martes, 5 de marzo de 2024

La religión mexicana


Seríamos un país mucho más interesante si se hubieran seguido las recomendaciones de Miguel Othón de Mendizábal, quien pregonaba tras la Revolución que México debía mirar a los pueblos indígenas antes de pretender “occidentalizarlos”, al modo de vida obrero. Mendizábal imploraba que no perdiéramos las costumbres heredadas por los pueblos originarios, que se procuraran para enriquecer nuestra propia “identidad mexicana”. En algún momento del siglo XXI los mexicanos retomarán aquella inquietud, reconociendo a los pueblos originarios como los ancestros de los mexicanos de hoy, los que son; un día del futuro el náhuatl crecerá en hablantes antes que disminuir o desaparecer, como vaticinan alarmados los antropólogos; que ciertas costumbres naturistas, cosmogónicas sobre la naturaleza y otros misticismos “originarios” cobrarán importancia entre los mexicanos de las próximas décadas, derivado de un desequilibrio del clima que se volvió árido y desértico o lluvioso con inundaciones. Religiones reinventadas con aquella inspiración, religiones propias, que además tendrán que ver con la naturaleza antes que con entelequias foráneas por antiguas que sean; aquí, encabezadas por el culto a Quetzalcóatl, un nuevo Sol frente a la decrepitud de Tonatiuh; el culto a la Luna y los rituales en los templos, que son pirámides ofrendadas al divino Sol, innegable dador de la vida. Científicamente comprobada, esta deidad tolteca que dice llamarse Sol, sale en las mañanas del horizonte y se retira al atardecer en la dirección opuesta, da vida a la tierra y los océanos.

Tal vez sea una argumentación necia, prematura e insostenible (aún), un bosquejo de utopía; se trata en todo caso de una primera acechanza epistemológica sobre los quehaceres de una academia antropológica perdida en la búsqueda de su objeto de estudio, incapaz de orientar a los mexicanos sobre su situación antropológica, con medio centenar de idiomas vivos, como muchas cualidades evidentes en esa esencia originaria que insistimos en negar. El INI se convirtió en un instituto sin voz, sin personalidad, a pesar de las personalidades que se cruzaron en su camino, fue incapaz de transmitir a los despistados mexicanos siquiera las características objetivas de los pueblos originarios que conviven con nosotros, sus bondades históricas que muchos mexicanos no quieren reconocer como su propio pasado, su pertenencia a un país múltiétnico donde, paradójicamente, periodistas como Fernando Benítez, historiadores como Florescano; documentalistas como Paul Leduc y cronistas como Carlos Monsiváis –sin olvidar al Canal 11–, y numerosas revistas de divulgación; entre todos ellos han aportado más a nuestra cultura antropológica que los miles de antropólogos que pueblan el revoltijo institucional. Dicho sea con todo respeto.

 


Las aglomeraciones cada vez más masivas de entusiastas que van a bañarse de energía a las pirámides de Tenochtitlan, Teotihuacan, Malinalco o Cholula –sitios arqueológicos en todo el país–, son un primer indicio de la proliferación de rasgos de religiones ignotas que sincronizarán sus ritos con la tecnología y la ciencia; con la electrónica y la internet.

Abusando de tu paciencia, este ímpetu nahuatlizador se extenderá en todos los estados que hoy ocupa el antiguo territorio del centro mexicano definido por Paul Kirschhoff como Mesoamérica.

 Así sea.

Fotos del autor.

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viernes, 10 de marzo de 2023

Desprecio

 

Foto de la cordillera del Tentzo de Josep Fité

Según Miguel Othón de Mendizábal los distintos grupos étnicos mexicanos habían recibido distintos tratamientos, no tanto por sus cualidades particulares como por los variados grados de interés que los conquistadores pusieron en las diferentes zonas de México que fueron colonizando. Mientras en muchas partes la indiferencia por sus lenguas y sus costumbres fue la única actitud de los españoles y criollos, en otros ámbitos se fomentó el establecimiento de escuelas donde se les enseñara a los estudiantes nociones prácticas en sus propias lenguas sobre artes e industrias, simultáneamente a la enseñanza del español. Se ignora el beneficio que eso puedo haber tenido. Uno de los casos que más impresionó a Mendizábal fue el del Colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco, instaurado por fray Juan de Zumárraga en 1536, que tuvo como maestros a gente tan ilustre como fray García Cisneros, fray Armando de Basacio y el “insigne” fray Bernardino de Sahagún, y a no menos ilustres alumnos, entre los que destaca Pedro de Gante. “Hecho histórico digno de meditarse y excelencia del Colegio de Tlaltelolco que no ha sido bien tomada”, afirmó Mendizábal, apuntando directamente a los autores de la disposición que ponía al español como lengua única para la enseñanza. (IV:175-176)

Es difícil imaginar, agrega, cuál sería la cultura de América de haberse seguido “este sabio sistema educativo”, lo que sí se asegura es que la aportación americana a la cultura universal hubiera sido más importante “que la pobre contribución de los españoles indianos, de los criollos y los mestizos, con exclusión casi total de los indígenas”, apuntó. (IV:177)

A los mexicanos se nos presenta la oportunidad de apreciar las culturas mexicanas, puntos de vista con idiomas diferentes y un antiguo arraigo regional, local: náhoas, mayas, hñañús, mixtecos, choles y otras decenas de pueblos originarios, vigorosos aún, muestran atributos culturales heredados del insondable pasado indo-español que muchos compatriotas todavía se niegan a ver; tal vez entenderíamos mejor la situación histórico-cultural-lingüístico-culinario-artesanal-herbolario que llamamos “indígena”. Vamos a los pueblos de México y vemos una antigüedad convertida en cultura local cercana a la naturaleza, en el marco de una esoteria falazmente católica, llena de ritos ancestrales y creencias cosmogónicas como lo eran las religiones toltecas que sus descendientes heredamos. Religiones antiguas que adoraban el Sol, el agua, algo que me parece no solo pertinente, sino una especie de religión real. Realista. Yo doy gracias al Sol, agradezco al agua.

