En 2010 realicé en compañía de Sergio Mastretta una
investigación de ocho meses en el pueblo alfarero por excelencia del estado de
Puebla, que terminamos llamando “Oye Olla”, Testimonios alfareros de San Miguel
Tenextatiloyan en la idea de conocer la versión de los habitantes de esta población sobre una iniciativa del
gobierno estatal y Fundación Azteca que llevaba por nombre ciudad-rural, a la
manera de los fallidos experimentos chiapanecos que tienen el objetivo de
aglutinar población campesina con el pretexto de otorgarles servicios. La
ciudad-rural dentro de la población no tuvo ninguna repercusión, menos cuando
se enteraron que tenían que aportar 40 hectáreas para su construcción, pero la
investigación sí pudimos proseguirla, internándonos en la problemática de la
alfarería que tiene que ver con la historia, con el arte con la salud y con la
visión de un pueblo que recibió un don pero que nunca ha terminado por
apropiárselo. A partir de este día publicaré en este blog algunas de sus
principales discusiones: el uso de plomo en las cazuelas, la producción, los
hornos, la comercialización, los éxitos y los fracasos de una actividad antigua
y necesaria, pues en sus productos cocinamos los frijoles, tomamos el café de
olla, adornamos nuestras cocinas y en cierta forma nos explicamos buena parte
de la sensibilidad artística de los mexicanos. Que sea para bien.
Somos barro
¿Qué es el barro para los mexicanos?, ¿qué significa para
la cultura mexicana este elemento que es cerro y piso, vivienda y plato;
materia prima para la elaboración de objetos lo mismo religiosos que
utilitarios, cotidianos que eternos? El enorme acervo del Museo Nacional de
Antropología e Historia es de barro y todas las colecciones de arte
prehispánico mexicano diseminadas en el mundo están sustentadas en barro. En
el barro se basa nuestra mejor apreciación del México antiguo, gracias a él
comprendemos la grandeza de aquellos pueblos que alcanzaron un arte refinado,
el principal arte mexicano de la historia.
Y gracias a él podemos intentar comprender a los pueblos de hoy que,
como San Miguel Tenextatiloyan, permanecen adheridos al barro.
De acuerdo con Fonart, el número de jefes de familia
dedicados a la alfarería contabilizados en el país asciende a 9 mil 73, y se
localizan en 18 estados, 62 municipios y 95 comunidades. San Miguel
Tenextatiloyan, en el Municipio de Zautla, Puebla, es sólo uno de ellos, pero
probablemente el de mayor densidad demográfica de alfareros en el país. Un
lugar donde la alfarería significa alimentación, educación, comercio, política
y vida cotidiana. Cualquier cosa que ocurra en torno a la alfarería redundará en
la vida misma de sus pobladores, como lo expresa don Fortino Alcántara, un
anciano artesano de viejos usos y mente sabia, mientras comienza a deshacer el
nudo de una bolsa de plástico.
Lo que yo hice de joven, mis hijos ya
no lo vinieron a hacer, ellos ya vinieron ´orita a vivir con la materia prima
hecha casi, porque muchos ya consiguen el barro, se lo vende otra persona ya
preparado, y muchos de mis hijos pues ya tienen el molino, ya tienen la
batidora, ya no meten los brazos al horno a preparar, porque anteriormente aquí
echábamos el polvo, y aquí echábamos el agua y a puro brazo levantábamos el
barro hasta convertirlo pues en una forma como quien dice en una pieza…
Don Fortino saca de la bolsa y muestra una bola de barro
de unos cuarenta centímetros de diámetro.
Este es el barro, de aquí se hacen
muchas piezas, se puede hacer un pajarito, un pato, un molcajete pa`hacer
salsa; una olla, un muñeco, una alcancía, un conejo, un puerquito, pa`todo se
presta el barro, y no es nada, es tierra, pero no es cualquier tierra, es una
tierra que Dios nos dio especial para trabajar con las piezas de la cocina. El
barro se deja reposar para que haga correa…
Don Fortino elabora con sus manos un churrito de unos 15 centímetros , como
el que puede hacer un niño con plastilina.
