Escribí el 7 de
septiembre de este año una entrada sobre un programa federal de la SEP dedicado
a la educación de los hijos de jornaleros migrantes que en temporadas de
cosechas se movilizan a lejanos puntos de la geografía nacional en donde haya
algo qué pizcar y cosechar. Ocurre en todo el país, como las fincas propiedad de alemanes en Chiapas y Puebla, pero impacta de manera especial en
los adinerados estados del norte de México.
En aquella entrada
del 7 de septiembre llamada: “Juárez, sí Juárez”, escribí sobre el impacto que
me causó visitar unas enormes fincas cafetaleras en el estado de Puebla, donde
me pareció presenciar la pobreza más extrema de nuestro país; la casa editorial
que me llevó ahí me pidió visitar posteriormente otros lugares en donde se
aplica el mismo programa, por lo que pude conocer su situación en los estados
de Zacatecas, Hidalgo, Guanajuato,
Sonora y Chihuahua y ver de primera mano los contrastes que diferencian un
estado de otro, tan opuestamente, que en ciertos casos parece que estuviéramos
hablando del campo africano y el californiano.
En 2012 el Programa
de educación básica para niñas y niños de familias jornaleras agrícolas
migrantes cumple 30 años, desde que la SEP observó en 1982 que no podía
permanecer impasible ante el abandono patente de miles de niños y niñas que
deambulan con sus papás entre las cosechas de las enormes plantaciones privadas
del campo mexicano, la mayoría de las veces trabajando como adultos y cuando la
edad de plano no se los permitía, tirados a la vera de los campos bajo el sol
inclemente saturados de tierra, mocos y lombrices. Fue cuando a la SEP se le
ocurrió la gran idea de hacer algo por ellos y creó este programa a escala
nacional.
Se nombraron
coordinadores y poco a poco una pirámide de mandos que hoy funcionan con
altibajos dependiendo de circunstancias poco controlables desde la ciudad de
México, pues cada estado es una historia diferente, con propietarios de distinta
mentalidad y autoridades locales con buenas intenciones, con escasas
intenciones o sin ninguna intención. Treinta años después, lo que pude apreciar
en esos seis estados fue el contraste inusitado de un mismo programa que
presenta lugares que carecen de todo (desde útiles, pizarrones e incluso sitios
donde impartir ese remedo de educación), hasta enormes oasis educativos en
donde nada falta, que superan incluso las expectativas de la educación formal y
ofrecen condiciones atípicas a esos compatriotas desheredados. Mi conclusión es
que todo depende de la política local, y de la suerte de adjudicar estas
responsabilidades en las personas correctas. Ahí está el meollo de la cuestión:
a quién vamos a pedirle que organice el programa de tal estado. En mi periplo sólo
en dos estados pude tratar con el coordinador estatal, lo que es significativo.
En alguno una asesora del programa desconocía que en una escuela no hubiera
sanitarios para sus 90 estudiantes y cuatro maestras, pues nunca la había
visitado; en otro un supervisor de zona nos quería llevar de putas a los
visitantes de sus escuelas, para lo que hizo un acuerdo verbal con la dueña de
un antro en plena calle, delante de nosotros, y se decepcionó muchísimo por
nuestra negativa; en algunos estados nos dejaron de noche a nuestra suerte en
el centro de la ciudad capital para buscar algún hotel; en otros nos alojaron
en el Holliday Inn con gastos pagados. La situación física de los espacios
escolares fue igualmente contrastante, así como la condición de los niños, de
las maestras y de los recursos materiales para hacer su labor.
Las condiciones
educativas no son las óptimas en ningún caso. Las familias, dependiendo de la
época del año, van y vienen. Los niños estudian un mes, dos meses y luego se
van; algunos niños han recibido
educación formal, otros no saben manipular un lápiz. El tema de los idiomas
autóctonos es tan sólo uno de los temas. Y si en muchos estados la mayoría de
los docentes son estudiantes o egresados de universidades pedagógicas, incluso
de carreras con pedagogía intercultural, en otros son jóvenes con apenas
preparatoria que ensayan diferentes métodos empíricos que van creando sobre la
marcha. “Todo este tipo de escuelas destinadas a los pobres siguen presentando
los resultados más bajos, pese a los enormes esfuerzos de sus maestros. En
resumen, la desigualdad es propiciada por el mismo sistema”, expresó el especialista Olac Fuentes Molinar hace poco en una entrevista, en
la que agregó: “Pero hay también formas más ocultas y sutiles de desigualdad
educativa que tienen un peso muy fuerte. Por ejemplo, el que un niño vaya a un
turno vespertino lo coloca en una posición poco favorable para continuar
estudiando, ya que sus maestros llegan más cansados a clase o con pocas
expectativas respecto a sus alumnos. Eso está bien comprobado.”(*) No es
necesario imaginar las desventajas que tiene un
niño o niña que ha trabajado ocho horas recogiendo chile al asistir a
sus clases nocturnas de este programa.
