miércoles, 2 de mayo de 2018

Compromiso axiomático


A principios de septiembre de 2012 fui comisionado para entrevistar al personal de una joven institución de beneficencia llamada La ciudad de los Niños, en Hermosillo, Sonora, que en apenas tres años había provocado reacciones positivas de la comunidad al atender a un sector claramente desamparado como es el de los niños marginales, provenientes de familias violentas, pobres y desarticuladas. Fuimos hasta su lejana sede y la primera impresión de las instalaciones fue muy positiva, pues nos encontramos con un pequeño complejo de edificios muy bien habilitados, agradables y amplios. En primer lugar nos recibió en sus oficinas la directora de ese momento de la Ciudad de los Niños, Olga María Pérez Hernández, que nos ilustró sobre los conceptos básicos que rigen a la institución.


Empezamos hace tres años, empezó con pura primaria, había pocos niños en ese entonces, aunque siempre es un número flotante, no hay un número fijo. Todos los niños que entran aquí tienen una familia que lleva un proceso con la Procuraduría de la defensa del menor, con una problemática de padres con maltrato. Ya que los papás se someten a estudios, a terapias, la Procuraduría decide si los niños regresan a su casa o se quedan en la institución o se dan en adopción. Ninguno de los niños es delincuente, su característica es de niño abandonado y maltratado.

El reto principal es el compromiso que tenemos por una vida digna, una vida sin maltrato; borrar un poco esos malos tratos que han pasado en su corta vida. Ese es el compromiso, todo niño que entra a la institución tiene que entrar estudiando, no tiene otra responsabilidad, otro trabajo que hacer que estudiar. Y luego, seguir sus medicamentos, dentista, el psicólogo.

Háblenos de las condiciones en que ingresan algunos de los niños, por favor.

Cuando recién llegaron los niños el idioma fue un obstáculo. Desgraciadamente tenemos muchos niños que son VIH, que están medicados. Hay que tener mucha paciencia con las criaturas para que tomen su pastilla, para que se concentren; ya mordieron a la maestra, ya le jalaron el pelo. Paciencia es lo que necesitamos, son niños demasiado activos. Todo lo que se necesita para su educación lo aporta Pronim*, cuando hay alguna necesidad especial entonces pedimos donaciones, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes nos apoya en todo lo que es artículos escolares.

¿Cómo miden la efectividad de su programa, directora?

Hay que estar aquí para ver cómo llegan las criaturas y cuando desgraciadamente se tienen que ir, cómo regresan a saludarnos, cómo no dicen que se quieren venir aquí otra vez, que quieren vivir con nosotros. Entonces quiere decir que estamos trabajando bien, que estamos haciendo algo buen por ellos, ese es el papel que tenemos que desempeñar. Estamos las 24 horas los 365 días del año con ellos, los queremos mucho, somos maestros, mamás, enfermeras. Siempre estamos para lo que se les ofrezca; quiero platicar, me pasa esto. Si están enojados también van y me dicen. Si hay problemas. Hay mucha comunicación con los 38 niños, tengo doce en lista, nomás que ahorita no tengo mamás sustitutas para recibirlos. La mayor cantidad que hemos tenido son 70 niños, pero a nivel institución hemos tenido hasta 350 niños.

Hábleme de su planta de maestros, ¿quiénes son?

Los maestros que llevan los programas son muy buenos. Tenemos un maestro muy activo y muy creativo, está buscando la manera de enseñar con  teatro, con juegos que motivan a los niños. Lo único malo es que nos los cambian, se encariña uno con los maestros y los niños también, y luego nos los cambian. Llega otra maestra y como que te destantea. Pero todos los maestros que no han tocado, gracias a Dios, han sido muy buenos maestros y no tengo más que agradecimiento para todo el programa.

¿Podríamos ver a alguno de ellos?

Desde luego. Les presentaré al profesor José Luis Parra González, acompáñenme por favor.

