Cuarta entrega del trabajo de campo realizado en las
sierras de Puebla, Veracruz y Oaxaca, a propósito de la educación indígena.
6 de junio de 2011
Para llegar a la Escuela Primaria
de enseñanza bilingüe “Aquiles Serdán” de Tejería, en el municipio de Pantepec,
Puebla, es necesario ir de Huauchinango a Xicotepec de Juárez –o Villa Juárez,
como la llaman aún los mayores-, sigue uno por Villa Ávila Camacho, luego
Apapantla, Agua Linda y finalmente se arriba a las inmediaciones de Pantepec.
Antes de llegar a la cabecera municipal, se toma un camino de terracería, a la
derecha, rumbo a Tejería.
Este municipio poblano se
encuentra en el declive septentrional de la Sierra Norte de Puebla y mira hacia
la llanura costera del Golfo de México, lo cruzan dos enormes complejos
montañosos divididos por el río Pantepec que lleva sus abundantes aguas para
depositarlas en el río Tuxpan.
El clima, el sol, la humedad
de esta zona de México facilita la producción de muchos cultivos y frutos, pero
destacan el maíz, el frijol, el trigo, el cacahuate y el café; se cultivan
hortalizas como calabacita y chile verde, en tanto que abundan huertas de
mango, piña, aguacate, plátano, lima y limón. Por eso más del 80 % de la
población se dedica a la agricultura.
En la comunidad tutunakú de
Tejería, de unos 500 habitantes, nos recibe el orgulloso maestro Miguel
Santiago María, director de la escuela, y nos acomodamos a la sombra de un
enorme árbol, rodeado por un muro de sesenta centímetros, que es el centro de
reunión de los recreos, de las juntas de madres de familia e improvisado
comedor comunitario. Sobre el muro, uno de los maestros explica las bondades de
la limpieza y la organización comunitaria, secundado minutos después por una
madre de familia que hace lo propio, con singular elocuencia, desde su
perspectiva doméstica. Una vez despejada el área, en dos sillas traídas a
propósito, el director Santiago María me explica los pormenores de su actividad
docente y el profesor Miguel Luis Aparicio me da una brillante descripción de
la enseñanza, no solo de la formalidad académica, sino de una cosmovisión
largamente vilipendiada y combatida por las tendencias reaccionarias de la educación.
Profesor
Miguel Santiago María, director de la Escuela “Aquiles Serdán”
Comunidad
totonaca de Tejería, Municipio de Pantepec, Pue.
El nombre de la comunidad es
Tejería, pertenece al municipio de Pantepec, Puebla. El nombre de la escuela es
Aquiles Serdán. Mi nombres es Miguel Santiago María, estoy a cargo de la
escuela, soy el director comisionado, llevo un año de dar mi servicio aquí.
En primera, pues la opción o
la oportunidad, porque yo hablo la lengua indígena totonaca, y eso es lo que me
facilitó para presentar examen en Huauchinango y, posteriormente, los que
aprobaban tuvieron cita en la ciudad de Puebla. Yo hablo totonaca porque es la
raíz de mis papás, de mi mamá, de mi familia y siempre he practicado la lengua
indígena.
Soy parte de la educación indígena, mis primeros maestros lo fueron,
estudié aquí y por suerte doy mi servicio aquí también. La comunidad tiene
cuarenta y dos años desde que se fundó y la escuela lleva treinta y dos años
con su sistema de educación indígena, de maestros bilingües, hablantes del
totonaco.
