Don Héctor Zéleny (Puebla, 1927) me
concedió una entrevista en un Italian Coffee del centro de Puebla, íbamos a
hablar de sus recuerdos en la ciudad de su niñez y juventud. Y lo hicimos, como
se consigna en otra entrada de este blog en la que habla de su infancia en el club
deportivo Alfa Uno, donde su padre era el administrador. Ahora habla de la
mujer, de los cambios en la percepción de las mujeres en una sociedad tan tradicional
como la poblana.
¿Cómo recuerda usted a la mujer de
antes, don Héctor?
Antes, en las
familias, era la mujer en el hogar, el hombre en el trabajo, pero ya no es
posible, hay que salir a trabajar ¿por qué? no lo sé, porque siguen siendo las
mismas horas de trabajo, siguen siendo las mismas horas de escuela, sigue
siendo todo similar; sin embargo, la mujer participa más porque el poder
adquisitivo no es el mismo de antes. Hablábamos del pan de tres por cinco
centavos que ya no encontramos por ningún lado. Ahora “el gasto”, como dicen,
ya no alcanza, entonces la mujer también tiene que salir.
¿Se refiere a que las mujeres ahora
salen de sus casas a trabajar?
Yo creo que
toda la vida ha salido la mujer a trabajar, nomás que ahora trabaja en una
oficina, trabaja en ventas, trabaja de ejecutiva, trabajada de todo, y antes la
mujer iba de sirvienta o lavaba ropa ajena o cuidaba niños ¿qué se yo? Yo creo
que la mujer siempre ha trabajado y su condición siento que sí ha mejorado,
sobre todo en su presencia en la sociedad. La mujer tiene más oportunidades.
Desde que la mujer entró a la escuela, salió de la primaria y continuó en la
secundaria, la prepa y la profesional, yo creo que tiene todo el derecho de ocupar
un espacio en la sociedad, muy diferente del que ocupaba hace cincuenta años,
obviamente.
¿Cómo recuerda usted a aquellas mujeres?
La mujer antes
estaba educada para el hogar y desde niña la mamá y el papá le propiciaban todo
para que aprendiera a guisar, a planchar a zurcir, a barrer, a sacudir la casa; estaba educada para eso.
Hubo una época en que, por la misma velocidad de la vida, la mujer tuvo que
salir y no sabía hacer otra cosa más que eso. Y prueba de ello es que había
muchas sirvientas, como dicen, había exceso de trabajo para sirvientas y había
poca demanda. Ahora es al revés, ahora para conseguir una sirvienta cuesta un
ojo de la cara. Y ponen sus condiciones. Ahora ya no hay sirvientas ¿por qué?
porque aquellas sirvientas, aquellas mujeres que antes no sabían hacer otras
cosas, hicieron que sus hijas se prepararan. Aquí hay que ver la evolución, no
de la mujer de hace cincuenta, sesenta años, sino de la nueva generación, las
hijas de esas mujeres, cuando ellas mismas ya no quisieron que estuvieran como
ellas, dedicadas al hogar, les dieron la oportunidad de estudiar a esas hijas y
las impulsaron a estudiar. Y obviamente no puede haber “dos glorias”, no puede
ir a trabajar y hacer los quehaceres de la casa. Eso yo creo que es exigirle
demasiado a la mujer. Lo que no queremos entender es la evolución de la mujer.
¿En qué intervienen los hombres para el
caso?
