sábado, 28 de agosto de 2021

Les falta cariño

 

                                                        Monteverde, Mpio. de Janos, Chihuahua

Mi trabajo es estar frente al grupo, darles clases a los niños, que los niños aprendan y sobre todo superarme. Los niños vienen la mayor parte de Guerrero, son niños migrantes mixtecos de Guerrero y uno que otro de Oaxaca. Es un  reto muy distinto a la educación regular, porque vienen niños que traen diferentes costumbres, tradiciones y diferentes formas de vivir, que es diferente a lo que uno está acostumbrado a ver.

Alma Edith Terrazas Escárcega enfrenta este reto desde su bachillerato terminado, estudia una carrera de ingeniaría en sistema empresarial en el Tecnológico de Nuevo Casas Grandes, hizo un diplomado en ciencias de la educación y da clases de educación inicial en este centro de Pronim en Monteverde municipio de Janos, Chihuahua. Es septiembre de 2012.

Quieren leer y sumar

Yo doy primero y segundo de primaria y la gran dificultad es que los niños, muchos, son muy rebeldes. Eso en número uno, rebeldía; otros no hacen caso y es lo que me da más trabajo. En estos tres meses he tenido unos ciento cinco alumnos, al principio los dividí por edades, por grupos y ya, les ponía una actividad a cada uno; para poderlos tener medio quietos terminando el trabajo, los ponía a dibujar, ese método me quedó fabuloso porque se quedaban muy quietos, dibujando y coloreando. Es lo que los tuvo quietos.

Ellos no conocen ni las vocales. Pero los motiva aprender a leer; leer y sumar, es lo que los motiva: “maestra, yo vengo a que me enseñe a leer y a hacer números”. Es lo que los motiva y sobre todo que, al terminar, quieren ellos tener una carrera. Unos quieren ser doctores, otros maestros, es lo que más les llama la atención; alguno quiere ser veterinario, pero la mayoría doctores y maestros. Uno que otro dice que sí quiere ser jornalero, porque ganan dinero; para ganar dinero.

Afecto vs violencia

Le tienen mucho miedo a sus papás, porque no los obedecen y yo creo que sí los golpean, los ven con miedo y temor. Los niños, en cuanto llegan, lo que hacen es acercarse y abrazarme, se me acercan y también les doy su abrazo y se sienten bien acompañados. Y cuando yo los recogía en sus casas, les hablaba a sus papás y le decía: señora, su niño no me hace caso, la reacción de sus papás era luego luego la violencia. Y sí, iban conmigo: “maestra, lléveme a mi casa porque me da miedo que mi mamá me va a regañar”. Sí les falta cariño.

Sería todo de mi parte

Mi satisfacción es estar frente al grupo, ayudar a los niños porque de veras sí lo necesitan; lo que más necesitan es cariño. Mis planes son seguir estudiando, continuar con Pronim porque me gusta dar clases. Y referente a la escuela, tener un salón apropiado con sus muebles, su escritorio, sus mesas; o sea, un lugar estable donde estar, para que los niños ya no batallen. Eso es lo que me gustaría.

Sería todo de mi parte, pero me gusta mucho lo de la educación y me gustó el programa, porque son niños que carecen de mucho afecto y con uno se sienten apapachados.



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martes, 10 de agosto de 2021

Hijas en venta

 

Catéquesis en Rancho Viejo, Gro.

Hace un par de meses circula una noticia que va y viene e incluso ha llegado a ocupar partes inferiores de primeras planas digitales de algunos periódicos; se trata de una denuncia sobre la presunta venta de niñas en Guerrero por usos y costumbres; dos muestras: “No quiero que me vendas”; La historia de las mujeres de la montaña de Guerreroque son vendidas para casarse con muy poca o casi ninguna repercusión pública. Es un tema que interesa muy poco a los mexicanos, ese tipo de noticias que no tienen cabida en las mañaneras y las inquietudes que provocan no duran más de unas horas; luego, otra masacre, el feminicidio del día, las violaciones, los asesinados tirados o colgados; nadie toma en serio la denuncia periodísticas sobre estas víctimas infantiles y juveniles que transitan generación tras generación en ese estado; tampoco lo discuten los analistas virtuales que promueve Youtube.

