sábado, 30 de septiembre de 2017

Los mapuche y la doble moral de la democracia

Muchas gracias a Hermann Bellinghausen por la publicación de una versión reducida de esta entrevista al alcalde de Tirúa Adolfo Millabur Ñancuil en el suplemento Ojarasca de la Jornada correspondiente a septiembre 2017, que puede leerse aquí:

http://ojarasca.jornada.com.mx/2017/09/08/wallmapu-democracia-chilena-y-doble-moral-2426.html

Ahora tengo el gusto de presentarte la versión completa de dicha entrevista.


Un examen pendiente que tienen los chilenos para el siglo XXI es resolver o paliar de algún modo el perdurable conflicto con el pueblo mapuche, que representa un 83 % del millón ochocientos cuarenta mil pobladores originarios de Chile. Es una historia larga, las discrepancias crecen con el paso del tiempo en lugar de disminuir. Los españoles tuvieron que pactar con ellos un siglo después de iniciada la conquista, porque no hubo manera de vencerlos. Los chilenos, en cambio, destrozaron a los mapuche a su regreso triunfal de la guerra del Pacífico y los echaron de sus tierras; los mapuche fueron asesinados, robados y humillados. Nunca, bajo ninguna circunstancia, ni los mapuche ni los chilenos han caído en la tentación de hermanarse unos con otros como nos ocurre a los mestizos mexicanos, aunque sea bajo el sello de la demagogia.

Un caso de alto impacto es el de la Machi Francisca Linconao, autoridad mapuche de 81 años, que fue acusada junto con diez comuneros mapuche de un ataque incendiario que originó la muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay en 2013, y que en enero de 2017 llegó al extremo de la huelga de hambre contra la insostenible acusación, suceso que volvió a poner a debate la Ley Antiterrorista creada por Pinochet para encarcelar opositores inexplicablemente mantenida por la democracia para, al parecer, reprimir a los indígenas. La guía espiritual publicó un video dirigido a la presidente Bachelet en el que le expresaba estas palabras:

"Le exijo que venga a verme, yo tomé la huelga de hambre, estoy sufriendo y usted entenderá, como mujer y doctora. Usted tiene que apoyar a la mujer, soy inocente del caso Luchsinger-Mackay, injustamente llevo encarcelada nueve meses, usted tiene que hacer algo."

La presión de diversos organismos de derechos humanos y parlamentarios provocó que la Machi levantara su huelga de hambre de 14 días para cumplir un arresto domiciliario mientras se resuelve el caso.1

A fines de mayo de 2017 los precandidatos a la presidencia de la república se han enfrascado en una polémica con el pretexto de la Ley Antiterrorista, debido a los acontecimientos del 24 de mayo en las ciudades de Victoria y Ercilla, en la región de La Araucanía, donde desconocidos incendiaron siete camiones y esparcieron panfletos alusivos a la causa mapuche, con saldo de algunos transportistas lesionados sin gravedad. El puntero de la carrera presidencial y expresidente Sebastián Piñera respondió airado a sus contendientes Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez por desestimar esos hechos y plantearlos como delincuencia común: "Al negar el carácter terrorista de estos hechos y al negarse a aplicar la Ley Antiterrorista solo favorece a los terroristas y perjudica a las víctimas y a los inocentes". El ex mandatario afirmó que en su siguiente presidencia no solo va a aplicar la Ley Antiterrorista “sino que la vamos a perfeccionar y fortalecer a través de una serie de figuras que ya están contenidas en la Ley de Combate al Narcotráfico".2

De visita en el lago Lleulleu, en la región del Biobío, por intermedio de la diputada Cristina Girardi, tuve ocasión de visitar la cercana comuna costera de Tirúa, de unos diez mil habitantes, para entrevistar al primero de los quince alcaldes mapuches con que cuenta ese país, Adolfo Millabur Ñancuil. Me interesaba contrastar la situación de los mapuche con la de los pueblos originarios mexicanos que, con excepción de los del norte, solo resistieron durante años o decenios la conquista española. Los mapuche, en cambio, pelearon sin tregua con los españoles hasta forzar una singular paz desde el siglo XVII, siguieron peleando tras la independencia, ahora contra alemanes, italianos y chilenos que finalmente los vencieron en la llamada “Pacificación de la Araucanía” de 1883, cuando, en efecto, fueron derrotados.

En la entrevista, el alcalde Millabur Ñancuil hace un resumen duro y conciso de la historia mapuche: los chilenos les prohibieron usar su idioma, los invadieron y les quitaron todo. Pero el pueblo devastado se reorganizó, pactó y vive ahora su reconstrucción. En el gobierno del socialista Salvador Allende los mapuches creyeron que se iban a recuperar, pero ese sueño lo destruyó la dictadura de Augusto Pinochet, cuando mucha de su gente fue detenida, torturada y no tuvo ninguna protección; menos cuando el dictador creó una ley antiterrorista para aplicar penas muy severas a sus opositores. Lo impensable es advertir que muchos de aquellos opositores, que ahora gobiernan el país, la apliquen hoy –debidamente maquillada– específicamente a los mapuches. “Una doble moral, una doble conducta” de lo que ellos mismos se quejaban en los foros internacionales, atiza Millabur. En los últimos doce años 15 ciudadanos mapuche han sido asesinados por agentes del Estado, carabineros, grupos paramilitares y personeros de las empresas forestales que asolan los pueblos3, y al menos 67 mapuche han sido imputados por delitos contemplados en la Ley Antiterrorista4, que entre sus efectos más perniciosos dobla las penas comunes en casos de incendio, homicidio y secuestro; permite el uso de testigos protegidos y extiende los períodos de prisión preventiva.

El alcalde nos recibe en el edificio del ayuntamiento construido íntegramente de madera, como es común en los edificios públicos del sur chileno. Adolfo Millabur Ñancuil es un hombre de 48 años, de cara redonda y ojos expresivos. Dos arrugas verticales parten de sus cejas pobladas frente arriba y se pierden en un fleco disparejo bastante común entre los varones de los pueblos originarios del cono sur. Es de trato suave y voz atildada, política, que enfatiza sus frases con sus manos pequeñas.

Nos sentamos alrededor de una mesa baja en el costado interno de su oficina adornada con tejidos mapuche, lo acompaña su asistente Paola Andrea Henríquez, de filiación mapuche pehuenche, mientras que el alcalde es lafkenche, y antes de poner mi grabadora en la mesa Millabur ya está en vena discursiva. Yo comienzo provocador:


¿Ustedes son chilenos o son mapuche?

En Chile el mapuche no puede negar que lo es, porque la mayoría de los chilenos tienen rasgos no indígenas. Nunca hubo mezcla. Yo, mientras crecí, en mi infancia y en mi juventud, lo que vi es que ellos eran chilenos y nosotros mapuches. Yo crecí en esa lógica; casarse con una del otro bando era como una traición, pues se había casado con los enemigos. En los últimos cincuenta años como que ha habido un poco más de mezcla entre chilenos y mapuches, las circunstancias lo han permitido, pero todavía un descendiente de europeos, en los últimos años, cuesta mucho que tenga relación, que tenga familia con un mapuche. Es casi una rareza ver un descendiente alemán de tercera generación con un mapuche, es muy raro.

En México hay un renovado interés por los ancestros. En los solsticios y en los equinoccios las principales pirámides, que son vestigios arqueológicos de los antiguos pobladores, cada vez reciben más gente que va a absorber energías de un pasado común, hasta ahora desconocido por muchos, pues ser indígena ha sido sinónimo de atraso, de ignorancia. Pero en algo ha cambiado.

Lo que yo veo de La Tirana del norte (una celebración anual de carácter religioso realizada en el pueblo de La Tirana, en la Región de Tarapacá) es que en esa fecha había un hito importante de los pueblos indígenas de ahí que los católicos tomaron y es seguro que lo hicieron pasar por un santo e impusieron un símbolo religioso cristiano. A nosotros los mapuches –yo después de los 20 años me di cuenta de que teníamos esta mezcla–, el Wiñoitripantu, el año nuevo mapuche como le puso el presidente Lagos, el Wiñoitripantu es “la vuelta de la vida, del tiempo”; a nosotros nos confundieron y creo que mucha gente también se confunde y lo ve así, como el San Juan, la fiesta de San Juan. Y los mapuches lo que celebramos es el Wiñoitripantu, que es el solsticio de invierno, que a veces toca el 21, el 22 de junio; el 23 y hasta el 24 alguna vez, pero los católicos hábilmente lo pusieron el 24, San Juan, y al final estábamos adorando a San Juan, bailando y saltando. Pero ahora estamos volviendo acá, la mayoría de la gente ha comenzado a redescubrir de que San Juan no tiene nada que ver con nosotros y que estamos hablando del Wiñoitripantu. Algunas escuelas lo hacen de manera folclórica, otros más profundo, otros para cumplir, pero ya está volviendo el día del solsticio de invierno, eso nos está pasando en Chile y lo que conozco de los países cercanos a esta zona, también están haciendo esa reflexión, no conozco la de México.

Cuando vienen con el tema de la ciencia occidental les digo: no. Hace 14 mil años no había tipos de bata blanca que venían a decirnos cómo hacer parir a las mujeres; no, yo salí de mi madre sobre un cuero de animal, me dejaron caer ahí y salí relativamente normal. Entonces los pueblos indígenas no necesitábamos de este conocimiento que hoy día como que te absorbe completamente. Nosotros teníamos un conocimiento muy avanzado pero fuimos castrados, fuimos bloqueados y no pudimos seguir evolucionando en el desarrollo del conocimiento que teníamos.

Entonces toda una cuestión de parte de la cultura más dominante, la occidental, de no querer mirar lo que somos nosotros; de ahí también el reparo a los antropólogos de cómo escriben, porque hablan de que los cristianos tienen religión y nosotros tenemos credo; no tenemos religión, nosotros tenemos creencias; los cristianos, los europeos, tienen idiomas, nosotros tenemos dialectos. O sea, hay una clara carga negativa, discriminatoria en lo que se percibe. Lo mismo con el tema de la cosmovisión de los pueblos en cosas muy elementales. Por ejemplo, yo les preguntaría ¿qué significa mapu?

Pues significa tierra. El lugar donde vivimos.