El hombre le
dio a la mujer el derecho de voto y le propició todas sus libertades. La mujer
no lo quiso aceptar por muchos años, se resistía la propia mujer, pero después
la misma vorágine, la falta de poder adquisitivo, las crisis económicas que
hemos sufrido, influyeron. Eso no lo analizamos. Entonces, el hombre no puede
sostener con decoro una familia, habrá quien lo hace, pero la generalidad ya
no. La mujer tiene que salir a trabajar. Lo único que sí es cierto, es que la
mujer ha ocupado un nuevo espacio. Para los viejos quizás nos cause un cierto
resquemor que la mujer tenga ahora un espacio igual que nosotros. Y decimos:
“no, es que la mujer nos está quitando espacio”, pero no es eso. Y no es un
asunto de la ciudad, que es muy difícil, muy cruel, salgamos al campo. Ahora
las famosas maquiladoras ¿por qué están llenas de mujeres? Se supone que en el
medio rural la mujer está más acostumbrada a la casa, al cuidado de los hijos,
de los pollos, de los cochinos, etcétera. Sin embargo, tiene que salir a
trabajar. Hay una gran migración de mano de obra de hombre, entonces la mujer
tiene que trabajar y la propia sociedad, la propia economía, ha visto que la
mujer es más responsable que el hombre. Le está dando un lugar especial a la
mujer, pero no deja de explotarla ¿eh?
Pero la
sociedad le ha dado un nuevo lugar, la mujer paulatinamente lo va ocupando.
Ahorita, en los partidos políticos las dirigentes son mujeres ¿cuándo se había
visto eso?, nunca habíamos visto que una mujer estuviera dirigiendo un partido
político ¡y no cualquier partido! Entonces está ocupando la mujer, a grandes
pasos, muchos espacios de la sociedad. Y
si en la política los ocupa, pues en el trabajo igual. Vayamos a las grandes
empresas y las mejores ejecutivas son mujeres. No podemos negar que los nuevos
tiempos, esa apertura de los medios de comunicación, la apertura del comercio,
de todo eso, pues le ha estado dando un nuevo lugar a la mujer, que el mismo
hombre ha permitido. Que muchos hombres nos resistimos, pues sí, pero es una
vorágine que nos está llevando a eso. Hay que reconocerlo, la mujer a veces es
más responsable que el hombre, menos corrupta, aún con ese dejo de principios
morales que todavía medio heredaron; el hombre no. Y no estoy hablando en
contra de los hombres, pero es una realidad. El hombre ha perdido espacios. Y
como dicen en Física: “si un espacio se desocupa pasará a ser ocupado por
otro”, si el hombre ha perdido sus espacios, alguien los tiene que ocupar, en
ese caso la mujer. Las niñas ahora se independizan a los quince, pues aquí en
México todavía tenemos tradiciones, y si acaso la mujer se independiza a los
veinte, a los veinticinco. En otros países desde los doce años se van, todavía
nos falta mucho que ver aquí en México, donde en parte las religiones han sido
un freno a ese desborde, pero como vamos esto no tiene paro.
¿Qué puede suceder?
No sé, eso sí
quién sabe, pero ahorita, para mi punto de vista, la mujer todavía sigue siendo
el sostén, de una u otra manera, de ese hogar. Ese hogar que ya no es el de
antes, pero si no hay una mujer en el hogar, ese hogar no existe.
Sin embargo, la
mujer sigue tendiendo todavía más obligaciones que el hombre. Ya no lava la
ropa, la manda a la lavandería. Bueno, no se le puede pedir a la mujer que,
después de que se va a trabajar ocho horas, diez horas, todavía llegue a lavar
¿no?, llegue a hacer un molito, un guisadito muy sabroso, con sus especias, que
se lleva tres horas hacerlo. Pero entonces tenemos que comer comida chatarra,
ni modo. Veamos a los niños cómo están. Nosotros todavía tenemos el privilegio,
en la casa de usted, de que mi mujer, a pesar de que tiene también una edad
avanzada, de repente se le vote la canica y se pone a hacer sus molitos, su
molito verde, su molito de pollo muy sabrosos, pero esos son garbanzos de a
libra. Ahora más bien me dice: “vámonos a comer al restaurante”. Nos sale más
barato.
Fotografía del Archivo
Histórico Municipal de Puebla: Desfile de 5 de mayo.
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