viernes, 22 de diciembre de 2017

Manías o necedades

Señor de Iztapalapa en 1910 (El Universal)

Seríamos un país mucho más interesante si se hubieran seguido las recomendaciones de Mendizábal, que tras la Revolución México se hubiera mexicanizado más en lugar de tratar de “occidentalizar” a los indios y a todos los mexicanos. De veras creo que en algún momento del siglo XXI los mexicanos retomarán aquella inquietud, reconociendo a los pueblos originarios como un legado cultural antes que una vergüenza que haya que esconder a las miradas extranjeras; que el náhuatl crecerá en hablantes antes que desaparecer, como vaticinan no pocos alarmistas; que ciertas costumbres naturistas, cosmogonías sobre la naturaleza y otros misticismos “indígenas” cobrarán importancia en las próximas décadas.

Tal vez sea una argumentación necia, algo prematura e insostenible aún, apenas bosquejo, pero en todo caso se trata de una primera revisión epistemológica sobre los quehaceres de una academia antropológica que ha estado como perdida en la concreción de su objeto de estudio, que ha sido incapaz, siquiera, de transmitir al resto de los mexicanos las características objetivas de los pueblos indígenas, las posibles bondades de ser un país múltiple y maravilloso como el nuestro; en donde, paradójicamente, periodistas como Benítez, historiadores como Florescano y documentalistas como Paul Leduc, el Canal 11 y muchas revistas de divulgación han aportado más a la cultura antropológica de los mexicanos que los profesionales de la disciplina.



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miércoles, 13 de diciembre de 2017

Nos hemos abandonado

A sus 96 años me recibió el maestro Eusebio Hernández Castillo detrás del escritorio de su escuela en la colonia Zaragoza, atiende los problemas de cinco zonas con ochenta y tres escuelas de su sector. No aparenta su edad y, hasta donde él cree, no tiene pensado jubilarse de su trabajo. Don Eusebio fue un pionero de la educación revolucionaria; previo a Mendizábal, a Ramírez, a Moisés Sáenz, con las escuelas de circuito, el primer experimento nacional de la Secretaría de Educación Pública vasconceliana.

El profesor Hernández Castillo perteneció a esta estirpe de maestros antiguos, profesores que casi en cada pueblo del país animaron con su entrenamiento y sus cualidades, no solo la alfabetización de los mexicanos, sino la instrucción cívica elemental de los pueblos. Cuando los maestros fueron, en las primeras décadas del siglo XX, los gestores de una incomprendida modernidad que en muchos pueblos tardó en llegar, y en algunos lugares, la esperan aún. Era el año 2001.


Nací en Tehuacán, estado de Puebla. Mi vida era muy modesta, ahora sí, en 1907 cuando ya se gestaba la Revolución, que estalló en 1910, usted lo sabe. Mis padres eran Eusebio Hernández López y Crecenciana Castillo Muñoz. Modestamente era trabajador de construcción de casas, era albañil. Mi madre hacía los quehaceres del hogar.

Esto era más o menos ocurrió por los años 1925, 27, algo así, cuando empezaron a funcionar o se crearon las escuelas rurales a raíz de la fundación de la Secretaría de Educación Pública, cuyo secretario fue el licenciado José Vasconcelos. Al correr del tiempo vinieron otros, les decían ministros, ministros de educación, y se crearon unas escuelas llamadas de Circuito, pagadas por el pueblo, o sea la comunidad, porque, desde entonces, como hoy, el presupuesto para educación era muy reducido. No sé por qué, ahora que ya soy demasiado adulto, todo mundo: “que por la educación”. Sí, se ha beneficiado mucho, pero no de manera total, sino parcial, lamentablemente todavía tenemos un gran porcentaje de población, de ciudadanía analfabeta, no obstante que en la época de un buen gobernante, como hubo muchos, se hizo una gran obra. Y entonces se crearon las escuelas de Circuito, pagadas por la comunidad.  Y yo fui uno de ellos, antes de tener plaza oficial, plaza de gobierno. Ni título, lo reconozco. Pero, como dicen, los libros, grandes amigos, grandes consejeros del hombre, de la humanidad, me sirvieron de mucho y apliqué lo poco que aprendí. Lo apliqué, lo llevé a mi comunidad y me seguí en el magisterio, pagado por la comunidad. Cada semana, alguien salía de casa en casa a pedir la colaboración. Y me acuerdo que mis padres hablaban también de cooperación de la época de Porfirio Díaz, porque también en esa época la educación no fue bien atendida, sino solo educación para los ricos o para los hijos de los ricos. ¿Para los pobres cuándo? Porqué los millones y millones de mexicanos analfabetas, que todavía los hay, todavía los encontramos, entonces estaban en todas partes. Bueno, pues mis padres hablaban de que “ya llegó el cobrador”. Viene por el “Chicontepec”. Qué cosa es eso, preguntaba a mis hermanos. Yo era muy joven, un morrillo. “Es el pago para el maestro”. Desde entonces ya se pedía apoyo económico de los padres de familia para medio –tal vez–, solventar el llamado salario, sueldo o remuneración del maestro, que hoy sigue siendo modesto, para no entrar en más detalles.

Todavía en la actualidad leo en las revistas, en los periódicos, que gana más un bolero, que gana más equis persona. Esa es la política. Eso y más merecemos porque nos hemos abandonado nosotros mismos, muy a pesar de que se hizo la Revolución. Los que salieron ganando fueron los vivales de la Revolución, porque los maestros se fueron a la Revolución, digo yo y lo he comprobado, para defender sus propios intereses, porque no aceptaron así como así que las tierras que usufructuaban no volvieran a los campesinos. Lo tenemos comprobado, la vida actual nos lo está diciendo. Ranchos por aquí, pero de fulano, de zutano. Ahora ya no son de los generales, son de los políticos. En cambio, hay campesinos desarrapados, como nosotros también, los maestros, los campesinos sin tierra, sin recursos para cultivarla. Siquiera un pedazo de tierra para obtener de ella lo necesario, lo indispensable para poder sostener la vida. No para tener coches, dos o tres y ya, hijos en colegios y ahí te va…

Al recibir mi primera orden para ser maestro de Circuito, me decían: “su sueldo lo recibirá de la comunidad”. Veinte pesos mensuales, veinticinco en otras comunidades que tenían más apoyos, y así vine. Trabajé  tres años como maestro de circuito: 27, 28 y 29. Y en 1931, al darse cuenta que más o menos la pude hacer como maestro de circuito, me dieron mi nombramiento de maestro rural de parte de la secretaría. Entonces sí, ya me sentí seguro, confiado, estimulado: dije “ahora me toca a mí corresponder y demostrar que sí las puedo. Y le voy a entrar con más ganas, la voy a seguir”. Ahora sí, dije yo, ya voy a ganar, pero seguro, ya no me lo va a dar el pueblo. Ya no se va a sacrificar la comunidad, va a ser de parte del gobierno. Y mi nombramiento dice todavía: “tendrá usted un sueldo mensual de cuarenta y cinco pesos”. Mi nombramiento ya oficial. Feliz de la vida, me sentí millonario.


¿Usted se imagina: 45 pesos en aquella época cuando el litro de leche costaba 10 centavos, que había panes de a centavo…?  

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viernes, 8 de diciembre de 2017

La presunta militancia comunista de MOM


La supuesta militancia comunista de Miguel Othón de Mendizábal (MOM) fue algo que se debatió ruidosamente en los años setenta, ocupó a algunas generaciones de la Escuela Nacional y la idea sobrevive en el criterio de muchos que supieron de él en aquellos años; a mi juicio ha contribuido a interpretar erróneamente las escasas lecturas de su obra, distorsionando el mensaje humanista y aun positivista del autor, no comunista.

Mendizábal habla del socialismo de forma desarticulada y esporádica, lo que no impide apreciar sus puntos de vista respecto al caso mexicano, que son bastante claros. No obstante, a propósito de una imagen largamente difundida, donde aparece el profesor Mendizábal como militante del Partido Comunista Mexicano y activista incansable de la revolución socialista en México, bastante discutible, ofrezco esta opinión que, entre otras cosas, contradice esa perspectiva.

Una razón más para esta nota aclaratoria, fue la lectura de la tesis de Dora Kanoussi, cuya principal importancia, más que su contenido, que es pobre e indocumentado, consiste en ser la única tesis de licenciatura dedicada a la obra de Mendizábal a 42 años de su muerte y que, por lo demás, contribuye animosamente a esa versión.
La relación que hay entre el indigenismo mexicano y el marxismo de los años sesenta y setenta es estrecha en términos antropológicos, pues ambos tratan, por diferentes medios, de rescatar al indio de la miseria, lo que resta importancia a la discusión de si Mendizábal era o no marxista, puesto que buscaba de cualquier forma idéntico fin a la tendencia social de los sesenta-setenta.

