viernes, 25 de agosto de 2017

Educación indígena en Espinal, Veracruz

Prosigue la serie del trabajo de campo realizado a mediados del 2011 por las sierras de Puebla, Veracruz y Oaxaca, a propósito de la educación indígena.


Comunidad totonaca de Santa Isabel el Mango, municipio de Espinal, Veracruz.

7 de Junio de 2011

Para ir a Espinal, Veracruz, se parte de la histórica Papantla hacia El Chote, se pasa Arroyo del Arco, San Lorenzo y Paso de Valencia, entonces se llega a Espinal, en donde realizo la primera entrevista; posteriormente, hay que trasladarse a la comunidad de Santa Isabel el Mango donde se halla la escuela primaria bilingüe “Miguel Hidalgo y Costilla”.

El municipio de Espinal está ubicado en la zona central de Veracruz, en la región totonaca, en los límites de la Sierra de Papantla, con solo 100 metros sobre el nivel del mar. Estas condiciones le permiten el cultivo de enormes huertos de naranja, limón, plátano y mango petacón, pero también se distingue por su producción de maíz, frijol y chile.

Camino a la comunidad de Santa Isabel el Mango, flanqueado por framboyanes color naranja, se atraviesa un enorme río llamado Jajalpa, que da al Necaxa y se junta con el Río Tecolutla. Se cruzan montañas con diversas especies arbóreas: chalahuites, sangregada, laurel, cedro rojo, caoba y jonote. A finales de primavera hace mucho calor, los niños juegan guarecidos bajo el enorme techo que protege la cancha de la escuela, que recibe al visitante con un letrero sorprendente: Pukgalhtawakga xa tipatuy tachiwin (escuela bilingüe).

Ahí entrevisté al director de la Escuela “Miguel Hidalgo y Costilla”, profesor Martiniano Reyes Pérez y al profesor Alberto Olarte Tiburcio sobre sus experiencias en torno a la educación bilíngüe.


Prof. Alberto Olarte Tiburcio
Jefatura del Sector en Espinal, Ver.

Mi nombre es Alberto Olarte Tiburcio, tengo la función de supervisor escolar de educación indígena y mi perfil académico es la licenciatura en educación básica, la Normal básica y una especialidad en psicología. Llevo 32 años dedicado a la educación bilingüe, mi lugar de origen es El Palmar, municipio de Papantla, pero ahorita estamos laborando en el municipio de Espinal, donde nos encontramos.

Mi formación fue muy difícil, porque cuando yo ingresé a la escuela primaria, yo era hablante al 100 por ciento de la lengua tutunakú, mis profesores no hablaban mi lengua, por lo tanto no había entendimiento. La consecuencia fue estar cuatro años en Primer grado, mi profesor me mandó a Segundo grado cuando me aprendí de memoria mi libro de español, se llamaba Lengua Nacional; cuando me aprendo desde la primera hasta la lección número 24, de memoria, es cuando pude pasar a Segundo año.

Sobre todo por mi experiencia me doy cuenta qué sucede en el niño cuando su profesor da un mensaje y tú no puedes interpretar, es donde viene el bloqueo, el choque, porque te sientes impotente. Tu profesor te da instrucciones y tú no las puedes interpretar. Y el mensaje que tú das tu profesor tampoco lo entiende, por lo tanto hay un choque y se siente uno impotente, hasta llegas al grado de decir: “mi lengua no es funcional para la escuela, para la sociedad”, y por eso es que a muchos adultos de mi edad les ha entrado en el cerebro la idea de que la lengua indígena no tiene tanta funcionalidad.

Construir conocimiento en la lengua propia

En la actualidad mostramos que para poder aprender, para poder construir el conocimiento, debe el mensaje, la instrucción, la comunicación debe ser en nuestra lengua. Si el niño habla totonaco, debe trabajar con su profesor en totonaco, si el niño es hablante de español de igual manera, no se puede aprender en otra lengua. Esto es lo que tengo bien entendido de que no puedo construir conocimiento si no es en mi propia lengua.

Por ello el trabajo que realizamos con los profesores es el de tener una metodología de enseñanza, tanto de lectura como de escritura, en nuestra propia lengua. Tenemos un método que nos permite, primero, la comunicación del profesor con los niños, y luego, de manera gradual, nos vamos adentrando a la escritura, pero de la escritura propia, de la lengua propia que es el tutunakú.

