En el campo Guadalupe
del municipio de Guaymas la cosecha de sandías está en su apogeo, es un día
soleado y caluroso como son el promedio de los días en estas tierras del
noroeste mexicano. Una sandía despanzurrada a la vera del camino es el festín de unos niños que han comido
hasta saciarse y que ahora cometen travesuras clavando palitos en la enorme
fruta color tragedia, que yace
despedazada. Una vez que se quita la vista de los verdes campos de ajo o
cebolla y se posa la vista en el camino o en el resto de los llanos el panorama
es café tierra, amarillo desierto. Huizaches y jaras pueblan las lomas
aplanadas por la erosión y el viento de la costa del Mar de Cortés. Las sombras
son aquí un oasis de sobrevivencia que la gente valora con naturalidad. Es el 4
de septiembre de 2012. La profesora Carolina Zúñiga López y yo nos acomodamos
en una estratégica sombra donde están los bebederos de agua del Preescolar
Nueva Creación del Campo Guadalupe, municipio de Guaymas, Sonora, para que me
platique su experiencia como educadora de esta asoleada lejanía. Hay personas
que resuman empatía y eso es lo que se nota en la maestra Zúñiga, el cariño con
el que trata a sus pequeños alumnos, parece una especie de mamá ambulante.
Hábleme de usted profesora,
dígame qué hace por acá.
Soy
Carolina Zúñiga López, tengo una licenciatura en educación y soy maestra y
directora del preescolar. Tengo medio curso en Pronim, anteriormente había
trabajando en regular, pero me interesó el programa, más que nada las
condiciones en que se encuentran los niños es algo motivante. Al principio se impacta uno, y más cuando ya estás
dentro, te impactan mucho más. El ver tantas carencias de los niños, el ver
cómo llegan. A mí me llamó mucho la atención, cuando recién llegué al campo
agrícola, el interés que tienen los niños; a pesar de ser de muy bajos
recursos, te das cuenta de su interés, de que ellos prefieren estar acá que
estar en la calle, prefieren el aula. Dices tú: cómo es posible, hay ciudades y
lugares donde los niños tienen mejores condiciones económicas y muchas veces no
le ponen el interés que uno ve aquí. Eso es motivante para uno.
Ponerlos a la par
El
reto de Pronim es elevar el nivel
educativo de los niños. Ahorita, por ejemplo, en el caso de primaria, donde los
niños que están en cuarto, quinto año ni siquiera conocen las letras, no saben
leer. Entonces yo me imagino que el reto es ese: elevar el nivel educativo y
poner a los niños a la par del resto.
Los
niños vienen de Guerrero, de Veracruz; más que nada, los que yo tengo son de
Guerrero y de Veracruz, algunos tienen hasta diez años viviendo aquí, se van
por temporadas a visitar a los demás familiares y regresan y siguen el ciclo
que sigue. Los padres trabajan en la agricultura y recogen el chile serrano, el
chiquitito, y ahorita acaban de terminar con lo de la uva y están más enfocados
con el chile. Esos son los dos cultivos principales por aquí.
Me llaman mamá
Uno
trabaja a lo mismo, a lo que es una escuela regular, con base en el plan de
estudios 2011; se realiza la planeación, se basa en los campos formativos para
clasificar las competencias que van a desarrollar los niños, básicamente en
eso. Viene siendo lo mismo que en una escuela regular, pero sí, uno se da
cuenta de las carencias y se adapta a ellas. Las carencias son primeramente
económicas, muchas veces hasta de aseo; los papás salen, se van a las cinco,
seis de la mañana; regresan, hacen algunas tareas, traen a los niños a la
escuela y se vuelven a ir al mediodía. Entonces los niños pasan muy poco tiempo
con los papás, uno se da cuenta que cuando llegan aquí al centro lo que
necesitan es cariño, porque no lo reciben en sus casas; entonces llegan y tú
les das una palabra de aliento a los niños, les dices algo, les reconoces su
trabajo. Eso es motivante para ellos y te das cuenta que es la verdad, pues, a
ellos les falta cariño. Es lo principal en todo niño. Me dicen mamá, o tía. Como
que el cariño que les da esa persona ellos lo relacionan con uno, yo creo.
Entonces sí es muy motivante ver eso, porque los niños te dan cariño y uno sabe
cómo reconocerles eso.
Vivir en el campo
Soy
de Pueblo Yaqui, no sé si conoce ciudad Obregón, cerca de 40, 45 minutos en
camión. Salgo de ciudad Obregón, tomo el camión para Empalme –una hora cuarenta
minutos– y de Empalme tomamos otro camión para acá –unos cuarenta minutos–, nos
bajamos en una curva que está cerca de aquí del campo y, ya de la curva, el
señor de la puerta o alguien que pase te da un “raite” y nos deja acá en el campo, si es que no alcanzamos un
camión que te deja directamente aquí. Y si no, caminamos, como el día de ayer,
han de ser como dos kilómetros de la curva hasta acá. Con estos calores llega
uno todo bronceado.
