Cómo se ha insistido en este sitio que la calidad de la
obra de Miguel Othón de Mendizábal no coincide con la indiferencia que ha
mostrado por ella la divulgación antropológica en México. Esto ha motivado que,
a setenta años de su muerte estas reflexiones se aúnan a las contadas
publicaciones sobre MOM. En la ENAH hallé una tesis de licenciatura presentada
en 1974 por Dora Kanoussi con el nombre de Miguel Othón de Mendizábal y la Revolución Mexicana de 1910, pero no mucho
más.
Miguel Othón de Mendizábal nace en la ciudad de México en
1890. Fue destacado estudiante de la Escuela Nacional
Preparatoria, en donde al terminar recibió una beca para continuar sus estudios
en el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía.
De acuerdo con Arturo España Caballero en La práctica social y el populismo
nacionalista, 1935-1940, que aparece en La Antropología en
México del INAH, a Mendizábal jamás le interesó la ciencia por la
ciencia, sino la ciencia como un medio para descubrir nuevos horizontes y
nuevas fórmulas de convivencia humana.
Don Jesús Silva Herzog afirma que MOM se unió al movimiento
revolucionario de 1910, consecuente con sus ideas. Gonzalo Aguirre Beltrán, sin
embargo, dice en su Obra Polémica que
Mendizábal estuvo en “sus años mozos sirviendo al régimen ilegítimo de
Victoriano Huerta y por ello sufrió el destierro”; pero es Federico Gamboa
quien explica con más detalle el derrotero de Mendizábal en la lucha armada porque
se lo encontró en La Habana
en marzo de 1915 y le sacó la sopa: “… estoy frente a don Miguel Mendizábal, hijo
del honorable director de nuestra Casa de Moneda. Viene de Guatemala, donde lo
cogió el terremoto que acabó con ella; y es, según confesión propia,
revolucionario impenitente y de armas tomar. Véase si no: siendo empleado de
Fomento y muy consagrado a trabajos de etnografía a las órdenes de Andrés
Molina Enríquez –de quien hace encomiásticas ausencias-, se opuso de hecho, y
sucesivamente al general Díaz y a Madero; estuvo en lo de la Ciudadela ; es signatario
del Plan de Ayala y luego ha corrido de la Ceca a la
Meca , dentro de su actual carácter de felicista”. (Aguirre
Beltrán, 1992: 190-191) Así que su participación en la lucha armada tiene esa
ambigüedad.
España Caballero complementa la biografía de Miguel Othón
de Mendizábal: posteriormente, por oposición, obtuvo el puesto de ayudante de
etnología aborigen. Más tarde ocupó el puesto de Jefe del departamento de
Etnología, y fue miembro del grupo que, bajo la dirección de José Núñez y
Domínguez y de Manuel del Ponce, fundó la Segunda Sociedad Folklórica
Mexicana. Trabajó en la
Universidad Nacional como jefe de investigadores en el Valle
del Mezquital y después como director del Instituto de Investigaciones
Sociales. Participó activamente en la fundación de la Universidad Obrera ,
donde se incluyó la antropología; también participó en la fundación del
Departamento de Antropología de la
Escuela de Ciencias Biológicas del IPN. Asimismo, fundó la Escuela de Medicina Rural
del IPN, y colaboró en la creación de la Escuela Nacional
de Antropología e Historia. Fue Jefe del Laboratorio de Antropología del IPN y,
más tarde, director del Instituto de Investigaciones Económicas.
En 1932, colaboró con Moisés Sáenz en el centro de
incorporación indígena de la
Cañada de los Once Pueblos de Michoacán. Fue miembro del Consejo
Superior de la Investigación
Científica y creador y jefe del Departamento de Educación
Audiovisual, así como Asesor del Departamento de Asuntos Indígenas y, durante
un tiempo, rector de la Universidad Obrera.