Nuestra lengua es muy rica, explica de manera muy amplia. Inclusive tenemos escritos de los propios niños, varios trabajos que han llegado inclusive a la Dirección General de Educación Indígena, composiciones de los niños que han sido premiadas y han sido seleccionadas. Aquí en esta zona tenemos quince niños cuyos trabajos han sido seleccionados a nivel nacional. Yo veía uno de los trabajos de los niños que me explica cómo es la siembra del maíz, todo el ritual que se hace, el conocimiento que adquiere el niño, cómo el padre escoge, selecciona la semilla, cómo lo prepara, cómo invita a la gente para que lleguen a la siembra, que a los cuantos días nace, brota y el cuidado que se le debe dar. Y cuando tiene ya la semilla en un saco, no se puede sentar sobre ese bulto, ese saco que tiene maíz, pues le tiene mucho respeto, porque todo lo que existe a su alrededor tiene vida. Entonces no se sienta sobre el bulto de maíz, no escupe en el agua o le echa basura. Entonces, cuando un niño escribe así se da uno cuenta la magnitud, la sabiduría, la importancia que tiene para el niño su lengua y su cultura.
Cuando yo estaba realizando mis estudios de secundaria vi la oportunidad de ingresar al sistema bilingüe de educación indígena, en primera porque veía yo a mis compañeros, a mis tíos, a mis abuelos cuando los acompañaba, iban a vender su producto del campo y les decían “esto pesa tanto, tanto pesa tu maíz, tanto tu frijol, tanto pesa el grano que traes” y no era cierto, pesaba más. Entonces dije, en primera fue esa la idea, de entrar al magisterio y tratar de trabajar con los niños para que ellos se prepararan y no vivieran la misma situación que sus padres; en segundo, la experiencia que yo había vivido en Primer grado, cuatro años de no poder pasar al siguiente grado. La enseñanza me iba a permitir estar con ellos y empezar a trabajar. Ese fue mi inicio. Y ya estando dentro del magisterio, hubo la oportunidad de hacer una Normal, porque tenía que prepararme para poder enseñar de manera correcta. Hice mi Normal en Jalapa, terminé, presenté mi examen, lo pasé; luego hice una especialidad en la Normal Superior, psicología, terminé, todo en cursos de verano; luego vino la licenciatura del UPN, de igual forma, adquirimos el título. Todo esto me ha permitido tener claro cómo trabajar con los niños. Fui maestro de preescolar, posteriormente fui maestro de primaria, luego me dan una dirección de escuela y de ahí me comisioné para estar aquí. Ese es el historial, por eso le comento ahora, veo que no se puede aprender en otra lengua.

Obstáculos

El niño sale de la primaria y va a la secundaria tradicional, se va a la prepa, el bachillerato, de igual forma, entonces su educación bilingüe no tiene seguimiento. Ese es el primer obstáculo que hay, simple, tajante. Otro de los obstáculos que hay es el que al magisterio van ingresando jóvenes que no hablan lengua alguna, y eso es una anomalía, lo hemos indicado, lo hemos reclamado. Ese es un problema que tengo a nivel zona, de que varios maestros no hablan lengua indígena, qué hago con ellos, estamos con la capacitación. Tengo que seguir trabajando con los maestros que hablan lengua indígena porque tenemos niños que atender. Porque fuera de ahí, en los periódicos, en la televisión, en todos lados encontramos el español. Esa es la lucha que hay, es lo que nuestro jóvenes deben ver con claridad, lo importante, ese es el reto.

Las matemática, el lenguaje, la reflexión, en análisis es lo primero. Si yo no analizo, si yo no reflexiono, si yo no tengo ideas, voy a reprobar, hable la lengua que hable, en la universidad. Si yo soy indígena y me preparo bien, en la universidad tendré más facilidad para aprender incluso otra lengua, estaré yo más potencializado, porque sé el tutunakú, el español y con facilidad puedo aprender el inglés.

La asignatura de lengua tutunakú la estamos piloteando en tres escuelas, en primero y segundo grado. Es el segundo año que estamos piloteando, trabajando con niños hablantes de lengua tutunakú, para poder desarrollar la asignatura tenemos que trabajar con ellos, que hablan la lengua tutunakú; para comprobar que el programa que tiene el maestro, que se fundamenta en parámetros curriculares, para poder probar que sí funciona, tengo que trabajar con niños tutunakú, estos resultados nos han mostrado, nos han sorprendido, en que los niños, con mucha rapidez, aprenden a leer, aprenden a escribir y hacen sus composiciones. Esto lo estamos desarrollando ahorita.

Este programa de la DGEI nos ha dado la oportunidad, pues se sustenta en todos estos proyectos que se tiene que desarrollar, eso es lo que se está haciendo. En primero y segundo. Y tenemos la intención de llegar a tercero y cuatro y, posteriormente, con  quinto y sexto.

