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Historia de vida


Entre las diversas formas de hacer una entrevista a personas de edad avanzada, la más socorrida por la Antropología Social es la denominada “historia de vida”, que en México el maestro Ricardo Pozas estableció metodológicamente en la década de los treinta con su clásico Juan Pérez Jolote. La historia de vida se significa por ser un relato cerrado que inicia con el nacimiento o la niñez del entrevistado y termina con su actualidad. Es muy útil como unidad, pues nos muestra, en secuencia cronológica, los paulatinos cambios de nuestro personaje que también son los cambios de su ciudad, de su comunidad y de la mentalidad del ser humano en el transcurso del tiempo. Sin embargo, cuando se reúnen decenas de historias de vida de un mismo lugar, con edades iguales, tienen como defecto las similitudes de las vidas que han transcurrido en un mismo escenario político, social y cultural que las hace parecerse demasiado. Es decir, suelen resultar colecciones repetitivas, lo que en ningún momento les quita su interés antropológico, pero sí su interés literario y argumental.


1 “Yo nací en Cuetzalan, pero me crié en el municipio de Tetela, en un lugar que se llama Tepucuilco, ahí me crié. Mi padre era campesino, mi madre, pues, en el trabajo doméstico. Fuimos ocho hermanos y yo fui el primero. Resulta que ahí fuimos creciendo poco a poco.” (Mtro. Antonio Galaviz)


2 “Nací en Tehuacán, estado de Puebla. Mi vida era muy modesta y ahora sí. En 1907 cuando ya se gestaba la Revolución, que estalló en 1910, usted lo sabe. Mis padres eran Eusebio Hernández López, Crecenciana Castillo Muñoz. Modestamente era trabajador de construcción de casas, era albañil. Mi madre hacía los quehaceres del hogar.” (Mtro. Eusebio Hernández)


3 “Nací en el pueblecito de Huehuetecacíngo en el estado de Guerrero, al noroeste de Huamuxtitlán, capital del distrito de Zaragoza. Nací el 24 de febrero de 1910. Mi padre se levantó en armas el 8 de octubre de ese año, mucho antes de lo que ocurriera aquí en Puebla con los hermanos Serdán.” (Mtro. Matías Acevedo)


Cuando hice el libro sobre maestros poblanos este detalle cobró al lector el impuesto de las semejanzas personales. Los maestros poblanos de principios del siglo XX, con sus matices, provenían de un origen común, campirano, y sus familias campesinas, en el conjunto final, resultaron ser muy parecidas. Hay ahí un valor esencial para el estudio de los maestros de nuestra entidad, pero el lector de ese libro pagó las consecuencias de esa similitud, pues los relatos resultaron algo repetitivos. Pero no ocurrió lo mismo con el libro de ancianos de la ciudad de Puebla, que era más diverso que los maestros. Aquí, las historias de vida de una veintena de viejitos se distinguían por la variedad de caracteres reunidos en las entrevistas. Del talabartero a la aristócrata, el artesano y el licenciado, la diferencia de visiones justificó el método de la historia de vida, pues en ellas los ancianos cuentan desde que nacieron hasta hoy, en orden cronológico.


1 “Yo nací aquí en Puebla hace 69 años, mi niñez fue muy bonita como creo que ha sido la de todos, me gustaba mucho desde chico ganar mis centavos, digo, no me da pena, nosotros nos criamos en una zona de tolerancia, pero en aquel entonces como que era uno muy inocente. Tenía uno que convivir con las prostitutas –le estoy hablando la verdad ¿no?-, pero era muy bonita nuestra vida, nuestra niñez. (Don Manuel Paredes Cepeda)


2 “Yo nací aquí en la ciudad de Puebla, en la calle de San Martín número 8, o sea, actualmente la calle 5 de Mayo número 208, entre la 2 y la 4 Oriente. Mis padres, Luis Gonzaga Brito Roldán y Virginia Velázquez Fernández, los dos poblanos, nacidos en Puebla ambos y de familias poblanas, ya que mi abuela paterna, doña Felicitas Roldán de Brito, vino de México y mi abuelo, Pedro Brito Herrera, nació aquí en Puebla.” (Don Juan Manuel Brito)


3 “Nací el 24 de diciembre de 1924. Imagínense que en esa época no había las facilidades de hoy, aunque hoy se ha deformado por los malos líderes que hay. Pero en esa época, uno nacía, se criaba ahí, servía ahí, y hacia algo no sólo para el patrón, pues acuérdate que en esa época el patrón no tenía todo para él, sino que a los trabajadores también les daba algunas facilidades.” (Delfino Flores Melga)


Entrevistar personas de la tercera edad conlleva una serie de dificultades salvables e insalvables en donde los instrumentos técnicos en ocasiones son la solución: al bajo volumen de sus voces, al deterioro físico, se agregan otros impedimentos de carácter natural y cultural como lagunas mentales, modismos y expresiones en desuso que no siempre es posible comprender o traducir.


Las decisiones metodológicas tienen que ver, más que con los individuos, con el conjunto, si es que se piensa en el lector. A pesar de las características individuales de cada quien, existe un fantasma en este tipo de materiales que es el de la repetición, pues los individuos, hijos de un mismo tiempo, generalmente guardan entre sí una cantidad grande de similitudes. Hay que elegir entre un libro de historias de vida y uno de entrevistas temáticas.


La clave para evitar este fenómeno no tiene que ver con los individuos seleccionados para las entrevistas, sino con la metodología original de esta aventura histórica. Una metodología que tenga más cuidado en los temas antes que en las vivencias individuales, aunque el recuerdo en sí conlleve a la vivencia como el elemento esencial del tema seleccionado.



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