En muchos
pueblos mexicanos existe una leyenda inducida por los frailes católicos para
justificar la denominación de un santo para la comunidad; San Juan, San Pedro,
San Martín. En todos los casos el santo se apareció en un paraje cercano y
pidió la edificación de una iglesia, que invariablemente le fue concedida con
diligencia. En muchos casos es lo único que queda de pueblos originales en esos
lejanos pueblos diseminados en la república mexicana, una digna iglesita que
engalana los centros históricos de las comunidades con evidentes elementos indígenas
en su arquitectura.
Los frailes se salieron con la suya, pero es ahí donde entran los asegunes, pues los pueblos adoptaron con naturalidad la religión católica y la amoldaron a sus propios festejos, que convenientemente coincidían con sus más importantes reverencias antiguas. Daba lo mismo llamar Guadalupe a Tonzntzin para un cuicateco de Santa Cruz Zenzontepec, Oaxaca, cuando sus creencias le permiten adorar y ofrendar además a sus otras deidades como la santa Abuela, el santo padre Dios, la santa madre Tierra, la santa madre Luna; los dioses del Agua, del Viento, de la Lluvia, de la Montaña, las santas Ciénegas y la santa Lumbre o el santo Fuego. Religión superior, la suya, que espera lograr un equilibrio entre la sociedad, “la naturaleza y lo divino-sagrado, intrínsecamente vinculados, donde los puntos de tensión han de garantizar el mantenimiento de la armonía de su universo”, como se consigna en el portal web de la Comisión nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas (CDI). ¿Superior a qué? a la católica, para empezar. A todas.
Los frailes se salieron con la suya, pero es ahí donde entran los asegunes, pues los pueblos adoptaron con naturalidad la religión católica y la amoldaron a sus propios festejos, que convenientemente coincidían con sus más importantes reverencias antiguas. Daba lo mismo llamar Guadalupe a Tonzntzin para un cuicateco de Santa Cruz Zenzontepec, Oaxaca, cuando sus creencias le permiten adorar y ofrendar además a sus otras deidades como la santa Abuela, el santo padre Dios, la santa madre Tierra, la santa madre Luna; los dioses del Agua, del Viento, de la Lluvia, de la Montaña, las santas Ciénegas y la santa Lumbre o el santo Fuego. Religión superior, la suya, que espera lograr un equilibrio entre la sociedad, “la naturaleza y lo divino-sagrado, intrínsecamente vinculados, donde los puntos de tensión han de garantizar el mantenimiento de la armonía de su universo”, como se consigna en el portal web de la Comisión nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas (CDI). ¿Superior a qué? a la católica, para empezar. A todas.
Esta es una colección (arbitraria, ocurrente) de
virtudes religiosas, cosmogónicas y/o medicinales divulgadas por la CDI en su
página oficial de internet en algunos de los pueblos originarios mexicanos, que he seleccionado. Me
gustan los valores de sus creencias libres y misteriosos a la vez, comparto su
búsqueda poética e imaginativa ante el vacío de la existencia. Y su elemento
pragmático, físicamente curador. Ni qué decir de su relación con la naturaleza.
Cosmogonía
tzotzil
Entre los tzotziles hay tres tipos de
especialistas: el ts'ak bak que cura la carne y el hueso; el 'ilol que se ocupa
del tratamiento de la carne y el hueso mediante la curación del espíritu, éste
se enfrenta a enfermedades sobrenaturales, enfermedades del espíritu y
hechicería, y diagnostica la enfermedad tomando el pulso del paciente. El
Me'santo practica rituales mágico-religiosos de la antigua religión maya,
relacionados con oráculos y santos parlantes. Las principales enfermedades son
el komel ("susto"), il k'op ("los malos deseos"), ch'ulelal
("enfermedad del alma"), bík'ta ch'ulelal ("la gran enfermedad
del alma"), chonbil ch'ulelal ("enfermedad del alma causada por su
venta").
Para los tzotziles Ch'ujtiat, el señor del
Cielo, creó la Tierra, Tumbalá es el yutbal-lum, el ombligo, el lugar donde se
formó la Tierra. Después creó los 12 chuntie winik parecidos a los hombres,
para cargarla, la Tierra es plana, ellos se cansan de cargarla y cuando quieren
cambiar de hombro, la Tierra se mueve y hay temblores.
Ch'ujtiat también creó a los primeros hombres,
parecidos a los chuntie winik, pero no inmortales, quienes vivieron y fueron
ingratos con Ch'ujtiat, que por eso envió un diluvio para matarlos a todos;
cuando cesó la lluvia vio que había algunos chuntie winik vivos y los convirtió
en monos, que de tanto miedo se subieron a los árboles. A los niños que habían
muerto sin culpa en el diluvio los mandó al cielo como estrellas. Después del
cataclismo todo estaba triste y muerto, pero de pronto nació niox pimel, la
primera planta, después de la que nació mucha vegetación. Ch'ujtíat se animó a
crear a los dos tiomi yem alob, otros primeros hombres y los hizo con cierta
inteligencia pero tenían que aprender y usar la experiencia. Ellos crecieron,
recorrían la tierra y al llegar a una enorme cueva encontraron piedras en forma
de tigres; uno de los niños entró y acarició un pequeño tigre, logrando que
viviera; el otro niño, celoso, mató a su hermano, pero el tigre lo volvió a la
vida. Una historia natural, viva, que tiene mucho más sentido ontológico –para
mí, claro está- que la de Adán y Eva.