En resumen, Miguel Othón de Mendizábal tuvo razón al hablar de las pérdidas en la cultura mexicana por no haber seguido aquella instrucción de Fray Juan de Zumárraga de educar a los niños y jóvenes mexicanos en sus propios idiomas; buscaba indagar en las culturas americanas variantes para la fundamentación de un ser nacional, la famosa identidad, que los mexicanos logramos configurar con grandes pérdidas de pueblos que desaparecieron con sus idiomas. Demasiado avanzado, aún ahora.

Pronto alguien decidió que no había nada qué conocer de las culturas de América porque eran primitivas. Y que a los indios había que enseñarlos a pensar, cuando no a vivir. Vean las enseñanzas del influyente profesor Rafael Ramírez. Se aprecia que entonces perdimos mucho cuando se cortó el entusiasmo por conocerlos y se creó la institución encargada de asimilarlos, el instituto nacional indigenista, que se encargó de disolverlos y borrarlos de la presencia pública hasta casi desaparecerlos; 500 años después les seguimos llamando “indios” y la mayoría de los mestizos mexicanos no saben ni sus nombres. Seres ignotos identificados con prejuicios y caricaturas –el chiste del indito es un género de nuestro humor nacional–, racismo simple, pero suficiente para matar el sueño de Mendizábal de que los mestizos mexicanos podríamos voltear a ver con mayor interés a los pueblos originarios mexicanos, a pesar de la evidente genealogía que de un modo u otro nos liga con ellos. Por eso decía Mendizábal que se aprovecharan esos vínculos para fortalecer la identidad mexicana de los propios mestizos. Es decir, en lugar de cortar de tajo el conocimiento de los mexicanos respecto a sus vecinos étnicos, se les aprovechara y se tomara, como ocurrió en la comida, como algo propio y ancestral; así es como lo entendemos ahora, como lo sabemos quienes nos hemos acercado a ellos desde la biología, o a través de la medicina, la agricultura o la antropología. En esas culturas existe una gran riqueza de conocimientos antiguos que las ciencias naturales pueden aprovechar y algunas aprovechan desde la biología, la ecología, la botánica; los estudios regionales, musicales y desde luego antropológicos. Sin embargo, prevalece la indiferencia, tal vez calculada por los propios pueblos que prefieren no llamar la atención mientras se les deje vivir en su etnicidad en paz, cuidando de su idioma respectivo porque es la clave de su sobrevivencia. Si se extingue el idioma se extingue el pueblo, se meztifica, aun cuando muchas veces sigan viviendo en las costumbres náhoas o totonacas basadas en el consumo masivo del maíz y el infaltable temazcal familiar. Esto lo aprecié en Tzicatlacoyan, donde todo el pueblo tiene su temazcal familiar. Lo pude apreciar visitando escuelas de enseñanza indígena para la Dirección General de Educación Indígena, creada por la SEP 30 años antes, en ese entonces, cuando fue necesario y urgente que se respondiera con la creación de una educación especial en los idiomas regionales; estuve en Veracruz, Oaxaca, Puebla, Hidalgo, Zacatecas;  vi jóvenes maestros muy motivados y bien instruidos, muchos con maestría, pero sobre todo con una estrategia para la enseñanza de las materias obligatorias de los cursos, matemáticas en totonaco y poesía en mixteco. Es decir, tener como prioridad la enseñanza y el fortalecimiento de sus idiomas. Digo, si se quiere ayudar a ese tesoro cultural que contienen lenguas tan ricas como el náhuatl –que claramente los mexicanos usamos como una segunda lengua–, hay que procurar que esa enseñanza se fortalezca y los idiomas originarios de los mexicanos crezcan en las regiones que ocupan en la geografía mexicana, porque si miras bien están en todas partes; que esos compatriotas estudien en sistema bilingüe al menos hasta el nivel de secundaria, que los jóvenes tengan la oportunidad de conocer a fondo el uso de estrategias educativas que les permite usar su idioma para la resolución de las materias educativas esenciales: matemáticas, lenguas, ciencias, arte y música.

El sueño de Mendizábal alcanza para muchos sueños, si quisiéramos cambiar nuestra actitud pobre y racista sobre los pueblos originarios y fomentar el interés por sus identidades, por conocer sus saberes y sabores, todos saldríamos enriquecidos, porque, por ejemplo, fenómenos como el mole dignifica nuestra cultura y es claramente compartido por todos; ellos son los hereditarios de los moles mexicanos, muy antiguos, aunque se atribuya a unas monjitas poblanas la invención de la marca. No importa, la cultura mexicana está saturada de esas apropiaciones nacionales de saberes y metodologías locales.

Nadie entre los adultos mexicanos tiene duda del significado de papalotear, pepenar, petatear, pizcar, pozolear, pulquear, son palabras provenientes del náhuatl que los mexicanos usamos con naturalidad. 

(Ir a “Para cuates”)


Mendizábal, Miguel Othón de: Obras completas, México, 1947, tomo IV. 

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domingo, 28 de agosto de 2022

La pluralidad étnica

 

Guillermo Bonfil Batalla

Palabras pronunciadas por Guillermo Bonfil Batalla en los Pinos, el 10 de agosto de 1988, en la ceremonia de entrega de la "Presea Manuel Gamio. Al mérito indigenista". Las tituló La pluralidad étnica. Pugna por una mayor participación indígena y el impulso de proyectos autogestionados que nunca terminaron por concretarse:

“Al finalizar la década de los sesenta era perceptible en muy diversos países del mundo que los pueblos históricos englobados en los más distintos tipos de estados nacionales comenzaban una nueva forma de lucha política por la reivindicación de sus derechos étnicos. México no fue excepción. Los pueblos indios que habitan el territorio nacional desde épocas que se pierden en la profundidad del pasado, comenzaron a adquirir una nueva visibilidad en la sociedad mexicana: encontraron otras formas de organización para la lucha e iniciaron la elaboración de un discurso político que sonaba más comprensible para los oídos del sector no indio, acostumbrado al silencio que resulta de no querer escuchar y a la incapacidad para ver y reconocer que proviene de no aceptar la existencia legítima del "otro". Nunca estuvieron ausentes, por supuesto; pero ahora los pueblos indios estaban dispuestos a ingresar activamente a la escena política de México, con su propia voz y con su rostro propio.

