Los tutunakuj actuales, que conocemos como totonacas, viven en una parte del antiguo Totonacapan y se distribuyen entre el norte y el centro de los estados de Puebla y Veracruz. Su número se estima en unos 140,000 habitantes, pero al principio de la conquista eran alrededor de 750,000.
Desde un enfoque lingüístico, entre los tutunakuj se distinguen por lo menos tres variantes. Por sus expresiones culturales, los grupos más importantes son: el de la costa, hasta las estribaciones de la sierra y el de la sierra alta y el de los tutunakuj de la Sierra Norte de Puebla. A pesar de estas diferencias, existen en su cultura muchos rasgos que les unen y que les hacen identificarse como tutunakuj, uno de los cuales es la ceremonia de los voladores.
La geografía de la Sierra Madre Oriental determina el paisaje compartido por totonacos, nahuas y mestizos. La convivencia de estas poblaciones dejó su huella sobre este grupo de tutunakuj, pues el vestido de las mujeres se parece en parte al de las ñhä-ñhüs; los quetchquemitls están tejidos de colores y no bordados como los de Coyutla. Pero el palo del volador, símbolo importante de la cultura totonaca, también está presente en estos pueblos.
En las tres zonas el clima favorece la agricultura tropical, lo que permite dos cosechas anuales de maíz: la de temporal y la tolnamil o de invierno. La dieta básica, como en otras partes de México, comprende maíz, frijol y chile. Además, en algunas áreas de la franja costera se cultiva la tradicional vainilla; la yuca, el camote, la calabaza y frutas como la papaya, el plátano y la naranja. La caña de azúcar tiene cierta importancia en la producción agrícola, así como el café, allí donde la propiedad privada de la tierra lo permite.
Los tutunakuj practican el sistema de roza y quema; siembran con espeque y escardan con machete y azadón. La ganadería extensiva forma parte, a veces significativa, de la economía de algunos tutunakuj que pueden tener un número importante de reses. La pesca, la caza y la recolección contribuyen a la alimentación de estas poblaciones.
En las zonas de la sierra de Puebla los pueblos son relativamente extensos y su número de habitantes alcanza a veces los 3,000 o 4,000, mientras que en las comunidades de la costa rara vez superan los 500 habitantes. Pareciera que en los pueblos de la sierra los antiguos tutunakuj transmitieron una forma de vida "urbana": en los espacios reducidos hay lugar más que para la casa-cocina-habitación y para un temazcal de uso cotidiano entre todos los grupos tutunakuj. En las poblaciones secundarias y primarias de la costa hay alrededor de las casas grandes espacios en donde se crían puercos, guajolotes y pollos en número relativamente grande, y en donde los árboles frutales ofrecen sombra y belleza natural. Estos pueblos están llenos de flores. Las casas, de forma rectangular, están construidas en su mayoría con palma y zacate o con madera. Para el amarre utilizan el bejuco; el piso es de tierra apisonada.
Hoy en día se puede observar una mezcla de las formas antiguas y modernas de gobierno. Prácticamente cada población tutunakuj, al no tener la posibilidad de desarrollar una relación con otras comunidades de la misma cultura, tiene la responsabilidad en este nivel celular de mantener su identidad cultural y lingüística. Así, cada pueblo funciona como si fuera un pequeño estado: tiene sus responsables y su organización internos para cada tipo de actividad, desde los comités del agua potable hasta el de padres de familia para cuidar el buen funcionamiento de la escuela. Lo que quedó en realidad de sus antiguas instituciones es la faena y el terreno comunal, que en ciertas comunidades muy unidas funciona bien y contribuye a la riqueza de su población.
