viernes, 23 de abril de 2010

El maestro y la antropología

El maestro Antonio Galaviz Portilla baja trabajosamente de la escalera de su amplia casa, tiene problemas en un dedo del pie. Su pequeña y fuerte esposa le ayuda. Vive en la colonia del Maestro Federal y desde la acera es posible escuchar el barullo infantil de una escuela cercana. Es música de fondo para alguien que cuidó, enseñó y amó a los niños mexicanos por 45 años consecutivos. En este fragmento de su entrevista habla del día que llegó a Atzalan como maestro.

Terminé los estudios, me vine a mi tierra en noviembre de 1943 y para febrero empecé a pedir trabajo con mis documentos, acá en Puebla. Estaba una oficina que era la Dirección de Educación Federal y ahí veníamos muchos a pedir trabajo, pero a mí siempre me dieron largas, de que me esperara, que iban a venir las plazas y que no sé qué. Y así se pasó febrero, marzo y casi el mes de abril de 1944. A principios del 44, cansado de esperar me fui a México a pedir trabajo a la Dirección General, y ahí fue donde me dieron trabajo, y por suerte me mandan para Puebla.

Llegué acá y me presenté. Me mandaban a un lugar para el no estuve de acuerdo. Yo quería la sierra, quería mi rumbo. Me mandaron a Zacapoaxtla y ahí fui a trabajar a un lugarcito muy chico que se llama Atzalan.

Recuerdo mucho la llegada a Atzalan. Fui a avisarles que al otro día yo me presentaba. Y al siguiente día, ahí estoy antes de las nueve de la mañana. A esa hora ya estaban ahí los padres de familia y todos los niños. Todos los alumnos que había ya estaban ahí esperándome. Pues lo único que hice fue saludar a las autoridades, a los padres de familia, platicarles que iba yo a trabajar con ellos, les presenté mi copia del oficio de asignación y ellos quedaron muy contentos. Y en ese momento me puse a trabajar con los alumnos. Al día siguiente de llegar. Estuve contento, porque a mí no me faltaban los niños, yo tenía ahí todos los alumnos, yo me quedaba ahí, me quedaba en ese lugar. En las tardes pasaba el rato jugando básquet con algunos de los jóvenes y otras gentes, en la noche iba a darles clases a los que gustaran ir a la escuela y ahí me ponía a dar Nocturna. Y así me la fui pasando todo el año.

De ahí me cambian a otro lugar cerca de mi tierra, en Huahuaxtla, un medio indígena que yo conocía bien. Donde había estado antes también era un medio indígena, 70 por ciento de indígenas, pero en Huahuaxtla fue de 100 por ciento.

Muchos de los niños no hablaban español. Yo les hablaba en español y hacía que entre ellos hablaran en español. Los que hablaban en español, que no les hablaran en su idioma a los demás niños, que les hablaran en español para que los demás aprendieran a hablar el español. Y ese mismo sistema fue el que usé en este tercer pueblo donde eran 100 por ciento indígenas. Las jovencitas sin saber hablar nada, le hablaban a usted en su dialecto y tenía que hacerle la lucha por decirles unas cuantas palabras en el de ellos, en su dialecto, para que le entendieran a uno. También el compañero maestro que empezó a hablar el náhuatl compuso mucho la cosa en el lugarcito, le empezamos a dar muy fuerte al trabajo y tuvimos éxito en la escuela, mucho éxito. Era el año 1949.

Allá donde estuve los cuatro años, en la tarde, trabajábamos doble turno, de 9 a 12 y de 3 a 5. Después de que salían los niños, yo agarraba mi botiquín con mi caja de inyecciones y algunas medicinas y me iba a andar, porque no había quien inyectara y yo iba a inyectarles a su casa. A la escuela venían pocas veces, yo los iba a inyectar a veces por la noche con mi lámpara. Los salvaba inyectando y curando.

Así salíamos a platicar con los padres de familia. Yo visitaba los hogares. Ellos le platicaban a uno de sus problemas y uno trataba de ayudar a resolverlos. Era muy hermoso, más que nosotros llevábamos la escuela del maestro Burgos, la escuela rural mexicana, donde no había que estar nada más en la escuela, sino en sus ratos libres salir a visitar los hogares, andar en el pueblo. Tenía yo reuniones con los padres de familia, cosas que eran muy bonitas.

En Huahuaxtla también, sólo que ahí fue más reducido el tiempo, porque teníamos mucho trabajo en la escuela, pero sí, también daba Nocturna en Huehuextla. Ahí también era horario corrido. Nos lo exigía el supervisor, que diéramos nocturnas. Y yo sí la daba con mucho gusto, para enseñar a los adultos a leer y escribir. Iban muchos jóvenes, principalmente, a aprender a leer y escribir.

Lo que buscaban los jóvenes en ese lugar era ganarse el jornal para comer. Eso era todo, no tenían ninguna ilusión de nada, sus ilusiones eran muy raquíticas, no tenían ningún proyecto de mejoramiento, todo era muy relativo, muy sencillo. Nosotros, con mi esposa que allí llegó, ahí nos casamos en Huauaxtla. Ella trabajaba en otro lugar y me fue a alcanzar ahí. Ella recuerda de haber tratado a mucha gente, dice que nada más usaban el calzón y un zarape que se ponían, no llevaban camisa, a rais. Y todos hablaban el mexicano y nos costó mucho trabajo haber logrado enseñarles algo de español, pero eso sí lo logramos. Porque yo tardé ahí 18 años, y en esos 18 años nunca me cansé de trabajar con las gentes, siempre trabajamos con gusto. Yo sí trabajé con gusto.

1 comentario:

  1. HOLA BUENAS TARDES, TU ME PUEDES AYUDAR. ESTOY BUSCANDO SI EN Huahuaxtla UTILIZAN LA CHAQUIRA PARA ELABORAR ARTESANIAS Y SI ES POSIBLE QUE TÚ ME PUEDAS RECOMENDAR CON ALGUIEN PARA PLATICAR DE ESTE ASUNTO?

    AGRADEZCO MUCHO TODA LA INFORMACIÓN QUE ME PUEDAS PROPORCIONAR

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