Aunque cada estado es
una historia distinta. Hay, por ejemplo, casos en donde los jornaleros
migrantes han dejado de ser migrantes, estableciéndose en el lugar; otros con
escuelas eminentemente indígenas; otros con niños de la localidad que no tienen
que ver con los migrantes. La participación de las autoridades estatales y municipales
es asimismo dispareja, a veces aportan alguna ayuda, apoyos de diversa índole,
terrenos donde poner las aulas móviles, desayunos, pero a veces no quieren
saber de “esa gente que llega del sur”. A pesar de tantos impedimentos, en
todos los casos es posible comprobar el encomiable compromiso de centenares de
maestros, mujeres en su mayoría, que en condiciones laborales inciertas hacen
su mejor esfuerzo por llevar a cabo los propósitos del programa, que
ciertamente partió hace treinta años de la noble idea de no abandonar a su
suerte a miles de niños mexicanos que son removidos de sus lugares de origen
para ir a vivir la casa ajena a desiertos inhóspitos de Sonora o Chihuahua, con
temperaturas que rebasan por mucho los 40 grados centígrados, buscando el
sustento familiar. El problema, pues, reside en las cabezas de esos grupos, en
los coordinadores estatales y regionales que muchas veces carecen de ideas y de
ganas de mejorar las condiciones de trabajo de sus subordinados; burócratas
estacionados en la comodidad de sus quincenas muy pendientes del escalafón, del
aplauso al licenciado en turno y de la visita del coordinador nacional. O, como
es el caso de Chihuahua, la responsabilidad cae en blandito cuando es
encomendada a la persona ideal para llevar a cabo la tarea: un maestro
político, un emprendedor, un visionario; tal vez un atrevido, un loco, un
soñador que lleva a cabo fantasías inimaginables en otras circunstancias.
Horacio Echavarría
González, Coordinador estatal de programa de educación básica para niñas y
niños de familias jornaleras, agrícolas migrantes del estado de Chihuahua, que hizo
estudios de antropología y docencia, maestría en investigación educativa y de
doctorado en desarrollo humano, es un caso especial en este programa, pues su
visión, empuje y determinación pone en entredicho la pasividad que se observa
en otras coordinaciones estatales de otros estados mexicanos.
El profesor
Echavarría primero se pasó seis años “convenciendo” a las autoridades locales
de que “existía” una fuerza de trabajo fundamental para la economía que llegaba
del sur varios meses al año y que permanecía abandonada sin más servicios
sociales que las pírricas ayudas proporcionadas por los propietarios de los
campos: alguna precaria vivienda y un breve esfuerzo por su alimentación. A él
le tocaba, ahora, encargarse de la educación sin recursos económicos, pedagógicos,
logísticos o políticos que por lo pronto se puso a cultivar desde su modesta
posición administrativa, su insistencia que acompañaba de algunas ideas algo
peregrinas y como editorialista de un periódico en donde hizo de la migración
su bandera de lucha.
En 2006, apoyado por
universidades, se concentró en hacer un estudio estatal para detectar los
lugares en donde se instalaban los jornaleros que llegaban del sur, encontrando
siete regiones. Calculó entonces que estaba listo para proceder con el tercer
paso, el más atrevido, relacionado a la infraestructura escolar, pues desde el
principio tuvo claro que para la educación eran necesarias tres cosas: un
objetivo claro, un programa igualmente claro donde llevarlo a cabo y un lugar
adecuado para concretarlo.
Para eso tuvo que
aprender a pedir. Sí, pedir, pero “pedir bien, pedir en grande”, apostar cuando
fue necesario lo único que tenía para apostar, que era su palabra y su
indeclinable compromiso.
