lunes, 12 de junio de 2017

Cementerio marino


En Tenaún, el pequeño y antiguo puerto en la costa Este de la isla chilena de Chiloé, un pescador de Punta Arenas, llegado hasta aquí por la vía Argentina* a visitar a su hermana, nos platicó durante una amena comida sobre su trabajo en el sur, donde su principal presa de pesca, la centolla, ha ido disminuyendo a causa de la contaminación provocada por las salmoneras noruegas que llegaron a Chile, así como, por supuesto, la pesca inmoderada del crustáceo.

Las salmoneras noruegas, después de depredar los ecosistemas de su país, llegaron a Chile a depredar los lagos y las zonas costeras del mar del sur.

El sedimento de los salmones, altamente contaminante, desertifica el fondo lacustre y oceánico. Como sea, según pudimos ver, las empresas salmoneras en el sur chileno tienen instalada una gran infraestructura en los lagos y el océano, pues parte de su metodología es dar a las crías de salmón en cautiverio las variantes comunes a la vida libre de los salmones, que retornan del océano al río para desovar.

Este pescador nos contó en esa comida que, durante las dictadura de Pinochet, a unos kilómetros de la isla Dawson, mientras efectuaba pesca submarina, fue testigo de un cementerio marino menos poético que el poemario de Paul Valeri que he hurtado para nombrar esta entrada, pues se trataba de un cementerio de opositores al régimen que los militares tenían bajo el mar en esas latitudes, decenas de cuerpos suspendidos con algún peso en el fondo marino y, para su infortunio, también advirtió desde el fondo la quilla y el timón de una lancha militar aparcada junto a la suya en la superficie.

Fuera del agua, los militares lo interrogaron sobre su presencia en ese lugar, preocupados por lo que habría visto, que el pescador insistió que se debía a una falla mecánica de su lancha, averiada de las hélices, y gracias a la demostración documental de que en verdad se trataba de un pescador de la vecina Punta Arenas, pudo salir indemne del aprieto.

Mientras comíamos borrego a las brasas, le pregunté si su alimentación en Punta Arenas se componía básicamente de productos del mar, su respuesta fue inesperada: nunca comen del mar, su comida estaba compuesta, casi completamente, de carne vacuna y capril.


*La vía Argentina desde Punta Arenas es la forma más expedita de viajar a otras ciudades de su propio país, como la isla de Chiloé. El pescador puntarenense nos explicó el itinerario que por tierra los pone relativamente pronto en la frontera argentina, en Gaypón, y de ahí al norte hasta alcanzar la altura de un paso que los conduzca a su destino en Chile.

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