“Esta irrupción inesperada provocó desconcierto entre quienes se ocupaban o preocupaban por el entonces llamado "problema indígena". Unos negaron la autenticidad de la movilización india; otros la atribuyeron a la acción de fuerzas oscuras, ajenas a los pueblos indios; algunos más le pretendieron restar importancia y significación, o, peor aún, le atribuyeron signo negativo frente a las que consideraban las mejores causas del país.

Hoy, a veinte años de distancia, es innegable que lo que se gestaba entonces era una nueva etapa de la ancestral lucha india que propone ahora un modelo de sociedad plural, que sea explícitamente reconocido por el Estado, y que exige la eliminación de las desigualdades con la misma firmeza con que demanda el respeto a las diferencias. Quiero entender el que se me otorgue en esta ocasión la "Presea Manuel Gamio", no como un reconocimiento a méritos individuales, discutibles y ciertamente insuficientes, sino como el reconocimiento a un grupo de antropólogos y colegas de otras disciplinas que decidimos desde entonces apostar por esa carta y hemos tratado de ser consecuentes con esa opción. No cabe aquí nombrarlos a todos; pero no puedo dejar de mencionar en esta ocasión a Salomón Nahmad, a quien considero un indigenista ejemplar y un defensor permanente de las mejores causas indias.

“El proyecto de construir una sociedad que reconozca la pluralidad étnica como dimensión fundamental para la organización del Estado y como potencial y riqueza igualmente fundamentales para la edificación de un futuro mejor, es una idea que ha adquirido en estos años plena legitimidad. Usted, señor Presidente, señaló durante su campaña electoral: "no hay enfrentamiento entre pluralismo social y cultural y unidad nacional. La historia demuestra que los centralismos no cohesionan, sino disgregan. La fuerza de nuestra unidad debe seguir siendo la riqueza de nuestra diversidad". Más adelante afirmó usted, con toda claridad, que requerimos "principios y mecanismos que reconozcan una verdadera federación de nacionalidades dentro de la nacionalidad mexicana". Con estos pronunciamientos quedó francamente abierta la puerta para que la política indigenista gubernamental se pudiera orientar en un sentido diferente, cuya característica principal sería una mayor participación india y el impulso a proyectos autogestionados.

“En el umbral del tercer milenio los mexicanos enfrentamos graves desafíos que adquieren carácter perentorio. Me atrevo a afirmar que el principal de ellos es el de redefinir nuestro proyecto nacional. Tres metas podrían unificar a la inmensa mayoría de los mexicanos y, en consecuencia, constituirse en los ejes para diseñar el nuevo proyecto de nación que queremos construir: deseamos una sociedad más democrática, que significa mayor participación de todos en las decisiones que a todos conciernen y formas de convivencia que descansen en el respeto absoluto a los derechos individuales y colectivos; deseamos una sociedad más justa, en la que las oportunidades y la riqueza social se distribuyan de manera equitativa; y deseamos una sociedad más feliz, si entendemos por felicidad la convicción de que tenemos la posibilidad de realizar plenamente nuestras potencialidades individuales y colectivas.

“Los tres objetivos están íntimamente ligados y pueden entenderse, de hecho, como facetas de un mismo modelo de sociedad que en lo político sea democrática; en lo económico, justa, y en esa dimensión subjetiva que es componente indispensable de la vida social, sea feliz. En mi opinión, para encauzar a la sociedad mexicana por un camino que nos acerque a estas tres metas, la cuestión del pluralismo étnico debe colocarse como un problema central cuya solución satisfactoria es indispensable y crucial. Las propias nociones de justicia, democracia y felicidad adquieren un sentido histórico preciso cuando se definen para una sociedad étnicamente plural, como la nuestra. 

“En el terreno de la democracia, por ejemplo, el reconocimiento del pluralismo étnico requiere mucho más que el respeto al sufragio. Se trata, ante todo, de admitir que los pueblos indios de México son entidades polí­ticas que deben ser reconocidas jurí­dicamente como integrantes del Estado nacional. Este reconocimiento es un paso inevitable en cualquier proyecto democrático, porque es un requisito para que los pueblos indios ejerzan el derecho a conducir sus propios asuntos internos y desarrollar su cultura propia. La afirmación de la autonomía interna es una condición necesaria, aunque no suficiente, para restituir a los pueblos indios la libertad de conducir su propio destino, que les fue arrebatada desde la invasión europea y les ha sido negada en el México independiente, y para crear las condiciones que hagan posible su auténtica participación ciudadana, que no puede darse al margen de su cultura propia. No cabe imaginar un México democrático sin que se respeten por ley y en la práctica los derechos colectivos de los pueblos indios y esto exige su reconocimiento como entidades políticas constitutivas del Estado.

“En el campo de la justicia social se plantea una doble demanda. La primera deriva del hecho de que los pueblos indios ocupan, sean cuales sean los indicadores que se empleen para el diagnóstico, el escalón más bajo de la sociedad mexicana. Son el sector de nuestra población más empobrecido y presentan los índices de carencias más intolerablemente altos. En el reparto de la riqueza y de las oportunidades sociales la diferencia es escandalosamente abismal entre los pueblos indios y los grupos más favorecidos del país. La demanda de justicia económica es inaplazable, como lo es la de la justicia a secas, porque muchas normas y procedimientos para impartirla no tienen vigencia real en la vida cotidiana de las regiones indias. Hay, pues, el imperativo de un trato justo hacia los pueblos indios, que implica la supresión de las muchas formas en que se les explota, se les discrimina y se les margina. Pero hay otra demanda complementaria, que remite claramente al derecho a la diferencia cultural: además de tener un acceso justo a las oportunidades y los bienes que ofrece y posee la sociedad mexicana, los pueblos indios reclaman mayores oportunidades y posibilidades en el marco de su propia cultura: se trata de poder estudiar biología en la universidad, pero también de que existan las condiciones para desarrollar los conocimientos sobre la naturaleza que forman parte de la propia tradición cultural india; se trata de poder adquirir dominio sobre nuevas tecnologías, pero también de crear otras a partir de las que se poseen como legado histórico. Sólo por esta doble vía puede alcanzarse una relación justa con los pueblos indios, sin caer en el error de confundir desigualdad con diferencia: se trata de eliminar la desigualdad al mismo tiempo que se defiende el derecho a la diferencia.