La condición sui generis de la antropología mexicana, frente a las corrientes extranjeras, que busca “redimir” a los “hermanos” indígenas  de la miseria, reaparece internacionalmente, dotada de una poderosa teoría económica, en la década de los sesenta, exactamente con idéntico fin: la redención del indígena oprimido por la explotación, ahora imperialista. En esos términos, la llamada antropología marxista, además de ser solo una continuación del antiguo anhelo del indigenismo mexicano, no aporta nada nuevo a una acción que el indigenismo moderno mexicano había desarrollado desde que el doctor Gamio lo fundó, y aún antes, cuando los educadores positivistas y liberales coincidieron que el indio era “educable”.

Volviendo a Mendizábal, deseaba sobre todas las cosas que el indígena dejara de ser objeto de la más burda explotación y saqueo amparado, más que en una corriente teórica de matices revolucionarios, en un conocimiento profundo de la historia de México, que respecto al indígena –lo tenía claro-, es una historia de opresión; sus deseos de que el indígena accediera a una mejor condición social fue interpretado por los marxistas de los años sesenta como la militancia propia que los impulsaba en su acción.

Dora Kanoussi dice en su tesis que “no se puede afirmar con seguridad que Mendizábal leyó a Marx”, pero una lectura más cuidadosa de su obra le hubiera permitido ver que MOM habla de marxismo en las páginas 381, 392, dos veces en la 394 y en la 393 cita a Lenin, todas en el tomo IV de sus Obras Completas; pero es también irrelevante; como se verá, es muy clara la posición de Mendizábal frente al socialismo y la dictadura del proletariado para el caso mexicano.

Faltó meditar en esa tesis la ideología en que se funda el partido nacido de la Revolución Mexicana, la de sus principales organismos y de sus líderes. Mendizábal tuvo una educación positivista que ve en la ciencia el motor histórico del progreso, basado en una evolución paulatina que culminaría, en palabras de Augusto Comte, en un estado positivo del hombre, o mejor, en un socialismo positivo. Sus ideas se mezclan con las modas, incrementándose su interés por el socialismo debido a las grandes noticias recibidas en los años treinta sobre el “socialismo real” implantado en Rusia. Ignorante, como todos en su momento, de los crímenes de Stalin, pero conocedor de la historia, no tiene duda de que la violencia en que ha sido encaminada “la evolución cultural” desde la prehistoria hasta la implacable acción del capitalismo, solo podrá ser modificada “en el futuro, por una organización de vida que permita realizar el progreso material, intelectual e incluso moral, sin castas irredentas y sin clases explotadas”. (MOM II, 1947:440)

El socialismo “es la meta –afirma-, la estación terminal a la que tendrán que arribar todas las sociedades de estructura capitalista, impulsadas por el motor universal del desarrollo dialéctico de la historia: la lucha de clases”. No tiene dudas que todos recorren la inevitable ruta.

A diferencia de lo que afirma Kanoussi, sobre que Mendizábal era un estalinista admirador de Rusia “por razones de obediencias revolucionaria y no por razones emotivas” (Kanoussi, 1972: 67), Mendizábal, al hablar de dos clases de socialismo: el científico y el de la tercera Internacional, vislumbra genialmente un futuro aún desconocido pero previsible de ese “socialismo real”, como ya le llama, puesto que si ejerce una explotación de la fuerza de trabajo del tipo de las clases burguesas capitalistas, “constituirá una economía fascista o hitlerista que, a la postre, es más desfavorable para el proletariado que el libre juego de la lucha de clases dentro de un régimen liberal del más poderoso e implacable capitalismo”. (MOM IV, 1947: 381-382)

Sobre si la lucha de Mendizábal estaba encaminada a la creación de un socialismo soviético para los mexicanos, como sugiere Kanoussi al incluirlo entre los militantes del Partido Comunista, éste tuvo mucha claridad y cuidado al referirse a ello: país semicolonial, basado en una agriculturas raquítica, insuficiente siquiera para sus necesidades internas; con una industria incipiente, mal equipada, a la merced de la protección arancelaria y a los bajos jornales; país de economía centrífuga, minero y productor de materias primas, además de una deficiente organización proletaria, “no está en condiciones de lanzarse, hoy por hoy, a la revolución social”. (MOM IV: 382) El proletariado tendrá que conformarse, afirma, con seguir luchando “por reivindicaciones inmediatas, por el mejoramiento de la legislación del trabajo, por la imposición de sus contratos colectivos, la implantación de un seguro social efectivo y suficiente y, en particular, por la elevación sistemática del estándar de vida del proletariado de la ciudad y de los campos”. (MOM IV: 383)

Entusiasmado por las pláticas de su amigo Vicente Lombardo Toledano, quien viajó por esos años a la naciente URSS, Mendizábal se dejó seducir por el sueño socialista brillantemente expuesto por Lombardo, razón por la que expresó la infortunada frase que aparece en su tomo IV: hablando de los intelectuales privilegiados por el capitalismo, afirma que “podrán contribuir a prolongar unos años más –cinco, diez, tal vez veinte- la agonía del capitalismo”. (MOM IV, 1947:382)

Mi conclusión sobre la tesis de Dora Kanouissi, y en general sobre las versiones del Mendizábal militante comunista es que, practicando el marxismo no se practicó la historia; tal vez una cosa explique la otra.

Bibliografía:
Kanoussi, Dora: Tesis Miguel Othón de Mendizábal y la Revolución Mexicana de 1910, sustentada en la ENAH en 1974 y consultada en la biblioteca central de la institución.
Mendizábal, Miguel Othón, Obras completas, Tomo IV, edición de autor, 1947.


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jueves, 30 de noviembre de 2017

La india bonita


A principios del siglo XX, la imagen idílica del indio prehispánico parecía revalorarse en ciertas publicaciones, mientras se denigraba al indio contemporáneo en otras, la mayoría. No era algo nuevo en la visión del mexicano acomodado (y afrancesado) sobre ese sector de la sociedad. Federico Gamboa citado, por Carlos Monsiváis, narra en su novela Santa de 1903 el deambular de los pobres por las calles céntricas de la capital:

“... si la comezón aprieta y la policía rasca, sale a la cara la lepra social, se ven en las calles adoquinadas, las de suntuosos edificios y de tiendas ricas, fisonomías carcelarias, pies descalzos de los escapados de la razzia, que se escurren en silencio, a menudo trote, semejantes a los piojos que por acaso cruzan a un vestido de precio de persona limpia. Caminan aislados, disueltas las familias y desolados los parentescos: aquí el padre, la madre, allí el hijo por su cuenta, y nadie se detiene, sabe a dónde van, al otro arrabal, al otro extremo, a la soledad y a las tinieblas”.1

La larga lucha revolucionaria suspendió momentáneamente las reflexiones en torno a la identidad del mexicano. Eran tiempos difíciles, cualquier descuido costaba la cabeza. Sin embargo, al terminar la etapa -digamos bélica- de la lucha revolucionaria, hacia 1920, grupos ya establecidos años atrás y muchos otros nuevos discutieron, ahora con presuntas bases científicas, el asunto nacional, el futuro del indio y las enigmáticas ruinas arqueológicas hechas por las importantes civilizaciones del pasado, ya desaparecidas.

Sin embargo, a principios de los años veinte México no era todavía una nación ni llevaba trazas de llegar a serlo porque carecía de un bagaje de experiencias, de sentimientos y de aspiraciones que todos compartieran; opina Daniel Cosío Villegas en sus Memorias:

“Confiar la unificación de un mestizaje meramente biológico, era desconocer que en 400 años el progreso había sido muy lento y los resultados bien parciales. Porque el hecho era que subsistía una gran masa de indios puros, al lado de un sector minoritario de mestizos y unos cuantos que generosamente podían llamarse blancos”.2

A fines de la guerra revolucionaria confluían en la sociedad contrastantes visiones sobre lo popular y lo indígena, ilustra Ricardo Pérez Monfort en Estampas del nacionalismo popular mexicano. En la película Tabaré de 1918, por ejemplo, el personaje principal era descrito como un “indio joven, de alta estatura, de fuerte musculatura, de mirada impasible, huraño, nervioso y reservado”, que correspondía a la visión estereotípica del indígena prehispánico que provenía del discurso nacionalista porfiriano, plagado de exotismos y mitificaciones. En contraste, la imagen contemporánea del indio que ofrecía el propio cine, el teatro, los dibujantes y los fotógrafos insistía en su condición de salvaje, paria, raza doliente, harapienta y servil.3

En esta época aparece también el estereotipo del indito mexicano que ha sobrevivido hasta nuestros días. El lenguaje, el vestido, los accesorios, la forma de andar, algunos rasgos de comportamiento y ciertos argumentos “típicos” formaron parte de la imagen popular del indígena. Pero los esfuerzos para descartar la imagen del indio fueron mucho más lejos. Era menester ilustrar a la población en la apertura de criterios estéticos que incluso pudieran apreciar la belleza indígena desde parámetros no convencionales. Lo convirtieron en estampa, en cliché, cincuenta y seis etnias confluyeron por los gestos y actitudes serviles del celebrado personaje del indito.