Como no hay referencias, yo
les doy ideas a los niños: “si ustedes quieren ser maestros o futuros
ciudadanos que tengan más espacios, deben de valorar su lengua, deben de
valorar su cultura, porque el que habla dos lenguas tiene más oportunidad de
participar, quizás en las empresas o en otro lado”. Aquí hubo un joven que tuvo
la oportunidad de estar en Colombia, porque la comunidad pertenece a una
organización que la está apoyando con el bambú. Entonces trabajaron con los jóvenes
de la prepa para ponerles su conejo, su panadería y su invernadero, pero fue un
fracaso porque no había experiencias. Pero dentro de esa organización, un joven
de la prepa tuvo esa oportunidad de irse a Colombia, porque el joven de
preparatoria, que domina una lengua indígena igual, tuvo esa opción. Entonces
les hago ver a los pequeños de primaria: “vean a este muchacho, por dominar una
lengua, no solo el español, tuvo esa oportunidad, digamos, de volar -porque yo
nunca he tenido la oportunidad de volar ni a México, ni siquiera a Poza Rica- y
se fue muy lejos”. Regresó y nos explicó y comentó de su experiencia. Eso fue a
raíz de su dominio de dos lenguas. Fue a dar una conferencia sobre la
importancia de la lengua indígena.
En primera, hay competencias,
hay retos, hay críticas, entonces nosotros seguimos defendiendo nuestro
sistema, nuestra escuela es lo mejor para nosotros. Cada quien defiende su
escuela. Por ser bilingüe, los alumnos se dan cuenta a través del libro de
atlas, a través del libro de geografía universal y a través de Internet, se dan
cuenta que las lenguas existen, entonces hay que seguir valorando la nuestra.
Claro que si nuestras mamás, nuestros abuelos, dejan de platicar a sus hijos y
a sus nietos, contribuyen a que se pierda. No será ni el Estado ni nadie el que
venga a acabar con nuestra cultura, los mismos papás jóvenes son quienes van a
hacer que la lengua se vaya perdiendo, se vaya opacando. Deben tener mucha
conciencia los papás jóvenes, porque son ellos los que nos deben de dar fuerza
para que la lengua se vaya conservando, porque los abuelos se van acabando,
cuando un abuelo muere se pierde una parte de la lengua de una familia.
Entonces los que nos pueden respaldar son los papás jóvenes, para que pueda
prevalecer nuestra cultura, nuestra lengua.
Entre los obstáculos de
nuestro sistema de enseñanza, el papel más importante es el que hacen algunos
de los papás jóvenes que ya casi no platican con sus hijos en la lengua
materna, ese es un primer reto. A través de pláticas les decimos: “son ustedes
mismos responsables que sus hijos vayan perdiendo la lengua, que se hable nomás
en español.” Otro obstáculo enorme es el de la tecnología, la computadora, el
Internet, la televisión, los medios, la publicidad, todo está en puro español o
está en inglés. Eso es lo que nos está opacando, nos está dominando, eso es. La
publicidad nos está opacando, por eso nosotros, como escuela, tratamos de hacer
publicidad, digamos, local, porque no podemos meternos más allá, porque
implicaría otros gastos. Y con la ayuda del Ayuntamiento, que nos va a
respaldar con carteles, con lonas, con bardas, al igual que con anuncios como
rutas de evacuación, de bienvenida, mensajes sociales y centros recreativos en
nuestro idioma, pensamos luchar contra eso, para que la gente que venga también
tenga una probada de nuestro idioma. Nuestro nombre dice “educación indígena”,
“educación bilingüe” y no se ve.
Con las clases los niños
responden, las actividades escolares ayudan a que la comunidad se meta en la
cultura local, que es lo que ha faltado. La cultura que estamos impulsando es
no quemar los plásticos, tratar de reciclar y venderlo, generar algo de monedas
para necesidades de la escuela como papel, marcadores, en algo nos va a servir.
Esa actividad es la que están haciendo los pequeños.
Bueno, en el caso de sexto
grado, como solo somos tres maestros, en cada actividad se escoge un tema;
digamos, ahorita, es sobre la basura: cómo concentrar la basura, luego se
clasifica: nombres, tipos, entonces todo lo hacemos en totonaco. Hay niños que
no entienden muy bien el totonaco, se le dan instrucciones. Pero sí se llega a
meter el español como aclaración. También me da mucho gusto con el curso que
recibimos en Puebla, el de parámetros, que lleva el maestro Miguel Luis, donde
se ve que hay más futuro, hay más esperanzas con los niños de primero y
segundo, porque como están empezando, a pesar de que la lengua es de aquí, para
ellos es una novedad porque a la mayoría les hablan en sus casas en español.
