Mi pregunta es por esa otra mitad de lo que también somos
parte, históricamente. Porque a final de cuentas no somos europeos, a pesar de
nuestra orientación intelectual, tan interesada en los griegos, los romanos y
la filosofía de los alemanes, los habitantes de la ciudad de México somos mitad
indígenas, aunque eso pueda llegar a incomodar. Es relativamente sencillo descubrir
tus propias raíces tepanecas en gente tan cercana como tus abuelos, primos,
parientes de la esposa; basta con mirar tus orígenes en los pueblos de la CDMX ubicados en alguna de cinco alcaldías profundamente indígenas como
Xochimilco, Tlalpan, Tláhuac, Milpa Alta y Contreras. Toda una historia
familiar que contar. ¿Por qué no nos interesa? ¿Por qué nunca nos ha
interesado? Por ejemplo, la historia de los tepanecas, tan cercanos a la
conquista, que con tanto detalle ha trabajado el historiador Enrique
Florescano, tan importantes a finales de la era precortesana. Los tepanecas, no
don Enrique.
Los tepanecas fueron los últimos habitantes prehispánicos
que recibieron a los españoles y se mezclaron con ellos para procrear esa
paradójica cultura que hoy formamos, la mexicana. Su legado nos pertenece en
una mitad, tanto como la otra mitad pertenece a nuestros ancestros de quienes
hoy cultivamos la lengua creativamente hasta la confusión,
pues no podemos negar que sabemos el significado de chongo, cocol, comal,
copal, coyote, ejote, elote, enchilada, epazote, esquite, estafiate, guaje,
guajillo, guajolote, huacal, huachinango, huapango, huarache, huauzontle,
huipil, hule, ixtle, jacal, jícama, jícara, jitomate, malacate, matatena, mayate,
mecate, memela, metate, mezcal, mezquite, milpa, mixiote, molcajete, molote,
palabras náhoas que explican una buena parte de mi vida, vocablos que aparecen
en la biografía de cualquier mexicano. Objetos entremezclados con historias,
como los moles de nuestras vidas, la plática familiar. Las he usado todo el
tiempo, son parte de mi vida diaria. ¿Quiénes fueron esos tepanecas que
hablaban náhuatl y que son los inmediatamente cercanos al momento de la
conquista, que con un 50 % de probabilidades podrían ser ancestros nuestros? Es
increíble que no nos interesen, al menos con el 50 % de probabilidades de
nuestro interés.
Los tepanecas cohabitaron con los chichimecas. El actual
territorio de esas alcaldías del sur de la Ciudad de México perteneció a la
nación tepaneca, formando parte del Señorío de Coyoacán. Los tepanecas eran una
de las siete tribus nahuatlacas que se establecieron en la Cuenca de México, su
centro rector era Azcapotzalco y sus dominios territoriales comprendían
Tenayuca, Tlalnepantla, Tacuba, Tacubaya y Coyoacán, colindando con la
cordillera que corre hasta los confines de los Ñahñús, a quienes llamamos
otomíes.
El primer rey tepaneca fue el príncipe Acolhuatzin, que
se casó con la hija de Xólotl. Al trono le sucedió Tezozómoc, quien tuvo cinco
hijos: Moquihuiztli, Ecatliztac, Cuacuacpitzáhuac, Maztlatzin y Acolhuácatl.
Durante su reinado, Tezozómoc extendió el dominio tepaneca nombrando a sus
hijos señores de distintos lugares. Maztlatzin reinó Coyoacán, donde se
incluían los poblados. Al fallecer Tezozómoc, en el año 1426, le sucedió en el
reinado Maztlatzin, enemigo acérrimo de los aztecas. Una de sus primeras
acciones fue la de someterlos, matando a Chimalpopoca.
Los mexicanos, en medio de la crisis y del yugo
chichimeca, eligieron a su cuarto emperador: Itzcoatl, que no tardó en exhortar
a su pueblo para liberarse del yugo tepaneca, y da así principio la
"Guerra de la Triple Alianza"; es decir, se unen los de Tacuba,
Texcoco y México contra los Tepanecas de estos pueblos que hoy ocupan cinco
delegaciones políticas.
Después de varios hechos de armas, vencieron por completo
a Maztlatzin de Azcapotzalco y Coyoacán. Así es como dio principio la sujeción
de los habitantes del territorio de la hoy alcaldía de La Magdalena Contreras,
quienes pagaron tributo a los mexicas, hasta la llegada de los españoles.
En Milpa Alta están los pueblos de San Juan Tepenahuac,
San Pedro Atocpan, San Bartolomé Xicomulco, San Antonio Tecómitl, San Pablo
Oztotepec, San Salvador Cuauhtenco, San Jerónimo Miacatlán, San Agustín
Ohtenco, Santa Ana Tlacotenco, San Lorenzo Tlacoyucan y San Francisco Tecoxpa,
de donde puede ser alguno de tus familiares. El vocablo nahua Milpa hace
referencia a una serie de tribus que poblaron el valle de México. En este
idioma significa "hombre verdadero", y es el nombre con que
históricamente se conoce a los pobladores de la región más rural de la actual Ciudad de México, junto con Xochimilco. La lengua náhuatl de Milpa Alta pertenece a la
familia lingüística yuto-azteca, que es considerada la más extensa del país.
