sábado, 20 de enero de 2018

Cuando no saben ni agarrar un lápiz


Contra todo pronóstico, la aridez del estado de Zacatecas, luego de siete años de sequía, no se aprecia en los campos agrícolas donde un riego generoso hace brotar campos agrícolas a donde llegan centenares de familias migrantes en busca de trabajo. En esa organización la SEP creó de manera muy incipiente una educación para los hijos de trabajadores temporales que viven unos meses en los campos para regresar a sus comunidades de las sierras del sur de México. Llamaron a la iniciativa Programa de educación básica para niños y niñas de familias jornaleras agrícolas migrantes, Pronim, y ahora me tocaba a mí recoger impresiones de las responsables de esa educación. Las maestras, claro.

Tienen aquí dos aulas móviles que miden 12 metros de largo por 2.20 de ancho, equipadas con doble sanitario, tres ventanas laterales y dos puertas que dan la opción de dividir el aula en dos salones independientes. En el exterior se ensanchan verdes cultivos de ajo, avena, cebolla, calabaza y lechuga que a mediados de abril están a unas semanas de dar la primera cosecha del año.

Como sea, llegar hasta estos campos de cultivo implicó circular por caminos parejos de terracería donde lo más apreciable es la muy zacatecana ausencia de agua, a la par de innumerables remolinos de tierra de diversos tamaños que se sostienen junto a escasos álamos y numerosos mezquites, huisaches, yucas esbeltas y entristecidos nopales que a pesar del polvo hacen lo posible por florecer. Y ahí están sus flores empolvadas. Al final llegamos por distintos caminos a la escuela Esteban Carranza Ramos del Municipio Calera de Víctor Rosales, procurando indagar sus necesidades con una repentina visita en aquel abril canicular del año 2012.
Me recibió la profesora Fátima del Rosario Sandoval Cervantes como si fuera yo el representante personal del presidente. Nunca llega nadie por ahí, pero entre muchas otras preocupaciones me habló de las limitaciones de una educación fugaz:

“Los niños aprenden a leer y escribir, en edades tengo desde los siete hasta los quince años, pues tengo una niña, una señorita.  Aquí no he recibido niños que hayan llegado con otra lengua, no, todos hablan el español; lo que sí tenemos son problemas familiares, de atención, de alimentación, de cuidado, de higiene. Lo que pasa es que los papitos no se hacen mucho cargo, se dedican a trabajar para darles sustento, para darles alimento y a veces ni siquiera el básico, el necesario. Ellos no siempre tienen trabajo en el campo, vienen aquí a buscarlo, y a veces no tienen el dinero para desplazarse a otro lugar y tienen que buscar aquí mientras llega la cosecha. Sí son problemitas que nos afectan a nosotros, porque el niño que no se alimenta, pues no tiene ganas de trabajar y aprender.

“Es un reto, más que una problemática, es un reto, porque aquí el reto es sacar adelante a los niños en las condiciones que vengan, cuando vengan y realmente esa es nuestra labor como docentes. Mis obstáculos serían que somos muy pocos maestros, somos dos, y se dificulta un poquito, que a lo mejor no sólo es educarlos, se puede decir, intelectualmente en conocimientos, sino a agarrar un lápiz, a que puedan comer bien, que tengan un poquito de disciplina, de cultura general, entonces más que problemática es el reto de cada día, de cada maestro, y más aquí por el desplazamiento

“Los niños vienen de Oaxaca, de Tamaulipas, de Durango, de municipios de aquí del mismo Estado, de Villa de Cos, de Pánuco, de Villanueva, de Teúl de González Ortega. Ahorita sus padres están en los campos agrícolas de aquí de Calera, quienes tienen trabajo; aquí se da la siembra de chile de árbol, como le llaman, de cebolla y de ajo. Son los principales cultivos. Y las pacas de avena con las que alimentan a los animalitos.”

Dejamos Calera de Víctor Rosales para seguir nuestro camino indagatorio. Los migrantes de los campos mexicanos carecen del glamour de los migrantes internacionales, los que se van al otro lado, a los Estados Unidos. De estos otros migrantes apenas se sabe, viajan discretamente en autobuses especiales y de la misma forma viven en esos campos invisibles.

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