jueves, 7 de agosto de 2014

Somos barro

En 2010 realicé en compañía de Sergio Mastretta una investigación de ocho meses en el pueblo alfarero por excelencia del estado de Puebla, que terminamos llamando “Oye Olla”, Testimonios alfareros de San Miguel Tenextatiloyan en la idea de conocer la versión de los habitantes de  esta población sobre una iniciativa del gobierno estatal y Fundación Azteca que llevaba por nombre ciudad-rural, a la manera de los fallidos experimentos chiapanecos que tienen el objetivo de aglutinar población campesina con el pretexto de otorgarles servicios. La ciudad-rural dentro de la población no tuvo ninguna repercusión, menos cuando se enteraron que tenían que aportar 40 hectáreas para su construcción, pero la investigación sí pudimos proseguirla, internándonos en la problemática de la alfarería que tiene que ver con la historia, con el arte con la salud y con la visión de un pueblo que recibió un don pero que nunca ha terminado por apropiárselo. A partir de este día publicaré en este blog algunas de sus principales discusiones: el uso de plomo en las cazuelas, la producción, los hornos, la comercialización, los éxitos y los fracasos de una actividad antigua y necesaria, pues en sus productos cocinamos los frijoles, tomamos el café de olla, adornamos nuestras cocinas y en cierta forma nos explicamos buena parte de la sensibilidad artística de los mexicanos. Que sea para bien.


Somos barro

¿Qué es el barro para los mexicanos?, ¿qué significa para la cultura mexicana este elemento que es cerro y piso, vivienda y plato; materia prima para la elaboración de objetos lo mismo religiosos que utilitarios, cotidianos que eternos? El enorme acervo del Museo Nacional de Antropología e Historia es de barro y todas las colecciones de arte prehispánico mexicano diseminadas en el mundo están sustentadas en barro. En el barro se basa nuestra mejor apreciación del México antiguo, gracias a él comprendemos la grandeza de aquellos pueblos que alcanzaron un arte refinado, el principal arte mexicano de la historia.   Y gracias a él podemos intentar comprender a los pueblos de hoy que, como San Miguel Tenextatiloyan, permanecen adheridos al barro.

De acuerdo con Fonart, el número de jefes de familia dedicados a la alfarería contabilizados en el país asciende a 9 mil 73, y se localizan en 18 estados, 62 municipios y 95 comunidades. San Miguel Tenextatiloyan, en el Municipio de Zautla, Puebla, es sólo uno de ellos, pero probablemente el de mayor densidad demográfica de alfareros en el país. Un lugar donde la alfarería significa alimentación, educación, comercio, política y vida cotidiana. Cualquier cosa que ocurra en torno a la alfarería redundará en la vida misma de sus pobladores, como lo expresa don Fortino Alcántara, un anciano artesano de viejos usos y mente sabia, mientras comienza a deshacer el nudo de una bolsa de plástico.

Lo que yo hice de joven, mis hijos ya no lo vinieron a hacer, ellos ya vinieron ´orita a vivir con la materia prima hecha casi, porque muchos ya consiguen el barro, se lo vende otra persona ya preparado, y muchos de mis hijos pues ya tienen el molino, ya tienen la batidora, ya no meten los brazos al horno a preparar, porque anteriormente aquí echábamos el polvo, y aquí echábamos el agua y a puro brazo levantábamos el barro hasta convertirlo pues en una forma como quien dice en una pieza…

Don Fortino saca de la bolsa y muestra una bola de barro de unos cuarenta centímetros de diámetro.

Este es el barro, de aquí se hacen muchas piezas, se puede hacer un pajarito, un pato, un molcajete pa`hacer salsa; una olla, un muñeco, una alcancía, un conejo, un puerquito, pa`todo se presta el barro, y no es nada, es tierra, pero no es cualquier tierra, es una tierra que Dios nos dio especial para trabajar con las piezas de la cocina. El barro se deja reposar para que haga correa…

Don Fortino elabora con sus manos un churrito de unos 15 centímetros, como el que puede hacer un niño con plastilina.