Penetramos en las instalaciones y vimos a los primeros grupos de niños y niñas. El profesor José Luis estaba en uno de los salones rodeado de chiquillos. Se hicieron las presentaciones pertinentes y lo primero que le solicitamos es que nos hablara un poco de sí mismo, si su apariencia juvenil correspondía con su edad real, pues en verdad se veía muy joven.


Me llamo José Luis Parra González, profesor de primaria y secundaria, multinivel. Soy licenciado en administración, también ahorita estoy en la especialidad. Llevo en aquí aproximadamente ocho meses y me siento muy bien, es muy bonita experiencia la de estar aquí, uno realmente se da cuenta que tiene una vocación. Estoy maravillado, mi vida ha dado un  giro de 360 grados como no tiene una idea.

¿Es su primera experiencia como profesor?

No, qué va. Ahora estoy en las mejores condiciones dando clases, pero al comenzar lo que es el programa que se maneja en campos agrícolas, yo estaba en una escuela en Santa Rosa, Santa Rosita. Tenía que tomar un camión de aquí de Hermosillo, irme dos horas hacia la costa, en Miguel Alemán tomar otro camión, bajarme en el desierto, caminar 45 minutos por el monte y llegar a lo que era la comunidad.

Toda una travesía ¿cómo lo recibían, profesor?

La gente, los niños allá, qué bárbaro. Eso lo hacía una vez a la semana y luego de regreso. Llegar a una comunidad donde hay mucha pobreza, donde la gente vive en cuartos pequeños, con mucha pobreza. Viven cinco personas en un cuartito de cinco por tres, donde ese cuartito es el baño, cocina, dormitorios. Entonces el contexto, los niños… es algo deprimente. Y sobre todo la escuela también. Uno llega con las ganas de hacer muchas cosas, de cambiar, pero también muchas veces de salir corriendo; pero bueno, uno busca la manera de mejorar tanto a la comunidad como a la escuela, porque una de las cosas es que no había áreas recreativas, áreas de motivación para que el niño fuera a la escuela. Entonces, uno como profesor siempre tiene que andar buscando esa manera de motivar al alumno, y sobre todo influir en la comunidad, de una u otra forma, además que en este pueblo de gente asentada, de gente de Veracruz, de Chiapas, de Guerrero, que viene a trabajar en temporadas, hay gente que se queda ahí y hay gente que va y viene, pues tienen muchos problemas. Tienen ideas muy arraigadas y uno se queda “así…” Hay veces que con impotencia, porque hay que ver con respeto las tradiciones de ellos, pero uno sí se queda pasmado. Y aprende mucho, eso es lo bueno. Esa es la forma de cada día estar aprendiendo.

¿Qué cosas lo marcaron en esa experiencia, José Luis?

Uno como maestro debe ir muy limpio, con su camisa, con sus zapatos muy boleaditos, pero el hecho de que te llegue un niño con una camiseta rota con el frío de diciembre te parte el alma. Luego que un niño te diga ¿maestro, me adopta, no quiere ser mi papá? Son cosas que te marcan, por lo menos a mí me marcaron. Te sientas por las tardes afuera de tu casa y extrañas a tu familia. Hay una gran satisfacción y estás haciendo algo por el lugar, la gente de ahí te ve con un poder, te ve como el padre del pueblo. Cualquier cosa, problema que ellos tienen van a pedirte tu consejo. Y claro, no puedes meterte mucho, haces lo que puedes. Ese tipo de cosas te marcan. Entonces uno tiene que ver qué puedo hacer por la escuela, por el pueblo; incluirse con los padres de familia, motivar a los padres para hacer algo por sus hijos, que sientan la escuela como un punto de reunión. Y en eso, la verdad, uno se siente muy satisfecho cuando ve un éxito. Recuerdo que llegué a esa escuela y que no tenía ninguna área recreativa. Tenemos que hacer algo, no veo ningún tipo de motivación para que los niños vengan a la escuela. Además, en Santa Rosita hay muchos terregales, no se ve nada, hay días que no se ve nada. Entonces se me ocurrió la idea de gestionar unos árboles para la escuela. Tenía un amigo en la Comisión de Desarrollo Sustentable de Ecología y acudí a él, me dijo: yo te voy a ayudar. Me dio ochenta árboles, hicimos una campaña de reforestación maravillosa, gente del gobierno del estado fue a hablarles sobre higiene, que hace mucha falta, hablarles de cuidados, se quedaron sorprendidos. Pero muy padre estuvo la campaña. Y le dio un cambio a la escuela como no tiene una idea. Y los niños los adoptaron, o sea que ellos se encargan de esos árboles, que los riegan con un agua que tienen que traer de muy lejos, y los riegan. Los puse como en febrero y ya están grandecitos. Es una de las cosas que a mí me han dejado una gran satisfacción.