“La última meta, la que aquí he mencionado con un término difícil de definir con precisión pero que, sin embargo, alude a una aspiración real y profunda, es la de construir una sociedad más feliz. No me meteré en honduras filosóficas; pienso, simplemente, en una sociedad organizada de tal forma que sus miembros puedan realizar sus capacidades en un marco de relativa armonía entre sus aspiraciones y las posibilidades que ofrece la sociedad. Y llegamos de nuevo al pluralismo, a la diversidad cultural, a la existencia de horizontes civilizatorios distintos en el seno de la sociedad mexicana, que son el sustento profundo de maneras diferentes de entender la vida y, por tanto, de construir los proyectos individuales y colectivos para vivirla con plenitud. Nadie piensa, nadie crea ni actúa a partir de la nada, de un inimaginable punto cero; todos lo hacemos a partir de un bagaje de normas, significados, creencias, hábitos y sentimientos que han sido conformados en una particular visión del mundo, en una cultura. El respeto a la diferencia cultural es también, entonces, condición para la vida con plenitud.

“Al agradecer la alta distinción que se me confiere al otorgarme la "Presea Manuel Gamio", quiero reiterar mi convicción de que la democracia, la justicia y la felicidad entre los mexicanos sólo serán una realidad sólida en la medida en que el nuevo proyecto nacional que nuestro país requiere incluya como un punto central el respeto a los pueblos indios y la atención impostergable a sus legítimas demandas.

Muchas Gracias.”

 

México, D.F. a 10 de agosto de 1988.

Foto: Ichan Tecólotl/Ciesas

Nexos, Cabos sueltos, noviembre, 1988 


domingo, 7 de agosto de 2022

Tal vez entonces el indigenismo dejará de serlo


Una de las mentes más lúcidas de la antropología mexicana es la de Arturo Warman, antropólogo y funcionario del PRI, que de joven escribió junto con otras mentes lúcidas como las de Guillermo Bonfil y Margarita Nolasco y otros más, un venenoso librito sobre la situación de la antropología mexicana, es decir, el indigenismo, llamado De eso que llaman antropología, que denunciaba la gran farsa que terminó consintiendo el aparato corrupto del priísmo hegemónico respecto a los pueblos originarios. En este ensayo que llamó Indios y naciones del indigenismo extraje algunas fichas conclusivas, publicado por Nexos en febrero de 1978, Arturo Warman afirma que la discusión indigenista era y es ideológica, ya que se refiere a categorías sociales y a su posición relativa, no a grupos concretos. Por lo que el uso tan común de indio, como término descriptivo, no tiene sustento objetivo preciso: es una dicción que refleja el concepto ideológico.

Arturo Warman explica que nacionalismo e indigenismo se separaron claramente en la primera mitad del siglo XIX. En ninguna de las alternativas que ofrecieron las elites criollas había lugar para los grupos indígenas como tales: su destino manifiesto era la extinción.

En el siglo XX el indio fue afiliado al pasado y sustraído del futuro. Se les concedió una historia clausurada. En estos años pensadores y políticos liberales, como José Ma. Luis Mora y José María Luis Mora, manifestaron repetidamente su desprecio por el pasado indígena y colonial. El rompimiento con el pasado y con el presente que lo representaba, les parecía una necesidad, un prerrequisito para construir un país moderno y liberal, fincado en individuos cultos, libres y soberanos, sujetos evidentes del progreso y de la democracia. Para sus oponentes, los conservadores, el futuro del país estaba arraigado en el pasado, en la tradición católica hispánica sembrada en la época colonial. Según Lucas Alamán, el más lúcido representante de esta corriente, el modelo del país requería de un estado fuerte, autocrático e intervencionista, capaz de arrastrar al resto de la sociedad por el camino de la industrialización.

Desde la época de Gamio, el indigenismo se concibió como una tarea de Estado en función de las necesidades e intereses nacionales. Para 1940, Indigenismo y antropología se convirtieron en sinónimos y ambos pasaron a ocupar un lugar secundario y alejado de los centros de poder. El indigenismo queda fuera de la discusión sobre el modelo de país.

Los desarrollistas. Julio de la Fuente y, sobre todo, Gonzalo Aguirre Beltrán, formularon un camino alternativo a la incorporación individual o comunitaria a través de la teoría de la integración regional, que sirvió de sustento doctrinal a la acción de los centros coordinadores.

Para Aguirre, el desarrollo de las culturas indígenas solo será posible en la medida que las regiones indias se transformen integralmente, incluyendo a los ladinos o mestizos asentados en ellas. La región intercultural es concebida como un sistema ligado por relaciones de dominio entre ladinos e indios; la contradicción simbiótica, entre ellos solo puede superarse en el conjunto.

El fracaso del programa desarrollista dejó al desnudo una crisis brutal.

Se trataba de definir al indio a partir de su posición social y no de su raza ni de su cultura.

 


Críticos desde la izquierda

Pablo González Casanova planteó el colonialismo interno que reproduce dentro del país las relaciones entre metrópolis y colonias, y Rodolfo Stavenhagen exploró las relaciones entre clase, colonialismo y aculturación. Guillermo Bonfil, Margarita Nolasco, Mercedes Olivera, Enrique Valencia y Arturo Warman intentaron denunciar las fallas y el carácter colonial de la antropología mexicana. Antropólogos latinoamericanos reunidos en Barbados, lanzaron la acusación de genocidio y etnocidio de los indios. En una segunda reunión, 1977, a la que asistieron líderes indígenas, los antropólogos reiteraron sus posiciones y trataron de formular un programa.