En su investigación, Ricardo Pérez Monfort nos cuenta cómo en 1921 se celebra el concurso de la India Bonita en la ciudad de México, bajo el patrocinio de El Universal de Félix F. Palavicini, reuniendo a diez muchachas finalistas oriundas de diversas comunidades indígenas del país. La ganadora, María Bibiana Uribe, fue descrita así por el periódico:

“Ha llegado a nosotros acompañada de su abuela, una india pura de raza meschica que no habla español. Viene de la sierra, donde nació y vivió y aún trae un huipil atado a la cintura. Hoy posee tres mil pesos y una enorme cantidad de obsequios y al verse rodeada de tanta gente desconocida piensa en la leyenda del bello príncipe Tonatiuh que unió sus destinos a los de una plebeya que tenía nombre de flor. Se llama María Bibiana Uribe y tiene 18 años.”4


Manuel Gamio escribió en El Universal Ilustrado una justificación de aquel concurso, que tituló: “La venus india”, citado por el propio Pérez Monfort:

“El triunfo de la India Bonita ha emocionado a todos, a las minorías blancas por lo original de su caso y por cierta piadosa simpatía hacia la raza doliente; ésta última a su vez ha vibrado entusiasta e intensamente al mirar enaltecida a la virgen morena, a quien las multitudes indígenas sienten que alienta su alma ancestral y palpita transfigurada y florida, su pobre carne de parias.”5

Entre folclores y originalidades, la necesidad de integrar a los indios al elemento nacional pronto fue prioritaria. En 1926, el secretario de Educación Pública, Manuel Puig Casauranc, al definir el “material humano” de México decía: “El pueblo de México, el indio de México y el mestizo de México no son elementos étnicos inferiores sino grupos sociales abandonados” y proponía su rápida integración a través de programas educativos tanto para los indios como para los mestizos.

Ese mismo año, la SEP contribuyó a la formación de lo que llamaron “tribus de exploradores”, una versión mexicana de los boy scouts, cuyos miembros se organizaban con grados de nombres nahuas: tequihuas o tlacatecuhtlis. Las tribus se identificaban con el nombre de una etnia, estaban los nahuas, toltecas, texcucanos, tarascos, otomíes y otros. Cada año –se afirma en  Tihui, órgano de las tribus de exploradores mexicanos de la SEP-, intentaban “resucitar tradiciones para hacer patria, celebrando las fiestas simbólicas más bellas que efectuaban los antiguos mexicanos”.6 

Desde la ciencia, Manuel Gamio, el pionero de la antropología mexicana, ve en el nacionalismo un acercamiento racial, la unificación lingüística y el equilibrio económico de los grupos sociales. Nace la idea de la educación sistemática a los pueblos indígenas que con José Vasconcelos se elevará a dimensiones de epopeya mestiza. Según el antropólogo Arturo Warman, Gamio sintetizó en su proposición todas las corrientes del indigenismo porfiriano: la racista, la culturalista, la educativa y la economicista. Al sintetizar no tuvo más remedio que coincidir con las tesis medulares de esas corrientes y también planteó que el indio debería dejar de serlo. Solo cuando les convino, pues en 1922, su jefe José Vasconcelos entrega una estatua de Cuauhtémoc al pueblo de Brasil en Río de Janeiro. El entonces ministro de educación cerró su discurso con estas significativas palabras:

“... es menester despojarnos de toda suerte de sumisión para mirar al mundo, como lo mira ese indio magnífico, sin arrogancia, pero con seguridad y grandeza; seguros de que el destino de pueblos y razas se encuentra en la mente divina, pero también en las manos de los hombres, y por eso, llenos de fe, levantamos a Cuauhtémoc como bandera y decimos a la raza ibérica de uno y otro confín: sé como el indio; llegó tu hora; sé tú mismo”.7

Para lograr el caro ideal de la unificación nacional, Manuel Gamio diseñó un camino original y novedoso: la integración.8 Propone no abandonarlos “a su suerte”, sino crear una política estatal que fomente el progreso indígena, mejorando su economía. Para acabar con el indio convirtiéndolo en mestizo, es menester, apunta Gamio, “investigar y satisfacer sus necesidades y aspiraciones biológicas, culturales y psicológicas”.9 Propone que el indio se incorpore a la población nacional aceptando los “valores positivos” de Occidente como la economía, la lengua, la ciencia y la tecnología, la organización política y, por supuesto, la idea del progreso manifiesto. La nación (u Occidente) absorberá en cambio los “valores positivos” indígenas como el arte, la sensibilidad y, en primer término, la historia. Gamio profetiza que de esta fusión surgirán una cultura nacional, una patria fuerte y equilibrada, sede de una raza cósmica como diría José Vasconcelos que, como siempre, agregó: “El nacionalismo es la “orientación” de todo sistema educativo.10


Y así les fue.

CITAS

1 Monsiváis, Carlos, Aires de Familia (cultura y sociedad en América Latina), Anagrama, 2000,  p. 17
2 Cosío Villegas, Daniel, Memorias, FCE, 1976, p. 90
3 Pérez Monfort, Ricardo, Estampas del nacionalismo popular mexicano, Colección Miguel Othón de Mendizábal, CIESAS, 1994, p.166
4 Pérez Monfort, Ricardo, Ibid, pp.162-163
5 Pérez Monfort, Ricardo, Ibid, p.163
6 Pérez Monfort, Ricardo, Ibid, p. 169
7 Monsiváis, Carlos, Aires de Familia, Ibid, pp.128-129
8 Warman, Arturo, De eso que llaman antropología, ensayo Todos santos y todos difuntos, 1972, p.27
9 Gamio, Manuel, Consideraciones. Sobre el problema indígena, Instituto Indigenista Interamericano, 1948, p. 5
10 Vasconcelos, José, en Monsiváis, Ibid.

Fotos
El Universal/ biblioweb.tic.unam.mx


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jueves, 23 de noviembre de 2017

Nahuatlización


Las preocupaciones del mundo contemporáneo giran en torno a problemas con mayor prospectiva que ese asunto decimonónico de la nacionalidad. Cuando los altermundistas buscan vías de desarrollo alternas a las decadentes estrategias bélicas del primer mundo, llama la atención que haya quienes se sigan preocupando por discutir un tema rebasado por la disipación de las fronteras a través del internet y una preocupación global por el destino biológico del planeta Tierra, que incrementa sus síntomas de calentamiento y amplía a cada minuto sus agujeros de ozono polares, deshielo y deforestación: el patriotismo.

Tal vez porque los mexicanos siempre llegamos tarde al debate de las ideas, creo que el tema de la patria y la nacionalidad nunca como hoy debe estar en la palestra de las preocupaciones mexicanas, cuando es menester externar enérgicamente una preocupación real por lo que somos en conjunto, no solo por nuestro peculio o partido al que pertenecemos, sino por el presente de nuestros hijos que merecen una sociedad mejor que esto que les entregamos.

El etnocidio no fue un objetivo en sí mismo sino una consecuencia del conjunto de acciones que sostuvieron a la institución indigenista, hasta su aniquilación del año 2000. Por lo pronto, el resto de los mexicanos sigue tendiendo una distante, desinteresada, folclórica idea de las etnias mexicanas, y en verdad les interesa más la entrega de los oscares, el super bowl y las supuestas oportunidades de un sistema económico que nunca ha funcionado a favor de los pueblos, que la vida y obra de sus presuntos hermanos. Esa inquietud, tardíamente discutida, no cuenta con el aval de la SEP ni de las familias de las ciudades, ni la costumbre moderna de preocuparse sobre ciertas cosas urgentes o de moda: el cuerpo, la disco, el videojuego, la televisión por cable.

El calentamiento global, el hambre. Los esfuerzos de los canales culturales por transmitir algo de los pueblos originarios, siempre con grandes limitaciones, han cumplido un papel como avanzada de lo que traerá el siglo XXI en el tema mexicano.

Los mexicanos tendrán que reconocerse tarde o temprano en los pueblos originarios y eso los fortalecerá, la lamentación consiste en que, si hubiera sido en 1930 cuando se tuvo la oportunidad, es decir, si el indigenismo mexicano hubiera tenido propósitos más objetivos, seríamos otro país al que conocemos.

