A principios de septiembre de
2012 fui comisionado para entrevistar al personal de una joven institución de beneficencia
llamada La ciudad de los Niños, en Hermosillo, Sonora, que en apenas tres años
había provocado reacciones positivas de la comunidad al atender a un sector
claramente desamparado como es el de los niños marginales, provenientes de
familias violentas, pobres y desarticuladas. Fuimos hasta su lejana sede y la
primera impresión de las instalaciones fue muy positiva, pues nos encontramos con
un pequeño complejo de edificios muy bien habilitados, agradables y amplios. En
primer lugar nos recibió en sus oficinas la directora de ese momento de la
Ciudad de los Niños, Olga María Pérez Hernández, que nos ilustró sobre los
conceptos básicos que rigen a la institución.
Empezamos
hace tres años, empezó con pura primaria, había pocos niños en ese entonces,
aunque siempre es un número flotante, no hay un número fijo. Todos los niños
que entran aquí tienen una familia que lleva un proceso con la Procuraduría de
la defensa del menor, con una problemática de padres con maltrato. Ya que los
papás se someten a estudios, a terapias, la Procuraduría decide si los niños regresan
a su casa o se quedan en la institución o se dan en adopción. Ninguno de los
niños es delincuente, su característica es de niño abandonado y maltratado.
El
reto principal es el compromiso que tenemos por una vida digna, una vida sin
maltrato; borrar un poco esos malos tratos que han pasado en su corta vida. Ese
es el compromiso, todo niño que entra a la institución tiene que entrar
estudiando, no tiene otra responsabilidad, otro trabajo que hacer que estudiar.
Y luego, seguir sus medicamentos, dentista, el psicólogo.
Háblenos de las condiciones en
que ingresan algunos de los niños, por favor.
Cuando
recién llegaron los niños el idioma fue un obstáculo. Desgraciadamente tenemos
muchos niños que son VIH, que están medicados. Hay que tener mucha paciencia
con las criaturas para que tomen su pastilla, para que se concentren; ya
mordieron a la maestra, ya le jalaron el pelo. Paciencia es lo que necesitamos,
son niños demasiado activos. Todo lo que se necesita para su educación lo
aporta Pronim*, cuando hay alguna necesidad especial entonces
pedimos donaciones, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes nos apoya en
todo lo que es artículos escolares.
¿Cómo miden la efectividad de
su programa, directora?
Hay
que estar aquí para ver cómo llegan las criaturas y cuando desgraciadamente se
tienen que ir, cómo regresan a saludarnos, cómo no dicen que se quieren venir
aquí otra vez, que quieren vivir con nosotros. Entonces quiere decir que
estamos trabajando bien, que estamos haciendo algo buen por ellos, ese es el
papel que tenemos que desempeñar. Estamos las 24 horas los 365 días del año con
ellos, los queremos mucho, somos maestros, mamás, enfermeras. Siempre estamos
para lo que se les ofrezca; quiero platicar, me pasa esto. Si están enojados
también van y me dicen. Si hay problemas. Hay mucha comunicación con los 38
niños, tengo doce en lista, nomás que ahorita no tengo mamás sustitutas para
recibirlos. La mayor cantidad que hemos tenido son 70 niños, pero a nivel
institución hemos tenido hasta 350 niños.
Hábleme de su planta de maestros,
¿quiénes son?
Los
maestros que llevan los programas son muy buenos. Tenemos un maestro muy activo
y muy creativo, está buscando la manera de enseñar con teatro, con juegos que motivan a los niños.
Lo único malo es que nos los cambian, se encariña uno con los maestros y los
niños también, y luego nos los cambian. Llega otra maestra y como que te
destantea. Pero todos los maestros que no han tocado, gracias a Dios, han sido
muy buenos maestros y no tengo más que agradecimiento para todo el programa.
¿Podríamos ver a alguno de
ellos?
Desde
luego. Les presentaré al profesor José Luis Parra González, acompáñenme por
favor.