Pero la actividad en lengua indígena, para mí no es problema porque yo lo hablo
y la mayoría de los niños lo hablan, pero casi no lo quieren escribir, o al
revés, y eso es un problema, son las consecuencias o son los retos que tenemos
que superar.
A veces vemos otra clase de
problemas y les hablo a las mamás para señalarles dónde está el problema. Así,
entre ambos, con la ayuda de ustedes, vamos a superar el problema, vamos a
solucionarlo, porque aquí todas las mamás, todas las familias, hablan el idioma
tutunakú.
Otra actividad es la
elaboración de libros. A través de la organización del supervisor se
distribuyeron temas, a nosotros nos tocó variedades de camotes, entonces los
alumnos hicieron una investigación, sacaron variedades de camotes, se tomaron
fotos, se fueron armando y ahí están los libritos de los niños que se van a
quedar en la biblioteca como parte de una actividad. Como nos decía el maestro
Arturo, si nosotros somos la educación indígena, debe haber sustento en la
biblioteca, debe haber memoria, porque los abuelos saben mucho, pero no les
preguntamos, o si les preguntamos no lo escribimos, entonces se nos está
escapando la biblioteca. Algo importante, y qué bueno que a través de la visita
de usted nos sentimos más estimulados, porque cuando viene gente importante,
como es el caso de ustedes, o en el caso de otras visitas que tuvimos el
viernes, a la gente le da gusto, qué bueno que somos tomados en cuenta, porque
aparentemente dicen: “no, Tejería es un pueblo pequeño, quién lo conoce, quién
lo sabe”; pero les digo, si ustedes van al Internet, buscan Tejería en
Internet, le dan clic, ahí está Tejería.
El vestido tradicional se está
perdiendo. Hay una sola persona, que es mi tía, es la única persona que porta
tu traje típico. Ya no hay. Mi papá así era, tengo una foto, pero hoy mi tía es
la única que porta su ropa indumentaria. Les digo a los niños: “vean, nosotros
mismos acabamos con nuestra cultura, el mismo sistema”. Mi esposa me decía: por
qué no se platica con los alumnos, con los padres de familia, que todos porten
en vez de pants, que se pusieran su calzoncito tradicional de manta para hacer
ejercicio. Sería mejor. Eso está pendiente, revalorar de nuevo y revivir la
indumentaria, porque nos queda solamente un por ciento del total del pueblo.
Nosotros hemos participado en eventos, yo tengo mi traje típico, pero… hay un
pero. No lo porto porque estoy más cómodo así, nos acostumbraron desde
pequeños, pantalón, zapatos. Pero nunca es tarde para empezar.
En el caso de nosotros, de los
que hemos aprendido del campo, tenemos cierta relación con la naturaleza, la mayoría
de los niños saben de la siembra, eso es una herencia de los abuelos, la
selección de semillas, cuándo se va a limpiar el montecito para sembrar el
maíz; todos esos valores de nuestros abuelos, los niños aún los tienen en el
corazón, en la mente. Yo es lo que veo, porque aman a la naturaleza y conviven
con los abuelitos. Por ejemplo, cuando hay un difuntito, digamos, ahí están, yo
pienso que ahí es donde todavía se está demostrando ese valor cultural, porque
hay otros lugares donde no, el trasporte por ejemplo, ahora los llevan en
carro, pero antes no, los llevaban en el hombro. Ahora lo llevan en camioneta,
como que se va perdiendo por ese lado; pero del sentir humano, del afecto, de
la convivencia, pues yo veo que no se ha perdido, lo único que se ha
modernizado es el transporte, es más rápido, menos peso; pero en la
convivencia, yo veo que ahí no se ha perdido nada. En otro caso, vemos que las
mamás van a traer sus taquitos después de la jornada que están haciendo por lo
limpieza de la comunidad, y conviven, o sea “de traje”, y es bonito. Pero a
veces hay otros momentos donde el niño trae el taquito pero es para él, no
comparte, y eso no se inculca aquí, pues si traes cinco taquitos, debes
compartir. Eso también yo siento que son valores que desde la familia se les
han inculcado, porque ese afecto de familia, ese afecto de compañerismo no se
debe de perder. ¿Quién nos va a valorar más que nosotros? Como vecinos, somos
un pueblo pequeño y por eso es cuando se debe de estar más unido, porque todo
eso perjudica otras situaciones, como la política, pero eso los niños todavía
no lo ven. Los adultos quizás sí lo observan, pero ese es el detalle. Ahorita
se fueron todos a limpiar al río, en grupo todavía hay solidaridad. Eso es muy
importante para nosotros, de manera personal para mí, y a nombre de mis
compañeros que trabajan aquí, que también dominan la lengua indígena, también
aman su trabajo, porque es nuestro sustento, de él vivimos, gracias a la lengua
indígena. Eso es lo que a mí me hizo incorporarme al sistema.