Hoy es un problema de sobrevivencia nacional y acercarnos a las culturas originales mexicanas muy pronto será una prioridad. No es que intente jugar un papel de profeta, sino que sus signos sociales ya son evidentes para los estudiosos.

En nuestra vida cotidiana, en el trabajo, se ven claros signos de que México vive una progresiva y creciente nahuatlización.



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jueves, 16 de noviembre de 2017

Huateque/ Test de mexicanía


Noche en ofrenda de Muertos. En la ofrenda de muertos toda clase de platillos preparados para muertos y vivos sobre un petate oaxaqueño. Todos los que aparecían fotografiados en la ofrenda tenían su mezcal muy bien servido, había tamales y atole, vasitos con esquites, platos de guajolote en mole, en chile guajillo o en mixote.

En una tilma bordada donde había jicaritas con cacahuate y chocolate; axiotes humeantes acompañados de totopitos con aguacate. No faltaron las caguamas y las jícamas con chile. En un comal echaban a freír tomates, ejotes, nopales y chile; a un lado, elotes y chayotes tatemados.

Los escuincles en el chapoteadero jugaban a la matatena, otros chamacos volando papalotes masticaban chicle y los cuatachos chupaban con un popote de hule tragos de agua de cacao, tepache y tesgüino. Había un titipuchal de comida, chapulines, pozole, sopes y garnachas.

En unos guajes postres sobre un ayate que contenían capulines y chicozapote, otros de tejocote con miel. Sobre el tapanco, encima de unos huacales amarrados con mecate, sobre unos petatillos de amate, jícaras pequeñas con copal tatemado y otras jícaras más grandes con flores de cempasúchitl.

Estuvimos ahí fumando como chacuacos, las señitos dándole chichi a los chilpayates, agarradas del chongo como siempre, porque son bien chimoleras. Se puso del cocol y el cuate de mi compadre, el cuico, que es coyote, llegó todo entacuchado con sus huaraches de hule como juez de paz. Las señoras con sus huipiles pusieron pinole para que llevara de itacate, uno de piochita, que es muy mayate y trabaja de pepenador, lo consiguió en la tlapalería del tianguis. Armamos tremendo mitote. Anduve de pilmama de unos achichincles del tlatoani, pero igual quedaron todos chimuelos llenos de chipotes de tanto andar en el huateque.



*Si has entendido todo, no eres extranjero.


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sábado, 4 de noviembre de 2017

El rumbo de la asimilación indígena de México


En las primeras décadas del siglo XX el gobierno de México institucionaliza el indigenismo para ser aplicado como estrategia de desarrollo económico de las regiones. El Estado mexicano asume la estrategia de la integración, la asimilación, buscando uniformar las diferencias étnicas y culturales de los mexicanos a favor de un antiguo ideal de igualdad.

La asimilación tenía una larga historia desde que, tras la Independencia y a lo largo del siglo XIX, fue discutida por los intelectuales que coincidieron en que la educación era el vehículo adecuado para llevar a cabo esa asimilación, aunque hubo voces que la consideraron peligrosa.

Al término de la Revolución la asimilación fue formalizada “científicamente” por Manuel Gamio, que la asume desde el indigenismo desde un programa de antropología ambicioso e inteligente. Gamio proponía estudios integrales para conocer y valorar a las comunidades indígenas, para facilitar el trabajo de la asimilación. En los siguientes años, los buenos deseos y las complejidades técnicas de los antropólogos fueron absorbidos por los archiveros de las dependencias de los sucesivos gobiernos revolucionarios.

No había que darle tantas vueltas, la asimilación significaba convertirlos en campesinos mexicanos hablantes del español; el indigenismo, en la práctica, con sus experimentos esporádicos, fue consagrado a castellanizar al indio por medio de la educación y a negarles, hasta 1992, alguna personalidad cultural.

El indigenismo se implementa como estratagema para el tratamiento del asunto indígena a través de departamentos, escuelas, albergues, oficinas y dependencias que terminaron convirtiéndose en el Instituto Nacional Indigenista en 1948. La nueva burocracia asumió desde sus inicios que los mexicanos nada querían saber de la otra mitad de su pasado, la indígena, negándose a escuchar las voces discordantes. El Indigenismo tendría supuestamente otras prioridades: abatir la miseria prevaleciente en las regiones de México; imponer el español como idioma único de los mexicanos; educar y capacitar a los indígenas y campesinos de México para que pudieran ser el motor del desarrollo económico e industrial del país. Fracasó en todas, aunque, tras nueve décadas, hay que apuntarle algunos éxitos cuando los mestizos mexicanos de hoy no conocemos ni los nombres de los pueblos originarios, mucho menos las cualidades herbolarias, lingüísticas, artísticas, agrícolas o sociales que muestran hoy las culturas indomexicanas, encendidas y vigentes.

Contemporáneo a estos hechos, Miguel Othón de Mendizábal hizo desde 1922, a través de escritos, conferencias, cátedras y comisiones gubernamentales que encabezó o en las que colaboró; como educador y fundador de algunas de las instituciones más importantes de este país, una enérgica defensa a favor del indígena tomando en cuenta sus aportaciones culturales, sin despojarlo de su raigambre étnica, de su lengua, rasgo que lo distingue de sus contemporáneos, que decidieron hacer exactamente lo contrario.

Mendizábal propuso un indigenismo político, empezando por solicitar que los indígenas fueran reconocidos en la Constitución Mexicana como comunidades culturales, y no como individuos particulares. Y una vez hechos sujetos culturales por las leyes, establecer estrategias de acuerdo a las zonas geográficas que habitaran, crear una procuraduría indígena dedicada a defender los derechos constitucionales de las comunidades, defenderlos del abuso de los cacicazgos y poderes locales prevalecientes, para que ellos pudieran proteger la distribución de sus productos; hacerlos sujetos al crédito, permitirles el uso de tecnología y, a la par de aprender español, cultivar su lengua autóctona, que para Mendizábal era más que un idioma, era una forma de ver el mundo que pertenecía a las regiones, que guardaba sabidurías antiguas y que, en realidad, pertenecía a los propios mestizos mexicanos, pues era parte de su pasado en una mitad, por lo que deberían apropiárselo, antes que distanciarse de él. Pero Lázaro Cárdenas no lo escuchó. Y si lo hizo, como muestran ciertas evidencias de su cercanía con el Tata, cambió radicalmente de opinión, constituyó el indigenismo exactamente hacia el otro lado: no había nada qué conocerles. Ellos debían hacerse “mexicanos”.

La imagen del indio fue estereotipada en los más diversos soportes (cine, comedia, carpa, canciones, periodismo, familias), desde entonces sería una figura decorativa de nuestro folclor, un bufón, la imagen viva de la miseria y la insalubridad, del deterioro moral y físico. “Lo único que no es posible escatimarles –observó el periodista Fernando Benítez–, es ese carácter del que no podemos despojarlos: son nuestros compatriotas”.

Y sí, lo son.



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jueves, 26 de octubre de 2017

Todos aprenden

La maestra Clara viaja desde Oaxaca a Zacatepec para instruir a sus niños de educación especial. Unas seis horas de viaje de la capital del estado a la región de los tacuates cercana a la costa del Pacífico y a la frontera con el estado de Guerrero. Contagia el entusiasmo de la maestra Clara, su don de gentes y simpatía. Al final de nuestra estadía en Zacatepec nos pidió aventón a Oaxaca, iba cargada de la codiciada miel de la hormiga comestible llamada chicatana, unas bolitas transparentes que las hormigas producen en muy pocos lugares, entre ellos Zacatepec. “Cada vez que vengo –y es temporada- regreso cargada de chicatana”, nos dice. En el camino nos reveló otra de sus cualidades: es orquideóloga. Paramos en el camino para que ella, con ayuda del chofer Jorge Escudero, pudiera descolgar de algunos árboles sus preciadas orquídeas.


17 de junio de 2011

Centro de Educación Preescolar “Lic. Benito Juárez” de Santa María Zacatepec, Oax.
Prof. Clara Pascual García

Mi nombre es Clara Pascual García, estamos en la escuela “Lic. Benito Juárez” de Santa María Zacatepec, Putla, Oaxaca. Estudié una maestría en enseñanza educativa especial,  pero antes, por un problema familiar que tuvimos, empecé a ir al Teletón y me empecé a interesar en estos problemas. Ahorita estamos trabajando con braille, también un poco de lenguaje de señas. Aquí he estado trabajando con un  niño con síndrome de down y me gusta mucho, la enseñanza y la terapia.