En el poblado de Ixtepec, en la Sierra Norte de Puebla, enfrenté de viva voz los cambios en la mentalidad y en las costumbres de los tutunakuj, que en tan sólo unas décadas han pasado de una vida montaraz y verdaderamente apartada de todo a una sociedad que implora cambios verdaderos. Los visitantes de la ciudad pueden no ver esos cambios sutiles que se tejen en las mentes y en los comportamientos, por eso me puse a entrevistar a la gente local que amablemente me expresó sus pareceres. Uno de ellos, el profesor Miguel Cano García, me hizo un rápido resumen de los últimos cincuenta años:
“Hace muchos años este lugar no es lo que fue antes, hace muchos años Ixtepec fue monte, había poca gente, gente totonaca, gente que vestía una como camisa, un cotón negro largo, que casi llegaba a la rodilla, no usaban calzón, como ahora. De esa manera se vestían. Las mujeres usaban también un huipil de algodón. Todavía hasta hoy hay mujeres que saben hacer una especie de servilletas tejidas de las madejas de hilo, pero son gruesas. Últimamente las ocupan para envolver las tortillas para que no se enfríen. Así vivía la gente, casi desnuda. Las mujeres muchas veces nada más tenían el huipil pero no tenían la camisa, andaban casi al desnudo, se les veían los senos, y los hombres con su cotón. Mestizos había pocos, y llamo mestizos a la gente que habla español. La gente indígena no hablaba español, pues había pocos mestizos. Poco a poco se fue poblando hasta que empezaron a llegar los primeros maestros. En el primer año de primaria, había solamente dos maestros, en un salón. Éramos pocos los alumnos. No tuvimos muchos maestros ni muchas escuelas. La gente estaba muy atrasada.
Yo me fui dando cuenta como comenzaron a llegar más maestros a este lugar, llegaron cinco, seis, y solamente había primaria. Luego llegaron ocho, diez, pero se creó la escuela telesecundaria, luego el jardín de niños. Luego, como la población ha ido creciendo, los maestros de primaria trabajaban hasta con 120 niños, nació otra escuela primaria en la sección del Patux, donde se fundó otra. De ahí se vino la secundaria técnica número 60 que hoy existe, luego fue la preparatoria. La población fue aumentando, más alumnos, más niños que quisieron a estudiar. La policía que eran unos hombres llamados semaneros, obligaban a los padres de familia a enviar a los niños a la escuela. Los maestros eran muy estrictos, siempre usaban la vara. Así, poco a poco, la gente fue aprendiendo español. Mucha de la gente estaba vistiendo el calzón, la camisa, cuando dejó de vestirse el cotón largo. Las mujeres empezaron a cubrirse, aunque andaban descalzas, a diferencia de los hombres, que siempre usaron huaraches. Las mujeres después empezaron a usar calzado de plástico y los hombres las botas de hule o huaraches, como ahora que usan. De esta forma ha ido avanzando el pueblo. Ahora no hay muchos mestizos, lo que predomina son los indígenas, aunque esos indígenas ya van dejando de usar su ropa, como es el calzón, el sombrero y empiezan a usar su pantalón al estilo de los mestizos, y así también empiezan a vestirse las mujeres. ¿De dónde empieza a arrancarse este cambio? De las escuelas. Porque en las escuelas los maestros quieren que los alumnos vistan su pantalón, su calzado; que las mujeres vistan su vestido, su calzado, que se arreglen mejor. Así es como va despareciendo la vestimenta de los indígenas, y actualmente, muchos hablan ya el español, aunque los hay que no”.
En la plaza techada de la población me encontré a Angelina Méndez, estudiante del 6º semestre del bachillerato Octavio Paz en Ixtepec, que aceptó decirme unas palabras. Me interesaba saber su opinión sobre el pasado de Ixtepec y las razones por las que las jóvenes locales ya no quieren usar la ropa tradicional totonaca.
- ¿Qué sabes de la historia de tu comunidad Ixtepec?
- Los abuelos y mis papás me platicaron algunas cosas de la fundación del pueblo. Ixtepec estuvo sometido por los españoles. La mayoría de la gente se olvidó de las costumbres. El pueblo no practica, por ejemplo, la vestimenta de las mujeres y algunas, como estamos estudiando, ya nos da pena portar el traje típico, que es usar unas nahuas, faja y una blusa bordada. A las mujeres preparadas de Ixtepec no les gusta vestirse así. Pero nuestras familias y nuestra propia mamá usan esa vestimenta; el resultado es que también nos da pena andar con nuestra mamá por la calle. A veces no queremos que nuestra mamá se vista así, es la costumbre. Pero en nosotras no es lo mismo, ya cambiamos la forma de vida. Antes era muy diferente.