Nosotros tenemos el rescate de
nuestra cultura como proyecto. No lo tenemos por escrito, solamente es un
enunciado de rescate de nuestra cultura, lo tenemos en mente pero no lo hemos
armado. Si no escribimos, puede haber muchas cosas en la comunidad, pero
mientras no se escribe, no existe nada. El tiempo se va pasando, y el día de
mañana a los maestros nos cambian, somos rotativos, ya estamos en otra escuela,
allá el proyecto puede ser otro, entonces las cosas se pierden.
Un proyecto más grande es lo
que ha faltado, pero nunca es tarde para plasmarlo y para escribirlo, porque yo
creo que eso es importante y a través de ese documento, de ese escrito, si llegara
a existir, gente como usted vería que ese texto viene de Tejería y se dará
cuenta de que coincide con lo que dice el director, como que se asemeja, hay
una congruencia con lo que dice después de una visita ocular como la que están
haciendo ustedes.
Lo que estamos viendo más de
cerca es la escritura, eso es permanente, se escribe, hay textos de los niños
sobre su vida; lo escrito es como ver a los niños directo. Algo importante
también es la etnomatemática; por ejemplo, el comercio, el rollo, digamos de
cilantro; un rollo, son diez pesos. Porque no dicen “medio kilo”, aquí es por
rollo, el rollo es lo de la comunidad; por ejemplo, un montón de mangos son
diez pesos, ¿por qué no un kilo?, no, por montoncito, si va al mercado todo es
por báscula, ahí no se regala ni un gramo, son exactos. Al contrario, ahí te
roban, pero aquí todavía, para vender, es por rollos, por montoncito o por
puños, así se acostumbra vender las cositas. Por ejemplo, una familia vende su
pollo, ochenta pesos, y no lo pesan, porque si lo pesan entran los cuartos,
medios, y ahí no se pierde nada; o sea, el comerciante que maneja números no
pierde nada, y en el caso de la comunidad todavía como que le regala un
poquito. Yo pienso que eso también es muy importante, los niños lo saben, pero
no va escrito. Por eso, a través del impulso de la escritura, con la ayuda de
papás, hacer una antología sobre el comercio y dejarla aquí en la dirección,
para mí eso es importante.
En esta escuela yo convivo con
mis hijos, con mis primos, con mis alumnos, y ellos son más como mi familia. Yo
aquí tengo a mis hijos, a mis sobrinos, es una escuela familiar.
Prof.
Miguel Luis Aparicio
Escuela
“Aquiles Serdán” de Tejería, Municipio de Pantepec, Puebla.
Mi nombre es Miguel Luis
Aparicio, trabajo en la zona escolar número 307 de Pantepec, con sede oficial
el Pantepec, Puebla; llevo 21 años de servicio, actualmente tengo 43 años y me
desempeño como asesor técnico pedagógico en esta zona.