Aquí en la escuela tenemos seis niños, nada más que a veces vienen y a veces no. Aquí en Zacatepec la mayoría habla español, o sea que por ese lado no tengo problema, enseño en español. De mi trabajo me gusta todo, me gusta trabajar con los niños, también que sobresalgan, que no porque son niños con alguna necesidad se queden ahí, sino que aprendan; todos los niños aprenden, sea un niño con down o con parálisis cerebral, todos aprenden. Entonces, pues, trabajo para ayudarlos a mejorar su vida. Bueno, no solo la vida de ellos, sino también la de sus papás, de sus hermanos. Pues muchas veces un papá tiene un hijo con alguna discapacidad y lo que hace es esconderlo, no los sacan o niegan que sea su hijo.

Mi principal obstáculo es que muchas veces los niños no vienen, por muchas razones, los papás a veces no tienen tiempo, los niños se enferman; a veces no encuentran el material que uno les pide y no vienen. Pensaba que iba a venir alguien del programa donde nosotros hemos asistido, que es Necesidades Educativas Especiales, pero veo que no. Y la verdad sí tenemos muchas dificultades en cuanto al material, porque a veces no lo tenemos a la mano. Sería muy útil que nos visitaran para que vean cómo trabajamos. Por ejemplo, si usted se da cuenta, aquí tengo mi alfabeto incompleto porque no tengo material. Acá es difícil encontrarlo. También necesitamos agujas de caneva, ojitos de plástico, zapatos; o sea, para que ellos empiecen a trabajar todo lo que es la psicomotricidad. La verdad casi no tenemos acá material. Y sí trabajamos, aunque a veces nos critican a los maestros por esto o lo otro, se van a los plantones y cosas así, pero sí trabajamos también.

Me gusta que el niño aprenda. Ahorita no ha venido, pero él ya empieza a escribir braille. Se llama Abimelec García Marroquín, es invidente y ya empieza  a escribir, escribe palabras, oraciones cortas, tiene siete años. Lo que pasa es que también sus papás lo estimularon mucho desde pequeño, entonces ya todo fue más sencillo; estuvimos trabajando orientación y movilidad, vimos lo que es la técnica de protección y luego ya, entramos al braille. Así que le digo que no me costó mucho en ese aspecto. En su muñeco él aprendió un poco el esquema cultural, izquierda, derecha, arriba, abajo; a un lado, adelante, atrás. Es ciego congénito.

La maestra tiene una niña con hipoacusia nomás que casi no hemos trabajado con ella, porque a veces no la manda; la verdad requiere de atención y de tiempo, porque la niña, como yo apenas llegué, casi no se acostumbra a venir conmigo. Entonces eso se me dificulta, quiere estar con su maestra, pero como yo tengo otras actividades, con Abimelec es con quien más trabajo.

Muchos autores y profesores de los que he aprendido, dicen que la mejor manera de enseñar a un niño con hipoacusia es enseñarlos a oralizar; a mí como que se me hace un poco difícil porque, por ejemplo, la niña como que se comunica más a señas, es lo que ella utiliza para decir algo. Espero estar el otro ciclo escolar y trabajar con ella.

Queremos material para todos, porque ya ve que de por sí en los centros de educación preescolar lo que más se necesitan son juegos. Este alfabeto yo lo he ido haciendo con material que el niño conoce, tenemos un árbol con corteza, este algodón es de acá y representa un borreguito; ahí andamos buscando de acá para allá a ver quién nos puede regalar un poco de material. Así hemos estado trabajando. No lo he acabado porque la verdad requiere de mucho tiempo, y aparte por mis otras actividades, pues no lo puedo hacer. Estas son tablitas de triplay donde están pegadas representaciones de diferentes cosas, como cortezas de árbol con unas ramitas, tenemos peluches, una mariposa hecha de tejido, figuras con materiales diversos, lentejuelas, diamantina; un mosquito de peluche, tenemos un ave azul, un pájaro con plumas reales, tenemos una ratón con su cola de papel, tenemos un sapo, una tortuga hecha con una semilla, un venado. Con esto el niño conoce, al tacto, cosas del mundo que no puede ver.

Ojalá nos vengan a visitar más seguido las autoridades competentes, que se den una vuelta para que vean cómo trabajamos, que necesidades tenemos. Que vengan a compartir un día con nosotros, un día de clases.


Foto 2 de Marco Pacheco

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jueves, 19 de octubre de 2017

La lengua indígena como primera lengua

En la comunidad de Santa María Zacatepec encontramos a la etnia tacuate, de origen mixteco que se estableció en esta zona en el año 357 D.C., entre los ríos Atoyaquillo y Reforma. El municipio se localiza en la parte suroeste del estado de Oaxaca,  a 340  metros sobre el nivel del mar; un cartel en la carretera anuncia la “Entrada a la costa chica”. En el camino, de aspecto tropical, abundan los árboles de mango, mamey y aguacate, aunque otra información indica la existencia de sandía, melón, pepino, jamaica, cacahuate, jitomate, calabaza, anona, chirimoyas, guayabas, limón y coco, además de cosechar con éxito maíz, fríjol y chile.

Para llegar a Santa María Zacatepec, después de haber cruzado la alta zona triqui con sus fantasmales comunidades clausuradas, se arriba a la última ciudad de la región, antes de la costa, que es Putla de Guerrero. De ahí se va en carretera a San Marcos Cogulito, se pasa Santa Rosa, el Llano la Plaza, Mesones y por fin, tras algunas horas, se arriba a Zacatepec.

La fuerte migración a los Estados Unidos repercute en una arquitectura urbana contrastante: el pasado de adobe y el presente de mármol; costumbres férreas en el control de la velocidad de automóviles, pulcritud y orden. Una tejedora de palma teje un chiquihuite en la puerta de su domicilio; hay una indiferente cantidad de mangos tirados en un árbol de al lado; unos niños juegan mientras esperan la cosecha de la codiciada chicatana, la enorme hormiga comestible. Todo parece parte de un paraíso aquí, menos el calor.

En un salón que elegimos lejos del ruidoso recreo de los niños, entrevisté a la Profesora María Elena López López; más tarde, con los niños dentro de sus salones, pude entrevistar a la maestra de educación especial Clara Pascual García, que por nuestra presencia se ataviaron con los hermosos vestidos bordados de la etnia tacuate que usan lo mismo las mujeres que los hombres.


17 de junio de 2011

Centro de Educación Preescolar “Lic. Benito Juárez” de Santa María Zacatepec, Oax.
Prof. María Elena López

Mi nombre es María Elena López López, directora del Centro de Educación Preescolar “Lic. Benito Juárez” que está ubicado en la localidad de Santa María Zacatepec. Actualmente dirijo a cinco compañeros docentes y personal de apoyo. Al inicio del ciclo escolar no contábamos con ese personal porque, dada la problemática que hay en la región triqui, los compañeros que tienen esa clave desafortunadamente son de esa región. Y por tal motivo los compañeros se tuvieron que ir a otra parte para cuidar su seguridad. Y es así como esta escuela se queda sin ese personal de apoyo. Tuvimos que gestionar ante la Jefatura de Zona y afortunadamente la maestra Clara, que vivió esa situación en la región triqui, estaba a disposición de la jefatura y pudo venir aquí.


Nosotros decimos que somos afortunados, pues por sus características y todo el conocimiento que tiene la compañera, podemos atender a los alumnos de esta escuela que presentan diferentes problemas. Entonces hicimos un estudio, un cronograma de trabajo que diseñamos para que el niño que presenta ceguera total tuviera atención en la mañana, mientras que los niños que tienen problemas de lenguaje, que tienen problemas de hipoacusia y otros, los trabajáramos en la tarde. Y es así como se diseñó el plan de trabajo con la maestra; pero en sí, todos somos un cuerpo colegiado de trabajadores que está aquí en escuela, que cuenta actualmente con ciento ocho alumnos. Podemos tener más, son los padres de familia conscientes los que mandan a sus hijos, conscientes en el sentido de que es de ellos la responsabilidad de enviarlos. Yo puedo ir casa por casa, pero los padres conscientes son los que mandan a sus hijos.

Soy directora comisionada, porque no contamos con la clave de directora, así estamos desempeñando nuestra función ahorita, llevamos dos años. Yo llegué a este plantel hace diecisiete años. Y entonces, como ve, ahorita apenas remodelamos la plaza cívica, dejamos todo diseñado para hacer el techado de la plaza y estamos haciendo todo el trabajo que nos toca. Mi trabajo como directora es ir ante las instancias a gestionar todo para que el servicio que se les de a los niños sea más o menos de calidad, así hemos tenido el apoyo por parte de la presidencia municipal. Créame que hace un año el preescolar tenía muchos problemas, porque esta escuela tiene más de veintiocho años que se construyó. Hace apenas dos años, con el programa de “Mejores escuelas” por parte del gobierno federal, se hizo el techo. Esta escuela tenía láminas que, por el tipo de clima de esta región, desde la primera vez debieron de pensar en eso. Entonces ¡se imagina cuántos años sufrieron estos niños y sufrimos nosotros!, porque era un horno, por eso es que a cada salón se le tuvo que dar su ventilador, porque no era suficiente.