Penetramos en las
instalaciones y vimos a los primeros grupos de niños y niñas. El profesor José Luis
estaba en uno de los salones rodeado de chiquillos. Se hicieron las presentaciones
pertinentes y lo primero que le solicitamos es que nos hablara un poco de sí
mismo, si su apariencia juvenil correspondía con su edad real, pues en verdad se
veía muy joven.
Me
llamo José Luis Parra González, profesor de primaria y secundaria, multinivel.
Soy licenciado en administración, también ahorita estoy en la especialidad.
Llevo en aquí aproximadamente ocho meses y me siento muy bien, es muy bonita
experiencia la de estar aquí, uno realmente se da cuenta que tiene una
vocación. Estoy maravillado, mi vida ha dado un
giro de 360 grados como no tiene una idea.
¿Es su primera experiencia
como profesor?
No,
qué va. Ahora estoy en las mejores condiciones dando clases, pero al comenzar
lo que es el programa que se maneja en campos agrícolas, yo estaba en una
escuela en Santa Rosa, Santa Rosita. Tenía que tomar un camión de aquí de
Hermosillo, irme dos horas hacia la costa, en Miguel Alemán tomar otro camión,
bajarme en el desierto, caminar 45 minutos por el monte y llegar a lo que era
la comunidad.
Toda una travesía ¿cómo lo
recibían, profesor?
La
gente, los niños allá, qué bárbaro. Eso lo hacía una vez a la semana y luego de
regreso. Llegar a una comunidad donde hay mucha pobreza, donde la gente vive en
cuartos pequeños, con mucha pobreza. Viven cinco personas en un cuartito de
cinco por tres, donde ese cuartito es el baño, cocina, dormitorios. Entonces el
contexto, los niños… es algo deprimente. Y sobre todo la escuela también. Uno
llega con las ganas de hacer muchas cosas, de cambiar, pero también muchas
veces de salir corriendo; pero bueno, uno busca la manera de mejorar tanto a la
comunidad como a la escuela, porque una de las cosas es que no había áreas
recreativas, áreas de motivación para que el niño fuera a la escuela. Entonces,
uno como profesor siempre tiene que andar buscando esa manera de motivar al
alumno, y sobre todo influir en la comunidad, de una u otra forma, además que
en este pueblo de gente asentada, de gente de Veracruz, de Chiapas, de
Guerrero, que viene a trabajar en temporadas, hay gente que se queda ahí y hay
gente que va y viene, pues tienen muchos problemas. Tienen ideas muy arraigadas
y uno se queda “así…” Hay veces que con impotencia, porque hay que ver con
respeto las tradiciones de ellos, pero uno sí se queda pasmado. Y aprende
mucho, eso es lo bueno. Esa es la forma de cada día estar aprendiendo.
¿Qué cosas lo marcaron en esa
experiencia, José Luis?
Uno
como maestro debe ir muy limpio, con su camisa, con sus zapatos muy boleaditos,
pero el hecho de que te llegue un niño con una camiseta rota con el frío de
diciembre te parte el alma. Luego que un niño te diga ¿maestro, me adopta, no
quiere ser mi papá? Son cosas que te marcan, por lo menos a mí me marcaron. Te
sientas por las tardes afuera de tu casa y extrañas a tu familia. Hay una gran
satisfacción y estás haciendo algo por el lugar, la gente de ahí te ve con un
poder, te ve como el padre del pueblo. Cualquier cosa, problema que ellos
tienen van a pedirte tu consejo. Y claro, no puedes meterte mucho, haces lo que
puedes. Ese tipo de cosas te marcan. Entonces uno tiene que ver qué puedo hacer
por la escuela, por el pueblo; incluirse con los padres de familia, motivar a
los padres para hacer algo por sus hijos, que sientan la escuela como un punto
de reunión. Y en eso, la verdad, uno se siente muy satisfecho cuando ve un
éxito. Recuerdo que llegué a esa escuela y que no tenía ninguna área
recreativa. Tenemos que hacer algo, no veo ningún tipo de motivación para que
los niños vengan a la escuela. Además, en Santa Rosita hay muchos terregales,
no se ve nada, hay días que no se ve nada. Entonces se me ocurrió la idea de
gestionar unos árboles para la escuela. Tenía un amigo en la Comisión de
Desarrollo Sustentable de Ecología y acudí a él, me dijo: yo te voy a ayudar.