Te das cuenta ¿no?, están completamente equivocados. Mapu es todo, es el suelo, el cielo, lo que se percibe. Wallmapu es el todo, el universo, pero siempre es mapu. Entonces cuando la gente comienza a decir que mapu es tierra, todos lo aceptan y da lo mismo. Eso es bruto, es bárbaro.

Antiguamente el mapuche logra entender que él es parte de los otros, por eso es que respeta el río, porque el río es parte mío; por eso respeta a los otros elementos de la naturaleza como un yo, uno más. De ahí sale un concepto que no tiene que ver con los medioambientalistas, porque los medioambientalistas separan la naturaleza del ser humano, lo hacen distinto, mientras que el mapuche, a través del Itrofil-mogen, describen cómo cohabitamos todos, cómo convivimos y nos respetamos todos. Pero también el ser humano necesita comer, vivir de la naturaleza, entonces esa lectura filosófica creo que está volviendo nuevamente a discutirse entre nosotros. Nuestros abuelitos fueron víctimas de la invasión, de la derrota de la guerra y sobrevivieron, pero tuvieron que decir que sí a todo. Nuestra juventud está descubriendo, re-descrubiendo, eso: que cada palabra mapuche tiene un significado que se traduce en Itrofil-mogen. El occidental dice sustentabilidad, uno la busca en mapuche y no existe, lo que más se aproxima es Itrofil-mogen, cómo todos tenemos derecho a la vida. Este es un concepto mucho más profundo, pues no habla solo del ser humano, sino de todo.

Esas cuestiones son las que yo he logrado entender, he tenido harta suerte de conocer indígenas libres de Ecuador para acá, he tenido harta suerte de conocerlos y hablar con ellos y he entendido que están en nuestra sintonía como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, es como la vuelta del ciclo, como que está volviendo el ciclo de la vida a nosotros, una discusión que se está dando en todos lados.

Hábleme de su niñez, Adolfo.

Ja ja, no, ¿qué puedo decir?

¿Cómo era su vida?, ¿qué se sentía ser mapuche, que veía, que sentía?

Me cambió completamente mi visión. Ya le dije un poco lo que significó mi niñez, de vivir en esta separación permanente del chileno. Yo siempre crecí como mapuche y no siendo chileno. Por eso cuando me preguntan en una entrevista de si soy mapuche o chileno, lo políticamente correcto sería decir yo soy mapuche, ante todo soy mapuche. Luego me tocó ser chileno, pero hay mapuches que son argentinos. Entonces, asuntos históricos nos dejaron a unos en Chile y a otros en Argentina. Y crecí en este ambiente. Yo tengo la sensación de que me tocó vivir mi niñez en la postguerra de Chile con los mapuches. Porque eso es que se inventó en la historia que estudian nuestros niños, que dice que nosotros guerreábamos con los españoles, eso fue verdad, nosotros guerreamos con los españoles 300 años, pero tampoco hay que contarlos de plano, porque fueron 300 años de paz y de guerra, porque ningún pueblo en el mundo ha resistido trescientos años de guerra; fueron de paz y guerra, 50 años de paz y luego la guerra, y así, hasta cuando llegó la frontera a Concepción, que fue la última establecida con los españoles.

Con la paz de Quilín.5

Claro. Ahí hubo un tratado de paz y a nosotros nos tocó ser uno de los pocos pueblos que firmó un tratado de paz con los españoles. Pero a nosotros nos lo escondieron, a mí y a todos. Entonces crecimos con que nosotros guerreamos con los españoles 300 años y que éramos buenos para la guerra, pero no dicen que a nosotros nos ganaron la guerra y que nos invadieron los chilenos, eso no lo dice la historias de Chile, a nuestros niños no les pasan eso. No, “los españoles fueron los malos, ellos guerrearon contra los mapuches, nosotros hicimos las paces con ellos, tuvimos una relación amistosa”. Pero de 1810 para acá nos invadieron y nos sometieron, nos arrinconaron a los peores lugares donde apenas pudimos sobrevivir. Perdimos la guerra. Con los españoles tuvimos guerra pero no ganaron nunca. Con los chilenos, en una época muy compleja, perdimos la guerra. En Argentina le llaman “la campaña del desierto” y acá se llama “pacificación de las Araucanía”.

Entonces una parte de esa historia me tocó vivirla, yo creo que cuando ya estaba saliendo de esa crisis, porque alcancé a escuchar a mi abuelita que contaba que los mapuches no quisieron ir a pelear a la Guerra del Pacífico, se escondieron, no quisieron ir, pero de puro leyendo, leyendo, cuando se hizo la Guerra del Pacifico de Chile con Perú y Bolivia los mapuches se rebelaron aquí, quemamos todas las ciudades, Lebu, Cañete, todas estas ciudades del sur del Biobío para acá. Entonces por algo no quisieron guerrear, porque ellos estuvieron de acuerdo, mientras guerreaba Chile allá ellos se levantaban acá. Y eso no lo cuenta la historia de los niños, la oficial, la que les cuentan a los niños. Ahora se está reconstruyendo la historia, pero Cañete desapareció.

La diputada Girardi interviene con una interesante revelación:

-       A mí en la escuela me enseñaron que los mapuches eran parte de la cultura chilena, de la historia, pero que ya no existían.

Entonces, si me pregunta qué recuerdos tengo, si lo miro desde mi madurez, creo que sí viví en un tiempo de posguerra, de mucha dificultad de sobrevivencia, porque cuando uno le gana la guerra a otro, me imagino yo, si yo cuento con un vecino al que he vencido, no voy a darle la mano para que se levante. Entonces a nosotros nos dejaron a la muerte, en la miseria, nos quitaron toda nuestra hacienda y todo. Fue entonces cuando nuestro pueblo se reorganizó y, hace unos setenta años, cuando estos pueblos estaban devastados, se reorganizaron con sus propios medios haciendo pactos de negocios con los chilenos, cuando fueron sometidos y cuando se dice que los mapuches entregaron la tierra, pero ¿qué les quedaba? Firmar documentos para poder sobrevivir. Entonces mi niñez la miro desde ese punto de vista, porque crecimos sin ninguna condición mínima de sobrevivencia, crecimos muy lejos de lo que significa estabilidad. Por ejemplo, todos los recursos naturales que teníamos nos fueron retirados, estábamos restringidos al mínimo, en la miseria más grande, comíamos lo básico.

¿Y en la escuela?

De los profesores mejor no te digo cómo nos castigaban.

Dígalo, por favor.

Los profesores nos castigaban mucho a nosotros, porque no podíamos hablar el español. Nos decían “no pueden hablar como indio porque eso no les va servir para la vida”. O sea, nos prohibían hablar el mapudungun. Entonces mis papás no me enseñaron mapudungun a mí porque si yo hablaba mal el español me iba a ir muy mal en el colegio. Si yo no pronunciaba bien el español era víctima de burlas, de lo que hoy día se llama bullying. Y lo más trágico de nosotros es que el profesor era mapuche, andaba muy bien vestido, de corbata, los zapatos lustrados, me acuerdo, impecable en todo, y los pisos de la escuela ¡de tierra! Lo miro ahora y realmente era para sacarle un cuadro. Los pupitres de madera y un curso combinado de primero a cuarto año. Y el profesor me acuerdo que nos mandaba todas las mañanas a lavarnos los pies, hubiera o no hubiera escarcha, porque había que entrar a la sala con los pies limpios; no sé qué cosa tenía el profesor en su cabecita, de que teníamos que ir con los fríos de invierno a lavarnos los pies porque venían con barro, y entrar a la sala con los pies limpios, sin barro, aunque los pisos eran de tierra. Para nosotros creo que era un adoctrinamiento, algo pasaba porque era así. Y al que no podía pronunciar las vocales le pegaban, todo mundo aprendía por el susto. Entonces mi papá, que fue hasta tercero básico de primaria, me enseñó a pronunciar bien en español y me enseñó también las cuatro operaciones básicas, las vocales, a leer. Cuando llegué a primero básico fui un alumno adelantado porque mi papá me enseñó, pero no creo que haya estado preocupado porque yo fuera buen alumno, él estaba preocupado de que no me pegaran, de que sufriera, entonces ahora yo saco esa cuenta. Mi papá pudo enseñarme lo que podía, pero cuando llegué a tercero básico ahí supe lo que era castigo. La profesora me acuerdo que nos pegaba, nos pegaba, nos pegaba. Ella no era mapuche.

Disculpe el morbo ¿cómo les pegaba, Adolfo, con una regla o una vara o qué?

Con una varilla de mimbre y también te hacía arrodillarte sobre arvejas, te ponía de rodillas contra la pared sobre arvejas. Al poco rato ya no te puedes ni parar. Era parte del método de estudio que ella tenía con nosotros, para que aprendiéramos a leer, a estudiar, a todo. Claro, yo recuerdo que, para evitar el castigo, le decía a mi papá que iba al colegio pero en realidad nos íbamos a otro lado a jugar. Calculábamos la hora, mi papá nos enseñó a tomar la hora con el sol, poníamos una raya cuando eran las once, otra raya cuando eran las 12 y la sombra nos iba dando la señal de salida. Si no, estábamos atentos a la campana del colegio para irnos corriendo a la casa. En ese ambiente crecimos nosotros.

¿Qué quería ese niño, qué pensaba, qué soñaba, Adolfo?

Yo creo que no soñaba, no tengo idea. A los niños de ahora les estamos diciendo “tienen que estudiar” por esto y por esto otro, por todo. A mí me da la impresión de que nadie me dijo nada, nadie me dijo que yo tenía que estudiar, sino simplemente que tenía que ir a la unidad. Tuve la mala suerte de que mi mamá murió cuando yo tenía 9 años, entonces tengo muy pocos recuerdos de mi mamá y no pude contar con su apoyo. Es un tema medio complicado, crecimos todos juntos, con mis nueve hermanos, con mis primos, con mis tías.


¿La política en qué momento llegó?