El principal obstáculo es la economía en la que nosotros nos encontramos. Es la economía, porque aquí los padres de familia nos apoyan con ciento veinte pesos para la compra de útiles, de los materiales didácticos de los niños. Y eso que nosotros reciclamos otros materiales, las semillas, todo lo que hay en la región. Tratamos de ir compartiendo esos materiales. A veces los tequios (trabajo comunitario) generan muchos problemas, hay papás que afortunadamente son muy responsables y hay otros que en ningún tequio nos apoyan. Hacemos uno por lo menos cada cinco meses, cada tres meses, de acuerdo a cómo están las necesidades de la escuela. Y lo otro aquí es que la asociación de padres de familia sí nos apoya, a veces, nada más que hay que buscarlos para que ellos nos vengan a visitar. Insistir un poco. A veces las mamás que forman parte del comité, como observa ahorita, vienen a dejarles sus tacos a los niños y aprovechan para estar en contacto con nosotras. Pero, pues no, qué más quisiéramos que todos estuvieran al pendiente, comprometidos. Es una característica de esta región, porque yo al menos también vengo de comunidades, de una localidad indígena.

Bueno, las raíces de los tacuates vienen de los mixtecos, son mixtecos, pero se quieren desligar un poco de los mixtecos, entonces ellos se dan a conocer como tacuates. Los tacuates son de esta región, y sí hay una diferencia entre ellos y los mixtecos. Los mixtecos son la raíz de ambas lenguas. Déjeme aclarar que en este centro de educación preescolar asisten niños bilingües que dominan las dos lenguas: el tacuate, el español; monolingües en español y monolingües en tacuate. Y es por eso que le digo que hay esa diversidad y afortunadamente los papás lo han entendido. A veces, a los papás que denominamos mestizos, también nos dan el apoyo. 


Esta ropa bordada la confeccionan las madres de familia de nuestros niños. Es el atuendo tacuate ¿bonito, verdad? Al principio como que las mamás no se interesaban mucho en cómo ayudar en la economía de la familia, pero a raíz de que la escuela impulsa el uniforme de los niños, que es el traje tradicional de los tacuates como tal, cambiaron su actitud. Lo usamos todos los lunes, en todos los eventos en los que nosotros participamos en la localidad y en otras celebraciones. Aquí hay cinco escuelas primarias, cinco centros de educación preescolar, dos son bilingües y otras tres son jardín de niños. Nuestra escuela y la escuela primaria “Ricardo Flores Magón” nos hemos identificado, nos hemos caracterizado orgullosamente con nuestro uniforme. En los programas de clausura nos identificamos con nuestro uniforme; no hay vals, no hay todo el protocolo que usted puede ver en otras instituciones, porque aquí el que luce es nuestro uniforme. Llevamos 17 años, nos costó convencer a los padres de familia para identificarnos con este uniforme, hasta que se quedó.  Y le digo que me siento muy orgullosa porque yo formé parte de esas maestras que tuvieron la idea; como maestra de grupo, tuve que brigadear mamá por mamá. Entonces es un sello original que nosotros tenemos en esta escuela, nos identifican por nuestro uniforme. Nos identifican así y orgullosamente: “son de la Benito Juárez”; “es la bilíngüe”, dicen. Y yo les digo a mis compañeras que, al principio, como que sí nos sentíamos decaídas, pero cuando nuestros mismos alumnos dan un paso gigantesco al portarlo orgullosamente, todo cambió. Puedo decir que, actualmente, los que fueron mis alumnos ya son maestros, son licenciados, son arquitectos. He visto que han trascendido; entonces digo, bueno, hemos trascendido y qué bueno que los padres que han confiado en nuestro nivel ahí están.

El uniforme tacuate de los niños es un pantalón y una como camisita bordada, pero el original, el que portan los niños de la escolta, es un como calzón, bordado también, y su camisa larga larga, larguísima, que casi toca el piso, para que se pueda enrollar, y el calzón igual, para que sea el original. Tiene bordada su águila en el pecho que lo caracteriza.  Según la historia, el águila se llevó la jícara que la señora llevaba en la cabeza, y por eso se identifican con el águila.

Sí, ha sido una lucha constante, permanente, porque nosotros no solo educamos, está la televisión, que constantemente está ahí bombardeando a nuestras comunidades, está la radio y, entonces, solos, casi puedo decir que estamos aquí solos; pero como le digo, los maestros de la primaria también han retomado el uniforme de los niños, la secundaria también, el 16 de Septiembre vimos que la escolta participó con su huipil, entonces dijimos: “no estamos solos, ahora ya somos varios”.

Por los años que llevo ya me sé unas palabras, me sé unas oraciones, trato de apoyarme con mis compañeras que ya se jubilaron; es una pena, porque ellas nos ayudaban a traducir los cantos en mixteco y entonces cantábamos con los niños en mixteco. Pero desafortunadamente en esta población muchos están emigrando para Estados Unidos, se va la familia completa. Y cuando regresan, como que les imponen a sus hijos evitar la lengua, tenemos estadísticas que reflejan tristemente que casi la mitad de los niños del plantel ya no dominan la lengua. Sí la hablan, pero muy poco, la entienden apenas. Lo que hacemos nosotros es platicar con ellos. De hecho, nuestros niños en la primaria conocen el alfabeto, ese es el primer paso. El alfabeto mixteco de ñuu savi es idéntico al de los tacuates, lo único que nos diferencia son la terminología de “M-B”, porque aquí se dice “deti” al frijol, en mixteco es “nuchi”. Ocupan mucho el “M-B” y nosotros los mixtecos no tanto. Pero sí, es el primer planteamiento que hacemos con nuestros compañeros maestros en el ciclo escolar: manejar la lengua indígena como primera lengua. Entonces nosotros cantamos, hablamos, jugamos en mixteco. A un niño que es monolingüe, lógico es que la maestra tiene que enseñarle a decir: párate, “un daj”; brinca, “dábano”, para que el niño vaya socializando con sus compañeros.

Lo que más me emociona es que, por dominar mi lengua, ingresé al magisterio; por las necesidades que uno tiene, por no contar con recursos y por ser de familias muy numerosas, yo tenía siempre la iniciativa de ser maestra, porque yo decía: “cuando termine mi primaria y la secundaria estudiaré la Normal”. Y desafortunadamente, en ese trance, se implementa el bachillerato. Y entonces ya no se dio, porque ya no había las posibilidades y me quedé. Me dije: “bueno, pues tengo la otra alternativa, tengo que estudiar confección”, que era en el Programa de la Mujer Indígena, que funcionó un tiempo. Entonces llegué a la jefatura y, pues, “eres menor de edad”, 17 años. Perfecto. Entonces ya cuando cumplí los 18 dije: “ahora es cuando”. Presenté mi examen lingüístico, oral y escrito. Y el de conocimientos. Fuimos sesenta compañeros, aceptaron nada más a diez. Y la primera satisfacción es que, por dominar mi lengua estoy aquí donde estoy. Y lo segundo es que, bueno, de estos 17 años que llevamos aquí, en este centro de trabajo, nos hemos mantenido firmes y convencidos de que nuestra cultura es lo prioritario en todos los aspectos. Y lo otro es que, el poco tiempo que estoy aquí al frente de la dirección, pues he hecho bien mi trabajo. Pues yo digo que bien: gestioné ante la autoridad, está mi plaza cívica, mi jardinera, tiene otra vista mi escuela desde que yo llegué; gestioné ante la instancia gubernamental con el apoyo de Mejores Escuelas, también hemos hecho otras gestiones en Oaxaca. Y los niños, que conservan su ropa, pues también. Todos mis hijos estudiaron en este centro de educación preescolar y los pongo como ejemplo ante los demás padres. Nosotros somos mixtecos, pero al ingresar a esta escuela mis hijos fueron muy respetuosos con el uniforme, lo portaron como tal, con orgullo, portaron el calzón tacuate tradicional. En todos los años que yo llevo aquí trato de renovar mis huipiles, mi guardarropa, mi clóset está lleno de huipiles de aquí de Zacatepec.