Para que la educación sea
bilingüe, en primera, tomamos en cuenta la lengua materna de los niños, en
estos lugares la lengua predominante es el tutunakú, que en español le llamamos
totonaco. Para abordar una educación bilingüe empezamos con su lengua materna,
para que las instrucciones y toda la clase y la comunicación con los niños sea
factible. Porque si nosotros llegamos hablándoles en español y ellos hablan
tutunakú, la verdad no hay comunicación, cada quien habla su propio lenguaje y
no hay esa comunicación que uno quisiera. Pero si nosotros llegamos al aula hablando
su lengua materna la cosa cambia, de igual forma abordamos los contenidos del
programa en su lengua. En el caso de un servidor, estamos trabajando en el
diseño de proyectos didácticos en tutunakú; en esos proyectos didácticos el
punto de partida es la lengua. Entonces iniciamos los proyectos didácticos a
nivel de lengua, están hechos ya los del primer ciclo, ya están terminados,
entonces esto se inicia con el nombre propio y se hacen ya cuando estamos
trabajando la clase en lengua indígena. La clase es cien por ciento en tutunakú
pero, para que el alumno transite de su lengua al español, el español no se
deja a un lado, sino que se le enseña al alumno. Después de que tiene su clase
de tutunakú pasa a su otra clase, que es la enseñanza del español como segunda
lengua. En esa clase los alumnos aprenden a decir: “yo me llamo Juan, yo me
llamo Pedro”. Conocen a los maestros, conocen a la escuela en español. Todo ese
trabajo se da en el primer bimestre, en el segundo bimestre los alumnos
empiezan a trabajar el álbum de letras para los de primer grado. Y para los de
segundo trabajan el álbum personal. Y cuando ya empezamos a trabajar eso, los
chicos conversan en su lengua y también van aprendiendo conceptos del español,
porque hay algunos conceptos que no existen en su lengua y tienen que decirse
en español, o en inglés, como es el caso del Internet. Y claro, nos regimos en
una norma de escritura.
Las
matemáticas. En estos últimos tiempos tenemos un buen
avance en cuanto a las normas de escritura del idioma tutunakú, dónde están las
reglas, cómo se debe escribir, por ejemplo, cuando estamos hablando de objetos
en matemáticas. Hay clasificadores numerales en tutunakú. Cuando es español
contamos: uno, dos tres, cuatro, cinco… no tenemos problemas, pero cuando estamos
en la clase de tutunakú y el maestro no es hablante de la lengua tutunakú,
enfrenta problemas, porque en tutunakú hay clasificadores numerales, en
tutunakú no puedo decir “un árbol”, en
tutunakú digo “una planta de árbol”; o digo: una vara, o un poste, pero no lo
digo igual que como lo digo en español. Cuando digo “ese es un poste”, en
tutunakú, digo: “eso que vemos allá está largo y es un poste”. O sea, como que
vemos todo demasiado descriptivo. Entonces, cuando contamos cosas esféricas,
contamos de manera diferente, decimos: “lakatil”, o cuando contamos hojas de
papel, decimos “ojtil”. En el tutunakú es muy importante que el maestro sepa y
conozca los clasificadores generales porque, si no, no va a poder dar su clase
de matemáticas, porque el alumno, en lugar de entenderlo de manera clara, se va
a confundir. También lo aprenden en español, cuando el maestro ve que el alumno
lo ha aprendido en tutunakú, entonces se cuenta todo en español, de otra
manera.
Por ejemplo, en la clase de
tutunakú, cuando se trata de dar órdenes, vamos a pensar que a un alumno le
decimos: “ve a la dirección a traer el
reloj”, así lo decimos en español, de manera muy general, ve por el reloj, pero
no le decimos en qué parte precisa está el reloj. En tutunakú le vamos a decir:
“niño, ve a la dirección y me traes el reloj que está en la pared de color
azul”. Entonces el niño va, ve la pared y ahí está. O le decimos que busque el
martillo, le decimos: “hijo, ve por el martillo, que está debajo de la mesa en
la cocina”; o sea, el tutunakú es específico, es directo.
Ahora vamos a pensar en la
poesía, que en tutunakú se describe tal cual es, como que es más realista. Por
ejemplo, nos vamos a una poesía antigua en español, vemos como que hay
demasiada metáfora; en lengua no hay mucha metáfora, es directa. No necesita
metáforas porque se va directo. Claro, hay algunas metáforas, pero aquí la luna
es la luna, y el árbol, árbol; es muy descriptivo y directo.