La satisfacción

Cuando veo a un niño hablando en lengua tutunakú se puede expresar ante los padres de familia, ante la comunidad escolar y puede comunicarse con mucha facilidad, y puede tomar un escrito y lo puede leer, eso es lo más gratificante para mí. Cuando los niños se expresan, se comunican en su lengua.

Siempre pediré que en el magisterio bilingüe haya maestros bilingües, no monolingües, en español. Es una exigencia, no es un ruego, porque hay documentos, tan sólo el Artículo Segundo constitucional lo está ordenando, la Ley General de Educación lo está ordenando, el Derecho lingüístico de los pueblos indígenas lo está ordenando, solamente queremos el respaldo de nuestras autoridades, quienes contratan a este maestro monolingüe que hace tanto daño. La comunicación  nos está bombardeando permanentemente con español y luego viene un profesor que no habla la lengua de la comunidad, es un etnocidio.


Prof. Martiniano Reyes Pérez
Escuela Primaria “Miguel Hidalgo y Costilla” de la Comunidad Santa Isabel el Mango, Espinal Veracruz

Mi nombre es Martiniano Reyes Pérez, estamos en la comunidad de Santa Isabel, Espinal, Veracruz, el nombre de nuestra escuela es Miguel Hidalgo y Costilla, soy el director de la escuela.

La educación bilingüe tiene un claro fundamento: no hay mejor forma de aprender que en la lengua materna de los niños. Cometemos el error de venir y hablarles en español, cuando todos los niños hablan en tutunakú; entonces el argumento, fuerte, fortísimo, para sustentar nuestro sistema, es enseñarles a los niños a leer y escribir, pero sobre todo, a comprender en su propia lengua. Ese es el argumento número uno, el argumento número dos es el hecho de ser parte de la sociedad mexicana, lo que nos lleva a observar que tenemos nuestra propia forma de ver la vida, una forma de ver, de sentir, tenemos nuestra propia cosmovisión. Entonces le pedimos al la nación, a los gobernantes, que nos sigan respectando ¿no? La palabra mágica sería que un niño no puede entender si no es en su propia lengua.

Recuerdo cuando mis padres vivían en la comunidad. Yo nací en El Palomar, municipio de Papantla, en aquellos tiempos la educación indígena aun no existía, en mi pueblo había maestras estatales o federales que nos enseñaban en español, e incluso nos prohibían hablar totonaco. “Está prohibido hablar totonaco”. Entonces, cuando nosotros hablábamos tutunakú nos castigaban físicamente. Recuerdo cuando fuimos al primer año, segundo año, en la misma escuela, pues tuvimos ese choque lingüístico, eso nos conllevó a que por mucho tiempo, en la secundaria, en la prepa tenía muchos problemas de vocablo. Tartamudeaba, porque era un choque lingüístico. Todo mundo me decía: “hablas como gente de rancho”, pero era por lo mismo, porque no se nos valoró, tampoco nos dieron elementos para sentirnos bien, orgullosos de nuestro patrimonio lingüístico. Quedamos ahí.

En el contexto maternal, pues mis padres afortunadamente hasta la fecha hablan totonaco; después también nos aculturamos, porque mi padre nos saca del pueblo. En afán de mejorarnos nos lleva a un pueblo vecino, que es Papantla, y ahí ya crecimos, fuimos a la escuela estatal, a la secundaria del estado, a la prepa del estado y ahí fue un choque peor todavía. No fue sino hasta que entramos nuevamente, regresamos a nuestro contexto, cuando afortunadamente llegamos a recuperar lo nuestro.

Estando en el magisterio me metí al sistema bilingüe. Al principio, pues sí, es un mundo raro, ingresamos al magisterio solamente con la preparatoria, no estábamos preparados para la labor que nos tocaba hacer. Estudié la prepa nocturna. Después, ya dentro del magisterio, el mismo sistema nos manda al UPN. De ahí nos mandan al campo, yo llevo aquí casi veinte años, y vi que aquí el mundo hace veinte años era monolingüe. Nos dimos a la tarea de entenderles y de que nos entendieran. Entonces concluimos que había que aprender su lengua. Nosotros traíamos una aculturación, digamos que hablábamos el totonaco, pero un poco diferente a ellos, una porque somos de la parte costa, dos porque habíamos dejado de practicar un buen tiempo. Entonces, al llegar, hubieron de pasar cinco-seis meses para volver as aprender.

Sentido de pertenencia

Lo primero que encontré fue comunicación con mis semejantes, lo segundo el orgullo de poder hablar totunakú y español. Ahora, afortunadamente, lo que antes me decían mis maestros de que “eso no sirve”, ahora veo que sí sirve, y veo que sí le sirve a los niños. Ahí sentí orgullo, sentí pertenencia, sentí que yo era “parte de…” ¿no?