Me dio ochenta árboles, hicimos una campaña de reforestación maravillosa, gente
del gobierno del estado fue a hablarles sobre higiene, que hace mucha falta,
hablarles de cuidados, se quedaron sorprendidos. Pero muy padre estuvo la
campaña. Y le dio un cambio a la escuela como no tiene una idea. Y los niños
los adoptaron, o sea que ellos se encargan de esos árboles, que los riegan con
un agua que tienen que traer de muy lejos, y los riegan. Los puse como en
febrero y ya están grandecitos. Es una de las cosas que a mí me han dejado una
gran satisfacción.
Cuénteme ahora de su
experiencia aquí, en la Ciudad de los Niños.
Aquí
en la Ciudad de los Niños ya cuento con muy diferentes condiciones, pero
también hay muchos problemas. Aquí hay otros retos, tenemos niños con un gran
déficit de atención, problemas de aprendizaje; tenemos niños con maltrato
infantil, entonces el trato es muy diferente. Hay un giro real. Uno tiene que
manejar con mucho tacto a los niños, con mucho criterio. Uno no puede
gritarles, porque el niño se siente. Tiene que haber mucho apoyo. Siempre hay
que buscar la mejor manera. Ante todo primero llegar con un diagnóstico a ver cómo están los niños.
Muchas veces como maestros tenemos que ser un poco de psicólogos, detectar un
problema. Claro, nosotros, al menos yo, no voy a resolverlo, acudimos a los
profesionales, pero sí diagnosticar para planificar, sobre todo. Aquí estamos
en multinivel, primaria y secundaria, aquí planeamos con tutorías que los niños
de secundaria le van a enseñar a los de primaria. Aquí le damos un poder al
niño, que se sienta motivado, que se sienta útil, y claro, el niño de primaria,
que ya va más adelantado, puede enseñar a los de tercero. El maestro ahí está,
pero se le está dando más seguridad al niño. Esas son las formas que yo estoy
planeando, hay muchas estrategias, como los juegos; muchas dinámicas, porque
hay que buscarle ese lado de la alegría a los niños para que llegue un lunes y ellos
digan: quiero ir a clases, que esté emocionado para ir a aprender.
¿Cómo llegan los niños a la
institución, profesor?
A
nuestros niños la Procuraduría los manda para acá, los canaliza, los envía para
acá, algunos por violación de su padrastro, otros por abandono. Sobre todo es
la forma donde tenemos que ser sumamente cuidadosos al momento de atenderlos.
Uno no sabe de qué forma puedas herirlos. Por ejemplo, hace poco les pedí que
me hicieran un árbol, porque hay un diagnóstico de la forma como uno dibuja el
árbol, un diagnóstico psicológico. “Enseguida me van a dibujar ustedes y a
quien quieran ustedes”. Tenemos niños con cáncer. Y se me acerca una niña: “Maestro
¿me puedo dibujar cuando yo tenía cabello?” Y yo… Sí, hermosa, dibújate como tú
gustes. Pero eso ya me dejó marcado. Mas sin embargo la niña no se sintió mal,
ella no lo vio mal, pero a mí, como maestro, se me hizo un nudo en la garganta
y dije: no, no.
¿Cuáles son sus principales
retos?