Nosotras
nos quedamos aquí. Nos venimos el lunes, como a las 4:30 de la mañana, y
habitamos aquí todas la semana. El dueño del campo nos proporciona la vivienda,
nos da un apoyo económico para la alimentación y eso nos favorece, porque desde
que nos dicen: te vamos a mandar a aquel campo, sabemos de antemano que nos van
a dar un lugar donde vivir, aparte del apoyo para alimentación. Eso no ocurre
en todos los lugares. También recibimos
mucho apoyo de Dora Luz, que es la trabajadora social, y es ella quien se
comunica con el patrón, nosotras no tenemos trato con él. Pero nos da la habitación
grande, nos quedamos ahí cuatro maestras, en una habitación que está de aquel
lado, tenemos una mesa para comer o, igual, para trabajar; tenemos una estufa,
un refrigerador, una cama; lo que sí no tenemos es aire acondicionado, entonces
está feo salir de los salones e irse allá porque es un horno. Lo que hacemos los
días extremos es pedir la autorización para dormir en alguno de los camioncitos
movibles porque tienen aire acondicionado. Tenemos colchonetas y ahí dormimos.
Conectividad
no tenemos. Pero la maestra de secundaria cuenta con cinco lap. Entonces si
alguna de las maestras necesitamos hacer uso de ellas nos hace firmar una carta
compromiso de que vamos a hacer uso de ellas y tienen banda ancha. Entonces
podemos checar correos y hacer algunas tareas.
Tráigame al niño y ya
Actualmente
hay muchos apoyos, principalmente para los lugares marginados, agrícolas, te
dan mucho apoyo. Está el programa de escuelas de calidad, está el programa de
apoyo escolar, entonces es apoyo económico que te mandan para que hagas crecer
el lugar donde te estás desempeñando, el centro, entonces esos apoyos sirven
mucho porque ya no se le dice al padre: “tráigame los útiles escolares”, ni su
cuaderno, ni lápiz, sino que aquí nosotros se lo vamos a proporcionar; “tráigame
su niño con su acta de nacimiento” y aquí nosotros nos encargamos de todo.
Muchas veces no traen acta de nacimiento, es lo que estamos viviendo ahorita. Acaba
de iniciar el ciclo y hay muchos que se van de vacaciones, se llevan documentos
y no los traen de regreso. Lo que se hace es una carta compromiso donde el papá
se compromete a traer el acta de nacimiento antes de terminar el ciclo, por
marzo, registrar al niño si no está registrado o ir por el documento al lugar
donde lo haya dejado. Pero el niño no deja de estudiar, se recibe al niño.
En la ciudad, cuándo
Hay
muchas satisfacciones. Primero te causa dolor el ver tantas carencias en los
niños. El primer día que llegas y todavía no platicas con los niños, que ves
las condiciones en que llegan, su forma de vestir –a veces no traen zapatos–,
su carita toda sucia, con sus moquitos, te das cuenta y te llenas de
impotencia. Los padres de familia no se hacen cargo y a la mejor no es porque
no quieran, sino que las necesidades les prohíben hacerse cargo de ellos, ellos
tienen que salir trabajar, a eso
vinieron. Pero te das cuenta también de que las niñas a temprana edad se
encargan del hogar, tienen que hacer comida, cuidar al hermanito más chiquito,
ir a lavar. Te das cuenta en los lavaderos que hay niñas muy pequeñas que se
ponen a lavar la ropa de toda la familia. Dices tú: en la ciudad cuándo, ahí es
más responsable el padre de familia y aquí no. Entonces a mí me da gusto el
verlos, porque dices: a pesar de tantas carencias son muy unidos, aquí me doy
cuenta en el preescolar que llegan las hermanitas a traerles su comida a los
hermanitos chiquitos. ¿Lo hizo tu mamá? No, maestra, yo le preparé su sopita a
mi hermano. O sea, se hacen cargo. A mí sí me da mucha satisfacción el ver todo
eso, sí es deprimente verlos en esas condiciones, pero uno trabaja para que
esas condiciones cambien y sean mejores. Por ejemplo, en el caso de los niños,
ahorita tienen que venir con sus zapatitos, hay que procurar que vengan
limpiecitos, peinaditos. A mí me parece muy motivante. El ver el cambio desde
que el niño llega hasta que termina, sus transformaciones tanto educativas como
personales.
Ya lo demás es lo de menos
Muchas
veces preocupan las condiciones de trabajo, nosotras sabemos que aquí no
estamos aspirando a una plaza. No sé, pero sí te motiva ver todo esto. Entonces
es como: yo tengo ganas de trabajar y tengo ganas de tomar experiencia, porque
más que nada es eso; voy a agarrar la experiencia y voy a ver la mera realidad,
porque a la mejor en la ciudad no se vive esto. Entonces te enfrentas a esto y
dices tú: ya lo demás es lo de menos. Porque aquí los contextos son muy
diferentes, muchas veces los niños hablan hasta otro idioma, entonces qué hacer
ahí, pues, si a la mejor nosotros no estamos capacitados para hablar otra
lengua, pero cómo hacerle para que el niño te pueda entender. Entonces te
enfrentas a muchas cosas y eso es lo que te da satisfacción.
Pues
yo creo que lo principal es eso, o sea, las condiciones en que se encuentran
los niños, el apoyo que se les tiene que brindar, tanto educativo como
psicológico; muchas veces afectivo, porque también te das cuenta que existen a
veces hasta abusos sexuales, en las mismas familias los niños son abusados. Y
eso te causa mucho dolor, simplemente como ser humano, no tanto como un
profesionista, como ser humano te das cuenta de eso y dices: cómo es posible de
que llegue a ese grado este tipo de abandono.
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