Ah, la política. Yo estuve marcado por unas cuestiones, estaba en primero básico, tenía siete años, cuando el golpe militar. Y mi papá fue siempre de izquierda, entre comillas, siempre anduvo de dirigente de comunidades, en la reforma agraria, metido en esas cuestiones. Era un dirigente comunitario. Y por la familia de mi papá, que no era muy conectada a la lucha social, era considerado casi como terrorista, como el malo, el revolucionario. Incluso era discriminado por sus propios papás… bueno, no sé si por sus papás, porque nunca lo discriminan a uno los papás, pero sí reprendido, “no te metas en esto”. Sus parientes cercanos lo veían como algo malo por lo que hacía, entonces fue cuando vino el golpe militar. Me acuerdo que llegaba mucha gente de afuera, mucha gente venía a la casa de mi papá, hacían reuniones, eran mapuches, dirigentes estudiantiles, todas esas cosas; yo crecí en eso. Pero lo que me marcó fue que, cuando vino el golpe militar, el mismo maestro de la corbata fue el que facilitó su escuela para que los militares pusieran ahí su centro de operaciones. Y cuando daba clase el profesor decía que había unos pocos comunistas en la zona y que ya los iban a detener. Imagínese a mí, como niño, en la sala, escuchando eso y pensando en mi papá. Entonces mi papá se sumergió, desapareció de mi casa, nunca supe de él, no lo vi más, pues después del golpe mi papá me acuerdo que sacó de la casa todo lo que es literatura, no sé si los quemó, pero mi recuerdo es que sacó libros y también sacó armas de mi casa. Y se fue. De ahí mi mamá sostuvo la casa como pudo, me imagino. Pero yo creo que mi papá no estaba tan lejos de la casa, se sumergió nomás. Y después supe que no estaba tan lejos, se fue a la clandestinidad con un tío, y después ese tío antes de morir me contó a dónde iban a dormir todos los días, escondiéndose de sus propios hermanos, porque como eran sospechosos tenían la desconfianza de toda su gente. Los buscaban con tanquetas por todos lados y por eso lo dejé de ver, no tengo certeza de por cuánto tiempo, pero de ahí para adelante yo tuve la…, no sé si rabia, pero sí el sentimiento de por qué nos tocó a nosotros pasar eso, y claro, uno mientras va creciendo y va dándose cuenta de lo que significa esto. Me quedé ahí, me quedé en ese sentimiento de estar siempre metido en la política.

Había parientes que habían sido detenidos, de forma que mi papá nos dijo que tuviéramos mucho cuidado con lo que decíamos. Y claro, en la zona donde yo vivo mucha gente fue detenida, torturada y no tuvo protección de nada. No pertenecían a la red partidaria, los partidos quedaron desarticulados, no estábamos cerca de Santiago, no había forma de hacer nada, tuvieron que resignarse a lo que les tocó. Ya de grande, me tocó hacer el trabajo de entrevistar a las víctimas de esa época, cuando yo era niño, cuando pasaron cosas muy terribles, desde que tomaban a la gente, la subían a un helicóptero y los metían en botes en el lago LLeulleu, los amarraban y los metían al lago para que dijeran quiénes eran los que estaban ahí dirigiendo y quiénes estaban contra de gobierno.

Entonces yo me imagino cómo mi pobre viejo pasó penurias, no fue torturado porque se escondió, no fue detenido tampoco, pero a unos parientes de él lo pasaron muy mal, los torturaron de manera terrible. Entonces, claro, uno dice ahí estoy equivocado con lo que venimos haciendo. Afortunadamente mi papá me dio una especie de orientación sin darse cuenta, porque después de que pasó un tiempo del golpe militar, con mi papá escuché en Radio Moscú –una radio que llegaba de la Unión Soviética por onda corta y que mi papá y yo nos quedábamos escuchando al lado del fogón–, lo qué pasaba en Chile. Yo era un cabro de 12 años pero me gustaba tanto escuchar, que mi papá me decía “esto no debís de contarlo a nadie”. Claro, Radio Moscú mentía también porque nos daba la idea de que estábamos ganando, pero Pinochet seguía ahí y no se iba nunca. Así que crecí en ese ambiente.

Luego, después, se reorganizaron las comunidades de maneras más lúcidas, vinieron los partidos de izquierda a organizar a la gente y ahí, sin darme cuenta, yo me fui metiendo en la política, porque mi papá me llevaba a que yo le cuidara el caballo en el monte, mientras él iba a hacer reuniones clandestinas. Entonces mi papá me decía: “Tú te quedas aquí, no te muevas.” Se ponía un gorro tipo montañés y se metía al monte. Lo que nunca supo mi viejo es que yo lo seguía. Nunca supo. Algún día que nos tomamos un vino juntos le dije lo que yo hacía. Ahí me abrazó mi viejo.

Usted vivió todo el proceso de la sustitución de los bosques nativos por el monocultivo de eucalipto. ¿Cuál es su visión desde los años 70 en que inició?

En la época de los sesenta hubo revolución en el mundo entero, los pantalones anchos y todo. Luego vino el gobierno de Allende y los mapuches creímos que a través de Allende íbamos a recuperar… (digo los mapuches creímos, aunque yo era niño en ese entonces, pero los que me representaban en ese tiempo), que a través de Allende íbamos a recuperar la tierra, entonces nos fuimos en masa, en grupo a recuperar los fundos que nos habían quitado los propios chilenos. Y de ahí lo que se llama reforma agraria que en América, y en particular en esta zona, se produjo. Tiene que ver con la Alianza para el Progreso, cuando los gringos dijeron “si no hacemos una programa reforma agraria en Chile la Unión Soviética a través de Cuba se nos meten y no los vamos sacar nunca”. Entonces presionaron a través de la Alianza para el Progreso para que en Chile se hiciera una redistribución de la tierra y todos estuvieron de acuerdo, si no iba a estallar una rebeldía mayor. Entonces se produjo la reforma agraria, Allende la quiso profundizar y nosotros también. Luego de eso, llegó Pinochet y se produjo la contrarreforma agraria, que es un fenómeno del que no se ha escrito mucho, que significa que aquellas tierras que estaban en manos del Estado, ya sea del CONAF o CORA, que fue creada para instrumentar la reforma agraria –mucha tierra quedó en manos de esas dos instituciones para el proceso de entrega a los campesinos y a los mapuches–, fuera entregada a particulares. Lo qué hizo Pinochet en tanto asumió fue agarrar estas instituciones y las pone a cargo de Ponce Lerou, su yerno. Como cabeza de la CONAF, Ponce tenía control de todas estas tierras que hoy día vemos, pero que Allende ya, a través del CONAF, había destinado para remplazar el bosque nativo por monocultivo. Desde Allende ellos ya venían con la idea de remplazar el bosque nativo por monocultivo como la gran solución a la economía nuestra. Entonces, cuando llegó Pinochet, encontró miles de hectáreas plantadas. ¿Qué hace Ponce Lerou?, las pone a subasta pública en Santiago a un precio muy pequeño, casi simbólico, entregándolas a las empresas que hoy día tienen gran poder económico, en ese tiempo llamada Crecec. Se hace una especie de autotraspaso, a través de sus propias redes, para poder hacerse toda esa tierra, con lo que vuelven a ser dueños los mismos propietarios que habían sido expropiados. Entonces Pinochet se asegura de devolver tierras a los grandes propietarios y a los amigos de ellos, a través de subastas a precios irrisorios.

¿Y a los “invasores” los vuelven a sacar?

A nosotros sí, a nosotros los “invasores”, que estábamos instalados desde el golpe de Estado nos arrancamos, la gente escapó porque si no la mataban. Tuvo que irse. Entonces esas tierras quedaron en manos de las forestales, hasta hoy día. Nos fuimos a las otras tierras que también estaban en nuestra expectativa, que estaban a nombre del Estado en la cordillera de Nahuelbuta, no eran de mucho valor para los grandes propietarios, pues todos los valles productivos estaban escriturados a nombre de los descendientes de alemanes, de descendientes de italianos, pero la cordillera de Nahuelbuta estaba a nombre del fisco, con personas campesinas pobres que vivían ahí de alguna manera, y también estábamos nosotros.

Entonces, en el segundo tiempo de la dictadura militar, se produjo que estas tierras fueron regularizadas por personas y estudios jurídicos que le decían al campesino “yo te compro el derecho de posesión”, y le pagaban diez pesos. Pero con ese derecho comprado, de acuerdo con la Ley de bienes nacionales que dice que con cinco años de posesión es suficiente, inscribían la tierra a nombre de ellos y expulsaban a los campesinos. Los campesinos no hacían resistencia porque el campesino y los mapuches tienen otro concepto de la tierra, no es que valga dinero, es parte de otra cosmovisión. Entonces ahí se produjo un desplazamiento campo-ciudad brutal, de manera que en 20 años se despoblaron los campos de la cordillera de Nahuebuta, la mayoría habitados por mapuches y campesinos que vivían ahí de mala manera, que no tenían luz, no tenían agua, no tenían nada y habían llegado después de la Guerra del Pacífico, ahora engrosaban los cordones urbanos.

Bueno, le estaba diciendo entonces que se produjo la contrarreforma agraria y el despoblamiento masivo de la gente con lo que se poblaron los cordones de todas las ciudades de Chile. Entonces, una vez que se hicieron propietarios bajo todos estos subterfugios, simultáneamente le pusieron fuego a los bosques nativos. Yo fui testigo de cómo quemaron el bosque porque inventaron la ley 701 que subsidiaba las plantaciones de pino y eucalipto, sobre todo pino. Tener bosque nativo no era negocio. Lo que le pusieron es fuego. Donde vivo yo, junto al Lleulleu, recuerdo que había bosque nativo, yo fui testigo presencial de cómo lo quemaron, primero moto, hachas, poda, los propios mapuches que trabajaban en las forestales quemando, botando, pues no había otra forma en la época de sobrevivir, y después le ponían fuego. Eso de que ellos protegen el bosque nativo, que la erosión, que sembraron en tierras baldías es un discurso, era puro bosque nativo todo eso, la montaña de Nahuebuto era bosque nativo y le pusieron fuego.

¿Podría recordar algunas de las especies del bosque nativo?

Uh, desde el canelo, ulmo, manío, avellano, el bosque valdiviano, lo que ustedes todavía ven estaba aquí de manera potente; toda la fauna también, estaba vigente. Es que era otro paisaje. Yo he sido testigo de cómo ha ido cambiando, es como ir a ver todavía la zona de la 10ª región. El agua era abundante, esas tierras tenían mucha agua todos los días y hoy ya no la tienen. Entonces, en los últimos 30 años cambió el paisaje de la montaña de Nahuelbuta de manera brutal.