Aquí
hay muchos problemas de aprendizaje, no leen como debe de ser; tengo una niña
de tercer año que no lee bien, no sabe escribir. Entonces a ella le estoy
poniendo mucha atención, le estoy poniendo juegos dinámicos de video, juegos de
palabras. Hay muchos problemas de inseguridad en los niños, no se sienten
seguros. Pero bueno, vamos a ver por qué cayeron aquí. Entonces tienen
problemas de seguridad y autoestima, hay que darles esa parte de motivación
para que ellos se vayan desenvolviendo. El éxito ocurre, de cualquier forma. En
un momento dado todo es tranquilo, calmado. Más que nada el maestro se gana la
confianza del alumno. Para mí eso es el éxito. Siempre cuidando de no pasar esa
línea de maestro-alumno. Para mí lo más importante es la confianza y que ellos
tengan seguridad; teniéndome confianza a mí tendrán más seguridad, podrán
desenvolverse más. Eso para mí es gratificante. Porque de ahí vamos a partir
para que ellos en un futuro tomen una decisión, si no se van a quedar así como
que qué hago. Entonces de ahí hay que partir. Para mí desde ahí esto es un
hecho. Eso es algo que he logrado en tres semanas que llevo aquí.
¿Tres semanas? Y ya tiene
usted toda una pedagogía.
Estoy
siguiendo varias estrategias, creo que con estos niños vamos a manejar mucho lo
que es el teatro, aprender por medio del teatro, para que ellos vayan sacando
eso que llevan dentro, y se les va a hacer una forma muy divertida para
aprender. Siempre las artes, las artes plásticas, las artes en general son
gratificantes. Entonces vamos a buscarle por ese lado. Los niños necesitan
sacar todo eso que tienen dentro. Esa es una estrategia. En una semana más
viene la semana de los jóvenes, de los adolescentes, ahí tengo planeado traer
unas personas, unos psicólogos para que platiquen con los niños, para hablar de
temas de su edad. Los psicólogos que vienen tienen que tomar con mucho tacto
los problemas, cuando hablé con ellos quedaron atónitos. Voy a traer gente de
teatro con una obra: “Solamente se vive una vez”; van a bailar, voy a traer a
una muchacha que está ahorita en Hermosillo trabajando en las colonias. Van a
ser dos días en donde juntaremos a las dos casas hogar para que haya más gente,
para que haya un convivio entre alumnos y que se sientan a gusto. Y que
conozcan el teatro, porque es un teatro profesional y estoy muy emocionado. Va
a estar muy padre. Estoy hablando con unas fundaciones para que vengan y vean.
¿Ha cambiado su vida?
La
verdad siento una gran satisfacción, son las personas más humanas. En cambio
mis amigos dicen que he cambiado mucho: te has vuelto más humano, te has vuelto
más sensible, más chillón, hay cosas que ahora sí… En mi opinión, me siento muy
contento de estar en este programa, realmente me ha dejado muchas
satisfacciones. A mí como persona me ha cambiado la vida. Le da muchísimo valor
a muchas cosas. No sé qué más decirle. Mire, ella es la psicóloga, ella le dirá
más.
A nuestro lado estaba Sonia María
Cázares Miranda, psicóloga por el Instituto Tecnológico de Sonora, con tres
años de experiencia en el programa de Pronim. Le preguntamos sobre su quehacer.
Trabajo
con primero y segundo de primaria y con primero y tercero de preescolar. Son muchos retos, más por la situación en la
que estamos aquí en esta Casa Hogar. Los niños, tanto a nivel educativo como
humano tienen problemas. Hay demasiado rezago educativo, muy bajo aprendizaje;
está también la cuestión emocional, afecto, amor, los niños están muy
necesitados de cariño, de amor, de atención. Y el reto en la cuestión educativa
es ponerlos al nivel en el grado que van, y en la cuestión de la vida en
competencias para la vida, para que los niños se desarrollen plenamente, porque
muchas veces por estar aquí, cuando salen afuera, piensan que son menos porque
estuvieron en una Casa Hogar, entonces hay que borrarles esa idea que asumen
desde muy pequeños, y así crecen.
¿Cómo describiría usted esta
casa hogar?
