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Para cuates

 


En nuestro lenguaje mexicano el náhuatl está inmerso en el habla y en las experiencias que vivimos todos los días, mientras hablamos español. Tan solo con acudir al uso de un buen diccionario de mexicanismos, como el publicado por la página: Diccionario breve de mexicanismos de Guido Gómez de Silva, pude obtener muchas enseñanzas sobre  la enorme cantidad de palabras náhoas que los mexicanos conocemos y  usamos.

Hay algunas palabras que llevan a duda, como guarura. El diccionario de mexicanismos arriesga que probablemente viene del rarámuri wa'rura, que significa grande, importante. Son expresiones íntimas de los mexicanos que se usan en todas partes. Chachalacas y chamaqueadas sin ton ni son. Esta es una oferta pinolera, venía pulqueado, te van a sopear, a pepenar y a darte una chicotiza. Se atuzó es una expresión clásica. O ¡llegó muy entacuchado! Mi chilpayate es típico, y qué podemos decir de se petateó. De chimuelo. O bien, una palabra que define nuestra lealtad, le pone nombre: cuate.

Una abundante cantidad de expresiones, unas más conocidas que otras, como el huarache del muerto que los jóvenes de hoy apenas entienden; lo pozolearon, que devino técnica policíaca en interrogatorios, expresiones que indican una cantidad equis de sustancia anecdótica inamovible. “Traía su itacate” habla de una actitud cultural. Si uno dice que se agarraron del chongo, implica que la cosa se puso del cocol.

Los mexicanos no podemos confundirnos frente a un comal, un guacamole; no podemos negar que sabemos el significado de tianguis, tilma, titipuchal, tlachiquero, tlacoyo, tlacuache, tlacuilo, tlapalería, toloache, tomate, tompiate, totol, totopo, tule, tuza, zacate, zapote, zopilote. Los consumimos, los usamos. Ni hablar de nuestros numerosos topónimos: Ixtlacíhuatl, Popocatépetl, Citlaltépetl y Malintzi. Las calles, las colonias, las ciudades y barrios que tienen nombres náhoas. Yo nací en Cuauhtémoc. En Oaxaca, tan solo los municipios llamados Santo Domingo, se apellidan: Chihuitan, Ixcatlan, Nuxaa, Ozolotepec, Petapa, Roayaga, Tehuantepec, Teojomulco, Tepuxtepec, Tlatayapam, Tomaltepec, Tonaltepec, Xagacia, Yanhuitlan, Yodohino y Zanatepec. Ni hablar de los 52 municipios Santa María, los 53 Juanes y 54 Santiagos con apellido náhoa, solo en Oaxaca.

De la a A la Z, lo que se demostró en mi consulta al Diccionario Breve de mexicanismos, de Guido Gómez de Silva, publicado en la red fue que los mexicanos casi hablamos náhuatl.

El náhuatl tiene una notable presencia en el idioma común de los mexicanos, el español, aun en los estados del norte. Palabras náhoas que de alguna forma están incorporadas a la florida lengua castellana que hablamos aquí. Acamaya, achiote, aguacate, ahuehuete, ahuizote, ajolote, amate, amuzgo, ayate, biznaga, cacalote, cacao, caguama, camote, campamocha, capulín, cempasúchil, cenzontle, chahuistle, de origen náhoa incorporadas a mi habla.

No puedo imaginar mi vocabulario, mi propia memoria, sin palabras como chapopote, charal, chicle (sin ella no podría explicar mi juventud), chicozapote (Lulú en Tabasco), chilacayote (Cuernavaca), chilatole (la tarde aquella), chilpachole (no, gracias), chinampa (el eterno Xochi), chipote (varios en mi vida), chipotle (poquito) chiquihuite (como dice Chava Flores: “eso lo será usted”, pero es el nombre de las canastitas tejidas en municipios de la cercana mixteca como Tzicatlacoyan).

Chongo, cocol, comal, copal, coyote, ejote, elote, enchilada, epazote, esquite, estafiate, guaje, guajillo, guajolote, huacal, huachinango, huapango, huarache, huauzontle, huipil, hule, ixtle, jacal, jícama, jícara, jitomate, malacate, matatena, mayate, mecate, memela, metate, mezcal, mezquite, milpa, mixiote, molcajete, molote, palabras que explican una buena parte de mi vida, vocablos que aparecen en la biografía de cualquier mexicano. Y apenas vamos en la M.

Objetos entremezclados con historias, como los moles de nuestras vidas, llenos de anécdotas familiares; los moyotes, como llaman a los zancudos en el norte de México, náhuatl puro; el misterioso nahual, el sabor y la textura del nopal. Las he usado todo el tiempo, son parte de mi vida.

Palabras que se escuchan menos, pero que están ahí como nauyaca (una víbora del Sureste), nixtamal (masa de tortillas), ocelote (un tigrillo), olote (el hueso del elote), otate (¡otate quieto!, pero también lo usan en Tzicatlacoyan para fabricar canastas), oyamel (al parecer una fruta), palanqueta (de cacahuate, por favor), papa, papalote, papaya, pepenador, petacas, petaquilla, petatillo, peyote, pibil,  pinole, pizca, pochote, popotes, popotillo, palabras de abundantes vivencias que nos transmiten a algo más que el uso de un idioma, el náhuatl explica partes importantes de nuestras vidas.


Fotografía del autor.

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