En el municipio de
Ascensión convenció al presidente municipal de la donación de un terreno para edificar un centro escolar para
los niños de familias migrantes. Parecía una locura, pero al presidente
municipal le gustó su actitud. Unas semanas después le estaba entregando cuatro
hectáreas de terreno, que en verano era un lodazal intransitable y en invierno
un páramo de superficie dura como la piedra. Como un personaje de algunas de
aquellas películas del realismo italiano, el profesor Horacio mantenía un mirada algo difusa sobre aquel hostil territorio: “En el lodazal yo vi un
edificio, no vi el lodazal”, expresó en entrevista.
Apenas trece meses
después de haber visitado aquel lodazal, el día 30 de julio de 2011, se entregó
el edificio. Convenció a la Sedesol, la SCT, al gobierno del Estado de
Chihuahua, la presidencia municipal, la Ford, la Coca Cola para la reunión de
apoyos indispensables y a la embajada de Francia en el tema de la alimentación,
que muy pronto estaría a cargo del DIF estatal.
Consiguió que la
Sedesol federal cambiara las reglas de operación en el tema de becas
alimenticias alargando su cobertura hasta los catorce años, por lo que ahora
proporciona comida y cena a todos sus alumnos. Como llegan de lejanos campos de
cultivo, se consiguieron dos camiones algo avejentados pero útiles para recogerlos
y llevarlos cada día. Y bueno, con los recursos del Programa organizó las cuatro
horas de instrucción, en preescolar, primaria y secundaria.
La instalación en la
cabecera del municipio de Ascensión es una enorme escuela de cuatro hectáreas
de superficie, cuenta con diez aulas
totalmente armadas y equipadas, 30 servicios sanitarios para maestros y alumnos,
dirección, área administrativa, biblioteca, ludoteca, auditorio, área de
enfermería, servicio médico y un centro comunitario. Además canchas deportivas
para básquet y futbol rápido o uruguayo y una cantidad importante de árboles de
nogal. Por el momento sólo tiene ocho equipos de cómputo y una impresora, pero
el 31 de julio de 2012 se empezó a construir la primera nave de educación para
secundaria migrante y secundaria de medios en el país, que lleva cuarenta
computadoras, un pizarrón electrónico, pantalla retráctil con todo su
mobiliario, una biblioteca donde aparte van a sumar una biblioteca virtual de
Telmex, tres salas de tutoría y oficinas.
El maestro Echavarría
afirma que hay una igual en Delicias, una "más chiquita" en Saucillo y va a
construir una en Monteverde, del municipio de Janos, vecino de Ascensión,
pero eso yo ya no lo vi.
Su experiencia me
pareció muy enriquecedora, me recordó a un profesor de Santiago Yosondúa,
Oaxaca, de nombre Benito Quiroz, que recibió un albergue en ruinas para
construir en unos cuantos años un pequeño emporio agrícola y de ganadería
porcina en donde atiende a unos noventa niños a cuerpo de rey. Maestros con
mentalidad de empresarios que han puesto sus dones al servicio de su encomienda
educativa. Al terminar nuestro recorrido de tres días el 6 de septiembre de
2012, pedí al maestro Horacio Echavarría una entrevista exclusiva para este
blog, que por supuesto me concedió. Nos sentamos bajo la canasta de una cancha
de basquetbol en una escuela de Monteverde, Municipio de Janos, Chihuahua, con
la inquietud preliminar de si lo que él hace desde su puesto promotor es
política o no. Me interesa sobre todo que los coordinadores de Pronim en los
estados de México conozcan su experiencia y, en el mejor de los casos, emulen
su proceder. Esta es la entrevista:
Blog: ¿Qué les dices a los coordinadores de México que de
repente no tienen las ideas adecuadas para avanzar en este tipo de programas?
Prof. Horacio
Echavarría: A mis compañeros de Pronim les diría primero que si aceptaron y
asumieron un compromiso de atender a la población migrante sean muy honestos en
esa palabra empeñada, que si la verdad lo dijeron e hicieron porque tuvo más
peso el compromiso político o el compadrazgo, en este momento esa honestidad se
subrayara y dejaran el espacio para alguien que sí venga con otra intención.
Sería como lo primero: es un acto de honestidad.