- ¿Entre más educación reciben los jóvenes, menos quieren a sus raíces?
- A la vez sí, pero a la vez como que no, porque como nosotros estamos estudiando, tenemos otro pensamiento. El idioma totonaco, por ejemplo, se está olvidando, casi no lo practicamos, aunque todavía algunos lo traducen y lo hablan bien. Los jóvenes se van a la ciudad, pero como allá hablan el español se les olvida, y cuando regresan al pueblo quieren hablar el español también. Como que les da pena hablar el tonocaco.
- ¿Qué te gusta de tu pueblo?
- Ojalá hubiera otras instituciones para que los egresados tuvieran una universidad y los jóvenes ya no salieran a otros pueblos a seguir estudiando…
- ¿El gobierno en ese aspecto cumple con su tarea de ayudar a estos pueblos?
- La verdad casi no. Si hubiera otra universidad todos podríamos tener una carrera, desempeñarla en Ixtepec y no salir del pueblo.
Juvencio Rivera Sainos se acercó a ver qué era lo que la amable Angelina, su compañera del 6º semestre del Bachillerato Octavio Paz de Ixtepec, me estaba platicando y quiso darme su versión de las cosas.
- ¿Platícame parte de la historia de Ixtepec?
- Los trabajos de la escuela dicen que el municipio dependía de Hueytlalpan. Pero después se independizó y forma parte del distrito de Zacatlán. La verdad me gusta mi pueblo, y no me importa si se avergüenzan algunas personas, como dicen, de hablar el totonaco. Para mí no es vergonzoso, para mí es un orgullo poder hablar totonaco y escribir poquitas palabras.
- ¿Cómo te gustaría que fuera tu pueblo?
- Me gustaría con más avances, no digo que en comunicación porque ya lo tenemos. Por ejemplo ahorita ya se están metiendo las carreteras; ojalá no sólo se queden en proceso y sigan adelante para tener mejores condiciones para poder transportar productos cosechados en el campo, y no nada más de autoconsumo, porque es importante generar una mini empresa y sobresalir. No nada más es ir a la ciudad en donde dicen que se gana dinero. Aquí en Ixtepec sí nos ponemos a trabajar, a echar a volar más la imaginación también aquí podemos sobresalir.
- ¿El gobierno, en todos sus niveles y en los ámbitos más importantes, cumple con su pueblo?
- Digamos que no cumple. Pero diría que nos apoyan, por ejemplo, con la beca de Oportunidades. Pero desgraciadamente algunos de nosotros no aprovechamos como debe ser, no le tomamos importancia. Y antes no había ese apoyo, y algunas personas me comentaron que para obtener una profesión debieron trabajar. Pero en nuestra actualidad, y hoy en el bachillerato, nos están apoyando cada dos meses con mil pesos o mil 200 pesos, esto de acuerdo al aprovechamiento de nosotros.
- Gracias. Nos vemos.
Me fui caminando hacia las ruinas de un antiguo templo del siglo XVI que están a espaldas del actual templo de la Asunción. El agua estaba por llegar, y no me refiero a la lluvia, que en este sitio es pródiga, sino al agua entubada, que el presidente municipal, tras cincuenta años de haber instalado las tuberías domésticas en un falso sueño que ya es historia, por fin traía de un manantial a treinta kilómetros detrás de las montañas. No sé si cambian o no los habitantes totonacas de esta parte de la Sierra, si sólo se sincretizan sus costumbres con las modas que llegan de la ciudad de Puebla y dan por resultado fenómenos como el abandono del vestido tradicional o el joven de peinado punk y camiseta negra con un Ché Guevara en el pecho que me pidió un cigarro de camino a la iglesia, lo que está claro son sus deseos por mejorar sus vidas, el hambre tecnológica de los jóvenes que imploran por un mejor servicio de Internet. Y ahora con su agua entubada, pues ellos sienten por fin que están pisando la modernidad.
Referencias
Totonacapan, José Luis Marmolejo, Universidad Veracruzana, 1980.