Después de un tiempo apareció sobre la tierra
Ch'ujnia con su hijo Askun; ambos tenían poderes especiales. Askun tuvo un
hermanito, Ijtzin igual que él sin padre. Al ver que el niño tenía mejor
pensamiento y mejor corazón que él, le tuvo mucha envidia y quería matarlo,
invitó a Ijtzin a comer miel, subió a un árbol y en lugar de darle miel le tiró
12 bolitas de cera, Ijtzin formó 12 tuzas con la cera y éstas comenzaron a
comer las raíces del árbol donde estaba Askun, quien cayó en mil pedazos, con
los cuales Ijtzin creó a los animales. Chu'jnia se entristeció mucho por la
muerte de su hijo hasta que Ijtzin le regaló un gran conejo para consolarla;
madre e hijo brincaron juntos al cielo, Ijtzin se hizo sol y Ch'ujnia se volvió
luna. Una vez que los hombres conocían ya los frutos y los animales, Ch'ujtiat
consideró que había llegado el momento de que conocieran el alimento más
sabroso, el ixim, el "maíz".
Entre los tzeltales, los especialistas son el
pik k'ab'aI, quien al tomar el pulso determina si la enfermedad se debe a la
hechicería, a la pérdida del alma o a otra razón; el 'ul, que alivia los
maleficios, descubre el pecado que causó el maleficio, identifica al hechicero
y contrarresta la conducta provocadora de la enfermedad; el yawal ch'ultatik es
dueño de santos parlantes. Hay especialistas, rezadores de la oración verdadera
o b'ats'il ch'ab.
¿No son más convincentes que los sacerdotes
pederastas?
Zoques:
cuerpo sin alma
En la cosmogonía de los zoques, el sol juega
un papel importante ya que es la deidad principal y se asocia directamente con “Dios”.
Existen entidades malignas que en todo momento amenazan la vida de los zoques y
hay que estar preparado respecto a ellas y saber cómo evitar su ira. Así, por
ejemplo, cualquier caída al suelo se interpreta como un intento del "dueño
de la tierra" por apoderarse del alma de la persona; o bien, deben
protegerse durante el sueño, ya que en este estado el alma del zoque vagabundea
libremente, y el espíritu de la noche está al acecho con el fin de
"robársela", dejando al cuerpo sin alma. El diablo, aunque es una
entidad católica, se asocia con distintos espíritus del mal que encarnan en
animales.
Encontramos tres grupos religiosos entre los
zoques: los católicos, los adventistas/protestantes y los que se reconocen como
"costumbreros". Existe un rechazo y una falta de reconocimiento de
unos a otros, lo que propicia conflictos por la obtención de poder.
Es importante señalar que entre los
costumbreros, a pesar de no reconocer al sacerdote católico como la máxima
autoridad, admiten y celebran a los santos católicos; llevan a cabo fiestas
tradicionales, danzas y sacrificios rituales.
Para estas celebraciones existe un complejo
sistema de organización cuya jerarquía se basa en la edad de los participantes:
los más ancianos ocupan los cargos más importantes y los jóvenes los de
auxiliares. Tienen como lugares sagrados, además de las ermitas y las casas de
los "cargueros", las cuevas y las montañas del territorio.
Psicología
chol
Los choles consideran que la enfermedad es la
consecuencia de alguna trasgresión del hombre, de la infracción de una regla
impuesta por la sociedad y castigada por las divinidades; también puede ser
provocada por un miembro de la comunidad que pide ayuda a los dioses.
La función del curandero chol es la de un
amigo, psicólogo, confesor, doctor y reequilibrador: él reúne al enfermo con
las personas más cercanas a éste, los interroga minuciosamente sobre sus
pensamientos y acciones que pudieron haber provocado la enfermedad; de esta
manera restablece la armonía del enfermo en particular y del universo en general.
La iniciación de un curandero se puede lograr a través de varias maneras: una
fuerte enfermedad, de sueños donde el Señor de lila le da el conocimiento, de
haber nacido con nagual o con la iniciación por un sabio de la comunidad. El
curandero diagnostica la enfermedad a través del pulso; pulsar en chol es
lak'el a ch'ujlel o ital ch'ujlel: sentir el ch'ujlel.
Las enfermedades más comunes se relacionan con
la tierra, con los dioses del inframundo, con las divinidades celestes, con los
xibaj que se quedaron fuera de la cueva y con los hombres que ya tienen un
pacto con los xibaj; los choles piden ayuda a Ch'ujtiat para sanarse.
Los curanderos, yerberos y parteras son
retribuidos en especie, no como un pago sino como regalo. Al final de la
curación se les ofrece una comida.
Es una pena no tener a la mano un médico chol
para el tratamiento de mis múltiples males, pues no dudaría ni un segundo
sustituir a mi médico de cabecera por uno de estos médicos choles para
mostrarles, íntegra, mi ch'ujlel.
Dice el brillante español Fernando
Savater que “vivir es una función biológica y una experiencia simbólica”. El
problema empieza cuando la ciencia y la poesía tratan de sustituirse
mutuamente, suprimiendo a su contraria. Para Savater la poesía que se toma científicamente
en serio a sí misma y pretende tener una explicación del cosmos mejor que la
ofrecida por el método científico, es lo que suele llamarse “religión”. Y la
virtud de estas creencias pertenecientes a la cosmogonía de los mexicanos
originarios es su carácter poético a la vez que juguetón, natural y falible.
Referencia: http://cdi.gob.mx
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