El monocultivo forestal representa el segundo ingreso nacional chileno después del cobre. A su modo de ver ¿benefició de algún modo a la zona mapuche el ingreso de todos esos recursos que significaron empleos y dinero circulante?

Decir que no sería poco objetivo. Efectivamente ha generado economía, pero ¿a qué costo?, ¿a qué impacto? Porque sabemos que ese monocultivo va a crear un colapso medioambiental. Yo no tengo ni una duda de que va a ser un colapso medioambiental. Hoy día tenemos un discurso complejo porque a la autoridad de turno le cuesta enfrentar esa realidad; oye, estamos dejando las cuotas, estamos dejando una calamidad medioambiental, a costa de que tengan un sueldo relativamente aceptable en el trabajo forestal; o sea, hoy día hay mucha gente que depende del trabajo forestal. Entonces, como el gobierno ha creado con ello una alternativa económica, están casados con una dinámica en la que sabemos que vamos al precipicio pero seguimos en ese camino. O sea, el monocultivo de pino y eucalipto nos va a llevar a un colapso medioambiental en estas regiones, yo creo que en gran parte de Chile, lo vemos con la catástrofe de los incendios que tiene que ver con eso, el que no tengamos agua para refugiarnos del fuego; es porque los eucaliptos la han colapsado, pero también porque no hay una planificación responsable sobre el uso de nuestros suelos. Cómo es posible que tengamos las ciudades rodeadas hasta el último punto, el último metro cuadrado, con árboles de monocultivo. Eso es una bomba de tiempo. Ponerle a las ciudades eucalipto y pinos, altamente inflamables, donde hay agrupaciones humanas viviendo todos los días, es no tomar en cuenta que en algún momento va explotar y ahí tenemos el resultado. Yo, cuando paso por Curanilahue, que hace 40 años era una ciudad minera, de carbón, veo que hoy día está rodeada de puro pino y eucalipto, entonces estamos expuestos a que en algún momento se produzca un incendio y esa ciudad va a desaparecer porque no tiene cortafuegos, no tiene una zona de seguridad que delimite el fuego.

Cuando voy a Valdivia lo que encuentro es eucalipto en las grandes praderas que producían leche, un mercado que no tiene la rentabilidad que tiene el pino, entonces estamos siendo irresponsables como humanidad, con nosotros mismos, con la seguridad alimentaria. No tenemos hoy ni siquiera tierra para cultivar papa, un alimento básico para comer que en el pasado permitió la sobrevivencia de Europa, ¿y de dónde llevaron la papa?, de acá. Entonces yo creo que hay colisión de intereses, porque una cosa es dirigir una economía para que funcione relativamente normal, sana entre comillas, sustentable de cierta manera… y otra apostar a causas perdidas.

La aplicación de la ley antiterrorista se aprecia muy señalada hacia el pueblo mapuche, con casos manifiestamente injustos como el de la Machi Francisca Linconao, entre otras decenas de casos ¿qué opinión tiene a este respecto?

Lo que pasa es que yo no estoy sorprendido por la aplicación de esta ley, es parte de los instrumentos del Estado y una forma de reprimir al pueblo mapuche. Porque cuando se constituyó este país, no hace más de doscientos años, el diario El Mercurio hablaba de que éramos bárbaros y en el propio parlamento se discutía si teníamos alma o no;  se daban acalorados debates sobre si los mapuches éramos seres humanos. Luego se discutía si teníamos espíritu, y después se discutía si teníamos derechos. El Mercurio titulaba así: “Los mapuches no tienen alma”; pasado el tiempo, a decir del propio diario, los mapuches éramos borrachos, salvajes y bárbaros. Ese era el mapuche que creían conocer los chilenos. Luego, en la época de los 60, pasamos a ser revolucionarios y comunistas. Y en esa época nos toca ver, en el propio El Mercurio y todas sus sucursales, que somos terroristas. Si tú vas a Santiago, si vas a Concepción: “mapuches, ah, terroristas”. Va instalado en el imaginario colectivo del chileno común de que somos terroristas. Somos objeto de burlas, a mí cuando voy a los partidos del gobierno de la burocracia estatal: “cuidado que traí fósforos”; yo me río, pero es un estigma, un instrumento comunicacional de los poderes económicos que logran instalar un estereotipo de personajes para que todos sean catalogados como tal. Yo creo que no es terrorismo, los mapuches luchan contra esas convicciones pero no es como el terrorismo que conocemos en el mundo y en el que hay consenso de que es terrorismo. Entonces yo creo que estamos viviendo un tiempo de la historia bajo el estigma del mapuche terrorista. Leí hace poco un caso en Argentina, donde también hay titulares que acusan a los mapuches de terroristas, porque también en Argentina necesitan inventar una historia para desnaturalizar nuestra legítima lucha. Entonces, hoy día inventan al mapuche terrorista. Yo creo que nosotros estamos frente a eso. Es un instrumento que el Estado chileno tiene a través de sus aparatos, o sea, gobierno, policía, tribunales, parlamento, para poder frenar la pelea de los mapuches, tenerlos a raya. Lo que me parece paradójico es que, como tú bien lo describes, no hay ningún chileno -salvo el caso particular muy publicitado de la bomba en Santiago, que además salieron libres- preso por terrorista. Por lo tanto está demostrado científicamente, ya que ustedes trabajan con tantas estadísticas, que es una ley diseñada para los mapuches. Pero lo más paradójico es que, aunque fue creada por Pinochet para aplicarla a todos sus opositores, que son los que hoy día gobiernan, lo impensable es que quienes están ahora en el gobierno, asumieran el gobierno, incluido Ricardo Lagos, incluido Aylwin, incluida la Michel Bachelet, incluido Frey, y sin ningún cuestionamiento la aplican en contra de los mapuches. Y de paso le hicieron un maquillaje para que dijeran que la modificaron, pero es la misma ley. Entonces hay una doble moral, una doble conducta, porque los mismos que se quejaban en todos los foros internacionales de que Pinochet era muy malo porque torturaba y aplicaba una ley ilegítima, arbitraria y no sé qué, esa misma ley la toman y la aplican en contra de los mapuches. Y nadie se pone sonrojado, nadie se avergüenza, es como un doble discurso, terriblemente difícil de llevar. Y detrás está el diario El Mercurio, está el diario La Tercera, están todos los medios de comunicación controlados por los mismos tipos.

Y lo que me tiene preocupado ahora es que la Sofofa (federación de empresas y gremios vinculados al sector industrial chileno), que es el poder más activo de los conservadores de Chile, levanta actualmente todo un discurso sobre que en esta zona del país no hay estado de derecho, o sea, que no hay ley que se respete. Yo lo que me temo es que después vayan a instalar el discurso de que no hay estado de derecho y a imponer una represión dura. Una más. Eso es lo que se viene como música de fondo. Y eso es lo que no dicen. Uno mira entrelíneas y es lo que se viene.

Gracias alcalde.

Citas:

1 El Mostrador, por Catalina Barrios, 7 enero 2017
2 El Mostrador, 26 y 29 mayo de 2017
3 Ancalao Gavilán, Diego, El Mostrador, 26 diciembre 2016
4 Aylwin, José, Hechos de violencia en la Araucanía y regiones aledañas, El Mostrador, 20 de enero de 2017
5 Los acuerdos de 1641, la paz de Quilín (el autor cita al maestre de campo don Fernando Bascuñán) “fueron los siguientes:  (uno) que no habían de ser encomendados ni tener más señor que el Rey para servirles de soldados en las guerras y que en esto solo, los habrían de ocupar, (dos) que no habían de pagar tributo, ni grabo de maíz, ni otra legumbre alguna, (tres) que no lo habrían de reducir a pueblo de ranchería ni estacada, (cuatro) que los indios poblados (indios amigos) y que estaban en doctrina usasen, si quisiesen, de su libertad y se pudiesen ir del lugar de su habitación…” (sic) (Bengoa, José; Historia de los antiguos del sur, p. 490, Ed. Catalonia Ltda., 2007)

Fotos de Tirúa de Malú Méndez Lavielle (excepto alcalde solo, tomada de Internet)

jueves, 14 de septiembre de 2017

Educación indígena en San Miguel Chicahua, Oaxaca

Quinta entrega de la serie sobre educación indígena


15 de Junio de 2011

Para llegar a Fortín Alto, donde se encuentra un albergue y un preescolar de educación bilingüe, hay que salir de la ciudad de Oaxaca por la autopista a Puebla hasta Nochistlán, de ahí a la ciudad de Amatlán, de donde un camino de terracería lo lleva a uno a San Miguel Chicahua, muy cerca está la comunidad de Fortín Alto, un pueblo con arquitectura contrastante, pues lo mismo es posible ver casas antiguas de adobe y tejas, que modernas de enormes construcciones con diseños espectaculares, aunque casi siempre inacabadas.

El municipio de San Miguel Chicahua se ubica en el extremo sureste de la Región Mixteca, a una altura de 2,300 metros sobre el nivel del mar. El territorio está poblado de ocotes y encinos, principalmente, pero también hay abundantes palmas, espinos, guajales, tepehuajes y pastizales.  Se caracteriza por ser una región de emigrantes y quienes permanecen en ella siembran maíz, trigo, fríjol y garbanzo, que cosechan principalmente para su autoconsumo.

Ahí me recibieron un eficiente profesor de preescolar Indígena y el director de un albergue indígena muy deteriorado por la falta de mantenimiento y de atención.


Escuela Preescolar Indígena “Miguel Alemán”, de Fortín Alto, municipio de San Miguel Chicahua, Oaxaca

Prof. Javier Hernández López

Mi nombre es Javier Hernández López, estoy comisionado como director sin grupo de la Escuela Preescolar Indígena “Miguel Alemán”, de la comunidad de El Fortín Alto que pertenece al  municipio de San Miguel Chicahua del estado de Oaxaca.

El sistema educativo del cual nosotros dependemos es el de educación indígena, nosotros dependemos de la supervisión escolar con sede en San Diego Apoala, esta supervisión pertenece, a su vez, a la jefatura de zona de Nochistlán, que depende de la Dirección de Educación Indígena en el estado de Oaxaca y, de ahí, de la Dirección General de Educación Indígena de la SEP.