No es una noticia nueva, ni destaca de manera particular en el de por sí maltrato que reciben las mujeres tradicionales del hombre tradicional –y también del moderno en el estado de Guerrero–; la “tradición” de intercambiar a las niñas mixtecas por dinero la conocimos de primera mano en 2007, cuando andábamos cortando rábanos en la montaña guerrerense con un equipo reunido por Sergio Mastretta, tratando de modernizar la comunicación de varios municipios con sendas páginas de internet en las que procurábamos reflejar sus preocupaciones y sus anhelos, con especial énfasis en la ecología, la educación. El aspecto urbano y la cultura. Lo que vimos en el norte del municipio de Tlacoachistlahuaca y publicamos en su momento, fue la denuncia sobre esas adolescentes que eran vendidas por sus papás casi al mejor postor. Un tema espinoso que involucra acciones consideradas “usos y costumbres” que alguna ley debería acotar o restringir, si acaso viola los  derechos de miles de niñas de tener un crecimiento sano y normal como las mexicanas que son. Pero para ello debe acometerse el pantanoso territorio de los usos y las costumbres; en primera instancia es evidente que los pueblos originarios y sus costumbres nos interesan bastante poco, si tras 200 años de soberanía desconocemos hasta los nombres propios de estos compatriotas, menos la suerte que les depara a las familias constitucionalmente amparadas para ejercer en su seno sus tradicionales usos y costumbres. ¡Y qué bueno en la mayoría de los casos! El cultivo de la lengua es uno de esos ejemplos, el poder estudiar la primaria en su propio idioma, que refuerza su identidad y mantiene abierta una visión del mundo expresada en ese idioma. Pero el caso de las niñas guerrerenses es especialmente grave, retrata de cuerpo entero la actitud que hemos asumido los mexicanos ante los pueblos originarios que más bien nos merecen ignorancia supina y calculado desprecio, aun cuando los presumamos a la menor provocación.

Joan Armell Benavent

En Rancho Viejo, municipio de Tlacoachistlahuaca, Guerrero, conocimos al misionero Joan Armell Benavent, que administraba un albergue llamado Santa María la Magnífica. Joan era un hombre de abundante pelo blanco muy bien recortado y una gruesa barba blanca que le cubría perfectamente medio rostro, usaba una playera deportiva verde con la que más tarde le vi dar catequesis a un grupo de muchachas descalzas, el misionero poseía unos ojos interrogantes color cielo y hablaba con fluidez nerviosa, atropellada, como si tuviera que aprovechar el tiempo para contarle a un desconocido –al parecer interesado–, las historias increíbles que había logrado reunir durante una década.

     Vamos a cumplir diez años desde que estoy aquí en la misión, pero la misión lleva trabajando ya cerca de 20.

La misión se llama Misión Católica de Rancho Viejo, pertenece a una misionera: Ekumene, de España, es un movimiento de gente laica comprometida.

-       Somos gente laica, no clérigos, sino laicos comprometidos; yo pertenezco a misiones, por lo que, igual podría estar en un pueblo de África.

Entre los mixtecos de Rancho Viejo, Guerrero, es común que los litigios se resuelvan con el pago de una cuota de dinero, cuenta Joan. Sean lesiones físicas o morales la gente paga y lo arregla en un convenio presuntamente tradicional.

     Así ocurre también con las jóvenes, a veces niñas, que son intercambiadas entre padres y yernos por una suma especulativa que siempre rebasa los quince mil pesos y que llega a tasarse en sesenta mil; la famosa dote, que se ha convertido en una tradición de venta infantil, operada por sus propios padres.

No es difícil entender que esto ha golpeado por décadas la situación de los jóvenes, de los novios de Rancho Viejo, que no pueden tener relaciones normales de muchacho a muchacha, pues los intereses que implican sus vidas provocan una vigilancia extraordinaria, un atropello a la libertad individual y un acto de represión sexual para las jóvenes que, al casarse por fin, al comprar una buena esposa, actúan igual con sus propias esposas y sus hijas.

Joan Armell Benavent repasa la superficie del mantel apesadumbrado por sus sinceras declaraciones.

     Para mí es una compraventa, aunque ellos dicen que no, pero el hecho es que se realiza un trato de compraventa y lo tasan, llegan a un acuerdo y la costumbre es que se vienen a vivir los dos a casa de los padres del muchacho, ella sale de la casa. Dicen que es una compensación a los papás y tal, yo desde afuera lo veo como transacción. Llegan a un acuerdo, tanto dinero por ella, cincuenta, sesenta mil, luego tienes que dar la fiesta para la familia, matan res y les sale muy caro.