La parte funcional, la función social de la educación indígena es preservar su totonaco. Desafortunadamente la educación va de la mano con la parte económica. Entonces, muchos de nuestros jóvenes emigran, terminan la secundaria, la prepa y emigran a las ciudades. Algunos orgullosamente regresan para crecer y hacerse viejos aquí, entonces la parte funcional de nuestra educación es la de crecer dentro del grupo, ser parte del grupo. Si se pudiera ejercer aquí culturalmente, socialmente, económicamente, sería lo ideal ¿no? Desgraciadamente el contexto no nos da para crecer económicamente, entonces tenemos que salir, pero sin olvidar lo nuestro. Podemos ir por muchos lados, podemos ir a otras culturas, podemos convivir con ellas, pero jamás debemos olvidar lo nuestro. No debemos avergonzarnos de nuestra lengua, de nuestra forma de ser, de nuestra forma de hablar, de nuestra forma de ver las cosas. Entonces, lo que veamos allá podremos aprovecharlo para que, cuando regresemos, crezcamos todos, sin olvidar nunca nuestra raíz.

El obstáculo aquí es la economía. La economía conlleva de que nuestro padres, muchos, se vayan. Se aculturan y, de veinte que se van, dos o tres regresan y regresan a veces con ideas ya, no diría que capitalistas pero sí retrógradas, pensando en que “eso me sirve y eso no me sirve. Mi lengua totonaca, cuando voy para allá, no me sirve tanto. A mi hijo no le quiero enseñar”. Entonces el primer obstáculo es la economía, el segundo es el bombardeo tremendo de los medios de comunicación, del camino, de la tele y el periódico, donde todo es en español. Quisiéramos cambiar eso para decir que estamos orgullosos de lo que somos, pero eso no está ahí.

Quiero invitar a los que en su momento nos escuchen que valoren la educación indígena, porque la educación indígena tiene su historia; esto no ha sido gratuito, para que se dé la educación indígena ha habido revoluciones, guerras; ha habido gente que ha dado la vida por nuestra patria, por los indígenas. Y también valorarlo en su sentido pedagógico, en su sentido estricto de la pedagogía, nadie comprender en una lengua ajena, entonces eso lo justifica. Si vamos a un pueblito donde se habla náhuatl y les hablamos español, pues probablemente con el paso del tiempo le entiendan algunas palabras, pero nada más como una acción de repetir, pero ya la comprensión del texto y del contexto, pues no. Entonces la invitación es que las autoridades nos escuchen, y a los que estén en los lugares de decisión que inculquemos más este tipo de educación. Que no se pierda, que no se vuelva celular, que no sólo se de en la célula de la primaria, que vaya a la secundaria, que permee en el bachillerato, y por qué no, hablar de universidades plurilingües o bilingües. Un detallito que nos pide nuestra educación bilingüe es de que no tenemos Normales formadoras de maestros bilingües, no las tenemos. Hay universidades que facilitan esa labor, pero no tienen esa característica. Nos expiden un documento que dice “eres licenciado para el medio de educación indígena”, pero no nos educaron, no nos dieron las herramientas para poder laborar, material didáctico adecuado para trabajar en una situación indígena. No nos lo da. Y eso es algo que me gustaría que madurara más.

Metodologías…

Tenemos una metodología, claro, hace apenas unos años. Hay una metodología de cómo enseñar el tutunakú. Hay escuelas en las que estamos viendo la lengua tutunakú como asignatura, como si fuera español o geografía. Los resultados que encontramos son positivos, porque los niños, los de primer año que habla tutunakú, los enseñamos a leer y escribir en tutunakú, y ya no con el método anterior, el método silábico, sino ya con un método general, global, un método en el cual se persigue la comprensión del texto. Y eso ante no lo había. Entonces, en el piloteo tenemos la fortuna de aplicarlo y estamos encontrando cosas positivas. Es algo que nos alienta también, algo que nos da fuerza para continuar, a pesar de que el mundo está tan global. Y regresando a lo empírico, yo me refería a la cuestión, especialmente, de que no tenemos universidades donde crezcan esos métodos. Y eso se entiende porque en la ciudad en la que nos desenvolvemos pues está hecho más desde el punto de vista del mundo, cómo decirlo, del mundo general, entonces las cosmovisiones particulares de las lenguas no es su principal preocupación, las universidades no están hechas para ello. Las universidades se dan por servido con que nos den las herramientas metodológicas para entender los textos, pero no tenemos una universidad que nos lleve de la mano para trabajar una formación netamente, exclusivamente, bilingüe. Eso nos gustaría que hubiera, que estuviera permeado hacia las culturas. Es el gran reto.  


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