INEGI, XI censo general de población y vivienda 2000
Desde un enfoque lingüístico, entre los tutunakuj se distinguen por lo menos tres variantes. Por sus expresiones culturales, los grupos más importantes son: el de la costa, hasta las estribaciones de la sierra y el de la sierra alta y el de los tutunakuj de la Sierra Norte de Puebla. A pesar de estas diferencias, existen en su cultura muchos rasgos que les unen y que les hacen identificarse como tutunakuj, uno de los cuales es la ceremonia de los voladores.
La geografía de la Sierra Madre Oriental determina el paisaje compartido por totonacos, nahuas y mestizos. La convivencia de estas poblaciones dejó su huella sobre este grupo de tutunakuj, pues el vestido de las mujeres se parece en parte al de las ñhä-ñhüs; los quetchquemitls están tejidos de colores y no bordados como los de Coyutla. Pero el palo del volador, símbolo importante de la cultura totonaca, también está presente en estos pueblos.
En las tres zonas el clima favorece la agricultura tropical, lo que permite dos cosechas anuales de maíz: la de temporal y la tolnamil o de invierno. La dieta básica, como en otras partes de México, comprende maíz, frijol y chile. Además, en algunas áreas de la franja costera se cultiva la tradicional vainilla; la yuca, el camote, la calabaza y frutas como la papaya, el plátano y la naranja. La caña de azúcar tiene cierta importancia en la producción agrícola, así como el café, allí donde la propiedad privada de la tierra lo permite.
Los tutunakuj practican el sistema de roza y quema; siembran con espeque y escardan con machete y azadón. La ganadería extensiva forma parte, a veces significativa, de la economía de algunos tutunakuj que pueden tener un número importante de reses. La pesca, la caza y la recolección contribuyen a la alimentación de estas poblaciones.
En las zonas de la sierra de Puebla los pueblos son relativamente extensos y su número de habitantes alcanza a veces los 3,000 o 4,000, mientras que en las comunidades de la costa rara vez superan los 500 habitantes. Pareciera que en los pueblos de la sierra los antiguos tutunakuj transmitieron una forma de vida "urbana": en los espacios reducidos hay lugar más que para la casa-cocina-habitación y para un temazcal de uso cotidiano entre todos los grupos tutunakuj. En las poblaciones secundarias y primarias de la costa hay alrededor de las casas grandes espacios en donde se crían puercos, guajolotes y pollos en número relativamente grande, y en donde los árboles frutales ofrecen sombra y belleza natural. Estos pueblos están llenos de flores. Las casas, de forma rectangular, están construidas en su mayoría con palma y zacate o con madera. Para el amarre utilizan el bejuco; el piso es de tierra apisonada.
Hoy en día se puede observar una mezcla de las formas antiguas y modernas de gobierno. Prácticamente cada población tutunakuj, al no tener la posibilidad de desarrollar una relación con otras comunidades de la misma cultura, tiene la responsabilidad en este nivel celular de mantener su identidad cultural y lingüística. Así, cada pueblo funciona como si fuera un pequeño estado: tiene sus responsables y su organización internos para cada tipo de actividad, desde los comités del agua potable hasta el de padres de familia para cuidar el buen funcionamiento de la escuela. Lo que quedó en realidad de sus antiguas instituciones es la faena y el terreno comunal, que en ciertas comunidades muy unidas funciona bien y contribuye a la riqueza de su población.