Andrés Gunder Frank defendió una antropología de la liberación y Ricardo Pozas incursionó en el problema de los indios y las clases sociales.

Entre los críticos, que parten de enfoques diferentes y hasta irreductibles, no hay identidad. Con calidad muy diversa su argumentación no ha rebasado la etapa de la denuncia global de las posiciones anteriores sin lograr articular una interpretación coherente y capaz de sugerir alternativas diferentes, opinaba Warman. Peor todavía, "no han logrado superar la discusión puramente ideológica, a veces verbalista, y no han ofrecido investigaciones novedosas con planteamientos teóricos concretos y metodologías adecuadas. Evidentemente, la discusión se ha empantanado y se vuelve retórica y reiterativa. El impulso se ha frenado y corre el riesgo de disolverse en polémicas argumentativas y teológicas que se desenvuelven en el terreno puramente académico".

La discusión indigenista no debe hacer del indio ni su sujeto ni su objeto –ilustra Arturo Warman en su ensayo Historia ideológica y social, de febrero de 1978 publicada en Nexos–, sino el hilo conductor para analizar al conjunto de nuestra sociedad a partir de sus contradicciones más crudas y profundas.

No es posible concebir un futuro para el pensamiento indigenista sin la participación de los pueblos originarios. Tal vez entonces el indigenismo dejará de serlo.

 

Fotos del autor

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lunes, 20 de junio de 2022

Temporada en el Archivo Municipal de Puebla

 

A finales de 1987 colaboré en un proyecto de Conacyt- Ayuntamiento de Puebla que me permitió conocer los fondos documentales del Archivo Municipal de Puebla. Fue un enorme privilegio. Cuatrocientos setenta y seis años de historia documental representan una puntual radiografía sobre una comunidad que ha transitado las principales fases de la historia de México en circunstancias protagónicas. Sin embargo –y hay aquí una gran paradoja–, el Archivo Municipal es casi desconocido para la población, la mayor parte de la gente no sabe que existe, mucho menos sabe de su riqueza, que es la relación puntual de sus protagonistas sociales, sus artesanos, sus profesionistas, los vivos y los muertos que con precisión estadística aparecen en millones de páginas clasificadas con enorme esfuerzo desde el siglo XVII.


Son el registro de la memoria colectiva que ha visto crecer su calidad de vida en la dotación de servicios y la apertura de nuevos ámbitos urbanos que hoy se materializan en una enorme metrópoli; de la lenta pero constructiva labor de sanidad que todavía en el Siglo XX asolaba sus barrios con pestes y epidemias periódicas que diezmaban a la población. Un archivo vital que explica a los poblanos desde dentro, un espejo, una metáfora de nuestra condición humana. Hoy inicio una serie de entregas sobre esa incursión en el Archivo Municipal con la intención de mostrarte algunos contenidos muy interesantes de sus series.

 En el Archivo Municipal nos abrieron las puertas las historiadoras y encargadas de áreas estratégicas del Archivo: Felícitas Vásquez y Aurelia Yahuitl. Y nos mostraron información detallada de sus casi 500 años de existencia.  


El fondo histórico del Archivo Municipal de la ciudad de Puebla está integrado por cinco secciones principales: Gobierno, Legislación, Expedientes, Hacienda Municipal y Administración, acervo histórico que abarcaba en ese momento de 1531 a 2009; cinco secciones que entre todas reúnen 50 series, 7,061 volúmenes, 101 legajos, 19 cajas, 820 piezas, 556 expedientes y 40 ejemplares. En total, un número muy aproximado del acervo del Archivo Municipal de Puebla es de 2´620,174 fojas, es decir, 5´239,224 páginas.

El documento que resultó de esa investigación ofrece un panorama sobre el reto que implica administrar y preservar un acervo de las dimensiones del Archivo Municipal de Puebla, pues no basta decir que hay aquí cuatro siglos y medio de documentos históricos, sino que la misma edad de este tesoro supone, en igual proporción, su importancia y su vulnerabilidad.


Las preocupaciones y expectativas que arrojó aquella investigación estaban dirigidas de modo natural a las autoridades municipales encargadas de la custodia de este fondo histórico. Una vez analizada su dimensión, sus condiciones físicas, espaciales y laborales, tras haber revisado ejemplos comunes de otros archivos y bibliotecas mexicanos,  las conclusiones pueden derivar en mejores estrategias que garanticen una larga vida a este tesoro de identidad poblana. 

Las tres sedes del Archivo Municipal de la ciudad de Puebla tienen muchas carencias, pero en 2007 estaban bien establecidas y garantizaban, al menos en lo inmediato, ciertas condiciones de preservación de los documentos. Ante la ausencia de profesionales suficientes, el archivo cuenta con empleadas y empleados entusiastas e inteligentes con buena disposición a recibir más y mejor capacitación. Tal fue la naturaleza de  nuestro estudio –y el de los arquitectos que analizaron sus espacios–, de donde fue posible sacar algunas rápidas conclusiones.

Los estándares internacionales establecen cinco condiciones básicas para la operación de un archivo municipal: contar con instalaciones adecuadas con medidas de seguridad; tener un adelanto significativo en el porcentaje de catalogación de fondos documentales; tener procesos de modernización en marcha, de acuerdo con su presupuesto; contar con Reglamento Interno y tener departamentos de clasificación y valoración de documentos. Si se observan las propias condiciones del Archivo Municipal de Puebla se puede apreciar que lleva ya un adelanto significativo. El proyecto del que forma parte este dictamen del Archivo Municipal aporta las bases para seguir desarrollando su modernización.

Problemas capitales del archivo: a) Aplicación de los programas internos de protección civil en el Archivo General Municipal, materializados en simulacros de desalojo y atención a eventuales desastres; b) Aplicación del programa de prevención del delito para evitar riesgos en el acervo documental del Archivo General Municipal, que no ha tenido aplicación práctica, y c) Difusión del Archivo General Municipal para dar a conocer el acervo histórico de la Ciudad de Puebla, materializada en una página de internet que se publicó en enero de 2008.