Si se quiebra no sirve, pero con razón natural el artesano sabe que esto no se va a quebrar, mire, se dobla y no le pasa nada. Esto quiere decir que sí es bueno, así lo probamos para saber qué material es…

Don Fortino desbarata el churrito, para llevar después la pequeña plasta a su oído.

Nada más con escucharlo en el oído, como cuando se mastica un chicle, está chicloso, es barro, y si se corta, no sirve pa`hacer barro, es tierra cualquiera.



San Miguel Tenextatiloyan

La carretera a San Miguel Tenextatiloyan corre por la vieja ruta a Teziutlán desde la ciudad de Puebla. Es el pavimento que en 1938, en pleno dominio del dictador Maximino Ávila Camacho, le dio la vuelta al estado de Tlaxcala vía Amozoc, Acajete, Nopalucan, Lara Grajales, San José Chiapa, Cuatro Caminos, Oriental, Libres, Cuyoaco y Zaragoza, para adentrarse en la sierra, por Zacapoaxtla a Cuetzalan, y por Tlatlauquitepec y Teziutlán derivar a la costa veracruzana. También libraba el primer brote de sierra que marca la frontera norte de Tlaxcala con Puebla, un lengüetazo de monte desprendido del macizo sur de la Sierra de Puebla y que en una línea de veinte kilómetros y sobre los 2,600 metros sobre el nivel del mar es barrera natural entre los dos estados. Es una ruta verde y cultivada en primavera y verano; ocre y pedregosa en el otoño e invierno. Es el altiplano del oriente de México, con sus maizales y magueyeras, con sus cascos de hacienda acotados por el minifundio y sus sembradíos cebaderos que remiten a otros tiempos, con sus intervalos de paz y guerra; es la tierra antigua, la de Cantona, la de piedra volcánica arrebatada por los encinos, los juníperos, las nopaleras y las palmas espinosas; es la llanura que las lluvias inundan para reflejar los custodios eternos, la solitaria Malinche, el orgulloso Citlaltépetl y su entenado Sierra Negra --al que sobre sus 4 mil 400 metros le han plantado el Gran Telescopio Milimétrico--, y más hacia Teziutlán, el veracruzano Cofre de Perote. Es el territorio agreste y llano de los campesinos y sus pueblos originarios ocultos en el mestizaje.

Ahora la autopista ha dejado de lado todos esos pueblos y cruza a cuchillo territorio tlaxcalteca, a un lado de Huamantla, y con un túnel de quinientos metros te arroja a la extensa planicie de San Juan de los Llanos, salpicada de brotes volcánicos y manchones de malpaís. Nada más salir del túnel y de observar a la izquierda la ciudad de Libres, la vista puede seguir la ladera de la montaña hacia el norte hasta encontrar los cerros que guardan a San Miguel Tenextatiloyan. Pero por un momento debe quedarse en el sur, en el arranque de la llanura, al borde de la sierra, en el histórico punto que fue Tlaxocoapan en el mundo prehispánico, bautizada como San Juan de los Llanos por los españoles, para finalmente en 1950 asumir su actual nominación de Libres, capital de los enormes llanos pedregosos que fueron escenario de las primeras batallas de la conquista española en el siglo XVI, el escenario en el que con el tiempo maduraría el sistema de las haciendas, pero que en esa ciudad plantaría la cabeza de playa para monjes y encomenderos que por las cañadas entrarían a los abismos de la montaña a perseguir y conquistar a los pueblos de la Sierra.

