jueves, 15 de febrero de 2018

Nuestro corazón todavía late

Rodolfo Velasco es un poblano que vivió en la ciudad de México, allá se casó y, como se dice, se reprodujo. Un día se trajo a la familia completa para vivir en Puebla. Era el retorno del hijo pródigo que encontró la ciudad un poco insípida, aburridona. Aquí ha envejecido. Y como tantos viejos no se conforma con la vida que se les da a los viejos en este país; o mejor, con la cantidad de cosas que no se les dan, que se les niegan como si sus vidas ya hubieran claudicado y solo tienen la obligación de esperar a su muerte. No hay una vida nocturna para viejos, no hay clubes para personas humildes que no pueden pagar los grandes restaurantes. Por eso afirma que el corazón les late todavía, pero es algo que a nadie le preocupa. Este es su testimonio.
Me fui a la ciudad de México como a la edad de once años, por problemas con mi padre. Me voy de mi casa, pero mis hermanos ya habían emigrado con anterioridad a la ciudad de México y llegué deslumbrado ante la grandeza de la ciudad. Ahí empecé a trabajar, hice mucho de lo que ahora tengo, y regreso cuando mi hija tenía un año de nacida, regreso otra vez a la ciudad de Puebla, a mi casa que está –... que estaba, ahora ya no me pertenece–, en la 8 poniente y la 21 norte.

Encontré la ciudad muy cambiada pero todavía muy provinciana, todavía provinciana, y no me acostumbraba al principio porque, pues, estar acostumbrado a la algarabía, a todo eso que es la ciudad de México, muy movida, y llegar a la provincia, pues yo me moría de tristeza, como que veía yo que le gente se encerraba muy temprano, como que ya no había ambiente, como que todo se apagaba, y me fue difícil. Claro, como jefe de familia que trajo a sus hijos y esposa de la ciudad de México tenía que ser fuerte, porque no le iba a imponer ese miedo a mi gente, de por sí que mi esposa venía un poco contrariada por habérmela traído acá, siendo que su familia está allá y ella estaba más  acostumbrada a estar con su familia y de repente tener que seguirme acá.

Pero iniciamos una nueva vida muy bonita, con mucha tranquilidad, y ahora no me arrepiento porque fue un cambio oportuno, porque gracias a eso, viendo la inseguridad que hay en la ciudad de México, nuestra ciudad tiene mucha más tranquilidad que allá, acá tenemos un poco más de seguridad. Claro, no digo que no haya actos delictivos, pero en comparación con la ciudad de México, no. Entonces fue el momento oportuno en el que yo me traje a mi familia y gracias a eso mis hijos son unas personas estables, muy dedicadas a su casa, a sus actividades, de buenas costumbres, y no me arrepiento, soy feliz de haber regresado a la ciudad de Puebla.

Recobré a mi ciudad en mucho, porque ahora me siento muy arraigado, me siento muy contento, me quiero integrar a muchas actividades  futuras a esta edad, sobre todo ahora que ya soy de los setenta, hacer una nueva vida y seguir activo en este sentido; me encanta mucho el baile, me encanta mucho el danzón, soy feliz. Entonces ahora quiero integrar un grupo de la tercera edad y pido apoyos para lograrlo, son metas que a veces me propongo y que no son difíciles, las voy a lograr porque a veces soy muy tenaz y la gente me sigue y me tiene confianza. Y, pues, quiero hacer mucho por la ciudad de Puebla.

Yo apenas estuve en la casa de la tercera edad del DIF Municipal, había un señor que estaba ahí al mando, pero el señor, pues como todo funcionario público que tiene un sueldo seguro, pues estaba en su escritorio y no hacía nada por nosotros, entonces yo deseaba que él tuviera la voluntad de decir: “bueno, pues voy a ir a Agua Azul y les voy a conseguir un descuento del cincuenta por ciento”, que es lo que nosotros necesitamos. Que en muchas partes, en el cine, se nos dé un descuento del cincuenta por ciento, porque mucha gente está con una pensión realmente crítica, realmente baja, mil pesos al mes, que no son nada, entonces no podemos tener acceso a muchas partes por falta de dinero. Yo conozco mucha gente que tiene una pensión y que tiene que estar viviendo de su pensión, entonces pues que haya descuentos para que las pensiones raquíticas sean de más alcance ¿no? Y que se haga más por la tercera edad, porque nos relegan en los trabajos a nuestra edad. En ningún lado nos aceptan, siendo que tenemos experiencia, tenemos facilidad para muchas cosas, pero no, nos relegan automáticamente a los de la tercera edad, no nos ofrecen oportunidades de trabajo, no tenemos sitios para divertirnos. Entonces yo quisiera crear fuentes de trabajo, en el aspecto de que una persona se le enseña a hacer manualidades, y que haga esas manualidades y que las venda en tiendas de regalos y que tenga un modo de vida un poco más decoroso. Los viejos podemos trabajar. Solo hay que enseñarlos.

Yo sé hacer el estampado, y es lo que quiero hacer, una clase de estampado para que se hagan cojines de colores y muchas otras cosas, tarjetas de albanene que se puedan vender, vaya, hacer algo para que los viejos tengan oportunidades de hacer un centavo extra, sinceramente ¿no? Porque sí, nos relegan mucho a los de la tercera edad, que se nos dé, suponiendo, una casa muy grande en la cual nosotros hagamos grandes bailes y que si es posible hasta una “discotec” para gente de la tercera edad, que sería muy buena. Aquí la gente es muy animada. Es más, nosotros nos actualizamos en los bailes, nos gusta chachachá, el mambo, pero si nos tocan una tropical, también nos animamos, porque nuestro corazón todavía late y tenemos mucha alegría, sinceramente, y nos acostumbramos a una tropical y lo hacemos como podemos, pero sí lo hacemos bien.


Foto 1 del Archivo Histórico Municipal de Puebla, 1960.
Foto 2, Anciana en el centro de Malú Méndez Lavielle


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