domingo, 5 de septiembre de 2021

Mendizábal, la vida misma

 

Miguel Othón de Mendizábal en su despacho

A través de una visión integral del mundo indígena, Mendizábal tiene la virtud de ser realista. Basado en sus estudios de la historia y la antropología, que incluía análisis de producción agrícola, medicina natural, religiones y mitos; derecho, educación y lenguas, MOM se atreve a hacer una sugerencia original, que hasta hoy nos parecería moderna, sobre observar más detenidamente las características de los pueblos originarios. Comprenderlos. Dejar actuar a “la vida misma”. Él quiso hacer una síntesis que convenciera a los mestizos que las culturas autóctonas eran más interesantes de lo que parecían, y que al conocerlas eran muchos los beneficios para el mestizo, pues podría fortalecer su sentido de pertenencia, servirse de ellas, apropiárselas incluso. El mundo originario podría tener otro papel en la conciencia colectiva de los mexicanos, podría ayudar a resolver el abstruso asunto de la identidad, observado desde entonces a través de laberintos, jaulas melancólicas e inconfesables complejos que cargamos, como una enorme cruz, bajo el deslumbrante sol de la mexicanidad.

Se trata de imaginar lo que hubiera sido de México con un indigenismo más co-activo, en términos antropológicos, y que en lugar de occidentalizar a los indígenas y al resto de los mexicanos, nuestro país se mexicanizara más, como proponía Mendizábal. Y algo se sembró de esa semilla porque casi cien años después la presencia indígena en la vida de los mexicanos es evidente y ostensible. Una cantidad de características locales, de costumbres, modos, alimentos, medicinas se yergue hacia una identidad que por razones biológicas se pueden los mexicanos apropiar. Y eso es lo que está ocurriendo.

En los albores del siglo XXI esta parece ser la tendencia en el comportamiento de los mexicanos, México tiende a indianizarse porque es históricamente necesario que busquemos en esa herencia respuestas a preguntas reiteradas sobre nuestra capacidad social para organizarnos y tomar decisiones colectivas, los límites de nuestra cultura mestiza mexicana; el mexicano del mañana estará más completo al haber aceptado su implicación en esa genética nacional y, bajo ninguna circunstancia, puede disociarse de sus raíces originarias. Todos tenemos un bisabuelo.

La pobre contribución indigenista alineada a la visión de tata Cárdenas, miró más bien al lado contrario: no había nada qué conocerles, debían asimilarse, hablar español y formar parte del campesinado mexicano. Ignorar todo sobre ellos. Debían desaparecer como indígenas, convertirse en obreros de las ciudades, ser domesticados como las clases populares multiétnicas Norteamérica lo fueron con la ilusión de “América”; las naciones aplanadas de Europa. Y eso, como podemos ver, aquí no ocurrió. Los pueblos originarios sobreviven. 

Miguel Othón de Mendizábal

Este blog demuestra que Mendizábal acertó al sostener una visión más moderna y sumamente práctica sobre el tema indígena, que aún hoy podría prosperar. No desunir las partes, explicaba.

Mendizábal pretendió demostrar lo contrario sobre el indígena: que sí había mucho qué conocerles; había que preservar y cultivar sus culturas a través de sus lenguas; había que aprovechar su experiencia en la herbolaria y el medio ambiente. Y especulo con las razones que lo sabotearon, que lo borraron del mapa de la antropología mexicana, que lo hicieron un gran desconocido, a pesar de los premios, calles y auditorios que llevaban su nombre.

Mendizábal lo dijo, lo escribió, lo dictó en conferencias, alertó del riesgo uniformador de la asimilación. Inevitablemente, al hacer esta observación, es preciso detenerse a ver a los Magníficos, en los años setenta que, con más visión, modernizaron aquella súplica y condenaron también la práctica de ese mecanismo para manipular indígenas, llamado indigenismo, tronco de nuestra antropología. También fueron acallados. Y sus reflexiones no fueron presentadas en la academia de la Escuela Nacional, donde los estudiantes carecimos de esa revisión, básica para cualquier discusión de antropología mexicana, no por error,

pero la situación de los indígenas mexicanos no cambió nunca y, en la mayoría de los casos, empeoró. El indigenismo era inmoral de origen, Mendizábal lo advirtió, los Magníficos lo confirmaron, pero nadie hizo nada por impedirlo. El INI terminó hecho pedazos, Arturo Warman se dio el gusto, en venganza postrera, de liquidarlo a finales de siglo. Después, el Estado panista permanece en la indefinición, en la ausencia, aplicando recursos con visión tecnócrata y directrices internacionales; sin planes culturales, ni indígenas ni mestizos, sin un destino cierto, aunque al final esta actitud fue preferible a la “acción emancipadora” del PRI. Mejor sueltos que amarrados.

La hipótesis general de esta discusión es probar que MOM propuso, en un momento clave de su discusión, un indigenismo distinto a la que se constituyó en el INI. La marginación a la que este importante antropólogo fue sometido muestra el tamaño del miedo en el sector oficial; al prolongarse por décadas el boicot a sus numerosos escritos, publicados por amigos de la viuda solo en 1947, a dos años de su muerte. Fue la única edición de sus obras completas, en tanto que la academia únicamente incluyó su breve trabajo sobre la influencia de la sal en el poblamiento de América, texto interesante, pero relacionado únicamente con  nuestra historia más antigua. La opinión de Mendizábal sobre los problemas fundamentales del indígena y sus propuestas para solucionarlos, fue sacada de la mesa de discusión lo mismo en los institutos que en la academia. ¿Vale la pena ser leído, discutido, repensado?, esa es la pregunta clave en este blog. ¿Cómo tocar el tema indígena, cómo hacerlo visible para conversarlo, para convencernos de que es un tema ineludible para casi todos los mexicanos.

