Rocío Graciela Ochoa Baca
es maestra de primero y segundo de secundaria en el CAINMI, que es el Centro de
atención integral para niños migrantes situado en el municipio de Ascensión,
Chihuahua. En septiembre de 2012 tiene apenas una semana de haberse integrado
en este lejano paraje del extremo norte del estado más grande del país, una
compañera dejó la escuela por una oferta de trabajo y ella le entró a cubrirla.
Rocío Graciela es licenciada en turismo por la Universidad de Juárez. Le
pregunto con un dejo de humor qué anda haciendo por acá tan lejos. Ríe
comprensiva.
Yo desde que vine una vez con el profe Horacio* y conocí el plantel me gustó mucho. De hecho, en ese momento y hasta ahorita lo que yo he aprendido es que el Pronim quiere lograr principalmente integrar a los niños a la educación, a la sociedad. Creo que ese es el reto más grande, que los niños tanto tengan conocimiento de la educación, tanto sepan llevarlo a sus casas y transmitirlo. Darles herramientas para su vida. De hecho, los proyectos con los que yo trabajo ubican al niño en su área de trabajo, en la escuela, en su casa; siento que Pronim es lo que busca: integrar al niño en todos los ámbitos en donde se desenvuelve.
No comprenden
Hay
niños que están batallando en matemáticas, tanto para restar, sumar dividir y
multiplicar, las operaciones básicas. Hay niños que leen y no comprenden.
Entonces, con esos niños, jóvenes en este caso, es en lo que me enfoco más. No
comprenden. Entonces mi reto siento que es ponerlos a todos en un mismo nivel, en la lectoescritura, en las matemáticas, que
todos salgan iguales. Porque en otras materias no tengo problemas, son niños
que si les hablo de geografía, como han viajado, ellos se ubican y conocen un
poquito. Igual de historia, en mis clases trato de relacionar mucho la historia
de su familia, a dónde van, lo que han hecho; entonces eso ellos sí lo dominan.
Pero con matemáticas y español sí batallo un poquito más, por eso mi intención
es que ellos lleguen a un nivel y desde ese nivel seguir adelante.
Madurez riesgosa
Un
niño, de los 42 que tengo, no trabaja, los demás sí. Se podría decir que los
hicieron crecer. De hecho, tengo niños con los que batallo porque voy a
buscarlos para que regresen a clases y no, ellos lo que quieren es trabajar. La
vida es trabajar. Ellos tienen celulares, tienen Ipad, tienen muchas cosas
nuevas. Y son muy buenos comerciantes, porque entre ellos dicen: véndeme tu
celular, o te vendo el mío. Son muy buenos comerciantes. Se distinguen de los adolescentes mexicanos
de las ciudades por su dedicación al trabajo. Pienso que en el trabajo lo mismo
se pueden beneficiar con experiencia como se pueden echar a perder con gente
que los daña, gente de la localidad que está echada a perder. Sí creo que se
echan a perder un poquito. De hecho, tengo niños de doce muy maduros y jóvenes
de diecisiete años muy inmaduros, pero pienso que es por eso. Se echan a perder
en el sentido de que, por ejemplo, en los campos se encuentran con gente
alcohólica, entonces ellos llegan aquí y su interés ya no es venir a estudiar,
es irse a trabajar y comprar un “six”, como lo dicen ellos. Los lunes un niño
me dijo: ayer no vine porque fue lunes y los lunes amanezco crudo. Por eso, le
digo, visitamos los hogares de ellos para conocer un poquito y para saber qué tan
cierto es lo que ellos me comentan aquí y lo que realmente es.
Las
niñas están más relajadas. Pero tengo el problema de que los hombres quieren
hacer menos a las mujeres. Discuto bastante con ellos. Tengo mayoría hombres,
entonces tengo que estar defendiendo a las niñas de empujones y malos tratos.
Cuidar las cosas
Siento
que un problema es con el material para trabajar; en veces les prestamos
material y muchos de ellos no saben cuidarlo: reglas, compases. Se les está
enseñando a cuidarlo, pero muchos de ellos se llevan el material y no lo
regresan. Para muchos de ellos un libro es un objeto simple y común, pero para
otros un libro es una experiencia bonita; a unos les encanta leer, a otros no
les gusta. Se batalla también con el transporte para traerlos para acá y para
regresarlos. Ahorita tenemos los camioncitos que hacen la ruta pero aun así no
asisten muchos niños.
Nadie como usted
A
mí me sorprendió mucho que en mi tercer día, yo estaba sentada en el escritorio
dando la clase y una de las niñas corrió y me abrazó por la espalda. Se me hizo
muy bonito, yo le comentaba a mi mamá en la casa, le digo: sentí tan bonito
porque le nació abrazarme. Al tercer día. Ahorita que entró la maestra a
platicar un poquito con ellos para yo venirme a la entrevista, me dicen ellos:
sí, ya entró la chamacona, ya entró la chamacona, todos inquietos, pero me dice
uno de ellos: pero nadie como usted. Para mí es muy satisfactorio que me digan
eso, yo me siento muy bien. Y de hecho, me dicen: ay, usted es mejor que la
otra maestra, porque la otra maestra nomás gritaba.
Bien bonito
Yo
quiero ayudar a todos estos niños, que salgan educados, me da mucho gusto saber
que entran al comedor, porque sé que en su casa estos niños no comen. Es
satisfactorio, me da mucho gusto… (la maestra Rocío se emociona hasta las
lágrimas) Es poquito lo que yo tengo aquí, pero me siento muy a gusto. De
hecho, yo no sabía que existía este tipo de educación y la primera vez que yo
vine se me hizo bien padre, está bien bonito. Bien, bien bonito. Y ya trabajar
con los niños, pues, es una experiencia muy bonita también.
*
Horacio Echavarría González, Coordinador estatal de programa de educación
básica para niñas y niños de familias jornaleras, agrícolas migrantes del
estado de Chihuahua; su visión, empuje y determinación contrasta con la
pasividad que se observa en otras coordinaciones estatales de otros estados
mexicanos.
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