Impartió las cátedras de etnología, antropología, economía e historia de
México, asociándolas con las ciencias aplicadas, la geografía y la política, en
el Museo, las escuelas de economía de la Universidad y del IPN, y la Escuela Normal Superior. Murió
el 6 de diciembre de 1945 y, en una velada del 22 de febrero de 1946, el INAH
entregó a sus familiares su título de etnólogo. (España Caballero, 1987:248)
Las Obras Completas de Mendizábal, publicadas por sus
amigos en 1947, se componen de seis tomos de aproximadamente 500 páginas cada
uno, el primero es de homenajes al autor y los cinco restantes dedicados a las
tres disciplinas que cultivó con mayor interés: la historia, la economía y la
antropología. Esta investigación se encarga de la obra de Mendizábal
relacionada con el indígena, pero es pertinente apuntar que sus escritos
navegan en temas diversos como estudios jurídicos sobre estados, municipios;
problemas y reformas en el agro (fue asesor de Lázaro Cárdenas del Río),
estudió sobre monopolio colonial, minería y proteccionismo económico en la Independencia de
México, en lo que se podría llamar estudios de historia económica; respecto a la Historia propiamente
dicha, Mendizábal trabajó el poblamiento del valle de México, monografías sobre
Zacatecas, Santa María Tepeji y Capula, Hidalgo; y temas sueltos como
demografía, religión, noroeste de México, industria textil, prehistoria de
América; cultura, arte, ciencia, juegos populares; poesía, danza, música, el
Jardín de Netzahualcóyotl y la división del trabajo; de las instituciones opinó
en sus escritos sobre la UNAM ,
el Instituto Politécnico Nacional, el Museo Nacional de Historia, la Escuela Nacional
de Antropología y el Instituto Indigenista Interamericano, muchas de las cuales
ayudó a fundar.
Fue miembro del Instituto de Estudios Sociales, Políticos y
estadísticos del PNR; de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; de la Sociedad de Antropología;
Vicepresidente de la Comisión
de Ayuda a los refugiados españoles; jefe de la Sección de antropología
del Instituto de Relaciones Culturales México-Ruso y miembro del Comité
Antirracista. Por último, organizó el Congreso Indigenista Interamericano
llevado a cabo en Pátzcuaro, Michoacán, donde, por cierto, Lázaro Cárdenas
definió la política excluyente del indigenismo oficial.
El doctor Ignacio Millán dice en un escrito incluido en las
Obras Completas que fue uno de los asesores más cercanos a Cárdenas: “el más
allegado, respetado y atendido consejero del presidente Lázaro Cárdenas y del
ingeniero Juan de Dios Batis”; que estaba siempre en contacto con los centros
rurales, “pareciendo que no quisiera salir de ellos y sí fundirse en el alma
misma de la masa campesina”.
Mendizábal fue muy cuidadoso en dejar asentadas en sus
escritos las amplias bibliografías que respaldaron su opinión. Por ejemplo, para
su estudio histórico sobre los pueblos prehispánicos, afirma haberse fundado en
la interpretación del Códice Vaticano, inspirado en la cosmogonía tolteca, en
cuanto al orden de las edades; y por lo que se refiere a su duración –dice en
uno de sus escritos-, “me atendré a las cifras del Calendario Azteca, según la
descifración de Enrique Juan Palacios, de acuerdo ambas, en lo esencial, con
las relaciones de don Fernando de Alba Ixtlichóxitl” (MOM II, 1947:24-25)
En su ensayo sobre las civilizaciones aborígenes
americanas, Mendizábal afirma haberse basado en el Popol-Vhu, la Historia de Yucatán de
Cogoyudo para el caso de los mayas y en Garcilazo de la Vega y José María Camacho
para los incas. Cita el Calendario ritual de Fray Diego de Landa; el Códice Mendocino;
Sahagún, Motolinía y Olmos; el códice Ramírez, Tezozómoc, Durán, Orozco y Berra
y el doctor León; a del Paso y Troncoso, Muños Camacho, Ramón Mena y Mariano
Rojas.
En su influyente trabajo sobre la sal, el único texto de
MOM en la currícula de la carrera de antropología de los años ochenta, cita 114
textos, que incluyen Atlas, cartas de relación coloniales, documentos del Real
Archivo de Indias, archivos parroquiales, Anales y textos científicos. Todos
los cronistas españoles conocidos y muchos otros desconocidos, como memorias de
almirantes de la
Conquista. Destaca que la cita más cercana a su tiempo
corresponde al año 1926.