Cuénteme ahora de su experiencia aquí, en la Ciudad de los Niños.

Aquí en la Ciudad de los Niños ya cuento con muy diferentes condiciones, pero también hay muchos problemas. Aquí hay otros retos, tenemos niños con un gran déficit de atención, problemas de aprendizaje; tenemos niños con maltrato infantil, entonces el trato es muy diferente. Hay un giro real. Uno tiene que manejar con mucho tacto a los niños, con mucho criterio. Uno no puede gritarles, porque el niño se siente. Tiene que haber mucho apoyo. Siempre hay que buscar la mejor manera. Ante todo primero llegar con un  diagnóstico a ver cómo están los niños. Muchas veces como maestros tenemos que ser un poco de psicólogos, detectar un problema. Claro, nosotros, al menos yo, no voy a resolverlo, acudimos a los profesionales, pero sí diagnosticar para planificar, sobre todo. Aquí estamos en multinivel, primaria y secundaria, aquí planeamos con tutorías que los niños de secundaria le van a enseñar a los de primaria. Aquí le damos un poder al niño, que se sienta motivado, que se sienta útil, y claro, el niño de primaria, que ya va más adelantado, puede enseñar a los de tercero. El maestro ahí está, pero se le está dando más seguridad al niño. Esas son las formas que yo estoy planeando, hay muchas estrategias, como los juegos; muchas dinámicas, porque hay que buscarle ese lado de la alegría a los niños para que llegue un lunes y ellos digan: quiero ir a clases, que esté emocionado para ir a aprender.

¿Cómo llegan los niños a la institución, profesor?

A nuestros niños la Procuraduría los manda para acá, los canaliza, los envía para acá, algunos por violación de su padrastro, otros por abandono. Sobre todo es la forma donde tenemos que ser sumamente cuidadosos al momento de atenderlos. Uno no sabe de qué forma puedas herirlos. Por ejemplo, hace poco les pedí que me hicieran un árbol, porque hay un diagnóstico de la forma como uno dibuja el árbol, un diagnóstico psicológico. “Enseguida me van a dibujar ustedes y a quien quieran ustedes”. Tenemos niños con cáncer. Y se me acerca una niña: “Maestro ¿me puedo dibujar cuando yo tenía cabello?” Y yo… Sí, hermosa, dibújate como tú gustes. Pero eso ya me dejó marcado. Mas sin embargo la niña no se sintió mal, ella no lo vio mal, pero a mí, como maestro, se me hizo un nudo en la garganta y dije: no, no.

¿Cuáles son sus principales retos?