Si se quiebra no sirve, pero con razón
natural el artesano sabe que esto no se va a quebrar, mire, se dobla y no le
pasa nada. Esto quiere decir que sí es bueno, así lo probamos para saber qué
material es…
Don Fortino desbarata el churrito, para llevar después la
pequeña plasta a su oído.
Nada más con escucharlo en el oído,
como cuando se mastica un chicle, está chicloso, es barro, y si se corta, no
sirve pa`hacer barro, es tierra cualquiera.
San Miguel Tenextatiloyan
La
carretera a San Miguel Tenextatiloyan corre por la vieja ruta a Teziutlán desde
la ciudad de Puebla. Es el pavimento que en 1938, en pleno dominio del dictador
Maximino Ávila Camacho, le dio la vuelta al estado de Tlaxcala vía Amozoc,
Acajete, Nopalucan, Lara Grajales, San José Chiapa, Cuatro Caminos, Oriental,
Libres, Cuyoaco y Zaragoza, para adentrarse en la sierra, por Zacapoaxtla a
Cuetzalan, y por Tlatlauquitepec y Teziutlán derivar a la costa veracruzana.
También libraba el primer brote de sierra que marca la frontera norte de
Tlaxcala con Puebla, un lengüetazo de monte desprendido del macizo sur de la
Sierra de Puebla y que en una línea de veinte kilómetros y sobre los 2,600
metros sobre el nivel del mar es barrera natural entre los dos estados. Es una
ruta verde y cultivada en primavera y verano; ocre y pedregosa en el otoño e
invierno. Es el altiplano del oriente de México, con sus maizales y magueyeras,
con sus cascos de hacienda acotados por el minifundio y sus sembradíos
cebaderos que remiten a otros tiempos, con sus intervalos de paz y guerra; es
la tierra antigua, la de Cantona, la de piedra volcánica arrebatada por los
encinos, los juníperos, las nopaleras y las palmas espinosas; es la llanura que
las lluvias inundan para reflejar los custodios eternos, la solitaria Malinche,
el orgulloso Citlaltépetl y su entenado Sierra Negra --al que sobre sus 4 mil
400 metros le han plantado el Gran Telescopio Milimétrico--, y más hacia
Teziutlán, el veracruzano Cofre de Perote. Es el territorio agreste y llano de
los campesinos y sus pueblos originarios ocultos en el mestizaje.
Ahora
la autopista ha dejado de lado todos esos pueblos y cruza a cuchillo territorio
tlaxcalteca, a un lado de Huamantla, y con un túnel de quinientos metros te
arroja a la extensa planicie de San Juan de los Llanos, salpicada de brotes
volcánicos y manchones de malpaís. Nada más salir del túnel y de observar a la
izquierda la ciudad de Libres, la vista puede seguir la ladera de la montaña
hacia el norte hasta encontrar los cerros que guardan a San Miguel
Tenextatiloyan. Pero por un momento debe quedarse en el sur, en el arranque de
la llanura, al borde de la sierra, en el histórico punto que fue Tlaxocoapan en
el mundo prehispánico, bautizada como San Juan de los Llanos por los españoles,
para finalmente en 1950 asumir su actual nominación de Libres, capital de los
enormes llanos pedregosos que fueron escenario de las primeras batallas de la
conquista española en el siglo XVI, el escenario en el que con el tiempo
maduraría el sistema de las haciendas, pero que en esa ciudad plantaría la
cabeza de playa para monjes y encomenderos que por las cañadas entrarían a los
abismos de la montaña a perseguir y conquistar a los pueblos de la Sierra.