San Miguel Tenextatiloyan aparece tras una serie de curvas en el extremo oriental de un vallecito de dos kilómetros de ancho dispuesto arriba de los 2,500 metros sobre el nivel del mar, y que abre llano cinco kilómetros hacia el norte, para terminar en las inmediaciones de Zaragoza. Es un caserío tendido en la ladera circular de un monte todavía bien cubierto de pinos, que se va descubriendo de a poco en cada curva, y cuyo enredo de cables y losas planas de cemento  es prueba irrefutable de que ha perdido el encanto serrano de la teja y las dos aguas. Su arteria vital es la carretera, que corre al parejo de la ladera curva del monte, envolviendo el cuadro principal, con su iglesia y su plaza, y que por setenta años ha cobijado los puestos alfareros, una colorida exposición natural de ollas y cazuelas que le han dado al pueblo el coloquial sobrenombre de San Miguel de las Ollas.

Junto a Chilapa de Guerrero y Emilio Carranza, San Miguel Tenextatiloyan es una de las tres juntas auxiliares del municipio de Zautla, localizado en la Región II de la Sierra Nororiental del Estado de Puebla. Cruzado de sur a norte por el río Apulco --de hecho, su cuenca es la gran referencia del territorio, una enorme depresión cercana a los mil metros de profundidad y que arranca imperceptible cuarenta kilómetros río arriba en las todavía boscosas montañas de Chignahuapan y Aquixtla--, Zautla está cercado por Xochiapulco, al norte, Cuyoaco e Ixtacamaxtitlán al sur, Zacapoaxtla y Tlatlauquitepec, al este, y Tetela de Ocampo al oeste. Es el municipio número 38 en extensión del Estado, de los 217 que lo componen, y en sus 274 kilómetros cuadrados de relieve montañoso e irregular, con sierras altas, cañadas, cerros aislados (Zempetz, Elotepec, Choyocho, San Rafael), y llanos extendidos como el del extremo oriente en el que se encuentra San Miguel, se diseminan alrededor de veinte mil personas en cuarenta pueblos y comunidades con rango de santo patronal y antigüedad que las identifica.

Buena parte del municipio de Zautla está cubierta por bosques de pino y asociaciones de pino-encino, con especies de tipo pino colorado, pino lacio, encino quebrado, ocote, oyamel y soyate, acompañados en ocasiones por vegetación secundaria arbustiva. Aquí el monte habla por el viento: el que viene del norte por la cañada es húmedo y frío, bueno para los árboles serranos; pero hay otros que pegan secos, por lo que pelan las laderas con mucha mayor destreza que los talamontes. Y contra lo que pudiera pensarse, llueve muy poco en la cañada, y hacia Ixtacamaxtitlán tiene claros rastros desérticos. Destacan sin embargo, dos tipos de suelo de importancia especial para este estudio por la materia que ahí se recoge: Xerosol y Vertisol, de superficie clara debajo de la cual existen acumulación de minerales arcillosos y sales, como carbonatos y sulfatos, fundamentales para la elaboración de cerámica a lo largo de por lo menos un milenio. Así, la alfarería y las figuras de barro de Tenextatiloyan poseen una larga tradición que se remonta a lejanas épocas de predominio olmeca, de donde se nutrieron posteriormente culturas como la totonaca, otomí y náhoa que habitaron la región. Hoy ese mundo originario en Zautla sólo queda representado por la familia náhoa que, de acuerdo al II Conteo de Población y Vivienda, suma 6,418 personas en el municipio, el 35 % de la población.

Por fuera de esa gran cañada del Apulco, metida en su valle en el extremo oriente del territorio, atada a la carretera federal, San Miguel Tenextatiloyan es la comunidad más grande y desarrollada del municipio, incluida la cabecera municipal, con una población de aproximadamente 6 mil personas, de las 19 438 con que cuenta Zautla, de acuerdo con el censo de 2010. La comunidad tiene como actividad económica preponderante la alfarería, con la fabricación de cazuelas greteadas (esmaltadas con base de plomo), que combina armónicamente con la agricultura de temporal: maíz, frijol, haba, cebada, trigo y alverjón, salpicados de frutales como el durazno y hortalizas como la papa.

