Ir al contenido principal

De eso que llaman antropología mexicana, 1972


En 1972 aparece De eso que llaman antropología mexicana con la necesidad de realizar una antropología de la antropología. Gonzalo Aguirre Beltrán dirige el Instituto Indigenista Interamericano y en una reseña sobre este libro considera que sus protagonistas habían tomado “conciencia de su posición y de su rol ante la sociedad” en el movimiento del 68.

Aguirre Beltrán publica en la revista La palabra y el hombre un artículo llamado El indigenismo y la antropología comprometida, en el que asienta la tesis de que el movimiento del 68, al haber sido objeto de represión, “soterró y favoreció el crecimiento de una ideología anarquista irracional que contagió a todas las humanidades. A partir de entonces en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) conviven en asociación comensal: “1) una antropología liberal burguesa, 2) una antropología de liberación marxista, y 3) una antropología libertaria y anarquista”. Para Aguirre Beltrán los magníficos –como fueron llamados sardónicamente– constituían una antropología crítica (ellos mismos se definían así), pero a ésta le habría continuado y buscado sustituirle con una "antropología“comprometida”. (Valencia:62) Hay cuestionamientos, análisis y fanatismos para todos los gustos. La ENAH en esos años es un bazar de posibilidades y contradicciones. (Lizárraga:137)

El libro De eso que llaman antropología es poco más que un folleto de 153 páginas, tamaño media carta y papel muy corriente. Mi copia es pirata y fue impresa por alumnos de la ENAH en condiciones casi clandestinas en los años setenta, y así circuló por muy pocas manos en las siguientes dos décadas. Lo escriben cinco antropólogos con edades promedio de 35 años, con un ensayo cada uno. El primero es Todos santos y todos difuntos de Arturo Warman, le sigue Del indigenismo de la revolución a la antropología crítica, de Guillermo Bonfil Batalla, luego La antropología aplicada en México y su destino final: el indigenismo, de Margarita Nolasco Armas -que es el único que cita don Aguirre-; después Algunos problemas de la investigación antropológica actual, de Mercedes Oliveira y finalmente La formación de nuevos antropólogos de Enrique Valencia.

En la moderna lectura de este librito salta una interrogante: ¿por qué se supuso –y resultó– tan peligroso? Gobernaban entonces Echeverría en México y Salvador Allende en Chile, reinaba el Púas Olivares en la división de los gallos y escuchábamos a Armando Manzanero en la radio con sus dos éxitos Adoro y Esa tarde vi llover, estamos hablando de un México medianamente antiguo. Los antropólogos de marras llegaron a una conclusión que hoy parecería obvia: no se ha hecho nada por resolver los problemas del indio. Se le hizo mexicano a secas, entes municipales, y se negoció con ellos a partir de las prebendas del todo poderoso partido revolucionario institucional.

En 1972 el PRI gozaba de cabal salud y la revelación de estos jóvenes inteligentes y entusiastas no tuvo cabida en los estrechos laberintos de la burocracia. “¿Qué pretenden, Godínez?” El indio debía permanecer sentado, separado y olvidado. El indio era algo incómodo de discutirse en voz alta. “Sólo se permitía la originalidad en los niveles secundarios” –observa aquel Warman–, de ahí se diluía en el laberinto de las alabanzas, los mítines, la organización, los licenciados, el acarreo, el discurso, la torta y el maratónico sol. El indigenismo oficial tenía su propia dinámica, sus necesidades, no podía permitir que llegaran estos licenciaditos a enmendarle la plana. Primero se les calló, luego –con ellos fue posible-, se les asimiló.

Veremos esta serie de 3 entregas de cada autor por separado.


Valencia, Enrique, en Cuatro décadas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
Contenido de las mesas redondas de aniversario, ENAH, Col. Cuicuilco, 1982, p. 62
Lizárraga, Xabier, Ibid, p. 137

.
Foto del autor, Ixtepec, Puebla

Comentarios

Entradas populares de este blog

San Miguel Tenextatiloyan y la Historia. PARTE 1

En 2011 tuve la experiencia de trabajar en un proyecto de Sergio Mastretta para hacer un levantamiento testimonial en la población alfarera de Tenextatiloyan en el umbral de la Sierra Norte de Puebla. Durante 10 meses hicimos decenas de entrevistas para entender el proceso de la alfarería de uso doméstico tradicional e hicimos un informe muy parecido a uno libro testimonial que terminó en el escritorio de nuestros empleadores (en una dependencia federal), que entonces estaban   muy interesados pero que súbitamente dejaron de estarlo porque les quitaron el puesto y se olvidaron de su interés, como suele suceder con las “pasiones” oficiales en este país. Me tocó investigar y redactar la parte histórica de la región, algo que me llevó hasta el preclásico tardío, como nos suele suceder a quienes no tenemos intereses tan esporádicos. Aquí la historia antigua de este entrañable rincón en donde los mexicanos, y en particular los poblanos, se han surtido de cazuelas y jarritos a lo largo...

Los trajes femeninos tradicionales de Puebla

Nahuas de Cuetzalan, Puebla Los domingos por la mañana la plaza de Cuetzalan, desierta entre semana se llena de puestos y ruido. Bajo la torre del reloj, a la sombra de las palmeras, en las anchas escalinatas, se sientas las mujeres nahuas, que vienen al mercado a vender verduras, guajolote, fruta y cal para las tortillas. Las mujeres llevan una blusa de escote cuadrado, con bordados al pasado rojos, azules o negros alrededor del cuello y de las mangas. Las mujeres llevan enredo, hecho con dos lienzos, que llega al tobillo; lo pliegan en un solo tablón atrás, del ancho de las caderas y en cuatro tablas más pequeñas que se encuentran enfrente, usan enredos que sujetan en la cintura por medio de un cinturón de lana roja con dibujos geométricos. Usan un huipil de encaje, adornado con una cucarda de listón azul o morado igual al listón que bordea el escote. Las mujeres de Cuetzalan utilizan un enorme tocado que en días de fiesta alcanza 50 cm. de alto, hecho con estambres de l...

Malinowski y el método etnográfico

Llamado padre de la antropología moderna, Bronislaw Malinowski (1884-1942) se tomó su tiempo para crear una metodología del trabajo de campo. Lo que dice puede parecer obvio, pero al salir al campo nunca está de más recurrir a sus sensatas recomendaciones. Este es mi resumen. Debe ser ¿cómo hacer? “Los resultados de una investigación científica, cualquiera sea su rama del saber, deben presentarse de forma absolutamente limpia y sincera. “… una descripción exacta de los aparatos utilizados; la manera en que fueron encausadas las observaciones; su número; el lapso de tiempo que le ha sido dedicado y el grado de aproximación con que se hizo cada medida. “… cada investigador debe poner al lector en conocimiento de las condiciones en que se realizó el experimento o las observaciones.” Los tres principios metodológicos “Los principios metodológicos pueden agruparse bajo tres epígrafes principales: a)          el estudio debe albe...