Las universidades mexicanas, pensó Miguel Othón de Mendizábal,
nunca se han preocupado por el pasado, remoto o próximo, de ninguno de los
problemas nacionales; tampoco del más trascendental: el campesino.
Existen dentro de las universidades extremistas de
izquierda y derecha que, aunque forman una minoría respecto al conjunto del
estudiantado, han propiciado actitudes violentas y desordenadas, de tendencia
notoriamente política.
Estos activistas no hacen nada por ayudar a remediar los
problemas, más aun, los incrementan o desvían la atención de quienes queremos
resolverlos. El problema campesino, desprovisto de atención, resalta entre los
principales puntos de su indiferencia. “Ojalá”, afirma Mendizábal, que la Universidad Autónoma
perfeccione e intensifique su acción a favor del campesino y el indígena, para
que su lema vasconceliano: “Por mi raza hablará el espíritu”, que solo interesa
a los privilegiados de la cultura, pueda añadir: “Por mi espíritu y por la
acción de mis investigadores, profesores y profesionistas, mejorarán las
condiciones de vida del venero más potente de nuestra raza, la población
campesina de México”.
Claro, no reflexionó en que la frase no cabría en el escudo
universitario.
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