En esta comunidad somos de la etnia mixteca, de la región mixteca, y atendemos a los niños hoy en día con cinco docentes, que atienden un grupo cada quien; hay dos grupos de primer año, hay uno de segundo y dos de tercero. Debo enfatizar que aquí en esta comunidad hay mucha migración, aquí la mayoría de los vecinos se van a los Estados Unidos, y esto se ha reflejado un tanto en el sistema escolar, toda vez que los niños ya no practican regularmente la lengua indígena, que es el ñuu savi, entonces el papel de nosotros, los trabajadores del sistema educativo indígena, es ir rescatando, reforzando y fortaleciendo la lengua indígena. Aquí, el fundamento de nuestras actividades es el sistema bilingüe, aunque nos cuesta un poco llevarlos de esa manera, toda vez que los niños por lo regular ya son hablantes del español, hablan ya muy poco la lengua mixteca; sin embargo, el esfuerzo se está haciendo y justamente en este ciclo escolar trabajamos sobre un proyecto denominado “hongos zeta”, un proyecto didáctico y productivo. Ese proyecto lo culminamos precisamente en el mes de marzo y nos dimos cuenta que sí se está perdiendo la lengua mixteca, el ñuu savi. Porque los jóvenes, los adultos que se van a los Estados Unidos traen otras costumbres, otros hábitos, otras formas de vida, a eso se debe a que se esté perdiendo la práctica de la lengua en la comunidad.

Cuando yo iba en la primaria, cursando el sexto grado, se fundó un albergue escolar en mi municipio, que es la comunidad de Santiago Apoala; se funda el albergue escolar y por medio de las autoridades municipales se tuvo que citar a los padres de familia para que inscribieran a sus hijos, y es así como me inscriben mis papás y es cuando tengo mi primer acercamiento con el sistema de educación indígena.

Después de ese ciclo escolar, como fue la primera generación ingresada de la escuela primaria -antes no había, esta fue la primera-, vino el que era titular de esa dependencia y prometió a los de sexto grado de esa generación algunas becas para los alumnos más destacados, para que continuaran sus estudios a nivel secundaria. Y es así como nos motivan a muchos de los alumnos. Entonces me tocó la suerte de ser uno de los alumnos elegidos para este estímulo, para la beca. Es así como me voy al distrito, porque en esa parte de la mixteca no había alguna institución en la que pudiésemos inscribirnos, me tuve que trasladar hasta el distrito para hacer la secundaria y gozar la beca, en ese tiempo del área indigenista, hoy CDI. Teníamos que entregar como requisito nuestro promedio y a los muchachos que bajaban de promedio se les quitaba la beca. En el caso mío, afortunadamente, tuve la suerte de conservar mi promedio y tuve forma de disfrutar la beca los tres periodos de educación secundaria.

Una vez culminada la secundaria, me dirigí al profesor Pedro Maldonado, que era director regional en ese entonces -hoy se llama jefatura-, en Nochistlán, y lo invité a mi graduación. Y él me dice: “si tú tienes todavía ganas, la voluntad de seguir estudiando, sigues”. Estaba cerca de Nochistlán, aproximadamente a unos 17 kilómetros, una comunidad que se llama Santo Domingo, donde funcionaba el CEA, Centro de Estudios Agropecuarios. Me dijo que me inscribiera y que me iban a asignar una beca por parte del INI, pero estar ahí implicaba pagar todos mis gastos: alimentación, renta, todo; entonces platiqué con mis padres y me dijeron que no tenían la posibilidad de apoyarme, ya que la beca por sí sola no era suficiente. 

Entonces fui y le dije eso al profesor Pedro, que no teníamos posibilidades y que si había una oportunidad de poder ingresar al sistema de educación indígena, pues estaba en disposición de hacerlo, solo que necesitaba el apoyo de él. Y me dice: “pues haz tu solicitud porque no solo eres tú; así como tú quieres, hay muchísimos que también quieren”. Hice mi solicitud, nos fuimos a Oaxaca a que nos examinaran, sobre todo en lengua mixteca y, pues, tuve la suerte de quedar entre muchos jóvenes, no recuerdo cuántos, que no eran solo mixtecos, eran de otras etnias, pero éramos varios, de Huajuapan, de Tlaxiaco, de Putla de Guerrero. 

Finalmente presentamos el examen y como al mes, mes y medio, ya me comunicaron que fui uno de los elegidos para ingresar, pero para ello tenía que ir al Curso de Capacitación, como se llamaba en ese tiempo un curso de inducción para ingresar como educador. Entonces es cuando me voy a un centro de integración social de San Antonio de Eloxochitlán de Flores Magón, perteneciente a la Región de la Cañada, y ahí en ese lugar estuve durante los meses de octubre, noviembre y diciembre, dos meses y medio; incluso ahí hubo otro filtro, los que no respondieron quedaron fuera. Era un curso intensivo que nos daba una embarradita y vámonos.

Regresamos y nos dieron una constancia de conducta y de aprovechamiento. Retornamos varios, todos los hombres que pudimos aguantar los dos meses, porque muchos se fueron antes. En diciembre de 1979 ingreso con mi orden de comisión para ir a trabajar a una comunidad a partir del 15 de enero de 1980; es así como entro a la educación preescolar, dentro de un sistema de castellanización, como se llamaba entonces. Hace 31 años. Por contrato, no por plaza, y es hasta marzo de 1981, cuando me dan una clave, a partir de entonces cuentan mis años de servicio, por ello acabo de cumplir 30 años de manera oficial.

Muchos de mis compañeros se fueron a otros niveles, se fueron a primaria en el mismo sistema, otros a telesecundarias, y yo fui de los pocos varones de preescolar, porque normalmente las mujeres son las que han ocupado los cargos en este nivel. La satisfacción es que me inicié en el nivel de preescolar y me voy a retirar en este mismo nivel.

Hongos setas

El proyecto del cultivo de hongos setas. Al inicio del ciclo escolar la supervisión escolar nos pidió a nosotros que pudiéramos convencer a los padres de familia para formar comités de padres y docentes con el fin de armar un proyecto sobre el que queríamos trabajar con el sistema bilingüe. Una vez reunida la comunidad, hubieron varias participaciones, varias intervenciones y, finalmente, por mayoría, se decidió por el proyecto de hongo seta. Un proyecto educativo y productivo a la vez. Un proyecto desconocido para la mayoría, pero también por ello quisieron involucrarse, y así es como en esa reunión se creó un taller de trabajo. Así estuvimos trabajando con los padres de familia y alumnos aunque, ya en el proceso, nos encontramos con necesidades que tuvimos que ir consiguiendo, así como algunos procedimientos con cierto riesgo para los alumnos, por lo que tuvimos que tomar medidas. Se llevó a cabo y finalmente quedaron de alguna forma satisfechos con el resultado. Iniciamos en el mes de octubre y lo culminamos en el mes de marzo. Fue un tanto tardado, ya que primeramente tuvimos que hacer acopio de los materiales, hicimos un calendario. La participación de los niños fue fundamental, tuvieron que traer paja, totomoxtle, algunos utensilios necesarios y los docentes también contribuimos con olotes. 

En la investigación decidimos que lo haríamos con paja, pero nos dijeron que si mezclábamos la paja con el totomoxtle y el olote funcionaba mejor, que íbamos a obtener más producción. Conseguimos esos materiales, un tambo grande para ponerlo al fuego pero, ya que todo el proceso fue amplio y detallado, en algunos momentos hubo que tener mucho cuidado porque era peligroso; tuvimos que adecuar el proceso de acuerdo a nuestras condiciones y el nivel de desarrollo de los niños, que aquí son pequeños. En algunas actividades solo participaron como observadores y de esa forma no representó ningún riesgo para ellos. Todo era bastante desconocido, nadie tenía experiencia, pero a partir de ese proyecto pudimos aprender. En la valoración del consejo técnico consideramos que el resultado fue bastante positivo, tanto en el ámbito educativo como en el productivo, considero que el logro de los objetivos anduvo en un 82, 83%, lo que nos parece bien.

Algo que vamos a defender. El sistema bilingüe es, en mi experiencia, creo, un tanto poquito complicado, puesto que hay que alternar la lengua madre con una segunda lengua. Pero a la vez también es motivante, porque eso nos conduce a que también nosotros como trabajadores hagamos conciencia de que nuestra cultura tiene un valor incalculable y está viva, la estamos nosotros conservando y nadie nos la puede quitar, es algo muy nuestro. Yo soy de una comunidad vecina, estamos cerca de la gente, somos mixtecos todos, hay una mínima diferencia, una variante, pero nos entendemos perfectamente y estamos, quiero pensar, estamos trabajando para mantener y fortalecer nuestra cultura, recrear nuestra lengua indígena que es el mixteco.

El principal obstáculo pienso que es la pobreza, ya que aquí mis paisanos emigran, y siento que ese es el obstáculo. Incluso muchos padres de familia ya vienen con otra ideología, ya no quieren que sus hijos hablen el mixteco, porque para ellos hablar la lengua mixteca, mantener vivas las costumbres y los valores de los pueblos, es un sinónimo de atraso, de ignorancia, de estancamiento. Así lo ven. Tal vez por ignorancia, por desconocimiento. Yo siento que ese es el mayor de los obstáculos. Hemos sido testigos de que los jóvenes que están regresando traen esa mentalidad; hoy son otros tiempos, “hoy en día hay que ver el inglés y el español”, así lo ven ellos. Pero nos corresponde a nosotros, a los viejos en el servicio, seguir insistiendo en que nuestra cultura, como la lengua en este caso, debe prevalecer, desconocerla es como perder nuestra identidad.

Si mañana me voy, por decir, la satisfacción que me queda a mí es haber contribuido con un granito de arena para apoyar de alguna forma mi cultura, trabajar con mis paisanos, con mis gentes los mixtecos; que en algunas ocasiones hemos podido aportar, mínimamente, pero hemos podido aportar en favor de este subsistema de educación indígena. En algún momento hubieron ofertas, de otro nivel, pero yo me sentí muy satisfecho con los niños de este nivel, de cuatro y cinco años, porque es muy noble la labor, los niños están inquietos de saber, ávidos de saber, de conocer y de descubrir. Y cuando uno trabaja con esos niños, pues, a mi manera de ver, es muy satisfactorio, ya que ellos no conocen lo que es el odio.