Municipio serrano, municipio pobre, ¿cuáles son las cuentas de la marginación en Zautla? Unas están a la vista, y son contradictorias: no hay un banco nacional establecido -el más cercano está en Tlatlauqui-, pero pululan las casas de préstamo que depredan a los alfareros con intereses usureros. ¿Y en comunicaciones? Fuera de la carretera federal, Zautla sólo cuenta con doce kilómetros más de pavimento, los que llevan de San Miguel Tenextatiloyan a la propia cabecera municipal. Todo lo demás es brecha y en el mejor de los casos terracerías que comunican con los pueblos más grandes como Contla, San Andrés Yahuitlalpan, Tenampulco, Ixtactenango, Tagcotepec y Chilapa. Abundan los celulares, pero sólo Telcel opera, y por la vía de Telmex, internet al público. De acuerdo a las estadísticas municipales el 90% de la población disfruta de agua potable, recolección de basura y alumbrado público; el 95 % de seguridad pública, aunque sólo el 20 % disfruta de drenaje y el 30 % de pavimentación. Y veamos la educación: el municipio cuenta con preescolar formal y preescolar indígena; primaria formal, primaria indígena y primaria de CONAFE, escuelas secundarias y dos bachilleratos.

La atención a la Salud en el municipio la ofrecen instituciones del sector oficial, con una cobertura de servicios descentralizada: una clínica-albergue del IMSS, en la cabecera municipal; una clínica en la Junta Auxiliar de Emilio Carranza; una casa de Salud en Chilapa de Guerrero y otra en San Miguel Tenextatiloyan.

El municipio cuenta con un índice de marginación de 0.916, considerado como alto, por lo que se ubica en el lugar 57 con respecto a los demás municipios del estado. Hay 9,511 personas derechohabientes a servicios de salud. 9,749 no lo son. De las 4,424 viviendas habitadas, con 4.4 personas en promedio, 1537 viviendas tienen piso de tierra, 499 casas no están conectadas a la red de agua potable, 2,342 casas no tienen drenaje, 295 viviendas no tienen energía eléctrica, 3817 viviendas no tienen refrigerador, 1470 viviendas no tienen televisión, 3757 viviendas no tienen lavadora y 4,344 viviendas no cuentan computadora. (1)

Por más de medio siglo las ollas de barro siempre han sido una referencia de San Miguel Tenextatiloyan, aunque en algún tiempo también lo fueron el pulque y el chocolate de San Miguel. El Tepeyac, Tijapan, San Isidro, San Francisco del Progreso, Tagcotepec y Emilio Carranza se suman hoy a la producción de ollas. A partir de la carretera, que se construye desde 1938, aumentaron exponencialmente las familias dedicadas a la fabricación de ollas, cazuelas, jarros y comales, cuatro productos que trajeron del tingo al tango a muchos de sus habitantes desde los años cincuentas, cuando empezaron a viajar al sureste y al norte de México primero en aventones, después en sus propias camionetas, para vender sus ollas y vasijas, que de tanto y extensivo uso en los hogares mexicanas terminaron siendo muy apreciadas por el mercado nacional. Fina cerámica limitada a esas cuatro piezas apisonadas en su propia imagen y semejanza, pues nunca bajaron su calidad pero tampoco evolucionaron. Moleras para fandangos masivos, frijoleras para el desayuno diario, jarritos y platones, todas sus piezas siguen siendo muy económicas, pero los números alegres en los que se han movido durante tanto tiempo comienzan a flaquear, a ser cuestionados hoy con insistencia por sus productores: ¿realmente son tan económicas?, ¿de veras podemos seguirlas vendiendo a esos precios? ¿Y si cambiamos la greta y producimos la loza con el esmalte sin plomo nos la comprarán las marchantas en el mercado?

Desde esta geografía del barro y la loza esta investigación intenta discutir esas cuestiones.



1) INEGI, Censo de Población y Vivienda, 2010.