San
Miguel Tenextatiloyan aparece tras una serie de curvas en el extremo oriental
de un vallecito de dos kilómetros de ancho dispuesto arriba de los 2,500 metros
sobre el nivel del mar, y que abre llano cinco kilómetros hacia el norte, para
terminar en las inmediaciones de Zaragoza. Es un caserío tendido en la ladera
circular de un monte todavía bien cubierto de pinos, que se va descubriendo de
a poco en cada curva, y cuyo enredo de cables y losas planas de cemento es prueba irrefutable de que ha perdido el
encanto serrano de la teja y las dos aguas. Su arteria vital es la carretera,
que corre al parejo de la ladera curva del monte, envolviendo el cuadro
principal, con su iglesia y su plaza, y que por setenta años ha cobijado los
puestos alfareros, una colorida exposición natural de ollas y cazuelas que le
han dado al pueblo el coloquial sobrenombre de San Miguel de las Ollas.
Junto
a Chilapa de Guerrero y Emilio Carranza, San Miguel Tenextatiloyan es una de
las tres juntas auxiliares del municipio de Zautla, localizado en la Región II
de la Sierra Nororiental del Estado de Puebla. Cruzado de sur a norte por el
río Apulco --de hecho, su cuenca es la gran referencia del territorio, una
enorme depresión cercana a los mil metros de profundidad y que arranca
imperceptible cuarenta kilómetros río arriba en las todavía boscosas montañas
de Chignahuapan y Aquixtla--, Zautla está cercado por Xochiapulco, al norte,
Cuyoaco e Ixtacamaxtitlán al sur, Zacapoaxtla y Tlatlauquitepec, al este, y
Tetela de Ocampo al oeste. Es el municipio número 38 en extensión del Estado,
de los 217 que lo componen, y en sus 274 kilómetros cuadrados de relieve
montañoso e irregular, con sierras altas, cañadas, cerros aislados (Zempetz,
Elotepec, Choyocho, San Rafael), y llanos extendidos como el del extremo
oriente en el que se encuentra San Miguel, se diseminan alrededor de veinte mil
personas en cuarenta pueblos y comunidades con rango de santo patronal y
antigüedad que las identifica.
Buena
parte del municipio de Zautla está cubierta por bosques de pino y asociaciones
de pino-encino, con especies de tipo pino colorado, pino lacio, encino
quebrado, ocote, oyamel y soyate, acompañados en ocasiones por vegetación
secundaria arbustiva. Aquí el monte habla por el viento: el que viene del norte
por la cañada es húmedo y frío, bueno para los árboles serranos; pero hay otros
que pegan secos, por lo que pelan las laderas con mucha mayor destreza que los
talamontes. Y contra lo que pudiera pensarse, llueve muy poco en la cañada, y
hacia Ixtacamaxtitlán tiene claros rastros desérticos. Destacan sin embargo,
dos tipos de suelo de importancia especial para este estudio por la materia que
ahí se recoge: Xerosol y Vertisol, de superficie clara debajo de la cual
existen acumulación de minerales arcillosos y sales, como carbonatos y sulfatos,
fundamentales para la elaboración de cerámica a lo largo de por lo menos un
milenio. Así, la alfarería y las figuras de barro de Tenextatiloyan poseen una
larga tradición que se remonta a lejanas épocas de predominio olmeca, de donde
se nutrieron posteriormente culturas como la totonaca, otomí y náhoa que
habitaron la región. Hoy ese mundo originario en Zautla sólo queda representado
por la familia náhoa que, de acuerdo al II Conteo de Población y Vivienda, suma
6,418 personas en el municipio, el 35 % de la población.
Por
fuera de esa gran cañada del Apulco, metida en su valle en el extremo oriente
del territorio, atada a la carretera federal, San Miguel Tenextatiloyan es la
comunidad más grande y desarrollada del municipio, incluida la cabecera
municipal, con una población de aproximadamente 6 mil personas, de las 19 438
con que cuenta Zautla, de acuerdo con el censo de 2010. La comunidad tiene como
actividad económica preponderante la alfarería, con la fabricación de cazuelas
greteadas (esmaltadas con base de plomo), que combina armónicamente con la
agricultura de temporal: maíz, frijol, haba, cebada, trigo y alverjón,
salpicados de frutales como el durazno y hortalizas como la papa.
