miércoles, 19 de abril de 2017

Cambio de piel


Tras sesenta años de uso, notarán ustedes que dejo atrás mi pequeño nombre de Polo para denominarme en lo sucesivo Leopoldo, por así convenir a mis intereses y la prosapia de mis canas, ese largo y pretencioso nombre de origen germánico que por desgracia rememora a muchos sátrapas belgas que tiranizaron a sus pueblos y colonizaron África con fuego y espada, aunque siempre estarán Alas Clarín y Lugones para renovarme la sonrisa. Y mi abuelo Leopoldo, por supuesto.


Dicho lo cual, ahí me ven, aquí me ven y aquí me tienen. Yo sé que esto no tiene la menor importancia para el lector, a quien debe darle lo mismo que me llame Moisés o Galeano (o Marcos, que está vacante de momento), pero quisiera que comprenda lo mucho que significa para mí, es una nueva identidad, una renovación, un nuevo cambio de piel (Texto completo en el otro blog).

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