jueves, 22 de junio de 2017

Miguel Othón de Mendizábal, vida, obra.


Cómo se ha insistido en este sitio que la calidad de la obra de Miguel Othón de Mendizábal no coincide con la indiferencia que ha mostrado por ella la divulgación antropológica en México. Esto ha motivado que, a setenta años de su muerte estas reflexiones se aúnan a las contadas publicaciones sobre MOM. En la ENAH hallé una tesis de licenciatura presentada en 1974 por Dora Kanoussi con el nombre de Miguel Othón de Mendizábal y la Revolución Mexicana de 1910, pero no mucho más. 

Miguel Othón de Mendizábal nace en la ciudad de México en 1890. Fue destacado estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria, en donde al terminar recibió una beca para continuar sus estudios en el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía.

De acuerdo con Arturo España Caballero en La práctica social y el populismo nacionalista, 1935-1940, que aparece en La Antropología en México del INAH, a Mendizábal jamás le interesó la ciencia por la ciencia, sino la ciencia como un medio para descubrir nuevos horizontes y nuevas fórmulas de convivencia humana.

Don Jesús Silva Herzog afirma que MOM se unió al movimiento revolucionario de 1910, consecuente con sus ideas. Gonzalo Aguirre Beltrán, sin embargo, dice en su Obra Polémica que Mendizábal estuvo en “sus años mozos sirviendo al régimen ilegítimo de Victoriano Huerta y por ello sufrió el destierro”; pero es Federico Gamboa quien explica con más detalle el derrotero de Mendizábal en la lucha armada porque se lo encontró en La Habana en marzo de 1915 y le sacó la sopa: “… estoy frente a don Miguel Mendizábal, hijo del honorable director de nuestra Casa de Moneda. Viene de Guatemala, donde lo cogió el terremoto que acabó con ella; y es, según confesión propia, revolucionario impenitente y de armas tomar. Véase si no: siendo empleado de Fomento y muy consagrado a trabajos de etnografía a las órdenes de Andrés Molina Enríquez –de quien hace encomiásticas ausencias-, se opuso de hecho, y sucesivamente al general Díaz y a Madero; estuvo en lo de la Ciudadela; es signatario del Plan de Ayala y luego ha corrido de la Ceca a la Meca, dentro de su actual carácter de felicista”. (Aguirre Beltrán, 1992: 190-191) Así que su participación en la lucha armada tiene esa ambigüedad.

España Caballero complementa la biografía de Miguel Othón de Mendizábal: posteriormente, por oposición, obtuvo el puesto de ayudante de etnología aborigen. Más tarde ocupó el puesto de Jefe del departamento de Etnología, y fue miembro del grupo que, bajo la dirección de José Núñez y Domínguez y de Manuel del Ponce, fundó la Segunda Sociedad Folklórica Mexicana. Trabajó en la Universidad Nacional como jefe de investigadores en el Valle del Mezquital y después como director del Instituto de Investigaciones Sociales. Participó activamente en la fundación de la Universidad Obrera, donde se incluyó la antropología; también participó en la fundación del Departamento de Antropología de la Escuela de Ciencias Biológicas del IPN. Asimismo, fundó la Escuela de Medicina Rural del IPN, y colaboró en la creación de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Fue Jefe del Laboratorio de Antropología del IPN y, más tarde, director del Instituto de Investigaciones Económicas.

En 1932, colaboró con Moisés Sáenz en el centro de incorporación indígena de la Cañada de los Once Pueblos de Michoacán. Fue miembro del Consejo Superior de la Investigación Científica y creador y jefe del Departamento de Educación Audiovisual, así como Asesor del Departamento de Asuntos Indígenas y, durante un tiempo, rector de la Universidad Obrera. Impartió las cátedras de etnología, antropología, economía e historia de México, asociándolas con las ciencias aplicadas, la geografía y la política, en el Museo, las escuelas de economía de la Universidad y del IPN, y la Escuela Normal Superior. Murió el 6 de diciembre de 1945 y, en una velada del 22 de febrero de 1946, el INAH entregó a sus familiares su título de etnólogo. (España Caballero, 1987:248)