Yo pienso que aquí lo importante es la identidad de la comunidad, la identidad propia de la comunidad, porque como le digo, podemos ir a otra localidad, pero cuando no tenemos una identidad propia, cuando no nos identificamos como tal, nos perdemos. Entonces eso es lo que nosotros tratamos de inculcarles a los niños. Su identidad.

Nuestra escuela, por ser bilíngüe, tiene muchas necesidades. Como observa, son los columpios tradicionales que se tienen, todos los juegos son tradicionales, pero nosotros quisiéramos también darles a nuestros pequeños otro tipo de juegos. Por ejemplo, un carrusel, algo que sea llamativo; o sea, hay que llevar al niño a lo que nosotros tenemos y a lo que también podemos tener. Entonces hemos tratado de buscar al diputado local de la región; también estoy lista, en el próximo periodo de vacaciones, para ir al DIF estatal. Estamos haciendo planes, porque mi interés es ahorita, ya tengo los espacios, pero faltan los juegos. Y esos juegos cuestan caro. Que pudiéramos buscar patrocinadores de esos juegos sería fabuloso, porque son cien alumnos; si yo pudiera conseguir patrocinadores de unos diez juegos sería maravilloso.

Yo me siento muy comprometida con la escuela, porque afortunadamente mi familia me ha inculcado así: querer a los niños, porque gracias a ellos tenemos nuestro salario, gracias a ellos nos vestimos.



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jueves, 12 de octubre de 2017

Educación indígena: Lo hemos ido resolviendo

Un rasgo distintivo de los maestros bilingües (o educación indígena) de hoy en México es que casi todo depende de ellos, más allá de la voluntad o el interés oficial. La mayoría de las veces, si hay o no recursos depende de una complicada trama burocrática entre las escuelas y sus autoridades, la organización local que el director de la escuela pueda lograr y, desde luego, su habilidad, de la que depende casi todo. Un caso paradigmático de mi recorrido por las sierras fue el del maestro Benito Quiroz, de un pueblo del municipio de Tlaxiaco, Oaxaca, en donde, con una enorme visión empresarial, ha creado una especie de emporio de las ruinas que recibió hace 20 años.


A primera vista, el Centro de Integración Social de Santiago Yosondúa, en el municipio de Tlaxiaco, Oaxaca, parece un centro vacacional. Pulcros edificios en un impresionante jardín de pasto y flores. Al descender las escalinatas de la entrada un ojo de agua; palmillas y cucharillas, flores de cartucho, alcatraces y rosas; detrás del conjunto, un majestuoso árbol donde descansó en algún momento del pasado el expresidente Lázaro Cárdenas del Río, cuya efigie de bronce preside el patio principal.

El maestro Benito es un hombre de unos cincuenta años con aspecto de luchador, de 1,52 de estatura y unos bien ganados ochenta kilos, que resultó por azares del destino un negociante extraordinario; cambió ese centro que encontró destruido en un pequeño emporio autosuficiente cuyas preocupaciones son, ahora, la banda de música y el vestuario del grupo de danza, en tanto que mantiene los negocios establecidos con estrategia de economista.

Santiago Yosondúa es un municipio de la parte sur de la Región Mixteca, a una altura de 2,200 msnm. Para llegar hasta allí de la ciudad de Oaxaca, hay que ir por la autopista a Nochistlán y se sigue hacia Yanhuitlán, donde se toma la desviación a Tlaxiaco, se pasa por Teposcolula, por Yolomécatl y de Tlaxiaco se toma un camino de terracería hasta Santiago Yosondúa, donde se encuentra el internado bilingüe “Mi Patria”. En los alrededores existe una gran cantidad de especies arbóreas maderables: enebro, encino, sabino, madroño, cedro y caoba; hablando de frutas, abunda el plátano, el mamey, el zapote negro, la ciruela; naranjas y variedades de limón. Será por eso que el 60 % de sus habitantes se dedica a sembrar hortalizas, frutas, maíz y frijol.


16 de junio de 2011

Centro de Integración Social número 20, “Mi patria”, de Santiago Yosondúa, Tlaxiaco, Oaxaca.
Prof. Benito Quiroz

Soy el profesor Benito Quiroz Jiménez, director del Centro de Integración Social número 20, “Mi patria”, ubicado en esta población de Santiago Yosondúa, Tlaxiaco, Oaxaca. He cumplido 29 años de servicio, al frente de este internado en particular tengo siete periodos escolares concluidos. Yo, básicamente, soy de raza indígena y al terminar mis estudios, pues, me inspiró la idea de buscar trabajo y trabajar con mi misma raza, con mis hermanos de raza. Así que me acerqué a la Dirección de Educación Indígena a solicitar una plaza. Tuve la suerte de ser seleccionado para ello y a eso obedece que estoy aquí.

Aprecio a los niños, ha sido muy bonita la vivencia que hemos tenido con ellos en las diferentes escuelas donde he prestado mi servicio, pues he tratado de enseñarles lo mejor, he tratado de tener el mejor del interés para que ellos aprendan, para que salgan bien preparados para la vida. Ese ha sido mi principal empeño, pero también he estado inculcándoles hábitos, especialmente el deporte; yo amo el basquetbol, me gusta el futbol y he estado integrando equipos muy competitivos en las comunidades que he tenido la oportunidad de recorrer. En particular en esta escuela, una experiencia muy grata que no se nos va a olvidar. Contar con niños de diferentes pueblos, de diferentes etnias, con variantes dialectales diferentes, me refiero a la lengua mixteca, pero que tiene sus diferentes sonidos. Aquí los niños lo expresan, se expresan en su lengua, no les cortamos la libertad, por el contrario, los animamos para que sigan haciendo uso de su lengua, dentro del aula y fuera, en los espacios libres. Para eso es la enseñanza bilingüe.

También tenemos triquis, desafortunadamente no tenemos aquí un maestro que hable la lengua triqui, tenemos puro mixteco; sin embargo, también respetamos a los niños que hablan la lengua triqui, los valoramos, los apreciamos y les inculcamos que sigan haciendo uso de su lengua. Estos niños vienen del pueblo de San Andrés Chicahuaxtla.

Esta escuela es un internado, se les da una beca para la cuestión alimenticia equivalente a 840 pesos mensuales hasta hoy, les ofrecemos la beca a los que lo deseen, los niños que asisten a la escuela vienen de diferentes pueblos. Tengo algunos en este ciclo escolar que vienen de San Juan Mixtepec Justlahuaca, alumnos que vienen de  San Esteban Atlatlahuacan, alumnos de las colonias populares de Tlaxiaco, alumnos de Santiago Amoletepec Zona de Vega; alumnos, un poco más numerosos, del municipio de Santa Cruz Putla y 26 alumnos exactos que son de este municipio de Yosondúa. Manejo una población de 69 alumnos en este periodo escolar. Tengo a tres maestros docentes, los grupos son multigrado; están fusionados: el primero con el segundo, el tercero con el cuarto y el quinto con el sexto. Les ofrecemos el servicio de lavandería, tengo una lavandera; les ofrecemos el servicio de enfermería para la atención de su salud, contamos con una enfermera; para la alimentación, les damos almuerzo, comida y cena a los alumnos, cuento con dos cocineras.

Cuando llegué a este pueblo tuve muchos deseos de contar con un ahorro para arreglarla. Le hemos puesto, déjeme decirle, mucho empeño. Hemos hecho diferentes actividades, pues partimos de cero, no tuvimos nada, la escuela estaba semidestruida, nada de cristales, puertas, todo muy roto, abandonado. El sistema de energía eléctrica no servía, el agua igual. Y nos propusimos arreglarlo, tuve como personal a 27 trabajadores y me reuní con ellos, los sensibilicé y se prestaron al trabajo. Quiero que sepa que en el primer periodo que criamos puercos, de la raza fina, vendimos 47 animales. Sacamos, no recuerdo exactamente, pero sí más de veinte mil pesos en la venta de puercos; al mismo tiempo, dos de mis compañeras, que siempre han estado poniendo mucho empeño y mucho interés, me pidieron que les construyera un pequeño viverito, donde cultivaron más de dos mil plantas de ornato que pusimos a la venta en la comunidad; las estuvimos transportando nosotros, con los mismos alumnos abrazando sus plantas, vendiéndolas de casa en casa; así se vendieron más de mil quinientas y el resto sirvió para los jardines de la propia escuela. No solo eso, cultivamos la tierra, cultivamos los terrenos, aproximadamente media hectárea de maíz elotero; con ese elote, pues, tuve una experiencia muy grata, la planta se dio mucho muy bonita, sacamos elotes en venta de primera calidad, aunque más de la mitad de la cosecha, al concluirse el ciclo escolar, no lo pudimos vender y se  perdió. 