Mendizábal no duda en tomar para sí la experiencia y la
visión de lo mejor del siglo XIX, lo que lo convierte, creo, en un pensador
decimonónico. Al apreciar el perfil de sus empresas y la creencia fiel de una
suerte de socialismo, que le hacen pensar, en muchos momentos de su vida, que
era posible alcanzar la utopía. “Hagámoslo así”: llevemos caminos, procuremos
sus industrias, preocupémonos por ellos. Leyó con atención a Manuel Orozco y
Berra, Francisco del Paso y Troncoso, José María Regil y Francisco Urbina; de
sus contemporáneos, autores que escribieron sus ensayos después de 1920, se
encuentran Franz Boas y Manuel Gamio en primer sitio; Enrique Díaz Lozano,
Matías Escobar, Eusebio Francisco Kino (o Kühn), Juan Mateo Mange, Baltasar de
Obregón, José C. Zárate, el colombiano Miguel Triana y el chileno Ricardo
Latcham. (MOM II, 1947:330) Era el suyo, como bien lo dijo el Dr Atl, un
entusiasmo teleológico que movía a Miguel Othón de Mendizábal.
Una anécdota lo pinta de cuerpo entero como estratega de la
discusión y como practicante de la antropología como compromiso, como misión y
no sólo como discusión académica. La cuenta el Dr. Ignacio Millán en una nota
infiltrada en el tomo IV de nuestro autor, de la que hago un resumen:
Habiendo gran rivalidad de los miembros de la UNAM con los del recién
creado Politécnico -cuenta Millán-, la gota que derramó el vaso de las
controversias fue la creación de la
Escuela de Medicina Rural perteneciente a este último
instituto, que incrementó “la intriga y la chismografía” en todos los
periódicos por parte de los universitarios. Se temió que con motivo del segundo
congreso nacional de higiene rural, las dos partes contendientes tuvieran roces
o enfrentamientos. Persuadido de ello, Mendizábal se concretó a mostrar
estudios propios de estadísticas de mortalidad y distribución geográfica de los
médicos en la república. “No tuvo un contendiente a la altura de su vigor
mental -cuenta el Dr. Millán-, pues su potencial adversario se presentó listo
para la pelea, pero con las manos vacías, por lo que la contundencia de los
datos llevados por Mendizábal, que mostraba con crudeza de los números del catastrófico
panorama de la higiene nacional, dejó a los universitarios, con sus absurdas
rivalidades académicas, sin ningún argumento. La lucha, les indicó, no es entre
nosotros sino de nosotros. Un rasgo casi conmovedor de su inteligencia, su
pacifismo y ecuanimidad, indicador de que las divisiones académicas no estaban
a la altura de las circunstancias, y que mostraban, cuando mucho, la pobreza
moral de nuestro medio”. (MOM 1V, 1947:346)
Las universidades mexicanas, pensó Mendizábal, nunca se han
preocupado por el pasado, remoto o próximo, de ninguno de los problemas
nacionales; tampoco del más trascendental: el campesino (MOM IV, 1947:348)
“Existen dentro de las universidades extremistas de
izquierda y derecha que, aunque forman una minoría respecto al conjunto del
estudiantado, han propiciado actitudes violentas y desordenadas, de tendencia
notoriamente política. Estos activistas no hacen nada por ayudar a remediar los
problemas, más aun, los incrementan o desvían la atención de quienes queremos
resolverlos. El problema campesino, desprovisto de atención, resalta entre los
principales puntos de su indiferencia”. Ojalá, afirma MOM, que la Universidad Autónoma
perfeccione e intensifique su acción a favor del campesino y el indígena, para
que su lema vasconceliano: “Por mi raza hablará el espíritu”, que solo interesa
a los privilegiados de la cultura, pueda añadir: “Por mi espíritu y por la
acción de mis investigadores, profesores y profesionistas, mejorarán las
condiciones de vida del venero más potente de nuestra raza, la población
campesina de México”, en cuyo caso, don Miguel, no cabría en el escudo
universitario.