Municipio
serrano, municipio pobre, ¿cuáles son las cuentas de la marginación en Zautla?
Unas están a la vista, y son contradictorias: no hay un banco nacional
establecido -el más cercano está en Tlatlauqui-, pero pululan las casas de
préstamo que depredan a los alfareros con intereses usureros. ¿Y en comunicaciones?
Fuera de la carretera federal, Zautla sólo cuenta con doce kilómetros más de
pavimento, los que llevan de San Miguel Tenextatiloyan a la propia cabecera
municipal. Todo lo demás es brecha y en el mejor de los casos terracerías que
comunican con los pueblos más grandes como Contla, San Andrés Yahuitlalpan,
Tenampulco, Ixtactenango, Tagcotepec y Chilapa. Abundan los celulares, pero
sólo Telcel opera, y por la vía de Telmex, internet al público. De acuerdo a
las estadísticas municipales el 90% de la población disfruta de agua potable,
recolección de basura y alumbrado público; el 95 % de seguridad pública, aunque
sólo el 20 % disfruta de drenaje y el 30 % de pavimentación. Y veamos la
educación: el municipio cuenta con preescolar formal y preescolar indígena;
primaria formal, primaria indígena y primaria de CONAFE, escuelas secundarias y
dos bachilleratos.
La
atención a la Salud en el municipio la ofrecen instituciones del sector
oficial, con una cobertura de servicios descentralizada: una clínica-albergue
del IMSS, en la cabecera municipal; una clínica en la Junta Auxiliar de Emilio
Carranza; una casa de Salud en Chilapa de Guerrero y otra en San Miguel
Tenextatiloyan.
El
municipio cuenta con un índice de marginación de 0.916, considerado como alto,
por lo que se ubica en el lugar 57 con respecto a los demás municipios del
estado. Hay 9,511 personas derechohabientes a servicios de salud. 9,749 no lo
son. De las 4,424 viviendas habitadas, con 4.4 personas en promedio, 1537
viviendas tienen piso de tierra, 499 casas no están conectadas a la red de agua
potable, 2,342 casas no tienen drenaje, 295 viviendas no tienen energía
eléctrica, 3817 viviendas no tienen refrigerador, 1470 viviendas no tienen
televisión, 3757 viviendas no tienen lavadora y 4,344 viviendas no cuentan
computadora. (1)
Por
más de medio siglo las ollas de barro siempre han sido una referencia de San
Miguel Tenextatiloyan, aunque en algún tiempo también lo fueron el pulque y el
chocolate de San Miguel. El Tepeyac, Tijapan, San Isidro, San Francisco del
Progreso, Tagcotepec y Emilio Carranza se suman hoy a la producción de ollas. A
partir de la carretera, que se construye desde 1938, aumentaron
exponencialmente las familias dedicadas a la fabricación de ollas, cazuelas,
jarros y comales, cuatro productos que trajeron del tingo al tango a muchos de
sus habitantes desde los años cincuentas, cuando empezaron a viajar al sureste
y al norte de México primero en aventones, después en sus propias camionetas,
para vender sus ollas y vasijas, que de tanto y extensivo uso en los hogares
mexicanas terminaron siendo muy apreciadas por el mercado nacional. Fina
cerámica limitada a esas cuatro piezas apisonadas en su propia imagen y
semejanza, pues nunca bajaron su calidad pero tampoco evolucionaron. Moleras
para fandangos masivos, frijoleras para el desayuno diario, jarritos y
platones, todas sus piezas siguen siendo muy económicas, pero los números
alegres en los que se han movido durante tanto tiempo comienzan a flaquear, a
ser cuestionados hoy con insistencia por sus productores: ¿realmente son tan
económicas?, ¿de veras podemos seguirlas vendiendo a esos precios? ¿Y si
cambiamos la greta y producimos la loza con el esmalte sin plomo nos la
comprarán las marchantas en el mercado?
Desde
esta geografía del barro y la loza esta investigación intenta discutir esas
cuestiones.
1) INEGI, Censo de Población y
Vivienda, 2010.
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