Aquí hay muchos problemas de aprendizaje, no leen como debe de ser; tengo una niña de tercer año que no lee bien, no sabe escribir. Entonces a ella le estoy poniendo mucha atención, le estoy poniendo juegos dinámicos de video, juegos de palabras. Hay muchos problemas de inseguridad en los niños, no se sienten seguros. Pero bueno, vamos a ver por qué cayeron aquí. Entonces tienen problemas de seguridad y autoestima, hay que darles esa parte de motivación para que ellos se vayan desenvolviendo. El éxito ocurre, de cualquier forma. En un momento dado todo es tranquilo, calmado. Más que nada el maestro se gana la confianza del alumno. Para mí eso es el éxito. Siempre cuidando de no pasar esa línea de maestro-alumno. Para mí lo más importante es la confianza y que ellos tengan seguridad; teniéndome confianza a mí tendrán más seguridad, podrán desenvolverse más. Eso para mí es gratificante. Porque de ahí vamos a partir para que ellos en un futuro tomen una decisión, si no se van a quedar así como que qué hago. Entonces de ahí hay que partir. Para mí desde ahí esto es un hecho. Eso es algo que he logrado en tres semanas que llevo aquí.

¿Tres semanas? Y ya tiene usted toda una pedagogía.

Estoy siguiendo varias estrategias, creo que con estos niños vamos a manejar mucho lo que es el teatro, aprender por medio del teatro, para que ellos vayan sacando eso que llevan dentro, y se les va a hacer una forma muy divertida para aprender. Siempre las artes, las artes plásticas, las artes en general son gratificantes. Entonces vamos a buscarle por ese lado. Los niños necesitan sacar todo eso que tienen dentro. Esa es una estrategia. En una semana más viene la semana de los jóvenes, de los adolescentes, ahí tengo planeado traer unas personas, unos psicólogos para que platiquen con los niños, para hablar de temas de su edad. Los psicólogos que vienen tienen que tomar con mucho tacto los problemas, cuando hablé con ellos quedaron atónitos. Voy a traer gente de teatro con una obra: “Solamente se vive una vez”; van a bailar, voy a traer a una muchacha que está ahorita en Hermosillo trabajando en las colonias. Van a ser dos días en donde juntaremos a las dos casas hogar para que haya más gente, para que haya un convivio entre alumnos y que se sientan a gusto. Y que conozcan el teatro, porque es un teatro profesional y estoy muy emocionado. Va a estar muy padre. Estoy hablando con unas fundaciones para que vengan y vean.

¿Ha cambiado su vida?

La verdad siento una gran satisfacción, son las personas más humanas. En cambio mis amigos dicen que he cambiado mucho: te has vuelto más humano, te has vuelto más sensible, más chillón, hay cosas que ahora sí… En mi opinión, me siento muy contento de estar en este programa, realmente me ha dejado muchas satisfacciones. A mí como persona me ha cambiado la vida. Le da muchísimo valor a muchas cosas. No sé qué más decirle. Mire, ella es la psicóloga, ella le dirá más.

A nuestro lado estaba Sonia María Cázares Miranda, psicóloga por el Instituto Tecnológico de Sonora, con tres años de experiencia en el programa de Pronim. Le preguntamos sobre su quehacer.


Trabajo con primero y segundo de primaria y con primero y tercero de preescolar.  Son muchos retos, más por la situación en la que estamos aquí en esta Casa Hogar. Los niños, tanto a nivel educativo como humano tienen problemas. Hay demasiado rezago educativo, muy bajo aprendizaje; está también la cuestión emocional, afecto, amor, los niños están muy necesitados de cariño, de amor, de atención. Y el reto en la cuestión educativa es ponerlos al nivel en el grado que van, y en la cuestión de la vida en competencias para la vida, para que los niños se desarrollen plenamente, porque muchas veces por estar aquí, cuando salen afuera, piensan que son menos porque estuvieron en una Casa Hogar, entonces hay que borrarles esa idea que asumen desde muy pequeños, y así crecen.

¿Cómo describiría usted esta casa hogar?