Las Obras Completas de Mendizábal, publicadas por sus amigos en 1947, se componen de seis tomos de aproximadamente 500 páginas cada uno, el primero es de homenajes al autor y los cinco restantes dedicados a las tres disciplinas que cultivó con mayor interés: la historia, la economía y la antropología. Esta investigación se encarga de la obra de Mendizábal relacionada con el indígena, pero es pertinente apuntar que sus escritos navegan en temas diversos como estudios jurídicos sobre estados, municipios; problemas y reformas en el agro (fue asesor de Lázaro Cárdenas del Río), estudió sobre monopolio colonial, minería y proteccionismo económico en la Independencia de México, en lo que se podría llamar estudios de historia económica; respecto a la Historia propiamente dicha, Mendizábal trabajó el poblamiento del valle de México, monografías sobre Zacatecas, Santa María Tepeji y Capula, Hidalgo; y temas sueltos como demografía, religión, noroeste de México, industria textil, prehistoria de América; cultura, arte, ciencia, juegos populares; poesía, danza, música, el Jardín de Netzahualcóyotl y la división del trabajo; de las instituciones opinó en sus escritos sobre la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, el Museo Nacional de Historia, la Escuela Nacional de Antropología y el Instituto Indigenista Interamericano, muchas de las cuales ayudó a fundar.

Fue miembro del Instituto de Estudios Sociales, Políticos y estadísticos del PNR; de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; de la Sociedad de Antropología; Vicepresidente de la Comisión de Ayuda a los refugiados españoles; jefe de la Sección de antropología del Instituto de Relaciones Culturales México-Ruso y miembro del Comité Antirracista. Por último, organizó el Congreso Indigenista Interamericano llevado a cabo en Pátzcuaro, Michoacán, donde, por cierto, Lázaro Cárdenas definió la política excluyente del indigenismo oficial.

El doctor Ignacio Millán dice en un escrito incluido en las Obras Completas que fue uno de los asesores más cercanos a Cárdenas: “el más allegado, respetado y atendido consejero del presidente Lázaro Cárdenas y del ingeniero Juan de Dios Batis”; que estaba siempre en contacto con los centros rurales, “pareciendo que no quisiera salir de ellos y sí fundirse en el alma misma de la masa campesina”.

Mendizábal fue muy cuidadoso en dejar asentadas en sus escritos las amplias bibliografías que respaldaron su opinión. Por ejemplo, para su estudio histórico sobre los pueblos prehispánicos, afirma haberse fundado en la interpretación del Códice Vaticano, inspirado en la cosmogonía tolteca, en cuanto al orden de las edades; y por lo que se refiere a su duración –dice en uno de sus escritos-, “me atendré a las cifras del Calendario Azteca, según la descifración de Enrique Juan Palacios, de acuerdo ambas, en lo esencial, con las relaciones de don Fernando de Alba Ixtlichóxitl” (MOM II, 1947:24-25)

En su ensayo sobre las civilizaciones aborígenes americanas, Mendizábal afirma haberse basado en el Popol-Vhu, la Historia de Yucatán de Cogoyudo para el caso de los mayas y en Garcilazo de la Vega y José María Camacho para los incas. Cita el Calendario ritual de Fray Diego de Landa; el Códice Mendocino; Sahagún, Motolinía y Olmos; el códice Ramírez, Tezozómoc, Durán, Orozco y Berra y el doctor León; a del Paso y Troncoso, Muños Camacho, Ramón Mena y Mariano Rojas.

En su influyente trabajo sobre la sal, el único texto de MOM en la currícula de la carrera de antropología de los años ochenta, cita 114 textos, que incluyen Atlas, cartas de relación coloniales, documentos del Real Archivo de Indias, archivos parroquiales, Anales y textos científicos. Todos los cronistas españoles conocidos y muchos otros desconocidos, como memorias de almirantes de la Conquista. Destaca que la cita más cercana a su tiempo corresponde al año 1926.

