Ir al contenido principal

Mano de León


Recorrimos la población de Huehuetonoc, Guerrero, en dos escasas horas. Es la segunda población del municipio de Tlacuachistlahuaca, uno de los más deprimidos de la costa chica guerrerense. Era el momento de decidir la conveniencia de ascender la montaña para llegar a la última población municipal del oriente municipal, en su parte baja, a un poblado de nombre enigmático: Guadalupe Mano de León, debido a la patrona Virgen de Guadalupe y a una extraña piedra ubicada a un kilómetro con forma de garra de león.

Partimos el doctor Montero, urbanista del equipo, Gonzalo Añorbe, nuestro guía y yo por un camino tapizado de un polvo fino y rojo que nos espolvoreó. Muy pronto pudimos ver, en la cima de una montaña vecina, el pueblo de Guadalupe, lo que nos hizo confiar que los 13 kilómetros que nos separaban de ella eran, no un recorrido de una hora como había dicho el guía, sino de media o menos, toda vez que el poblado estaba ahí, a la vista de nuestro camino.

Pasados dos kilómetros de polvo, tras bajar la primera pendiente, atravesamos uno de los muchos ríos y arroyos que nos toparíamos en lo sucesivo, aunque lo más inquietante no eran esos ligeros cuerpos de agua, al menos en tiempo de secas, sino que la montaña comenzó a mostrarnos de qué estaba hecha y el esfuerzo humano por abrirse camino puso en evidencia el carácter de la naturaleza. Rocas a la altura de nuestras defensas, vados tan profundos como las llantas de nuestra camioneta. El rigor creció según ascendíamos y descendíamos la decena de cerros que había que cruzar para alcanzar la cima, un vaivén violento que nos sacudía contra las puertas del vehículo, nos zarandeaba como muñecos colgados en un espejo retrovisor. Eran los 13 kilómetros que indicaba el mapa, pero ya había pasado una hora y nosotros seguíamos ascendiendo.

Al llegar por fin a nuestra meta el sol brillaba guerrerense en su mediodía, caía a plomo sobre un disperso caserío de adobes erosionados, hogares silenciosos de donde emergían cabezas infantiles que nos miraban desconfiadas detrás de sus bigotes de tierra; una que otra mujer con atuendo mixteco que no respondía nuestros saludos, pueblo sin hombres y sin autoridad visible que transmitía un mensaje de soledad y abandono. Nuestra sed no sería saciada en Guadalupe, tomar de su agua o de sus refrescos era limitar en una unidad la hidratación de un habitante necesitado.

Tomamos unas fotos, hablamos con un solitario borrachito en lo que parecía ser el centro del pueblito; vimos la piedra manos de león a lo lejos y, preocupados por el camino de regreso, nos lanzamos al descenso.

Hay muchas formas de describir la pobreza en México, la conocemos en alguna de sus versiones desde muy pequeños. Pero esta soledad, este silencio, este abandono, este polvo y este sol fueron condiciones humanas que nunca había experimentado. Rulfiano, no sé por qué.

Enero, 2007


.

Comentarios

Entradas populares de este blog

San Miguel Tenextatiloyan y la Historia. PARTE 1

En 2011 tuve la experiencia de trabajar en un proyecto de Sergio Mastretta para hacer un levantamiento testimonial en la población alfarera de Tenextatiloyan en el umbral de la Sierra Norte de Puebla. Durante 10 meses hicimos decenas de entrevistas para entender el proceso de la alfarería de uso doméstico tradicional e hicimos un informe muy parecido a uno libro testimonial que terminó en el escritorio de nuestros empleadores (en una dependencia federal), que entonces estaban   muy interesados pero que súbitamente dejaron de estarlo porque les quitaron el puesto y se olvidaron de su interés, como suele suceder con las “pasiones” oficiales en este país. Me tocó investigar y redactar la parte histórica de la región, algo que me llevó hasta el preclásico tardío, como nos suele suceder a quienes no tenemos intereses tan esporádicos. Aquí la historia antigua de este entrañable rincón en donde los mexicanos, y en particular los poblanos, se han surtido de cazuelas y jarritos a lo largo...

Los trajes femeninos tradicionales de Puebla

Nahuas de Cuetzalan, Puebla Los domingos por la mañana la plaza de Cuetzalan, desierta entre semana se llena de puestos y ruido. Bajo la torre del reloj, a la sombra de las palmeras, en las anchas escalinatas, se sientas las mujeres nahuas, que vienen al mercado a vender verduras, guajolote, fruta y cal para las tortillas. Las mujeres llevan una blusa de escote cuadrado, con bordados al pasado rojos, azules o negros alrededor del cuello y de las mangas. Las mujeres llevan enredo, hecho con dos lienzos, que llega al tobillo; lo pliegan en un solo tablón atrás, del ancho de las caderas y en cuatro tablas más pequeñas que se encuentran enfrente, usan enredos que sujetan en la cintura por medio de un cinturón de lana roja con dibujos geométricos. Usan un huipil de encaje, adornado con una cucarda de listón azul o morado igual al listón que bordea el escote. Las mujeres de Cuetzalan utilizan un enorme tocado que en días de fiesta alcanza 50 cm. de alto, hecho con estambres de l...

Malinowski y el método etnográfico

Llamado padre de la antropología moderna, Bronislaw Malinowski (1884-1942) se tomó su tiempo para crear una metodología del trabajo de campo. Lo que dice puede parecer obvio, pero al salir al campo nunca está de más recurrir a sus sensatas recomendaciones. Este es mi resumen. Debe ser ¿cómo hacer? “Los resultados de una investigación científica, cualquiera sea su rama del saber, deben presentarse de forma absolutamente limpia y sincera. “… una descripción exacta de los aparatos utilizados; la manera en que fueron encausadas las observaciones; su número; el lapso de tiempo que le ha sido dedicado y el grado de aproximación con que se hizo cada medida. “… cada investigador debe poner al lector en conocimiento de las condiciones en que se realizó el experimento o las observaciones.” Los tres principios metodológicos “Los principios metodológicos pueden agruparse bajo tres epígrafes principales: a)          el estudio debe albe...