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Estimado Bal: Hice los últimos intentos para obtener mi licenciatura en antropología social en la escuela nacional, pero terminé con las manos vacías, sin títulos ni ceremonias, “derramado estoy como el agua”, decía Francisco de Asís, lo único que saqué en limpio fue una minuciosa revisión de la obra indigenista de Miguel Othón de Mendizábal, muy desatendida, que en su tiempo propició la polémica de los Magníficos a finales de los años setenta; escribí durante veinte años una indagación de largo aliento sobre el indigenismo mexicano, que no es un asunto de indígenas sino todo lo contrario. El joven treintón que la empezó hace décadas acopió en el camino la sustancia anecdótica de visitar decenas de comunidades indígenas en una indagación para la SEP, más específicamente en la Dirección General de Educación Indigena… la famosa DGEI
Lo que he visto en esos pueblos de las sierras de Puebla,
Oaxaca, Veracruz, Guerrero, Zacatecas ha sido el enorme orgullo que les ha permitido
sobrevivir a los embates de los poderes emanados de la revolución mexicana,
cacicazgos de amplias regiones durante los últimos quinientos años, cuyo
propósito era, básicamente, desaparecerlos, y lo más interesante es que han
vivido para contarlo. Me lo contaron a mí los profesores del sistema bilingüe
que fui a entrevistar y me contaron sus experiencias; ser parte de una
institución tan importante, la SEP, la autodefensa y la apropiación profesional
de las leyes de la ciencia, la agronomía y la biología, incipientes pero vivos
en la figura de esos entusiastas profesores y sus grupos llenos de jovencitos y
niños entusiasmados por estudiar.
Todo eso hace de los
pueblos indígenas el dato esencial, no solo de sus comunidades, sino de la
nación mexicana entera, de lo que sigue en el futuro nacional, por fin un
asidero en el que los extraviados mestizos hemos intentado agarrarnos durante
décadas sin atrevernos por completo: el pasado negado.
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Con cien años de retraso, a la política indigenista que
hizo su trabajo aplanador y colonialista sobre los pueblos indígenas, ya no los
llamó así, sino pueblos originarios; creo que, si vamos a interesarnos en
ellos, empecemos por llamarlos por sus nombres, que los tienen. ¿Pero
indígenas?, como Cortés los llamó…
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