En el poblado de Ixtepec, en la Sierra Norte de Puebla, enfrenté de viva voz los cambios en la mentalidad y en las costumbres de los tutunakuj, que en tan sólo unas décadas han pasado de una vida montaraz y verdaderamente apartada de todo a una sociedad que implora cambios verdaderos. Los visitantes de la ciudad pueden no ver esos cambios sutiles que se tejen en las mentes y en los comportamientos, por eso me puse a entrevistar a la gente local que amablemente me expresó sus pareceres. Uno de ellos, el profesor Miguel Cano García, me hizo un rápido resumen de los últimos cincuenta años:
“Hace muchos años este lugar no es lo que fue antes, hace muchos años Ixtepec fue monte, había poca gente, gente totonaca, gente que vestía una como camisa, un cotón negro largo, que casi llegaba a la rodilla, no usaban calzón, como ahora. De esa manera se vestían. Las mujeres usaban también un huipil de algodón. Todavía hasta hoy hay mujeres que saben hacer una especie de servilletas tejidas de las madejas de hilo, pero son gruesas. Últimamente las ocupan para envolver las tortillas para que no se enfríen. Así vivía la gente, casi desnuda. Las mujeres muchas veces nada más tenían el huipil pero no tenían la camisa, andaban casi al desnudo, se les veían los senos, y los hombres con su cotón. Mestizos había pocos, y llamo mestizos a la gente que habla español. La gente indígena no hablaba español, pues había pocos mestizos. Poco a poco se fue poblando hasta que empezaron a llegar los primeros maestros. En el primer año de primaria, había solamente dos maestros, en un salón. Éramos pocos los alumnos. No tuvimos muchos maestros ni muchas escuelas. La gente estaba muy atrasada.
Yo me fui dando cuenta como comenzaron a llegar más maestros a este lugar, llegaron cinco, seis, y solamente había primaria. Luego llegaron ocho, diez, pero se creó la escuela telesecundaria, luego el jardín de niños. Luego, como la población ha ido creciendo, los maestros de primaria trabajaban hasta con 120 niños, nació otra escuela primaria en la sección del Patux, donde se fundó otra. De ahí se vino la secundaria técnica número 60 que hoy existe, luego fue la preparatoria. La población fue aumentando, más alumnos, más niños que quisieron a estudiar. La policía que eran unos hombres llamados semaneros, obligaban a los padres de familia a enviar a los niños a la escuela. Los maestros eran muy estrictos, siempre usaban la vara. Así, poco a poco, la gente fue aprendiendo español. Mucha de la gente estaba vistiendo el calzón, la camisa, cuando dejó de vestirse el cotón largo. Las mujeres empezaron a cubrirse, aunque andaban descalzas, a diferencia de los hombres, que siempre usaron huaraches. Las mujeres después empezaron a usar calzado de plástico y los hombres las botas de hule o huaraches, como ahora que usan. De esta forma ha ido avanzando el pueblo. Ahora no hay muchos mestizos, lo que predomina son los indígenas, aunque esos indígenas ya van dejando de usar su ropa, como es el calzón, el sombrero y empiezan a usar su pantalón al estilo de los mestizos, y así también empiezan a vestirse las mujeres. ¿De dónde empieza a arrancarse este cambio? De las escuelas. Porque en las escuelas los maestros quieren que los alumnos vistan su pantalón, su calzado; que las mujeres vistan su vestido, su calzado, que se arreglen mejor. Así es como va despareciendo la vestimenta de los indígenas, y actualmente, muchos hablan ya el español, aunque los hay que no”.
En la plaza techada de la población me encontré a Angelina Méndez, estudiante del 6º semestre del bachillerato Octavio Paz en Ixtepec, que aceptó decirme unas palabras. Me interesaba saber su opinión sobre el pasado de Ixtepec y las razones por las que las jóvenes locales ya no quieren usar la ropa tradicional totonaca.
- ¿Qué sabes de la historia de tu comunidad Ixtepec?
- Los abuelos y mis papás me platicaron algunas cosas de la fundación del pueblo. Ixtepec estuvo sometido por los españoles. La mayoría de la gente se olvidó de las costumbres. El pueblo no practica, por ejemplo, la vestimenta de las mujeres y algunas, como estamos estudiando, ya nos da pena portar el traje típico, que es usar unas nahuas, faja y una blusa bordada. A las mujeres preparadas de Ixtepec no les gusta vestirse así. Pero nuestras familias y nuestra propia mamá usan esa vestimenta; el resultado es que también nos da pena andar con nuestra mamá por la calle. A veces no queremos que nuestra mamá se vista así, es la costumbre. Pero en nosotras no es lo mismo, ya cambiamos la forma de vida. Antes era muy diferente.
- ¿Entre más educación reciben los jóvenes, menos quieren a sus raíces?