Los primeros habitantes de la región pertenecieron a
familias cazadoras-recolectoras chichimecas que se asentaron al sur de los
"lagos centrales" entre los siglos XII y XIII.
Los nahuas de esta zona fueron tributarios de los
mexicas, quienes en la consolidación de su imperio los sometieron a través del
señorío de Xochimilco; el tributo consistía en bienes y fuerza de trabajo.
Posteriormente fueron sometidos por los españoles.
En la alcaldía de Xochimilco los pueblos de San Francisco Tlalnepantla, Santiago Tepalcatlalpan, Huichapan, San Luis Tlaxialtemalco, Santa Cecilia Tepetlapa, San Mateo Xalpa, Santa Cruz Acalpixca, Santa Cruz Xochitepec, Tepepan, San Lucas Xochimanca, San Andrés, Xochimilco, San Gregorio Atlapulco, San Lorenzo Atemoaya, Santa María Nativitas y Santiago Tulyehualco.
El lugar donde se cultivan las flores, origen del nombre
de Xochimilco, es en donde se enmarca la pasarela de la flor-mujer, la feminidad-tradición,
la representante de la madre tierra, la fertilidad, la diosa, rodeada de una
estela de neblina-misterio, de árboles, hortalizas y animales, el símbolo de la
belleza, la tierra que cuenta con la bendición de la abundancia, en una tradición
que también nos pertenece en una mitad. En 919, cuando las tribus que venían de
Chicomoztoc se asentaron en los verdes parajes de Xochimilco, hasta ahora se
desconoce quiénes vivían antes de que llegaran estas tribus mexicas. Xochimilco
contaba con una flora y una fauna de las más ricas y variadas. En las montañas
existían densos bosques mixtos, con árboles de madera dura, como el encino, y
blanda como el pino, y extensas poblaciones de oyamel, la conífera más típica
de las montañas de la Ciudad de México.
En la alcaldía de Tláhuac los pueblos de San Andrés
Mixquic, San Nicolás Tetelco, San Francisco Tlaltenco, Santiago Zapotitlán,
Santa Catarina Yecahuizotl, San Juan Ixtayopan y San Pedro Tláhuac podrían ser
la cuna de alguno de tus ancestros.
Los primeros pobladores de lo que hoy son esos pueblos
originarios ocuparon hacia 1,500 a.C. las faldas orientales del volcán
Guadalupe, dedicados a la pesca y a actividades agrícolas incipientes. La aldea
lacustre mantenía relaciones con otras poblaciones ribereñas y así
permanecieron por siglos. Hacia el siglo XII d. C. existe en la isla de Tláhuac
un centro de población que domina a los poblados y aldeas vecinos, localizados
en las orillas del lago de Chalco. Su población chichimeca es vencida por las
siete tribus aztecas a mitad del siglo XV, a quienes pagaron tributo en
adelante, hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI.
En Tlalpan, los montañosos Santo Tomás Ajusco, San Miguel
Ajusco, Magdalena Petlacalco, San Miguel Xicalco, San Miguel Topilejo, San Pedro
Mártir, San Andrés Totoltepec y Parres el Guarda, pertenecen a los
asentamientos humanos más antiguos en el Valle de México, localizados en el
territorio que comprende actualmente la Delegación Tlalpan. Sus centros
ceremoniales estaban en Cuicuilco, Ajusco y Topilejo. El más antiguo de estos
tres y el que alcanzó una mayor importancia en la región fue el de Cuicuilco.
Diversos investigadores coinciden en ubicar la población
de Cuicuilco entre los años 650 a. C. y 100 a. C., aunque la mayoría supone que
fue antes de mediados del milenio, pues su esplendor ha sido ubicado alrededor
del año 500, antes de la era cristiana. Cuicuilco fue un pueblo que se
desarrolló de manera notable gracias a que basó su economía en la agricultura,
en la que utilizó técnicas para aumentar la productividad, como canales de
riego, la construcción de terrazas y el báculo de punta endurecida al fuego. Su
población se calcula que llegó a los 20, 000 habitantes en su época de mayor
desarrollo.
Por último, de la alcaldía de Contreras, también boscosos, los pueblos de Ocotepec, Atlitic, Aculco y Totolapan. La presencia del hombre en el territorio de la hoy Delegación Magdalena Contreras se remonta al periodo que abarca del año 500 al 200 antes de nuestra era. A esta época se le conoce como Preclásico Superior, caracterizado por una sobrepoblación extendida territorialmente en el área de Contreras y Anzaldo. Los asentamientos allí localizados también dependían del Centro Ceremonial Cuicuilco, de origen tolteca. El desarrollo de esta cultura se interrumpió debido a la erupción del Xitle. Los habitantes huyeron a las partes más altas de la Sierra de las Cruces, buscando salir de la zona afectada, que se cubrió de lava hace aproximadamente 2,400 años. Aún en nuestros días siguen descubriéndose muestras de esta cultura debajo de la lava, en los pedregales del sur de la ciudad.