Ni el negocio ni la
política funciona aquí, o si funciona, si es la pretensión, porque es una buena
bandera para corromperse, entonces que si eso pasa mejore las cosas, las dejen
ahí, que aquí hay que levantarse temprano, hay que acostarse tarde, hay que
pensar rápido, hay que pensar bien, hay que ser muy humilde en lo que somos y
lo que hacemos, pero hay que ser muy aguerridos en lo que queremos y lo que
vamos a obtener. En eso sí tenemos que ser imparables e implacables. Hay que
llegar a tocar a las oficinas, no del ayudante del ayudante del ayudante. Hay
que llegar a tocar en las oficinas de los que deciden y de los que mandan, sin
rubor, con disciplina, pero con una idea muy clara de lo que queremos,
clarísima. No hay que ir inventando cosas o ir con una ocurrencia o ideas locas;
hay que llevar ya el plano, el papel, el costo y siempre por delante con un
avance de la gestión: “esto quiero”, porque entonces van a ver que estás seguro
de lo que quieres y creo que es más fácil de que les vendas la idea. Los que
gobiernan no están seguros de lo que quieren, están a expensas de la gente que
trae algo seguro para obviamente poderse alzar el cuello. Entonces hay que
tener mucha iniciativa, hay que tener mucha imaginación, hay que tener mucha
creatividad, hay que tener un buen manejo del discurso, muy concreto, para no
ir a cansar a los que quieren, en el menor número de tiempo, escucharte; que
les digas lo que quieres de manera muy directa. No darle muchas vueltas al
asunto, los asuntos sociales como la migración y el trabajo infantil no son
asuntos de mucho rollo, son asuntos de mucha acción, de mucha acción; pocas
palabras y muchos hechos. Entonces, sugiero a mis compañeros coordinadores que
si no tienen ideas a la mano, que se asesoren, siempre hay gente que sabe de
esto. Que no tengan miedo de asesorarse, la humildad les va a ayudar en esto,
que se preparen; la iniciativa, la creatividad les va a ayudar a ir preparados,
y que no le jueguen aquí al héroe. Aquí hay muchas cosas que pueden salir
cuidando cada paso que se dé, pero deben ser profundamente firmes e
indiscutiblemente seguros. Entonces que le pongan ganas y que obviamente en
esas ganas vaya mucha claridad, mucha honestidad, mucha humildad y yo les
aseguro que van a lograrlo.
¿Consideras que lo que haces es política?
Es política social y
creo que no me lo podría discutir más de uno; quizá más allá sea
política-politica, pero esa parte quizá me la puedan discutir todos, porque son
minorías que no significan ningún peso electoral. Pero de que es política
social, es de la política social más pura y creo que la desdeñan los políticos.
Los políticos-políticos, que son muy fuertes cuando tienen un manejo eficiente
de la política social, lo que pasa es que muchos de ellos no se enteran.
Tu acción contradice una famosa frase de la praxis
política nacional adjudicada al profe Hank González, de que un político pobre
es un pobre político. Tú demuestras lo contrario de eso. ¿Qué opinas?
Yo creo que él
hablaba de los políticos dedicados a la política y tenía razón, pero yo no me
incluiría en esa parte, yo me incluiría dentro de los activos en la tarea de
construir y de aplicar política social, y esos no somos considerados como
políticos; somos como los operarios de lo que se llama política pública y que,
la verdad, se maneja casi como política privada, desafortunadamente.
¿Cuál es el futuro de Horacio?
El futuro de Horacio
es consolidar la idea de familia que tengo, mi esposa, mis tres hijos, sus
carreras, y quizás no he pensado en una pronta jubilación, he pensado más bien
en meterme más a fondo en lo de las consultorías, centro de estudios
multidisciplinarios en investigación
intercultural con 16 años de trabajo, étnicas consultores con 5 años de
trabajo, dedicarme más a esa parte de consultoría; en una cobro, en otra
invierto. Entonces no tengo aspiraciones de ser rico, ni de ser famoso. Quiero
ser un cuate común, que puedas servir al otro, pues, hasta que la madre tierra
me invite a sembrarme ¿no?
Muchas gracias.
No´mbre.
* Olac Fuentes Molinar
en La dupla Calderón-Gordillo y el
desastre educativo de Rodrigo Vera, Proceso 1885, 17 de diciembre de 2012