- A la vez sí, pero a la vez como que no, porque como nosotros estamos estudiando, tenemos otro pensamiento. El idioma totonaco, por ejemplo, se está olvidando, casi no lo practicamos, aunque todavía algunos lo traducen y lo hablan bien. Los jóvenes se van a la ciudad, pero como allá hablan el español se les olvida, y cuando regresan al pueblo quieren hablar el español también. Como que les da pena hablar el tonocaco.
- ¿Qué te gusta de tu pueblo?
- Ojalá hubiera otras instituciones para que los egresados tuvieran una universidad y los jóvenes ya no salieran a otros pueblos a seguir estudiando…
- ¿El gobierno en ese aspecto cumple con su tarea de ayudar a estos pueblos?
- La verdad casi no. Si hubiera otra universidad todos podríamos tener una carrera, desempeñarla en Ixtepec y no salir del pueblo.
Juvencio Rivera Sainos se acercó a ver qué era lo que la amable Angelina, su compañera del 6º semestre del Bachillerato Octavio Paz de Ixtepec, me estaba platicando y quiso darme su versión de las cosas.
- ¿Platícame parte de la historia de Ixtepec?
- Los trabajos de la escuela dicen que el municipio dependía de Hueytlalpan. Pero después se independizó y forma parte del distrito de Zacatlán. La verdad me gusta mi pueblo, y no me importa si se avergüenzan algunas personas, como dicen, de hablar el totonaco. Para mí no es vergonzoso, para mí es un orgullo poder hablar totonaco y escribir poquitas palabras.
- ¿Cómo te gustaría que fuera tu pueblo?
- Me gustaría con más avances, no digo que en comunicación porque ya lo tenemos. Por ejemplo ahorita ya se están metiendo las carreteras; ojalá no sólo se queden en proceso y sigan adelante para tener mejores condiciones para poder transportar productos cosechados en el campo, y no nada más de autoconsumo, porque es importante generar una mini empresa y sobresalir. No nada más es ir a la ciudad en donde dicen que se gana dinero. Aquí en Ixtepec sí nos ponemos a trabajar, a echar a volar más la imaginación también aquí podemos sobresalir.
- ¿El gobierno, en todos sus niveles y en los ámbitos más importantes, cumple con su pueblo?
- Digamos que no cumple. Pero diría que nos apoyan, por ejemplo, con la beca de Oportunidades. Pero desgraciadamente algunos de nosotros no aprovechamos como debe ser, no le tomamos importancia. Y antes no había ese apoyo, y algunas personas me comentaron que para obtener una profesión debieron trabajar. Pero en nuestra actualidad, y hoy en el bachillerato, nos están apoyando cada dos meses con mil pesos o mil 200 pesos, esto de acuerdo al aprovechamiento de nosotros.
- Gracias. Nos vemos.
Me fui caminando hacia las ruinas de un antiguo templo del siglo XVI que están a espaldas del actual templo de la Asunción. El agua estaba por llegar, y no me refiero a la lluvia, que en este sitio es pródiga, sino al agua entubada, que el presidente municipal, tras cincuenta años de haber instalado las tuberías domésticas en un falso sueño que ya es historia, por fin traía de un manantial a treinta kilómetros detrás de las montañas. No sé si cambian o no los habitantes totonacas de esta parte de la Sierra, si sólo se sincretizan sus costumbres con las modas que llegan de la ciudad de Puebla y dan por resultado fenómenos como el abandono del vestido tradicional o el joven de peinado punk y camiseta negra con un Ché Guevara en el pecho que me pidió un cigarro de camino a la iglesia, lo que está claro son sus deseos por mejorar sus vidas, el hambre tecnológica de los jóvenes que imploran por un mejor servicio de Internet. Y ahora con su agua entubada, pues ellos sienten por fin que están pisando la modernidad.
Referencias
Totonacapan, José Luis Marmolejo, Universidad Veracruzana, 1980.
INEGI, XI censo general de población y vivienda 2000
Saludos paisanos yo soy de la sierra norte de Pue de un lugar que se llama Bienvenido H.G y la verdad estoy muy orgulloso de ser de alla saludos......
ResponderEliminarLa berdad muy bonitas palabras las que lei arriba de toda esa gente trabajadora que dia a dia lucha por tener un futuro mejor..
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