Hay diferencias porque en
cuanto, por ejemplo, a los pronombres, pueden ir juntos al sustantivo, o sea,
ir como si fueran prefijos; en cambio, en español forzosamente hay que tenerlos
aparte; en la lengua tutunakú se junta el pronombre personal con el sustantivo
o el adjetivo, lo que le da dinámica. Hay cosas que se dicen en tutunakú que en
español no es fácil explicar. Por ello es que en estos últimos tiempos le
estamos apostando mucho a la alfabetización inicial en lengua tutunakú. Claro,
para los hablantes en lengua tutunakú. Algunos niños llegan en tutunakú y otros
llegan en español, como el 50 y 50. La edad de los padres es muy importante,
con padres más jóvenes los hijos hablan español, en padres más grandes o con
abuelos, los niños hablan tutunakú.
Hay un proyecto específico a
nivel nacional, estamos trabajando la asignatura en lengua tutunakú; en la zona
el año pasado lo trabajamos a nivel piloto, este año ya lo estamos trabajando
en su etapa de generalización, pero es un primer intento, pues cuando ya se
habla de generalización tenemos muchos pros y muchos contras. A veces, cuando
se va a la generalización, es más difícil. Abarcar como asesor técnico, pues,
dar seguimiento a una escuela y a otra, a uno le implica mucho desplazamiento.
Por ejemplo, en mi caso, que estoy llevando la generalización tutunakú en mi zona,
entonces igual tengo que coordinarme con la parte regional y yo soy el asesor
en la parte regional y en mi zona. O sea que se me duplica el trabajo.
Entonces, si aquí están trabajando el tercer proyecto, en la escuela de Ejido
Cañada también deben de estar trabajando el tercer proyecto, pero a veces los
tiempos, las características de los alumnos no son iguales, hay alumnos que
avanzan muy rápido y hay otros que avanzan muy lento.
El obstáculo serían aquí los
estilos de enseñanza de los profesores, porque ha habido de profesores a
profesores, hay profesores que todavía gustan de trabajar al estilo
tradicional, en lo que siempre se ha enseñado: los niños en fila, calladitos y
en todo momento se la quieren pasar explicando. Entonces, pobres niños, pues están
sentaditos todo el día. Y hay otros en donde ya empieza a meterse la
innovación, trabajan por equipos, exponen, hacen paneles, los alumnos como que
se ponen más activos. Entonces depende mucho del estilo de enseñanza de cada
profesor. Otro de los obstáculos es la distribución del tiempo; a veces, cuando
un maestro es tradicionalista planea, pero como que todo es expositivo, a veces
se lleva mucho tiempo en estar exponiendo, se explaya, porque el conocimiento
está centrado en él, él es quien posee el conocimiento y por lo tanto él debe
dárselo a los chiquillos. Y cuando el conocimiento se centra en los alumnos el
maestro solo coordina, tiene que coordinar actividades, está ahí apoyando. Para
mí, con el trabajo que estamos haciendo con la generalización de la asignatura
tutunakú, la segunda opción es más factible. De hecho, los proyectos didácticos
están hechos bajo ese enfoque, donde los maestros reciben su libro para el
maestro y ahí vienen descritas las actividades bien pensadas para que se
trabajen de manera individual, por equipos, por exposición, pero hechos por los
alumnos, en ningún momento por el maestro. El maestro solo está allí para
apoyar, para guiar, para animar a los estudiantes, él se convierte en tutor del
aprendizaje.
Visión
del mundo. Los niños, cuando son hablantes tutunakú, traen una visión
del mundo. La visión de mundo que traen desde sus casas es diferente a la de
los niños que hablan español, entonces
lo que estamos haciendo aquí es que esos niños conserven su lengua, pero al
mismo tiempo conserven su cultura, su forma de entender el mundo, el universo y
su relación con la naturaleza, porque el niño que habla español, su forma de
ver el mundo es diferente, él se va a la tecnología, los adelantos
tecnológicos; el niño que habla tutunakú vive pensando en otras cosas, el niño
tutunakú ve el agua y sabe que al agua hay que respetarla, las siembras, el
maíz, todo merece un respeto. El niño tutunakú no es dueño de la tierra, es
parte de la tierra, él pertenece a esa naturaleza; en cambio, el que es
hablante en español dice: “ese terrenito que ves ahí es de mi papá y también es
mío, todo lo que sale de ahí es mío, el dinero que salga de ahí es mi dinero”.
