viernes, 22 de diciembre de 2017

Manías o necedades

Señor de Iztapalapa en 1910 (El Universal)

Seríamos un país mucho más interesante si se hubieran seguido las recomendaciones de Mendizábal, que tras la Revolución México se hubiera mexicanizado más en lugar de tratar de “occidentalizar” a los indios y a todos los mexicanos. De veras creo que en algún momento del siglo XXI los mexicanos retomarán aquella inquietud, reconociendo a los pueblos originarios como un legado cultural antes que una vergüenza que haya que esconder a las miradas extranjeras; que el náhuatl crecerá en hablantes antes que desaparecer, como vaticinan no pocos alarmistas; que ciertas costumbres naturistas, cosmogonías sobre la naturaleza y otros misticismos “indígenas” cobrarán importancia en las próximas décadas.

Tal vez sea una argumentación necia, algo prematura e insostenible aún, apenas bosquejo, pero en todo caso se trata de una primera revisión epistemológica sobre los quehaceres de una academia antropológica que ha estado como perdida en la concreción de su objeto de estudio, que ha sido incapaz, siquiera, de transmitir al resto de los mexicanos las características objetivas de los pueblos indígenas, las posibles bondades de ser un país múltiple y maravilloso como el nuestro; en donde, paradójicamente, periodistas como Benítez, historiadores como Florescano y documentalistas como Paul Leduc, el Canal 11 y muchas revistas de divulgación han aportado más a la cultura antropológica de los mexicanos que los profesionales de la disciplina.



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