La
Casa Hogar es como un resguardo para madres y niños maltratados, con violencia
de todo tipo, violencia física, psicológica, sexual. Hay casas, hay una madre
sustituta que se hace cargo de sus hijos y aparte de otros niños que están aquí
resguardados; hasta ocho niños por madre y viven en esas casitas. Tienen
iglesia, centro de salud, banco de alimentos; tenemos biblioteca, los baños,
las oficinas. Los salones apenas si los estamos acondicionando, ahorita no
tengo pizarrón, pero como puede ver me ayudo con láminas, para todo hay que
echarle imaginación. Ahorita no tengo pizarrón y sí me hace falta material,
cuadernos, libros, mochilas, lápices; material didáctico para los niños de
preescolar, no tengo mucho. Pero como le digo, yo me las ingenio y trato de
sacar de todos lados. Agarrando recursos, muchas veces no los tenemos y
buscamos la manera de cómo llevar a cabo una clase. A veces no tengo con qué
contar, vamos a recoger las hojitas tiradas, y sirve que los enseño a contar y
también los enseño a limpiar. Son muy pocos los materiales que nos da el
programa, lo que nos brindan aquí en la Casa Hogar es por donaciones, pero sí
hace falta mucho material.
¿Cómo le sirve la psicología a
usted?
Cada
niño es muy diferente, pero todos con una problemática que te deja sin palabras,
porque no puedes imaginar que niños tan pequeños estén pasando por situaciones
tan graves. Yo he vivido en este programa de niños migrantes cosas que te hacen
reflexionar mucho, porque muchos piensan que solo es el entorno lo que tiene,
pero no, son muchas carencias que nunca te hubieras imaginado que un niño
pudiera vivir. Y más que uno hace conciencia de esto y busca la manera de cómo
tratar de ayudarlos, por lo menos un poquito, lo que esté en tus manos, pero
créame que sí hacemos todo lo posible por brindarles una ayuda.
¿Cómo procede
metodológicamente?
Primero
es llegar y ver a los niños y decir por dónde empiezo. Cómo saber, pues no
sabes por dónde empezar de tanto que les hace falta. Cuando te vas, cuando ya
dejas estos niños, te quedas con la satisfacción de saber que contribuiste a
mejorar su vida, para que traten de llevar una mejor vida, que tengan calidad
de vida. Esa es la mayor satisfacción que yo me he llevado a lo largo de tres
años. Son muchos sentimientos que vivo día a día y que a veces me ponen la piel
chinita, se me eriza la piel. Y a veces digo, cómo es posible. Y la verdad es que
uno sirve como persona, como seres humanos, muchísimo, porque de ahí de ellos
se aprende, uno aprende mucho.
¿Es una educación especial?
Definitivamente.
Trabajé en una escuela regular, igual con un grupo multigrado, pero la diferencia
es grande. Sí es mucha la diferencia que hay entre los niños de una ciudad a
los niños de un campo, de un medio rural. Son muy inteligentes, son niños que
no necesitan de un libro para escribir, que en la mente te pueden sacar
cuentas, siempre y cuando los ubiques en el contexto que ellos viven. En el
campo pesquero los ubiqué contando conchitas, contando peces, y en otro lado
eran nueces, se trabaja con nueces. Hay que ir ubicando para que los niños
reflexionen sobre lo que uno les va a enseñar. Tienes que llevar la planeación
al lugar donde ellos viven.
Muchas gracias, licenciada.
Salimos de ahí complacidos con
lo que vimos. Había muy poco qué agregar, salvo el gusto de presenciar
esfuerzos sociales tan apasionados, tan comprometidos y silenciosos como este. Moviendo
nuestras fichas mentales para considerar a profesores y maestras que no entran
en el saco del magisterio a secas, se la sección sindical y las reformas
estructurales. No, estos jóvenes mexicanos nos muestran un camino que pocos
políticos demuestran en su quehacer: compromiso. Dilo de nuevo: compromiso; una
vez más: compromiso. Ya tenemos un eslogan que ojalá algún día se cante en las manifestaciones.
*Pronim: Programa de educación básica para
niñas y niños de familias jornaleras, agrícolas migrantes.
Fotografías tomadas de su sitio en internet.
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