Mendizábal no duda en tomar para sí la experiencia y la visión de lo mejor del siglo XIX, lo que lo convierte, creo, en un pensador decimonónico. Al apreciar el perfil de sus empresas y la creencia fiel de una suerte de socialismo, que le hacen pensar, en muchos momentos de su vida, que era posible alcanzar la utopía. “Hagámoslo así”: llevemos caminos, procuremos sus industrias, preocupémonos por ellos. Leyó con atención a Manuel Orozco y Berra, Francisco del Paso y Troncoso, José María Regil y Francisco Urbina; de sus contemporáneos, autores que escribieron sus ensayos después de 1920, se encuentran Franz Boas y Manuel Gamio en primer sitio; Enrique Díaz Lozano, Matías Escobar, Eusebio Francisco Kino (o Kühn), Juan Mateo Mange, Baltasar de Obregón, José C. Zárate, el colombiano Miguel Triana y el chileno Ricardo Latcham. (MOM II, 1947:330) Era el suyo, como bien lo dijo el Dr Atl, un entusiasmo teleológico que movía a Miguel Othón de Mendizábal.

Una anécdota lo pinta de cuerpo entero como estratega de la discusión y como practicante de la antropología como compromiso, como misión y no sólo como discusión académica. La cuenta el Dr. Ignacio Millán en una nota infiltrada en el tomo IV de nuestro autor, de la que hago un resumen:

Habiendo gran rivalidad de los miembros de la UNAM con los del recién creado Politécnico -cuenta Millán-, la gota que derramó el vaso de las controversias fue la creación de la Escuela de Medicina Rural perteneciente a este último instituto, que incrementó “la intriga y la chismografía” en todos los periódicos por parte de los universitarios. Se temió que con motivo del segundo congreso nacional de higiene rural, las dos partes contendientes tuvieran roces o enfrentamientos. Persuadido de ello, Mendizábal se concretó a mostrar estudios propios de estadísticas de mortalidad y distribución geográfica de los médicos en la república. “No tuvo un contendiente a la altura de su vigor mental -cuenta el Dr. Millán-, pues su potencial adversario se presentó listo para la pelea, pero con las manos vacías, por lo que la contundencia de los datos llevados por Mendizábal, que mostraba con crudeza de los números del catastrófico panorama de la higiene nacional, dejó a los universitarios, con sus absurdas rivalidades académicas, sin ningún argumento. La lucha, les indicó, no es entre nosotros sino de nosotros. Un rasgo casi conmovedor de su inteligencia, su pacifismo y ecuanimidad, indicador de que las divisiones académicas no estaban a la altura de las circunstancias, y que mostraban, cuando mucho, la pobreza moral de nuestro medio”. (MOM 1V, 1947:346)

Las universidades mexicanas, pensó Mendizábal, nunca se han preocupado por el pasado, remoto o próximo, de ninguno de los problemas nacionales; tampoco del más trascendental: el campesino (MOM IV, 1947:348)

“Existen dentro de las universidades extremistas de izquierda y derecha que, aunque forman una minoría respecto al conjunto del estudiantado, han propiciado actitudes violentas y desordenadas, de tendencia notoriamente política. Estos activistas no hacen nada por ayudar a remediar los problemas, más aun, los incrementan o desvían la atención de quienes queremos resolverlos. El problema campesino, desprovisto de atención, resalta entre los principales puntos de su indiferencia”. Ojalá, afirma MOM, que la Universidad Autónoma perfeccione e intensifique su acción a favor del campesino y el indígena, para que su lema vasconceliano: “Por mi raza hablará el espíritu”, que solo interesa a los privilegiados de la cultura, pueda añadir: “Por mi espíritu y por la acción de mis investigadores, profesores y profesionistas, mejorarán las condiciones de vida del venero más potente de nuestra raza, la población campesina de México”, en cuyo caso, don Miguel, no cabría en el escudo universitario.

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