Planeación estratégica

El Ayuntamiento de Puebla debe impulsar la modernización del Archivo Municipal como institución de resguardo de información pública y de riqueza histórica accesible a los ciudadanos, a través del aprovechamiento de sus recursos humanos y con los cambios que se plantean en infraestructura y tecnología. El Ayuntamiento, a través de estas estrategias, tiene la oportunidad de desarrollar un programa de capacitación para empleados del Archivo Municipal, de construir un programa de comunicación social, de ampliar y transformar su infraestructura y tecnología y modificar el carácter de su recinto principal en el Palacio del Ayuntamiento, como espacio público de difusión cultural, que muestre con gracia la enorme riqueza iconográfica e histórica de sus documentos, que merecen mejor destino. Tiene el Ayuntamiento la oportunidad de pensar en una planeación estratégica que establezca programas de restauración permanente, de catalogación y de digitalización que permitan tanto a los empleados como a los usuarios diversificar las opciones que les ofrece el acervo, utilizando las imágenes, la iconografía, la caligrafía y los textos que brindan miles de detalles de la ciudad, para convertirlos en objetos de conocimiento de uso colectivo, de enriquecimiento social y cultural.

En este marco, el gobierno municipal de la ciudad de Puebla debe atender las estrategias para un proyecto de modernización:

Estrategia de recuperación arquitectónica. La modernización del Archivo Municipal solo puede llevarse a cabo con la recuperación del espacio físico que actualmente lo contiene. Las tres sedes del actual Archivo Municipal están ocupadas en su capacidad, al grado de que fue necesario habilitar un espacio improvisado en la 32 Oriente para recibir la voluminosa entrega de la administración que terminó sus funciones en febrero de 2008. Para ello, en espacio aparte, se proponen alternativas arquitectónicas para el Archivo Municipal, particularmente la del espacio actualmente destinado como  archivo histórico.

Estrategia de comunicación social. Es muy importante que el archivo asuma un papel más protagónico en la ciudad cuya historia sustenta. La riqueza e importancia de su acervo debe llegar al conjunto de la población a través de una política de medios, y la atención especializada de la nueva página de Internet, así como el uso sistemático de las tecnologías de información.

Estrategia de capacitación permanente a los empleados del archivo en temáticas propias de sus actividades como restauración, digitalización, computación, comunicación y administración de archivos históricos. Con una planta de 23 trabajadores, jóvenes en su mayoría, la capacitación sería la solución ideal para superar, a mediano plazo, las deficiencias mencionadas.

Estrategia de restauración y prevención. Dado el volumen de los documentos dañados y las características del propio archivo, en conveniente establecer un departamento permanente de restauración. El costo y el tiempo que implica restaurar cada uno de los 400 volúmenes dañados del Archivo Municipal, justifican la urgente necesidad de contratar o habilitar a dos personas dedicadas a esta tarea.


Estrategia para uso de las tecnologías de información. Estrategia para la habilitación de tecnologías de información para la administración y procesamiento de proyectos en línea. La modernización de los procesos organizativos, administrativos y de planeación relacionados con la operación del archivo: directorios, expedientes y control de recursos humanos, proyectos, cronogramas, presupuestos, procesos legales, políticas de comunicación, control de recursos materiales y administración de recursos digitales.

Estrategia de Catalogación. Por su naturaleza, el Archivo Municipal debe establecer un plan de catalogación del acervo histórico que reúna y unifique lo catalogado. Esta función, ligada al proceso de digitalización, es el fin metodológico de todo archivo, y en consecuencia debe haber una estrategia que la haga permanente.

Estrategia de Digitalización. Por su volumen de más de cinco millones de páginas en el Archivo Histórico del Ayuntamiento, y la conveniencia de que el usuario pueda consultar los documentos en un monitor, en lugar de hacerlo directamente en el original, es conveniente pensar en un programa permanente de digitalización, a mediano o largo plazo, que permita digitalizar los documentos en orden de importancia. Adicionalmente a ese beneficio, la digitalización garantiza resguardo, materia prima para su transmisión y difusión en internet.

Estrategia para internet. Una página internet puede convertirse en un instrumento clave en la modernización del archivo. La página de internet tiene una base documental con ejemplos de las cincuenta series que componen el acervo, instrumentos de correspondencia con el usuario, multimedia y secciones para investigadores y niños. Sin embargo, es necesario darle vida y hacerla crecer en sus posibilidades, con personal capacitado que haga una página divertida y documentada sobre las temáticas del archivo histórico municipal, que se encargue de su mantenimiento.

Estrategia de Seguridad. Como lo establecen las normas, el Archivo Municipal debe de contar con un cuidado profesional permanente del estado físico de sus documentos, sobre todo de los más antiguos. Mejorar la seguridad a través del video de vigilancia, humidificadores, equipos contra incendio, deshumidificadores, protectores de ventanas y libreros.

Financiamiento. Lo anterior no sería posible si la voluntad de hacerlo no se refleja en el presupuesto del año fiscal correspondiente, un presupuesto que permita iniciar los procesos de modernización con una política de ingresos propios.

Portada de la página nunca concretada

Fortalezas del Archivo Municipal

Octubre, 2007

El diagnóstico técnico sobre las condiciones físicas y administrativas del Archivo Municipal de Puebla reitera la presencia de uno de los fondos históricos más importantes de América. Su fondo histórico refleja la versión oficial del paso de los siglos por una ciudad emblemática de la historia de México. Y los detalles de sus documentos nos permiten acercarnos no solo al hecho histórico como registro cronológico de una administración, sino al desarrollo de las mentalidades de varias generaciones de ciudadanos que pueden ayudar a explicarnos la ciudad contemporánea.

Al legado histórico en su mayor parte lo alberga un edificio emblemático de la ciudad de Puebla, que es el Palacio del Ayuntamiento. Tiene una ubicación inmejorable frente al zócalo y la Catedral metropolitana. Su interés social mejorará con la publicación de la Guía del Archivo Municipal y la apertura de la página web en enero de 2008 y tendrá la oportunidad de ampliar sus horizontes para convencer a los ciudadanos, sobre todo a los más jóvenes, de que aquí hay un tesoro mundial que hay que conocer y preservar.