La discusión indigenista vive momentos de definición, los mexicanos optaremos pronto por una personalidad alterna a la que se nos ofrece con la globalización, con toda su cohetería y comunicabilidad. Observo que México vive un proceso de indianización a todas vistas, nuestro “castellano” está profundamente nahuatlizado, nuestras raíces indígenas a final de cuentas no son tan lejanas, pero es una pena que hayamos perdido tanto tiempo. La invención del Indigenismo mexicano retrasó este proceso cien años, noventa para ser precisos. La antropología mexicana da a luz una institución que en nada difiere de la práctica española de la colonia. La diferencia es que ahora los llama hermanos, pero culturalmente sobrevive la práctica de intentar borrar esas arraigadas identidades, ya no para imponer una moral cristiana, ahora es a favor de una presunta cohesión nacional, el famoso mestizo que, negando sus orígenes mexicanos, prohijó la práctica de una política social mantenida en el racismo.

No había nada qué conocerles, ellos tendrían que hacerse mexicanos.

Mi aportación se reduce a un recuento de las ideas originales de los antropólogos mexicanos y, en especial, las desconocidas obras de Mendizábal sobre el problema Indígena, basándome en sus libros o tomándolos de antologías o referencias de lecturas afines, para conocer los antecedentes del indigenismo del siglo XIX, cuando pensadores como Guillermo Prieto, Francisco Zayas, Ignacio Ramírez, Gabino Barreda, Francisco Bulnes y Justo Sierra, entre otros, definen la educación pública de México, sus reflexiones sobre el indígena concluyeron en la práctica indigenista que los “científicos” implementaron décadas después: Manuel Gamio y Miguel Othón de Mendizábal, las visiones más inteligentes en el origen del indigenismo institucional y sus contemporáneos Rafael Ramírez, Moisés Sáenz y otros que lo llevaron a la práctica, aderezados con voces críticas como las de Vicente Lombardo Toledano y Julio de la Fuente. Posteriormente, en los años setenta, las observaciones aún más críticas de Guillermo Bonfil Batalla, Arturo Warman y Margarita Nolasco, que desataron la emisión de otras voces importantes como Luis Villoro, Roger Bartra, Daniel Casez, Francisco Javier Guerrero, Héctor Díaz Polanco o Gonzalo Aguirre Beltrán, entre muchos otros, así como de otras lecturas importantes y posturas críticas como las de Daniel Cosío Villegas, Octavio Paz, José Fuentes Mares, Miguel León Portilla, Enrique Florescano, Rolando Cordera, Carlos Monsiváis –comn quien tomé dos semestres de Cuestión nacional–; Héctor Aguilar Camín, Herman Bellinhausen, Enrique Krauze y Carlos Puig, entre otros, en revistas y diarios como Nexos, Procesos, Letras Libres, Jornadas, Ojarascas, El Universal, Milenio, El País. Los pueblos, los mercados, los peones, la estudiante; otras experiencias derivadas de mi trabajo en las comunidades de la sierra norte de Puebla, la región totonaca de Veracruz, los amuzgos de Guerrero y los mixtecos y tacuates de Oaxaca; donde conocí a don Juan, don Jacinto, don Filiberto, doña Judith, personas que también merecen mención en la reflexión de este blog.  Los papás de mi compadre, totonacas de Ixtepec, Puebla. Mi tío Jesús de Zacatecas, hermano de mi papá, huichol por su cuenta. A todos los que uno tiene que dar crédito en el tema de los pueblos y las lenguas de las culturas originarias. Mención especial a Fernando Benítez con su fría y descarnada visión del mundo originario, como catalizador del indigenismo desde su visión periodística y profundamente criolla, contemporáneo de la acción estelar del instituto indigenista, que no es la visión del antropólogo comprometido con una acción oficial o una disciplina científica, sino la de un mexicano común, bien intencionado, inteligente, profundamente urbano que expresa lo que vio y lo presenta en Los indios de México.

Lecturas de lecturas que yo he puesto aquí como evidencia de un fracaso anunciado por mi autor, Miguel Othón de Mendizábal, una lectura que busca rescatarlo de la completa indiferencia que mereció su obra y, a la vez, polemizar sobre el sentido del ser del mexicano, que aún hoy busca la cuadratura en el triángulo de su genealogía. Y sí, volver a mirar a esos habitantes mexicanos, aún llamados indios, que cada vez adquieren mayor personalidad en el imaginario colectivo de los mestizos, pues a querer o no, representan parte de su propio pasado. La mitad, ni más ni menos, si lo midiéramos como abarroteros.

He buscado examinar al nacionalismo, el patriotismo mexicano y la gran deuda que la cultura actual tiene con el universo múltiple de lo originario. La creación y sustento de las instituciones, empezando por el Instituto Nacional Indigenista, el INAH y la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Se publicaron investigaciones detalladas sobre los Magníficos (Bonfil, Warman, Nolasco) con el objeto de aquilatar, a los ojos de la historia, la gran deuda que terminaron teniendo los antropólogos con su principal objeto de estudio, una espiral de contradicciones con la que los mexicanos arriban al siglo XXI, con sus mismos graves problemas de identidad, que contribuyen a agudizar asuntos perentorios como las perennes crisis económicas y políticas que tienen postrado a nuestro gran país –porque en efecto es grande–, cuando podría ser una potencia mundial en tantos aspectos.



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario