Las
preocupaciones del mundo contemporáneo giran en torno a problemas con mayor
prospectiva que ese asunto decimonónico de la nacionalidad. Cuando los
altermundistas buscan vías de desarrollo alternas a las decadentes estrategias
bélicas del primer mundo, llama la atención que haya quienes se sigan
preocupando por discutir un tema rebasado por la disipación de las fronteras a
través del internet y una preocupación global por el destino biológico del
planeta Tierra, que incrementa sus síntomas de calentamiento y amplía a cada
minuto sus agujeros de ozono polares, deshielo y deforestación: el patriotismo.
Tal vez
porque los mexicanos siempre llegamos tarde al debate de las ideas, creo que el
tema de la patria y la nacionalidad nunca como hoy debe estar en la palestra de
las preocupaciones mexicanas, cuando es menester externar enérgicamente una
preocupación real por lo que somos en conjunto, no solo por nuestro peculio o
partido al que pertenecemos, sino por el presente de nuestros hijos que merecen
una sociedad mejor que esto que les entregamos.
El
etnocidio no fue un objetivo en sí mismo sino una consecuencia del conjunto de
acciones que sostuvieron a la institución indigenista, hasta su aniquilación
del año 2000. Por lo pronto, el resto de los mexicanos sigue tendiendo una
distante, desinteresada, folclórica idea de las etnias mexicanas, y en verdad
les interesa más la entrega de los oscares, el super bowl y las supuestas
oportunidades de un sistema económico que nunca ha funcionado a favor de los
pueblos, que la vida y obra de sus presuntos hermanos. Esa inquietud,
tardíamente discutida, no cuenta con el aval de la SEP ni de las familias de las
ciudades, ni la costumbre moderna de preocuparse sobre ciertas cosas urgentes o
de moda: el cuerpo, la disco, el videojuego, la televisión por cable.
El
calentamiento global, el hambre. Los esfuerzos de los canales culturales por
transmitir algo de los pueblos originarios, siempre con grandes limitaciones,
han cumplido un papel como avanzada de lo que traerá el siglo XXI en el tema
mexicano.
Los
mexicanos tendrán que reconocerse tarde o temprano en los pueblos originarios y
eso los fortalecerá, la lamentación consiste en que, si hubiera sido en 1930
cuando se tuvo la oportunidad, es decir, si el indigenismo mexicano hubiera
tenido propósitos más objetivos, seríamos otro país al que conocemos.
Hoy es
un problema de sobrevivencia nacional y acercarnos a las culturas originales
mexicanas muy pronto será una prioridad. No es que intente jugar un papel de profeta,
sino que sus signos sociales ya son evidentes para los estudiosos.
En
nuestra vida cotidiana, en el trabajo, se ven claros signos de que México vive
una progresiva y creciente nahuatlización.
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Sólo pensaba en la nahuatlización como un proceso no contemporáneo.
ResponderEliminarGracias, Jorge, por tu comentario. Creo que hay dos maneras de considerar el fenómeno de nahuatlización: positivamente, como yo lo uso, que refiere la presencia nada tímida del náhuatl en el idioma de los mexicanos, de suyo españolizados, y una segunda interpretación, menos alegre, que señala el afán colonialista que los pueblos náhoas de los valles centrales tuvieron hacia los cuatro puntos cardinales. Entonces, como bien señalas, es un fenómeno antiguo. Saludos.
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