Joan, con su mirada azul en el salero, expresa resignado:

     Aquí yo he tenido la experiencia con una muchacha joven, que se casó; la muchacha quería seguir estudiando y venía a la secundaria, pero acabó dejándola cuando él se emborrachaba y hablaba lo que sentía; le decía que se fuera de la casa, que había pagado por ella, que tenía que echar las tortillas, y al final lo abandonó. Entonces tienen ese sentido de propiedad, la quieren para que les sirva, para que sea su esclava, tener muchos hijos, disponibilidad absoluta y no la dejan salir de la casa más que para lo estrictamente necesario.

El misionero me mira con unos ojos desistidos ante un asunto para el que nadie parece tener ninguna solución.

     Creo que definitivamente no mejorará esta gente con este sistema. De hecho, cuando han empezado a cambiar y vivir un poco mejor, han sido las familias que se han ido al “otro lado” (a USA) y regresan. Arreglan sus casas, se compran camionetas y comienzan con un negocio. Lo demás que les llega claro que lo agarran, todo lo que les ofrezcas, pero eso no madura a la gente.

Sus dedos índices, con las manos juntas, señalan un punto específico de la mesa; Joan Arment trata de explicar lo que entiende como zona de refugio más para sí que para mí y para Sergio, que se ha agregado a la conversación.

     Empecemos por distinguir esto como una zona de refugio –enfatiza Joan–. Ellos (los mixtecos guerrerenses) han venido huyendo para no contaminarse con otras culturas y preservar la suya. Empezando por ahí ellos se han cerrado mucho, no quieren que desde afuera vengan a decirles qué tienen que hacer y cómo lo tienen que hacer. Entonces, la gente de montaña es cerrada, como en todas partes del mundo, pero aquí un poquito más. Los amuzgos (que ocupaban la cabecera municipal y tenían entonces el poder político) están más abiertos porque replegaron a la otra civilización, al blanco, a ciertas costumbres, y han evolucionado mucho más, son limpios, etcétera; se les ve más educados. Sin embargo, el mixteco ha ido huyendo porque no quería que les llegaran otras culturas, que les dejasen sus costumbres, y tienen algunas tan ancestrales que te recuerdan la edad de piedra. Pero no han salido de ahí. Son gente que tiene que evolucionar y por eso nosotros estamos trabajando, no para evangelizar, sino para ayudar a que estas mismas generaciones jóvenes a tener más cultura y sepan más del mundo, para que puedan comportarse de otro modo y dejar ciertas tradiciones que ya ellos mismos no le encuentran sentido.

No comparto su opinión, creo que el pueblo mixteco de Rancho Viejo, Guerrero, ha sido maltratado durante demasiado tiempo, que lo que necesitan es atención; pero comprendo la postura católica de Joan, que está haciendo un trabajo catequista y tiene una posición eclesiástica dentro del poblado y administra la iglesia; por eso se apura en señalar que los avances del albergue son tímidos, simbólicos, algunas generaciones de egresados de la secundaria, algunas mujeres catequizadas. El resto de su obra se ha dispersado en el volátil calendario de la década, eso sí, día por día. Cuando no falta un herido o un enfermo de peritonitis que hay que llevar corriendo al hospital, a tres horas de distancia, hay que arreglar algún litigio entre familias. Los proyectos le brotan de la boca, pero no tienen eco, caen en la mesa como granos de maíz estéril y rebotan para morir sin la esperanza de un arado. Cuánto trabajo tiene y que tan solo está Joan, con sus sesenta y cuanto años a cuestas y una nostalgia bárbara por su querida España (nos mostró en un folleto turístico extasiado por la belleza mediterránea de su tierra que, en efecto, es hermosa). Qué extraño el ecumenismo cristiano que practica Joan, luminoso y ciego a la vez.

La última noticia que leí en estos días hablaba de que el Congreso de Guerrero presentó una iniciativa para que no se permita el matrimonio forzado entre menores de edad en la región de la Montaña, soy sinceramente escéptico de que lo puedan arreglar con un cambio en la ley, pero con algo debe de empezar.

 

Esta entrada fue publicada por la revista digital Mundo Nuestro en junio de 2021.