Tal vez se trata de una teoría temeraria, pero tengo una
hipótesis para explicar por qué la gente fue tan reticente con el gigante del
zócalo en el bicentenario de la independencia de 2010, por qué se le rechazó,
se le tachó de esto y lo otro, se le reconocieron parecidos incómodos, algunos
muy absurdos como José Stalin, otros certeros, como el huertista Benjamín
Argumedo, pero el artista y los funcionarios que lo apadrinaron cometieron un
error: equivocaron la elección del gigante de poliuretano de 20 metros de
altura, que tuvo un costo de cuatro millones de pesos y un trabajo de nueve
meses para el escultor Juan Canfield. No era un mestizo bigotón con quien el
pueblo mexicano se iba a identificar. En cambio, la figura de un chamán
indígena hubiera sido completamente diferente. Se le habría respetado y todavía
estaría parado en el zócalo de la capital.
Pero algo chocó a la población, a la gente, que rechazó en
bloque la insipidez de una figura que representaba muy pocos valores nacionales;
más bien la imagen era la del mestizo ganón que todos sabemos que se convirtió
en general, en actor, en empresario, en político, en presidente…
La identificación de los mexicanos hubiera sido plena con
un chamán de etnia indeterminada. Una figura igual de gigantesca que ofrece el
conocimiento de sus plantas y su sabiduría herbolaria. No un héroe revolcado en
alguna de nuestras sacrosantas revoluciones, que lo único que ha hecho es poner
el poder en las manos de una caterva de pillos que se han enriquecido por
generaciones, sino un baluarte verdadero de la cultura mexicana representado
por el anciano o una anciana o ambos de los pueblos originarios que aun hoy son
la autoridad moral y científica de las comunidades que habitan, aunque a
espaldas de la iglesia y de la medicina oficial.
El chamán gigante hubiera provocado en los celebradores una
vinculación directa de ese pueblo que llena las plazas con su pasado regateado
y tantas veces negado. En cambio, el mestizo generó polémica y confusión. Alonso
Lujambio, entonces secretario de Educación Pública, negó que El Coloso
retratara a algún personaje histórico. “Representa un insurgente, una persona
común que siguió a los líderes para crear la nación mexicana", explicó
desde la dependencia. Pero no, no era por ahí.
La figura terminó arrumbada a la intemperie en una bodega
del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas
(CAPFCE) de la Secretaría de Educación Pública, según informó El Universal.
Ref: El Universal, 21 de septiembre de 2010
Fotos: Jorge Ramos/ELUNIVERSAL
.
Comentarios
Publicar un comentario