Me iré muy satisfecho, muy contento y porque de alguna forma contribuí en esto, apoyé a mis paisanos, a mis gentes, incluso a mis compañeros. Por el nivel ya no tuvimos acceso a otras claves directivas, siempre con clave como docente, sin embargo ya recorrí algunas comisiones, fui auxiliar administrativo de la zona, fui secretario general de la delegación, ya estuve comisionado como representante de mis compañeros en Oaxaca, ya estuve apoyando como responsable del área, de la jefaturas; estuve un rato como responsable de la supervisión escolar y aquí seguimos. Si al rato me dicen que me voy a trabajar en otro lado voy y lo hago, porque ya tuve esa experiencia y volver a vivir esa experiencia es como volver a vivir, para mí es satisfactorio.




Albergue de Fortín Alto, municipio de San Miguel Chicahua, Oaxaca

Prof. Saúl Cruz García

Mi nombre es Saúl Cruz García, estamos aquí en el Albergue Escolar “Ita yuyu”, en la comunidad del Fortín Alto Chicahua, Nochistlán, Oaxaca.

Ahorita estamos con el fortalecimiento de la lengua mixteca, en ocasiones se hacen textos literarios que son traducciones. Por lo que  yo he diagnosticado en el albergue solo un 60, 70 por ciento de los alumnos hablan el mixteco, con el resto la lengua se ha estado perdiendo su uso en las casas. Ese es uno de los propósitos del albergue, aparte de brindar alimentación y hospedaje, pues como su nombre lo dice: “albergue escolar indígena”, aquí se alberga a niños hablantes del mixteco y también aquí se les fortalece la lengua. Claro que nos queda muy poco tiempo para a hacerlo, porque van a la escuela y tienen bastantes tareas de sus maestros; sin embargo, se ha estado trabajado en lo poco que se pueda. Ahorita tenemos cuarenta becas, cuarenta alumnos. Aquí es su casa, aquí se quedan, se hospedan, solamente acuden a su casa cuando van a bañarse, porque aquí no tenemos las condiciones para que se bañen, los baños están deteriorados, están cancelados, y por ese motivo muchos de ellos se van a su casa en las tardes.

Necesidades ingentes. Habitan el albergue, en primera, los niños que carecen de recursos económicos en su casa; o bien, lo que son de rancherías o de parajes distantes a una o dos horas de distancia, por lo que ellos necesitan el servicio del albergue para poder estudiar.

Urge una remodelación de todo el edificio, ahorita en los dormitorios la lluvia gotea demasiado, a veces tenemos que enviar a los niños a su casa para que no se queden en las noches, porque se mojan las camas; a veces tenemos que juntar todas las camas o los chamacos se tienen que quedar de dos o tres en cada una porque si no se mojan con la lluvia. El techo está muy deteriorado.

Aparte de ello, quisiéramos que en el albergue se creara un centro de estudio, como el del proyecto de hongos. A largo plazo, ojalá podamos tener una línea de internet para los alumnos; en este ciclo se consiguió la computadora, se estuvo gestionando con el ayuntamiento y los padres de familia y es como se consiguió este pequeño equipo de cómputo, pero hace falta una línea de internet, más computadoras; la biblioteca está en pésimas condiciones; de hecho, no está trabajando, no se ha terminado.

De mi trabajo me gusta sobre todo el reconocimiento de los niños y de los padres de familia, mi satisfacción más grande es ver que ellos lo aprecian, ojalá lo sigan haciendo, sobre todo los comités, con los que hay una buena comunicación; con las autoridades municipales, que son unas personas que no nos han negado los apoyos que se han pedido. Esa es mi principal satisfacción.


Lo que pediría a la mejor es que nos visiten más, estamos muy abandonados, a veces hay trabajos que se realizan en los albergues, en un informe sugería un estímulo para los padres de familia, para los alumnos, para los docentes de los albergues, para que le echen más ganas, entonces se valoriza más. 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Educación indígena en Tejería, Pantepec, Puebla

Cuarta entrega del trabajo de campo realizado en las sierras de Puebla, Veracruz y Oaxaca, a propósito de la educación indígena.



6 de junio de 2011

Para llegar a la Escuela Primaria de enseñanza bilingüe “Aquiles Serdán” de Tejería, en el municipio de Pantepec, Puebla, es necesario ir de Huauchinango a Xicotepec de Juárez –o Villa Juárez, como la llaman aún los mayores-, sigue uno por Villa Ávila Camacho, luego Apapantla, Agua Linda y finalmente se arriba a las inmediaciones de Pantepec. Antes de llegar a la cabecera municipal, se toma un camino de terracería, a la derecha, rumbo a Tejería.

Este municipio poblano se encuentra en el declive septentrional de la Sierra Norte de Puebla y mira hacia la llanura costera del Golfo de México, lo cruzan dos enormes complejos montañosos divididos por el río Pantepec que lleva sus abundantes aguas para depositarlas en el río Tuxpan.

El clima, el sol, la humedad de esta zona de México facilita la producción de muchos cultivos y frutos, pero destacan el maíz, el frijol, el trigo, el cacahuate y el café; se cultivan hortalizas como calabacita y chile verde, en tanto que abundan huertas de mango, piña, aguacate, plátano, lima y limón. Por eso más del 80 % de la población se dedica a la agricultura.

En la comunidad tutunakú de Tejería, de unos 500 habitantes, nos recibe el orgulloso maestro Miguel Santiago María, director de la escuela, y nos acomodamos a la sombra de un enorme árbol, rodeado por un muro de sesenta centímetros, que es el centro de reunión de los recreos, de las juntas de madres de familia e improvisado comedor comunitario. Sobre el muro, uno de los maestros explica las bondades de la limpieza y la organización comunitaria, secundado minutos después por una madre de familia que hace lo propio, con singular elocuencia, desde su perspectiva doméstica. Una vez despejada el área, en dos sillas traídas a propósito, el director Santiago María me explica los pormenores de su actividad docente y el profesor Miguel Luis Aparicio me da una brillante descripción de la enseñanza, no solo de la formalidad académica, sino de una cosmovisión largamente vilipendiada y combatida por las tendencias reaccionarias de la educación.



Profesor Miguel Santiago María, director de la Escuela “Aquiles Serdán”
Comunidad totonaca de Tejería, Municipio de Pantepec, Pue.

El nombre de la comunidad es Tejería, pertenece al municipio de Pantepec, Puebla. El nombre de la escuela es Aquiles Serdán. Mi nombres es Miguel Santiago María, estoy a cargo de la escuela, soy el director comisionado, llevo un año de dar mi servicio aquí.
En primera, pues la opción o la oportunidad, porque yo hablo la lengua indígena totonaca, y eso es lo que me facilitó para presentar examen en Huauchinango y, posteriormente, los que aprobaban tuvieron cita en la ciudad de Puebla. Yo hablo totonaca porque es la raíz de mis papás, de mi mamá, de mi familia y siempre he practicado la lengua indígena.

Soy parte de la educación  indígena, mis primeros maestros lo fueron, estudié aquí y por suerte doy mi servicio aquí también. La comunidad tiene cuarenta y dos años desde que se fundó y la escuela lleva treinta y dos años con su sistema de educación indígena, de maestros bilingües, hablantes del totonaco.

Como no hay referencias, yo les doy ideas a los niños: “si ustedes quieren ser maestros o futuros ciudadanos que tengan más espacios, deben de valorar su lengua, deben de valorar su cultura, porque el que habla dos lenguas tiene más oportunidad de participar, quizás en las empresas o en otro lado”. Aquí hubo un joven que tuvo la oportunidad de estar en Colombia, porque la comunidad pertenece a una organización que la está apoyando con el bambú. Entonces trabajaron con los jóvenes de la prepa para ponerles su conejo, su panadería y su invernadero, pero fue un fracaso porque no había experiencias. Pero dentro de esa organización, un joven de la prepa tuvo esa oportunidad de irse a Colombia, porque el joven de preparatoria, que domina una lengua indígena igual, tuvo esa opción. Entonces les hago ver a los pequeños de primaria: “vean a este muchacho, por dominar una lengua, no solo el español, tuvo esa oportunidad, digamos, de volar -porque yo nunca he tenido la oportunidad de volar ni a México, ni siquiera a Poza Rica- y se fue muy lejos”. Regresó y nos explicó y comentó de su experiencia. Eso fue a raíz de su dominio de dos lenguas. Fue a dar una conferencia sobre la importancia de la lengua indígena.

En primera, hay competencias, hay retos, hay críticas, entonces nosotros seguimos defendiendo nuestro sistema, nuestra escuela es lo mejor para nosotros. Cada quien defiende su escuela. Por ser bilingüe, los alumnos se dan cuenta a través del libro de atlas, a través del libro de geografía universal y a través de Internet, se dan cuenta que las lenguas existen, entonces hay que seguir valorando la nuestra. Claro que si nuestras mamás, nuestros abuelos, dejan de platicar a sus hijos y a sus nietos, contribuyen a que se pierda. No será ni el Estado ni nadie el que venga a acabar con nuestra cultura, los mismos papás jóvenes son quienes van a hacer que la lengua se vaya perdiendo, se vaya opacando. Deben tener mucha conciencia los papás jóvenes, porque son ellos los que nos deben de dar fuerza para que la lengua se vaya conservando, porque los abuelos se van acabando, cuando un abuelo muere se pierde una parte de la lengua de una familia. Entonces los que nos pueden respaldar son los papás jóvenes, para que pueda prevalecer nuestra cultura, nuestra lengua.

Entre los obstáculos de nuestro sistema de enseñanza, el papel más importante es el que hacen algunos de los papás jóvenes que ya casi no platican con sus hijos en la lengua materna, ese es un primer reto. A través de pláticas les decimos: “son ustedes mismos responsables que sus hijos vayan perdiendo la lengua, que se hable nomás en español.” Otro obstáculo enorme es el de la tecnología, la computadora, el Internet, la televisión, los medios, la publicidad, todo está en puro español o está en inglés. Eso es lo que nos está opacando, nos está dominando, eso es. La publicidad nos está opacando, por eso nosotros, como escuela, tratamos de hacer publicidad, digamos, local, porque no podemos meternos más allá, porque implicaría otros gastos. Y con la ayuda del Ayuntamiento, que nos va a respaldar con carteles, con lonas, con bardas, al igual que con anuncios como rutas de evacuación, de bienvenida, mensajes sociales y centros recreativos en nuestro idioma, pensamos luchar contra eso, para que la gente que venga también tenga una probada de nuestro idioma. Nuestro nombre dice “educación indígena”, “educación bilingüe” y no se ve.