Tal vez la principal debilidad de los archivos municipales de México está en que son fondos documentales que no tienen un impacto político inmediato e importan verdaderamente a un puñado de estudiosos y entusiastas que promueven su conservación. Como en otro tipo de monumentos de importancia histórica o artística, los archivos dependen de la voluntad política de las sucesivas administraciones municipales encargadas de su resguardo. En el archivo prevalecía en 2008 un uso inadecuado de sus instalaciones del centro, espacios demasiado vacíos y otros demasiado llenos. Ausencia de diseño de interiores en la proporción y el posicionamiento de las mesas y sillas de los usuarios. La portentosa sala principal de la biblioteca con sus libreros y su mobiliario antiguo era utilizado como despacho por el Ejecutivo municipal para recibir visitas. El archivo carecía de sistemas  y equipos de digitalización de documentos.

Es un archivo desconocido por la sociedad, los ciudadanos comunes, sobre todo los jóvenes, que pueden ignorar el valioso tesoro ahí depositado. La entrada por el pasaje del Ayuntamiento es sinuosa, lúgubre y carece de diseño para uso público. Esa desproporción ofrece una oportunidad inmejorable para algún talentoso arquitecto que haga en ese espacio un piso de biblioteca pública bien habilitado, cómodo e iluminado; mesas y sillas adecuadas, lámparas de luz blanca para cada uno, guantes y tapabocas nuevos.

Aunque la sede principal del Archivo Municipal cuenta con personal de vigilancia y alarma de sensores, carece de casi todas las aplicaciones recomendadas para instituciones de sus características. Existían en 2008 cerca de 400 volúmenes deteriorados en distintos grados de gravedad. Su desatención incrementa el deterioro y cada año se suman más. Los libreros y anaqueles están expuestos al polvo, los insectos y la polución automotriz que penetra por las ventanas comúnmente abiertas, pues se carece de calefacción.

El archivo carece de un fondo revolvente para necesidades inmediatas, mediatas y de largo plazo. El presupuesto está destinado exclusivamente al pago de salarios y gastos extraordinarios que se satisfacen tras una larga negociación.

Toca a las autoridades municipales la oportunidad de establecer un programa de rehabilitación de las instalaciones y el resguardo del Fondo histórico del Archivo Municipal con el objetivo de mejorar las condiciones de servicio a las instituciones nacionales e internacionales y aumentar el número de usuarios a través de mecanismos de comunicación, con personal capacitado para ofrecer un servicio de primer nivel.

Es necesario hacer una estrategia a mediano y largo plazo para que el archivo vaya superando paulatinamente sus deficiencias. Es urgente la restauración de los volúmenes dañados y la prevención técnica que evite que los demás se sigan dañando, que existan programas de capacitación a empleados del archivo; que se busque superar las deficiencias más significativas en la preservación de los documentos, la contratación de profesionales que eventual o permanentemente cubran esas carencias y amenazas al legado histórico documental de Puebla. Cubrir, mediante un plan, las necesidades técnicas de conservación, digitalización y mantenimiento que permitan al Archivo Municipal convertirse en un centro cultural a la altura de sus circunstancias y de su importancia histórica, en destino obligado de ciudadanos y turistas de la cultura que tan bien se avienen a las condiciones de una ciudad como esta. Una institución moderna, eficiente, orgullo de una ciudad y de un país, y no solo un grupo de académicos, investigadores de planta, políticos y entusiastas a quienes –por cierto– debemos la preocupación porque este legado tenga un mejor destino.

Siempre volvemos a lo mismo: ¡hay tanto por hacer en la cultura poblana!


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miércoles, 25 de mayo de 2022

Con s de sal

 


“Quizás un problema es cuando el niño no habla bien el español. Tengo un  niño llamado Samuel, no entiende el español, habla su lengua materna, que para él esa lengua es lo principal. Yo le explico las cosas y no, se queda así, no me entiende. Entonces debo modificar lo que voy a hacer con él. El principal elemento ahí es que el niño no aprende igual que los otros niños, no van al mismo ritmo. Él iba en segundo de primaria y el niño no sabía escribir su nombre, entonces yo lo que hice fue ponerle cosas libres, lo dejo ser libre, él me escribe puras pseudoletras y yo le pongo su palomita y su revisada; yo no lo hago de menos, porque soy consciente que el niño no es que no quiera hacer el trabajo, sino que no comprende lo que tiene que hacer. No sabía escribir su nombre, como al principio la mayoría de los niños no sabían. Les hice una cajita de palabras, les hice en la computadora el nombre de ellos completo y les expliqué: todos los trabajos, los libros, todo tiene un autor. Los autores de sus trabajos son ustedes, en todos sus trabajos debe ir su nombre, porque son los autores. Véanlo bien, ahí está su nombre. Samuel, aquí está tu nombre completo: Samuel Guzmán de los Santos, velo bien, con qué letra empieza, cómo termina, porque el día de mañana se van a encontrar en esta caja y cada quien se va a hacer cargo de su nombre, yo ya no les voy a ayudar. Otro día: fecha y nombre del trabajo, por favor. Se levantaron todos los niños a la caja y empezaron a buscar. Y él lo único que me decía ¿sí es, maestra?, ¿sí es, maestra? Sí, Samuel, ese es tu nombre. Ahora, ya sin la tarjeta, no escribe Samuel Guzmán de los Santos, escribe Samuel, pero ya sin ver. Después de un mes el niño logró comprender que Samuel está compuesto por tantas y por tales letras, quizá no sepa decir qué letras son, pero el niño ya sabe escribir su nombre. Entonces lo dejé solo y solo aprendió, sin necesidad de estarme sentando con él. No, él solito lo logró y así hace sus trabajos, él solito hace sus trabajos. Es independiente de hacer sus trabajos; “no puedo”, dibújalo y yo te digo cómo se escribe. Bueno, a ver. Enséñame a escribir “caja”; o enséñame a poner aquí que yo me baño en la mañana. Ah, bueno, entonces haz el dibujo y yo te ayudo, así se escribe; ya, me lo trascribe él. A pesar de todo es un niño listo, muy listo.”