Entonces de ahí hemos estado sacando recursos, hemos realizado rifas de animales con el propio personal, puercos, principalmente. Hemos sacrificado puercos para consumo de los niños, pero también la mayor cantidad de carne se pone a la venta en el mercado. Entonces, de ahí hemos estado sacando recursos y los hemos multiplicado. Así fue como pudimos colocar cristales en las ventanas; con ayuda del Instituto de Educación Pública de Oaxaca, pudimos reparar la escuela, con ese mismo recurso construí el invernadero, que me costó la cantidad de treinta y nueve mil ochocientos pesos; tuve que pedir un préstamo en una caja solidaria, pero produjimos en el invernadero, cosechamos jitomate y se dio, gracias a Dios, mucho muy bonito. No solo bonito, mucho muy bonito. Con tres cultivos que le pusimos al invernadero pudimos pagar el costo del invernadero.

El periodo escolar pasado me propuse fundar una banda de música. Lo que empezamos fue a vender carne, hemos sacrificado puercos, los niños y los maestros salen a vender y a promocionar. Así es como hemos ido adquiriendo instrumentos, con una inversión a la fecha de alrededor de noventa mil pesos, aunque todavía tengo un adeudo de treinta y dos mil pesos, que va a tener que ir saliendo con  la venta del trigo, que se lo vendemos al propio internado. Y así vamos a ir saldando. Ahorita tengo avena en el otro lado, esa avena la vamos a poner en venta, ya está vendida, solamente la vamos a cortar para llevársela al cliente. Así vamos adquiriendo recursos económicos. Pero no solo eso, tenemos ingresos en la cooperativa escolar, que les vende golosinas muy económicas a los niños, útiles escolares con lo básico: cuadernos, lápiz, bolígrafo, sacapuntas, borradores, también para que no salgan al centro del pueblo a comprar, aquí se les vende al mismo precio o incluso a un poquito menos. Se acumula y se junta el recurso para el fin de periodo, cuando hacemos los pagos. Así hemos ido resolviendo los problemas. Pero no solo eso, fíjese que cultivamos muchas flores y aquí las vendemos por docenas. Cuando hay un compromiso en el pueblo vienen con nosotros, les vendemos por docenas cartucho y alcatraces, les vendemos rosas y otras flores, de ahí han estado saliendo recursos. Ahora la maestra recogerá la tercera cosecha de hortaliza, la primera salió muy bien: lechuga, rábanos, cilantro, ejote, que se acabó. Ahorita nada más vamos a reunir el recurso a ver cuánto sale, pues hay que ir a pagar deudas y hacer más planes. De ahí tenemos que hacer un apartado para ir a dejar a los niños y para volver a traerlos, básicamente la gasolina. Nada más. Con eso lo hemos ido resolviendo. 

Tenemos además las actividades académicas que se les dan, en el aula contamos con los talleres de danza, taller de carpintería y de música. Tres talleres. Para la jardinería, que es muy amplia como puede usted ver, no contamos con personal especializado adicional, las realizamos los maestros con los alumnos, básicamente. Nos distribuimos las áreas de jardinería, las cultivamos, las arreglamos, las regamos. Eso es lo que hacemos.

Los obstáculos que tenemos son la carencia de recursos económicos; aunque no lo queramos tiene que ver en todo. No tenemos herramientas para el cultivo agrícola, no tenemos herramientas para jardinería, no tenemos recursos suficientes para material de aseo, no tenemos recursos para artículos deportivos, como balones de basquetbol, fútbol, etcétera. Esos son los obstáculos que tenemos.

La satisfacción es de que, primero, en lo personal, de tener un trabajo, de tener un salario para poder solventar nuestros gastos, nuestros compromisos; segundo, una gran satisfacción de tener alumnos en esta escuela de muchas comunidades, de varias etnias, eso es básicamente muy satisfactorio, contar con ellos, vivir con ellos. Déjeme decirle que a los alumnos aquí los vamos a traer de sus comunidades en una camionetita, los trasladamos a la escuela y aquí los cuidamos, aquí los bañamos, aquí jugamos con ellos, aquí les enseñamos, aquí comemos con ellos. De tal forma que me siento muy satisfecho de contar con ellos, con los niños, porque son casi casi nuestra familia… ¡son nuestra familia! Eso es lo que más me satisface.


Centro de Integración Social “Mi Patria”, número 20 de Santiago Yosondúa, municipio de Tlaxiaco, Oaxaca.
Prof. Alejandra Mendoza Cortés

Ingresé por medio de un examen de conocimiento y de la lengua originaria, que es el mixteco. Yo puedo hablar bien el mixteco, mi familia lo habla y por medio de un examen entré a trabajar aquí.

Mi nombre es Alejandra Mendoza Cortés, soy originaria de Xalcatongo de Hidalgo, un pueblo vecino, presto mis servicios en este internado como maestra de danza, pero mi labor empieza desde las diez de la mañana cuando atiendo la biblioteca, y por la tarde me voy con los niños de primero a sexto, los que están en este taller de danza. Nos ponemos a ensayar bailes nacionales y de la región. Ahorita estamos ensayando un baile de aquí de la Región Mixteca que se llama Sones de Tlaxiaco, que es nuestro distrito. Los niños bailan también bailes nacionales, como son los bailes del estado de Jalisco, el Son de la Negra y otros. Muchos sones.

Se trata de rescatar las costumbres de nuestros antepasados, porque la verdad ya se están perdiendo aquí, pues llegan muchos niños que ya no hablan la lengua originaria de su pueblo. Yo me siento orgullosa porque crecí con esas costumbres de la lenguas, de lo que es la gastronomía. Por eso me da gusto cuando los niños empiezan a preguntar,  algunos tienen deseos de aprender la lengua originaria, las historias y las costumbres de los mixtecos. Muy poquitos, unos cuantos nada más, lo hablan, y otros el triqui, de la región alta. El triqui es totalmente diferente al mixteco, en la entonación y todo; también se escribe completamente diferente a la lengua mixteca.

Ahorita, un obstáculo que encontramos aquí es que no contamos con algún equipo de video o de sonido para que los niños tengan referencias visuales y vean otros bailables, que vean cómo es. Un poco de tecnología y equipo es nuestra principal carencia. Al ver videos los niños se motivarían más. Muchos de ellos, cuando llegaron en este internado, pues, la verdad, no podían bailar y poco a poco fueron aprendiendo. Ahorita bailan muy bonito, fuimos a presentarnos a un pueblo en una actividad, un evento estatal, llevamos a los niños y lo hicieron muy bien. A mí me dejó muy satisfecha porque sí bailan bien los niños. Fuimos a un festival el 20 de noviembre, el 10 de mayo aquí en el pueblo y lo hacen bien. Algunos padres de familia nos han felicitado porque sí bailan.

Ahora, el otro problema, aprovechando que está usted aquí -pues nunca se sabe-, para que nos pudieran apoyar en los vestuarios, porque aquí los niños llegan sin nada, aquí hay que conseguirle desde un pasador hasta sus zapatos; hay que conseguir, rentar o mandar a hacer algunos trajes del estado de Veracruz, de Chiapas, el del jarabe mixteco, que es el original de la región. Y no contamos con eso, no sé si por medio de ustedes nos apoyarían para tenerlo. Necesitamos telas, pues la verdad han salido muy caros los vestidos. Le digo al director: “quisiera poner otro baile”, pero el problema es que no hay forma de vestirlos. 

Aquí nos hemos organizado, yo principalmente con mis niños, en sembrar hortaliza, rábanos, lechuga, cilandro. Y salen a vender, han recolectado algún fondo económico y de ahí pudimos hacer vestidos; la dirección también, vendiendo avena, alfalfa. Ahora vamos a mandar hacer el traje de Jalisco, sí, pero nos ha costado demasiado. Ojalá ustedes nos pudieran apoyar. Gracias a los marranitos tuvimos uno de los vestuarios. Ahorita tenemos en el invernadero rabanitos, son tres cosechas, ahora vamos a sacar la cuarta cosecha, hacemos los manojitos y se van los niños a la población a venderlos a cinco pesos: rábanos, lechuga, cilandro. Y col, pero la verdad desconocemos la técnica de la col, como que no resultó, pero ahí está. Ejote también hemos salido a vender. Por esos medios hemos adquirido algunas ropas de las regiones que ya tenemos.

A mis niños, la verdad, a mí en lo personal, nos dio mucho gusto, porque sí nos informaron que iban a venir. Y los niños estaban muy motivados esperando y, cuando los vieron, “ya llegaron, ¿son ellos?, sí, son ellos”, les digo, están muy contentos, ojalá pudieran regresar otra vez por aquí, pues es un pueblo que se encuentra muy lejos de nuestro distrito, pero está muy bonito.



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