En cambio, el niño tutunakú no viene pensando en dinero, está pensando en la
tierra misma, en él pero como parte de ella, él cuida todo lo que hay ahí, él
no lo destruye, no viene pensando en destruir. Esa es la parte fundamental que
estamos trabajando, que estamos tomando en cuenta, retomar la cosmovisión de
ellos para que, al mismo tiempo, cuando ya sean grandes, comparen esas
cosmovisiones. No quiere decir que van a desvalorar lo que ellos tienen ni que
van a rechazar todo lo que hace la gente que habla español, sino que va a ser
una mejor forma de entender el mundo.
Lo que más me ha gustado.
Llevo tres años en este programa; en un principio, cuando comencé, lo veía yo
demasiado utópico, lo que me parecía realizable era enseñar a leer y escribir
en lengua, solamente, pero ahora estoy viendo que va más allá, que después de
haberle entrado a este programa estoy encontrando que los niños se valoran más.
Cuando hacen su álbum personal es lo que más me ha impactado. Les digo a los
niños: “regálame tu álbum”. “No, maestro, es que es mío, no se lo puedo
regalar, me dio trabajo hacerlo y ahí dice muy bonito todo lo que yo he hecho
desde que nací”. Y me lo dicen en tutunakú. Son los primeros esbozos de hacer
un libro personal, pero ellos están entrando también a la cultura del libro. No
es fácil que las culturas indígenas entren a la cultura del libro en su propia
lengua. Porque el álbum que están haciendo es en su propia lengua. Y luego,
claro, aquí hay algo bien importante, para que los niños lo hagan, el maestro,
antes de decirles que ellos van a hacer un álbum personal, él ya debe llevar un
álbum personal hecho, él debe narrar su vida para que ellos lo vean. “Esto es
cuando yo era bebé…”, y así se va narrando en lengua tutunakú. Y los niños se
entusiasman y se dan cuenta de quién es verdaderamente su profesor, se dan
cuenta que su maestro también es alguien que salió de la comunidad, pero que
ahora es profesor y es quien les da clases. Y así es como se animan a escribir.
Eso es lo más agradable y grandioso que he visto. Y los padres. Hay unos padres
que dicen: “profe, pero por qué apenas hasta ahora, si nosotros hubiéramos
decidido hablar tutunakú de niños sería otra cosa, pero no hemos tenido ese
privilegio”. Y les decimos, “nunca es tarde, señores”. Ahora, incluso, muchos
de ellos están aprendiendo a escribir en su lengua porque ven que sus hijos lo
están haciendo. Y están muy contentos. Ellos fueron reprimidos para que no
hablaran su lengua, incluso en la actualidad hay quejas a nivel de derechos
humanos, de manera oficial, hay gente que se ha quejado de esa represión y
están demandando que se les enseñe en su propia lengua. Eso es bueno, porque
hace diez o quince años se estaba perdiendo de manera vertiginosa, las lenguas
indígenas iban en picada. Ahora, con este trabajo que estamos haciendo se
empiezan a revitalizar. Una señora que trabaja en Teziutlán, que habla tutunakú
al cien por ciento, me acuerdo de su nombre, se llama Elsa, es presidenta del
comité de padres de familia de Zihuateutla, cuando le preguntamos qué sentía
ella en el hecho de que su pueblo hubiera sido la sede para la normalización de
la escritura en lengua tutunakú, ella nos decía de manera muy gestual: “me
siento orgullosa, porque con esto vamos a revitalizar nuestra lengua, la vamos
a elevar, la vamos a poner en un rango alto de nuevo, como estaba antes”. A la
señora se le ilumina la cara y se ve contenta cuando empieza a hablar de esto.
Tiene razón, tiene bastante razón.
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