La Casa Hogar es como un resguardo para madres y niños maltratados, con violencia de todo tipo, violencia física, psicológica, sexual. Hay casas, hay una madre sustituta que se hace cargo de sus hijos y aparte de otros niños que están aquí resguardados; hasta ocho niños por madre y viven en esas casitas. Tienen iglesia, centro de salud, banco de alimentos; tenemos biblioteca, los baños, las oficinas. Los salones apenas si los estamos acondicionando, ahorita no tengo pizarrón, pero como puede ver me ayudo con láminas, para todo hay que echarle imaginación. Ahorita no tengo pizarrón y sí me hace falta material, cuadernos, libros, mochilas, lápices; material didáctico para los niños de preescolar, no tengo mucho. Pero como le digo, yo me las ingenio y trato de sacar de todos lados. Agarrando recursos, muchas veces no los tenemos y buscamos la manera de cómo llevar a cabo una clase. A veces no tengo con qué contar, vamos a recoger las hojitas tiradas, y sirve que los enseño a contar y también los enseño a limpiar. Son muy pocos los materiales que nos da el programa, lo que nos brindan aquí en la Casa Hogar es por donaciones, pero sí hace falta mucho material.

¿Cómo le sirve la psicología a usted?

Cada niño es muy diferente, pero todos con una problemática que te deja sin palabras, porque no puedes imaginar que niños tan pequeños estén pasando por situaciones tan graves. Yo he vivido en este programa de niños migrantes cosas que te hacen reflexionar mucho, porque muchos piensan que solo es el entorno lo que tiene, pero no, son muchas carencias que nunca te hubieras imaginado que un niño pudiera vivir. Y más que uno hace conciencia de esto y busca la manera de cómo tratar de ayudarlos, por lo menos un poquito, lo que esté en tus manos, pero créame que sí hacemos todo lo posible por brindarles una ayuda.

¿Cómo procede metodológicamente?

Primero es llegar y ver a los niños y decir por dónde empiezo. Cómo saber, pues no sabes por dónde empezar de tanto que les hace falta. Cuando te vas, cuando ya dejas estos niños, te quedas con la satisfacción de saber que contribuiste a mejorar su vida, para que traten de llevar una mejor vida, que tengan calidad de vida. Esa es la mayor satisfacción que yo me he llevado a lo largo de tres años. Son muchos sentimientos que vivo día a día y que a veces me ponen la piel chinita, se me eriza la piel. Y a veces digo, cómo es posible. Y la verdad es que uno sirve como persona, como seres humanos, muchísimo, porque de ahí de ellos se aprende, uno aprende mucho.

¿Es una educación especial?

Definitivamente. Trabajé en una escuela regular, igual con un grupo multigrado, pero la diferencia es grande. Sí es mucha la diferencia que hay entre los niños de una ciudad a los niños de un campo, de un medio rural. Son muy inteligentes, son niños que no necesitan de un libro para escribir, que en la mente te pueden sacar cuentas, siempre y cuando los ubiques en el contexto que ellos viven. En el campo pesquero los ubiqué contando conchitas, contando peces, y en otro lado eran nueces, se trabaja con nueces. Hay que ir ubicando para que los niños reflexionen sobre lo que uno les va a enseñar. Tienes que llevar la planeación al lugar donde ellos viven.

Muchas gracias, licenciada.

Salimos de ahí complacidos con lo que vimos. Había muy poco qué agregar, salvo el gusto de presenciar esfuerzos sociales tan apasionados, tan comprometidos y silenciosos como este. Moviendo nuestras fichas mentales para considerar a profesores y maestras que no entran en el saco del magisterio a secas, se la sección sindical y las reformas estructurales. No, estos jóvenes mexicanos nos muestran un camino que pocos políticos demuestran en su quehacer: compromiso. Dilo de nuevo: compromiso; una vez más: compromiso. Ya tenemos un eslogan que ojalá algún día se cante en las manifestaciones.

*Pronim: Programa de educación básica para niñas y niños de familias jornaleras, agrícolas migrantes.
Fotografías tomadas de su sitio en internet.

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