La maestra Carolina Díaz Ortiz llevaba en septiembre de 2012 cuando la entrevisté cuatro ciclos escolares impartiendo clases para niños migrantes en el Centro de atención integral para niños migrantes del municipio de Ascensión, Chihuahua. Entonces ella tenía la preparatoria terminada y un diplomado en ciencias de la educación. Pero tenía, sobre todo, una determinación inclaudicable.

lunes, 4 de abril de 2022

Para cuates

 


En nuestro lenguaje mexicano el náhuatl está inmerso en el habla y en las experiencias que vivimos todos los días, mientras hablamos español. Tan solo con acudir al uso de un buen diccionario de mexicanismos, como el publicado por la página: Diccionario breve de mexicanismos de Guido Gómez de Silva, pude obtener muchas enseñanzas sobre  la enorme cantidad de palabras náhoas que los mexicanos conocemos y  usamos.

Hay algunas palabras que llevan a duda, como guarura. El diccionario de mexicanismos arriesga que probablemente viene del rarámuri wa'rura, que significa grande, importante. Son expresiones íntimas de los mexicanos que se usan en todas partes. Chachalacas y chamaqueadas sin ton ni son. Esta es una oferta pinolera, venía pulqueado, te van a sopear, a pepenar y a darte una chicotiza. Se atuzó es una expresión clásica. O ¡llegó muy entacuchado! Mi chilpayate es típico, y qué podemos decir de se petateó. De chimuelo. O bien, una palabra que define nuestra lealtad, le pone nombre: cuate.

Una abundante cantidad de expresiones, unas más conocidas que otras, como el huarache del muerto que los jóvenes de hoy apenas entienden; lo pozolearon, que devino técnica policíaca en interrogatorios, expresiones que indican una cantidad equis de sustancia anecdótica inamovible. “Traía su itacate” habla de una actitud cultural. Si uno dice que se agarraron del chongo, implica que la cosa se puso del cocol.

Los mexicanos no podemos confundirnos frente a un comal, un guacamole; no podemos negar que sabemos el significado de tianguis, tilma, titipuchal, tlachiquero, tlacoyo, tlacuache, tlacuilo, tlapalería, toloache, tomate, tompiate, totol, totopo, tule, tuza, zacate, zapote, zopilote. Los consumimos, los usamos. Ni hablar de nuestros numerosos topónimos: Ixtlacíhuatl, Popocatépetl, Citlaltépetl y Malintzi. Las calles, las colonias, las ciudades y barrios que tienen nombres náhoas. Yo nací en Cuauhtémoc. En Oaxaca, tan solo los municipios llamados Santo Domingo, se apellidan: Chihuitan, Ixcatlan, Nuxaa, Ozolotepec, Petapa, Roayaga, Tehuantepec, Teojomulco, Tepuxtepec, Tlatayapam, Tomaltepec, Tonaltepec, Xagacia, Yanhuitlan, Yodohino y Zanatepec. Ni hablar de los 52 municipios Santa María, los 53 Juanes y 54 Santiagos con apellido náhoa, solo en Oaxaca.

De la a A la Z, lo que se demostró en mi consulta al Diccionario Breve de mexicanismos, de Guido Gómez de Silva, publicado en la red fue que los mexicanos casi hablamos náhuatl.

El náhuatl tiene una notable presencia en el idioma común de los mexicanos, el español, aun en los estados del norte. Palabras náhoas que de alguna forma están incorporadas a la florida lengua castellana que hablamos aquí. Acamaya, achiote, aguacate, ahuehuete, ahuizote, ajolote, amate, amuzgo, ayate, biznaga, cacalote, cacao, caguama, camote, campamocha, capulín, cempasúchil, cenzontle, chahuistle, de origen náhoa incorporadas a mi habla.

No puedo imaginar mi vocabulario, mi propia memoria, sin palabras como chapopote, charal, chicle (sin ella no podría explicar mi juventud), chicozapote (Lulú en Tabasco), chilacayote (Cuernavaca), chilatole (la tarde aquella), chilpachole (no, gracias), chinampa (el eterno Xochi), chipote (varios en mi vida), chipotle (poquito) chiquihuite (como dice Chava Flores: “eso lo será usted”, pero es el nombre de las canastitas tejidas en municipios de la cercana mixteca como Tzicatlacoyan).

Chongo, cocol, comal, copal, coyote, ejote, elote, enchilada, epazote, esquite, estafiate, guaje, guajillo, guajolote, huacal, huachinango, huapango, huarache, huauzontle, huipil, hule, ixtle, jacal, jícama, jícara, jitomate, malacate, matatena, mayate, mecate, memela, metate, mezcal, mezquite, milpa, mixiote, molcajete, molote, palabras que explican una buena parte de mi vida, vocablos que aparecen en la biografía de cualquier mexicano. Y apenas vamos en la M.

Objetos entremezclados con historias, como los moles de nuestras vidas, llenos de anécdotas familiares; los moyotes, como llaman a los zancudos en el norte de México, náhuatl puro; el misterioso nahual, el sabor y la textura del nopal. Las he usado todo el tiempo, son parte de mi vida.

Palabras que se escuchan menos, pero que están ahí como nauyaca (una víbora del Sureste), nixtamal (masa de tortillas), ocelote (un tigrillo), olote (el hueso del elote), otate (¡otate quieto!, pero también lo usan en Tzicatlacoyan para fabricar canastas), oyamel (al parecer una fruta), palanqueta (de cacahuate, por favor), papa, papalote, papaya, pepenador, petacas, petaquilla, petatillo, peyote, pibil,  pinole, pizca, pochote, popotes, popotillo, palabras de abundantes vivencias que nos transmiten a algo más que el uso de un idioma, el náhuatl explica partes importantes de nuestras vidas.


Fotografía del autor.