban
físicamente. Recuerdo cuando fuimos al primer año, segundo año, en la misma
escuela, pues tuvimos ese choque lingüístico, eso nos conllevó a que por mucho
tiempo, en la secundaria, en la prepa tenía muchos problemas de vocablo.
Tartamudeaba, porque era un choque lingüístico. Todo mundo me decía: “hablas
como gente de rancho”, pero era por lo mismo, porque no se nos valoró, tampoco
nos dieron elementos para sentirnos bien, orgullosos de nuestro patrimonio
lingüístico. Quedamos ahí.
En el contexto maternal, pues mis padres afortunadamente
hasta la fecha hablan totonaco; después también nos aculturamos, porque mi padre
nos saca del pueblo. En afán de mejorarnos nos lleva a un pueblo vecino, que es
Papantla, y ahí ya crecimos, fuimos a la escuela estatal, a la secundaria del
estado, a la prepa del estado y ahí fue un choque peor todavía. No fue sino
hasta que entramos nuevamente, regresamos a nuestro contexto, cuando
afortunadamente llegamos a recuperar lo nuestro.
Estando en el magisterio me metí al sistema bilingüe. Al
principio, pues sí, es un mundo raro, ingresamos al magisterio solamente con la
preparatoria, no estábamos preparados para la labor que nos tocaba hacer.
Estudié la prepa nocturna. Después, ya dentro del magisterio, el mismo sistema
nos manda al UPN. De ahí nos mandan al campo, yo llevo aquí casi veinte años, y
vi que aquí el mundo hace veinte años era monolingüe. Nos dimos a la tarea de
entenderles y de que nos entendieran. Entonces concluimos que había que
aprender su lengua. Nosotros traíamos una aculturación, digamos que hablábamos
el totonaco, pero un poco diferente a ellos, una porque somos de la parte
costa, dos porque habíamos dejado de practicar un buen tiempo. Entonces, al
llegar, hubieron de pasar cinco-seis meses para volver as aprender.
Sentido de pertenencia
Lo primero que encontré fue comunicación con mis
semejantes, lo segundo el orgullo de poder hablar totunakú y español. Ahora,
afortunadamente, lo que antes me decían mis maestros de que “eso no sirve”,
ahora veo que sí sirve, y veo que sí le sirve a los niños. Ahí sentí orgullo,
sentí pertenencia, sentí que yo era “parte de…” ¿no?
La parte funcional, la función social de la educación
indígena es preservar su totonaco. Desafortunadamente la educación va de la
mano con la parte económica. Entonces, muchos de nuestros jóvenes emigran,
terminan la secundaria, la prepa y emigran a las ciudades. Algunos
orgullosamente regresan para crecer y hacerse viejos aquí, entonces la parte
funcional de nuestra educación es la de crecer dentro del grupo, ser parte del
grupo. Si se pudiera ejercer aquí culturalmente, socialmente, económicamente,
sería lo ideal ¿no? Desgraciadamente el contexto no nos da para crecer
económicamente, entonces tenemos que salir, pero sin olvidar lo nuestro.
Podemos ir por muchos lados, podemos ir a otras culturas, podemos convivir con
ellas, pero jamás debemos olvidar lo nuestro. No debemos avergonzarnos de
nuestra lengua, de nuestra forma de ser, de nuestra forma de hablar, de nuestra
forma de ver las cosas. Entonces, lo que veamos allá podremos aprovecharlo para
que, cuando regresemos, crezcamos todos, sin olvidar nunca nuestra raíz.
El obstáculo aquí es la economía. La economía conlleva de
que nuestro padres, muchos, se vayan. Se aculturan y, de veinte que se van, dos
o tres regresan y regresan a veces con ideas ya, no diría que capitalistas pero
sí retrógradas, pensando en que “eso me sirve y eso no me sirve. Mi lengua
totonaca, cuando voy para allá, no me sirve tanto. A mi hijo no le quiero
enseñar”. Entonces el primer obstáculo es la economía, el segundo es el
bombardeo tremendo de los medios de comunicación, del camino, de la tele y el
periódico, donde todo es en español. Quisiéramos cambiar eso para decir que
estamos orgullosos de lo que somos, pero eso no está ahí.
Quiero invitar a los que en su momento nos escuchen que
valoren la educación indígena, porque la educación indígena tiene su historia;
esto no ha sido gratuito, para que se dé la educación indígena ha habido
revoluciones, guerras; ha habido gente que ha dado la vida por nuestra patria,
por los indígenas. Y también valorarlo en su sentido pedagógico, en su sentido
estricto de la pedagogía, nadie comprender en una lengua ajena, entonces eso lo
justifica. Si vamos a un pueblito donde se habla náhuatl y les hablamos
español, pues probablemente con el paso del tiempo le entiendan algunas
palabras, pero nada más como una acción de repetir, pero ya la comprensión del
texto y del contexto, pues no. Entonces la invitación es que las autoridades
nos escuchen, y a los que estén en los lugares de decisión que inculquemos más
este tipo de educación. Que no se pierda, que no se vuelva celular, que no sólo
se de en la célula de la primaria, que vaya a la secundaria, que permee en el
bachillerato, y por qué no, hablar de universidades plurilingües o bilingües. Un
detallito que nos pide nuestra educación bilingüe es de que no tenemos Normales
formadoras de maestros bilingües, no las tenemos. Hay universidades que
facilitan esa labor, pero no tienen esa característica. Nos expiden un
documento que dice “eres licenciado para el medio de educación indígena”, pero
no nos educaron, no nos dieron las herramientas para poder laborar, material
didáctico adecuado para trabajar en una situación indígena. No nos lo da. Y eso
es algo que me gustaría que madurara más.
Metodologías…
Tenemos una metodología, claro, hace apenas unos años. Hay
una metodología de cómo enseñar el tutunakú. Hay escuelas en las que estamos
viendo la lengua tutunakú como asignatura, como si fuera español o geografía.
Los resultados que encontramos son positivos, porque los niños, los de primer
año que habla tutunakú, los enseñamos a leer y escribir en tutunakú, y ya no
con el método anterior, el método silábico, sino ya con un método general,
global, un método en el cual se persigue la comprensión del texto. Y eso ante
no lo había. Entonces, en el piloteo tenemos la fortuna de aplicarlo y estamos
encontrando cosas positivas. Es algo que nos alienta también, algo que nos da
fuerza para continuar, a pesar de que el mundo está tan global. Y regresando a
lo empírico, yo me refería a la cuestión, especialmente, de que no tenemos
universidades donde crezcan esos métodos. Y eso se entiende porque en la ciudad
en la que nos desenvolvemos pues está hecho más desde el punto de vista del
mundo, cómo decirlo, del mundo general, entonces las cosmovisiones particulares
de las lenguas no es su principal preocupación, las universidades no están
hechas para ello. Las universidades se dan por servido con que nos den las
herramientas metodológicas para entender los textos, pero no tenemos una
universidad que nos lleve de la mano para trabajar una formación netamente,
exclusivamente, bilingüe. Eso nos gustaría que hubiera, que estuviera permeado
hacia las culturas. Es el gran reto.
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