Con las clases los niños responden, las actividades escolares ayudan a que la comunidad se meta en la cultura local, que es lo que ha faltado. La cultura que estamos impulsando es no quemar los plásticos, tratar de reciclar y venderlo, generar algo de monedas para necesidades de la escuela como papel, marcadores, en algo nos va a servir. Esa actividad es la que están haciendo los pequeños.

Bueno, en el caso de sexto grado, como solo somos tres maestros, en cada actividad se escoge un tema; digamos, ahorita, es sobre la basura: cómo concentrar la basura, luego se clasifica: nombres, tipos, entonces todo lo hacemos en totonaco. Hay niños que no entienden muy bien el totonaco, se le dan instrucciones. Pero sí se llega a meter el español como aclaración. También me da mucho gusto con el curso que recibimos en Puebla, el de parámetros, que lleva el maestro Miguel Luis, donde se ve que hay más futuro, hay más esperanzas con los niños de primero y segundo, porque como están empezando, a pesar de que la lengua es de aquí, para ellos es una novedad porque a la mayoría les hablan en sus casas en español. Pero la actividad en lengua indígena, para mí no es problema porque yo lo hablo y la mayoría de los niños lo hablan, pero casi no lo quieren escribir, o al revés, y eso es un problema, son las consecuencias o son los retos que tenemos que superar.

A veces vemos otra clase de problemas y les hablo a las mamás para señalarles dónde está el problema. Así, entre ambos, con la ayuda de ustedes, vamos a superar el problema, vamos a solucionarlo, porque aquí todas las mamás, todas las familias, hablan el idioma tutunakú.

Otra actividad es la elaboración de libros. A través de la organización del supervisor se distribuyeron temas, a nosotros nos tocó variedades de camotes, entonces los alumnos hicieron una investigación, sacaron variedades de camotes, se tomaron fotos, se fueron armando y ahí están los libritos de los niños que se van a quedar en la biblioteca como parte de una actividad. Como nos decía el maestro Arturo, si nosotros somos la educación indígena, debe haber sustento en la biblioteca, debe haber memoria, porque los abuelos saben mucho, pero no les preguntamos, o si les preguntamos no lo escribimos, entonces se nos está escapando la biblioteca. Algo importante, y qué bueno que a través de la visita de usted nos sentimos más estimulados, porque cuando viene gente importante, como es el caso de ustedes, o en el caso de otras visitas que tuvimos el viernes, a la gente le da gusto, qué bueno que somos tomados en cuenta, porque aparentemente dicen: “no, Tejería es un pueblo pequeño, quién lo conoce, quién lo sabe”; pero les digo, si ustedes van al Internet, buscan Tejería en Internet, le dan clic, ahí está Tejería.

El vestido tradicional se está perdiendo. Hay una sola persona, que es mi tía, es la única persona que porta tu traje típico. Ya no hay. Mi papá así era, tengo una foto, pero hoy mi tía es la única que porta su ropa indumentaria. Les digo a los niños: “vean, nosotros mismos acabamos con nuestra cultura, el mismo sistema”. Mi esposa me decía: por qué no se platica con los alumnos, con los padres de familia, que todos porten en vez de pants, que se pusieran su calzoncito tradicional de manta para hacer ejercicio. Sería mejor. Eso está pendiente, revalorar de nuevo y revivir la indumentaria, porque nos queda solamente un por ciento del total del pueblo. Nosotros hemos participado en eventos, yo tengo mi traje típico, pero… hay un pero. No lo porto porque estoy más cómodo así, nos acostumbraron desde pequeños, pantalón, zapatos. Pero nunca es tarde para empezar.

En el caso de nosotros, de los que hemos aprendido del campo, tenemos cierta relación con la naturaleza, la mayoría de los niños saben de la siembra, eso es una herencia de los abuelos, la selección de semillas, cuándo se va a limpiar el montecito para sembrar el maíz; todos esos valores de nuestros abuelos, los niños aún los tienen en el corazón, en la mente. Yo es lo que veo, porque aman a la naturaleza y conviven con los abuelitos. Por ejemplo, cuando hay un difuntito, digamos, ahí están, yo pienso que ahí es donde todavía se está demostrando ese valor cultural, porque hay otros lugares donde no, el trasporte por ejemplo, ahora los llevan en carro, pero antes no, los llevaban en el hombro. Ahora lo llevan en camioneta, como que se va perdiendo por ese lado; pero del sentir humano, del afecto, de la convivencia, pues yo veo que no se ha perdido, lo único que se ha modernizado es el transporte, es más rápido, menos peso; pero en la convivencia, yo veo que ahí no se ha perdido nada. En otro caso, vemos que las mamás van a traer sus taquitos después de la jornada que están haciendo por lo limpieza de la comunidad, y conviven, o sea “de traje”, y es bonito. Pero a veces hay otros momentos donde el niño trae el taquito pero es para él, no comparte, y eso no se inculca aquí, pues si traes cinco taquitos, debes compartir. Eso también yo siento que son valores que desde la familia se les han inculcado, porque ese afecto de familia, ese afecto de compañerismo no se debe de perder. ¿Quién nos va a valorar más que nosotros? Como vecinos, somos un pueblo pequeño y por eso es cuando se debe de estar más unido, porque todo eso perjudica otras situaciones, como la política, pero eso los niños todavía no lo ven. Los adultos quizás sí lo observan, pero ese es el detalle. Ahorita se fueron todos a limpiar al río, en grupo todavía hay solidaridad. Eso es muy importante para nosotros, de manera personal para mí, y a nombre de mis compañeros que trabajan aquí, que también dominan la lengua indígena, también aman su trabajo, porque es nuestro sustento, de él vivimos, gracias a la lengua indígena. Eso es lo que a mí me hizo incorporarme al sistema.

Nosotros tenemos el rescate de nuestra cultura como proyecto. No lo tenemos por escrito, solamente es un enunciado de rescate de nuestra cultura, lo tenemos en mente pero no lo hemos armado. Si no escribimos, puede haber muchas cosas en la comunidad, pero mientras no se escribe, no existe nada. El tiempo se va pasando, y el día de mañana a los maestros nos cambian, somos rotativos, ya estamos en otra escuela, allá el proyecto puede ser otro, entonces las cosas se pierden.

Un proyecto más grande es lo que ha faltado, pero nunca es tarde para plasmarlo y para escribirlo, porque yo creo que eso es importante y a través de ese documento, de ese escrito, si llegara a existir, gente como usted vería que ese texto viene de Tejería y se dará cuenta de que coincide con lo que dice el director, como que se asemeja, hay una congruencia con lo que dice después de una visita ocular como la que están haciendo ustedes.

Lo que estamos viendo más de cerca es la escritura, eso es permanente, se escribe, hay textos de los niños sobre su vida; lo escrito es como ver a los niños directo. Algo importante también es la etnomatemática; por ejemplo, el comercio, el rollo, digamos de cilantro; un rollo, son diez pesos. Porque no dicen “medio kilo”, aquí es por rollo, el rollo es lo de la comunidad; por ejemplo, un montón de mangos son diez pesos, ¿por qué no un kilo?, no, por montoncito, si va al mercado todo es por báscula, ahí no se regala ni un gramo, son exactos. Al contrario, ahí te roban, pero aquí todavía, para vender, es por rollos, por montoncito o por puños, así se acostumbra vender las cositas. Por ejemplo, una familia vende su pollo, ochenta pesos, y no lo pesan, porque si lo pesan entran los cuartos, medios, y ahí no se pierde nada; o sea, el comerciante que maneja números no pierde nada, y en el caso de la comunidad todavía como que le regala un poquito. Yo pienso que eso también es muy importante, los niños lo saben, pero no va escrito. Por eso, a través del impulso de la escritura, con la ayuda de papás, hacer una antología sobre el comercio y dejarla aquí en la dirección, para mí eso es importante.

En esta escuela yo convivo con mis hijos, con mis primos, con mis alumnos, y ellos son más como mi familia. Yo aquí tengo a mis hijos, a mis sobrinos, es una escuela familiar.



Prof. Miguel Luis Aparicio
Escuela “Aquiles Serdán” de Tejería, Municipio de Pantepec, Puebla.

Mi nombre es Miguel Luis Aparicio, trabajo en la zona escolar número 307 de Pantepec, con sede oficial el Pantepec, Puebla; llevo 21 años de servicio, actualmente tengo 43 años y me desempeño como asesor técnico pedagógico en esta zona.

Para que la educación sea bilingüe, en primera, tomamos en cuenta la lengua materna de los niños, en estos lugares la lengua predominante es el tutunakú, que en español le llamamos totonaco. Para abordar una educación bilingüe empezamos con su lengua materna, para que las instrucciones y toda la clase y la comunicación con los niños sea factible. Porque si nosotros llegamos hablándoles en español y ellos hablan tutunakú, la verdad no hay comunicación, cada quien habla su propio lenguaje y no hay esa comunicación que uno quisiera. Pero si nosotros llegamos al aula hablando su lengua materna la cosa cambia, de igual forma abordamos los contenidos del programa en su lengua. En el caso de un servidor, estamos trabajando en el diseño de proyectos didácticos en tutunakú; en esos proyectos didácticos el punto de partida es la lengua. Entonces iniciamos los proyectos didácticos a nivel de lengua, están hechos ya los del primer ciclo, ya están terminados, entonces esto se inicia con el nombre propio y se hacen ya cuando estamos trabajando la clase en lengua indígena. La clase es cien por ciento en tutunakú pero, para que el alumno transite de su lengua al español, el español no se deja a un lado, sino que se le enseña al alumno. Después de que tiene su clase de tutunakú pasa a su otra clase, que es la enseñanza del español como segunda lengua. En esa clase los alumnos aprenden a decir: “yo me llamo Juan, yo me llamo Pedro”. Conocen a los maestros, conocen a la escuela en español. Todo ese trabajo se da en el primer bimestre, en el segundo bimestre los alumnos empiezan a trabajar el álbum de letras para los de primer grado. Y para los de segundo trabajan el álbum personal. Y cuando ya empezamos a trabajar eso, los chicos conversan en su lengua y también van aprendiendo conceptos del español, porque hay algunos conceptos que no existen en su lengua y tienen que decirse en español, o en inglés, como es el caso del Internet. Y claro, nos regimos en una norma de escritura.

Las matemáticas. En estos últimos tiempos tenemos un buen avance en cuanto a las normas de escritura del idioma tutunakú, dónde están las reglas, cómo se debe escribir, por ejemplo, cuando estamos hablando de objetos en matemáticas. Hay clasificadores numerales en tutunakú. Cuando es español contamos: uno, dos tres, cuatro, cinco… no tenemos problemas, pero cuando estamos en la clase de tutunakú y el maestro no es hablante de la lengua tutunakú, enfrenta problemas, porque en tutunakú hay clasificadores numerales, en tutunakú no puedo decir “un árbol”,  en tutunakú digo “una planta de árbol”; o digo: una vara, o un poste, pero no lo digo igual que como lo digo en español. Cuando digo “ese es un poste”, en tutunakú, digo: “eso que vemos allá está largo y es un poste”. O sea, como que vemos todo demasiado descriptivo. Entonces, cuando contamos cosas esféricas, contamos de manera diferente, decimos: “lakatil”, o cuando contamos hojas de papel, decimos “ojtil”. En el tutunakú es muy importante que el maestro sepa y conozca los clasificadores generales porque, si no, no va a poder dar su clase de matemáticas, porque el alumno, en lugar de entenderlo de manera clara, se va a confundir. También lo aprenden en español, cuando el maestro ve que el alumno lo ha aprendido en tutunakú, entonces se cuenta todo en español, de otra manera.

Por ejemplo, en la clase de tutunakú, cuando se trata de dar órdenes, vamos a pensar que a un alumno le decimos: “ve a la dirección a  traer el reloj”, así lo decimos en español, de manera muy general, ve por el reloj, pero no le decimos en qué parte precisa está el reloj. En tutunakú le vamos a decir: “niño, ve a la dirección y me traes el reloj que está en la pared de color azul”. Entonces el niño va, ve la pared y ahí está. O le decimos que busque el martillo, le decimos: “hijo, ve por el martillo, que está debajo de la mesa en la cocina”; o sea, el tutunakú es específico, es directo.

Ahora vamos a pensar en la poesía, que en tutunakú se describe tal cual es, como que es más realista. Por ejemplo, nos vamos a una poesía antigua en español, vemos como que hay demasiada metáfora; en lengua no hay mucha metáfora, es directa. No necesita metáforas porque se va directo. Claro, hay algunas metáforas, pero aquí la luna es la luna, y el árbol, árbol; es muy descriptivo y directo.

Hay diferencias porque en cuanto, por ejemplo, a los pronombres, pueden ir juntos al sustantivo, o sea, ir como si fueran prefijos; en cambio, en español forzosamente hay que tenerlos aparte; en la lengua tutunakú se junta el pronombre personal con el sustantivo o el adjetivo, lo que le da dinámica. Hay cosas que se dicen en tutunakú que en español no es fácil explicar. Por ello es que en estos últimos tiempos le estamos apostando mucho a la alfabetización inicial en lengua tutunakú. Claro, para los hablantes en lengua tutunakú. Algunos niños llegan en tutunakú y otros llegan en español, como el 50 y 50. La edad de los padres es muy importante, con padres más jóvenes los hijos hablan español, en padres más grandes o con abuelos, los niños hablan tutunakú.

Hay un proyecto específico a nivel nacional, estamos trabajando la asignatura en lengua tutunakú; en la zona el año pasado lo trabajamos a nivel piloto, este año ya lo estamos trabajando en su etapa de generalización, pero es un primer intento, pues cuando ya se habla de generalización tenemos muchos pros y muchos contras. A veces, cuando se va a la generalización, es más difícil. Abarcar como asesor técnico, pues, dar seguimiento a una escuela y a otra, a uno le implica mucho desplazamiento. Por ejemplo, en mi caso, que estoy llevando la generalización tutunakú en mi zona, entonces igual tengo que coordinarme con la parte regional y yo soy el asesor en la parte regional y en mi zona. O sea que se me duplica el trabajo. Entonces, si aquí están trabajando el tercer proyecto, en la escuela de Ejido Cañada también deben de estar trabajando el tercer proyecto, pero a veces los tiempos, las características de los alumnos no son iguales, hay alumnos que avanzan muy rápido y hay otros que avanzan muy lento.

El obstáculo serían aquí los estilos de enseñanza de los profesores, porque ha habido de profesores a profesores, hay profesores que todavía gustan de trabajar al estilo tradicional, en lo que siempre se ha enseñado: los niños en fila, calladitos y en todo momento se la quieren pasar explicando. Entonces, pobres niños, pues están sentaditos todo el día. Y hay otros en donde ya empieza a meterse la innovación, trabajan por equipos, exponen, hacen paneles, los alumnos como que se ponen más activos. Entonces depende mucho del estilo de enseñanza de cada profesor. Otro de los obstáculos es la distribución del tiempo; a veces, cuando un maestro es tradicionalista planea, pero como que todo es expositivo, a veces se lleva mucho tiempo en estar exponiendo, se explaya, porque el conocimiento está centrado en él, él es quien posee el conocimiento y por lo tanto él debe dárselo a los chiquillos. Y cuando el conocimiento se centra en los alumnos el maestro solo coordina, tiene que coordinar actividades, está ahí apoyando. Para mí, con el trabajo que estamos haciendo con la generalización de la asignatura tutunakú, la segunda opción es más factible. De hecho, los proyectos didácticos están hechos bajo ese enfoque, donde los maestros reciben su libro para el maestro y ahí vienen descritas las actividades bien pensadas para que se trabajen de manera individual, por equipos, por exposición, pero hechos por los alumnos, en ningún momento por el maestro. El maestro solo está allí para apoyar, para guiar, para animar a los estudiantes, él se convierte en tutor del aprendizaje.

Visión del mundo. Los niños, cuando son hablantes tutunakú, traen una visión del mundo. La visión de mundo que traen desde sus casas es diferente a la de los niños que hablan español,  entonces lo que estamos haciendo aquí es que esos niños conserven su lengua, pero al mismo tiempo conserven su cultura, su forma de entender el mundo, el universo y su relación con la naturaleza, porque el niño que habla español, su forma de ver el mundo es diferente, él se va a la tecnología, los adelantos tecnológicos; el niño que habla tutunakú vive pensando en otras cosas, el niño tutunakú ve el agua y sabe que al agua hay que respetarla, las siembras, el maíz, todo merece un respeto. El niño tutunakú no es dueño de la tierra, es parte de la tierra, él pertenece a esa naturaleza; en cambio, el que es hablante en español dice: “ese terrenito que ves ahí es de mi papá y también es mío, todo lo que sale de ahí es mío, el dinero que salga de ahí es mi dinero”. En cambio, el niño tutunakú no viene pensando en dinero, está pensando en la tierra misma, en él pero como parte de ella, él cuida todo lo que hay ahí, él no lo destruye, no viene pensando en destruir. Esa es la parte fundamental que estamos trabajando, que estamos tomando en cuenta, retomar la cosmovisión de ellos para que, al mismo tiempo, cuando ya sean grandes, comparen esas cosmovisiones. No quiere decir que van a desvalorar lo que ellos tienen ni que van a rechazar todo lo que hace la gente que habla español, sino que va a ser una mejor forma de entender el mundo.


Lo que más me ha gustado. Llevo tres años en este programa; en un principio, cuando comencé, lo veía yo demasiado utópico, lo que me parecía realizable era enseñar a leer y escribir en lengua, solamente, pero ahora estoy viendo que va más allá, que después de haberle entrado a este programa estoy encontrando que los niños se valoran más. Cuando hacen su álbum personal es lo que más me ha impactado. Les digo a los niños: “regálame tu álbum”. “No, maestro, es que es mío, no se lo puedo regalar, me dio trabajo hacerlo y ahí dice muy bonito todo lo que yo he hecho desde que nací”. Y me lo dicen en tutunakú. Son los primeros esbozos de hacer un libro personal, pero ellos están entrando también a la cultura del libro. No es fácil que las culturas indígenas entren a la cultura del libro en su propia lengua. Porque el álbum que están haciendo es en su propia lengua. Y luego, claro, aquí hay algo bien importante, para que los niños lo hagan, el maestro, antes de decirles que ellos van a hacer un álbum personal, él ya debe llevar un álbum personal hecho, él debe narrar su vida para que ellos lo vean. “Esto es cuando yo era bebé…”, y así se va narrando en lengua tutunakú. Y los niños se entusiasman y se dan cuenta de quién es verdaderamente su profesor, se dan cuenta que su maestro también es alguien que salió de la comunidad, pero que ahora es profesor y es quien les da clases. Y así es como se animan a escribir. Eso es lo más agradable y grandioso que he visto. Y los padres. Hay unos padres que dicen: “profe, pero por qué apenas hasta ahora, si nosotros hubiéramos decidido hablar tutunakú de niños sería otra cosa, pero no hemos tenido ese privilegio”. Y les decimos, “nunca es tarde, señores”. Ahora, incluso, muchos de ellos están aprendiendo a escribir en su lengua porque ven que sus hijos lo están haciendo. Y están muy contentos. Ellos fueron reprimidos para que no hablaran su lengua, incluso en la actualidad hay quejas a nivel de derechos humanos, de manera oficial, hay gente que se ha quejado de esa represión y están demandando que se les enseñe en su propia lengua. Eso es bueno, porque hace diez o quince años se estaba perdiendo de manera vertiginosa, las lenguas indígenas iban en picada. Ahora, con este trabajo que estamos haciendo se empiezan a revitalizar. Una señora que trabaja en Teziutlán, que habla tutunakú al cien por ciento, me acuerdo de su nombre, se llama Elsa, es presidenta del comité de padres de familia de Zihuateutla, cuando le preguntamos qué sentía ella en el hecho de que su pueblo hubiera sido la sede para la normalización de la escritura en lengua tutunakú, ella nos decía de manera muy gestual: “me siento orgullosa, porque con esto vamos a revitalizar nuestra lengua, la vamos a elevar, la vamos a poner en un rango alto de nuevo, como estaba antes”. A la señora se le ilumina la cara y se ve contenta cuando empieza a hablar de esto. Tiene razón, tiene bastante razón.