Un mexicano que quiera estar informado o tener cultura de
su pasado es necesario saber de lenguas ¿cuántas hay? De qué se trata el asunto
de los idiomas de los pueblos originarios. Haber leído a León Portilla y
haberse interesado en discusiones y conferencias sobre las lenguas mexicanas de
escritores como Carlos Montemayor o el escritor náhuatl Natalio Hernández, lo
que dice la Conapo o el CDI.
La problemática de las lenguas hoy es mucho más compleja
y exacta que cuando Miguel Othón de Mendizábal escribió sus hipótesis e ideas
al respecto. De acuerdo a la UNESCO, la extinción de idiomas es dramática en el
mundo: de las más de 6 mil lenguas que se hablan en el mundo en la actualidad,
la mitad está en riesgo de desaparecer en el siglo XXI, a un ritmo de hasta dos
por semana.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura ejemplifica: aunque la muerte de idiomas es considerada
de cierta forma un acontecimiento ''natural" que suele llevarse siglos
enteros, el proceso ha adquirido un ritmo acelerado y dramático por la presión
de las lenguas dominantes (inglés, mandarín, español o ruso), según el Atlas de
las lenguas en peligro en el mundo, elaborado por el organismo internacional el
año 2002.
El autor de Los pueblos indios de México, Carlos
Montemayor, publicó en La Jornada del 12 de marzo de 2006, en un artículo de
Ángel Vargas, la perspectiva actual de la discusión de los idiomas: los idiomas
no desaparecen por razones inherentes a ellos, porque haya lenguas ''superiores
o inferiores", sino por motivos políticos y económicos.
''Hacia el siglo XVI –escribe Montemayor–, se hablaban en
México alrededor de 170 lenguas, a principios del siglo XX sólo 110 y en lo que
va del XXI aproximadamente 62, de manera que en 500 años se han perdido más de
100 lenguas. En los próximos 20 o 40 años van a desaparecer al menos 19 y así,
en poco tiempo, tendremos cuando mucho 40 lenguas".
''El inglés no es superior al zapoteco, ni el alemán al
maya, ni el francés al mixteco. Esos son falsos conceptos. Los mexicanos, por
ejemplo, decimos, por desinformación, que los indígenas hablan dialectos, pero
todos los idiomas son sistemas complejos, culturas vivas, memorias de
pueblos", concluye Montemayor. Tiene razón. (LaJornada:18.2.1985)
Patrimonio
intangible
El doctor Miguel León-Portilla, una autoridad en idiomas
indígenas de América Latina, señala en ese encuentro de marzo del 2006,
reseñado para La Jornada, que las lenguas son ''atalayas distintas para ver el
mundo, cauces para acercarse a la realidad. En cierta forma, la lengua
condiciona la manera de pensar y, cuando una muere, parte del mundo nombrable
desaparece, y eso es terrible''.
''Las lenguas son parte del patrimonio intangible, como
la literatura, los recetarios de cocina, las canciones, la música –indica el
autor de Los antiguos mexicanos-. Todo eso es tan valioso o más que el
patrimonio tangible", sostiene este maestro emérito de la Universidad
Nacional Autónoma de México, para quien los pueblos indígenas dan una lección
admirable de resistencia frente a la globalización cultural, entendida como
homogeneización.
Hay muchas lenguas indígenas mexicanas en peligro de
extinción, como las del norte de Baja California, el kiliwa, el pai-pai, el
tipai, el cucapá o el seri, muchas de ellas habladas por menos de 100
individuos. En lo que respecta a otras lenguas más habladas, como el náhuatl,
el zapoteco o el maya, "tampoco la situación es muy boyante, porque apenas
en los últimos años empezaron a ser cultivadas y enseñadas en las escuelas",
sostiene León-Portilla.
En contraposición a estas opiniones, el escritor náhuatl
Natalio Hernández tiene una perspectiva optimista sobre las lenguas
originarias, y aunque reconoce que éstas se vieron sometidas y atacadas durante
siglos, afirma que presenciaremos su renacer. ''No estoy asustado, sino
entusiasmado con el siglo XXI, porque será el de la consolidación de los
idiomas indígenas y la diversidad lingüística".
Matices aparte, los tres estudiosos coinciden en que la
protección del patrimonio lingüístico de México pasa en gran medida por la
adopción de políticas de Estado, además de reconocer constitucionalmente la
diversidad de idiomas como una riqueza.
Montemayor no duda en advertir: ''lo que los indígenas no
consigan por su propia fuerza, nadie se los dará por misericordia o
solidaridad". Como en un laboratorio descomunal, el territorio mexicano
ofrece al turismo académico casos señalados donde los investigadores pueden ser
testigos del deceso. Es el caso del aguacateco, un idioma en realidad ya
extinto desde hace tiempo, pues ni la Comisión gubernamental para los pueblos
indígenas lo registra entre los idiomas mexicanos. El aguacateco, de acuerdo a
notas del periódico, se halla en el mayor peligro de extinción. De las 62
lenguas originarias que existen en México, 20 cuentan con menos de mil
hablantes, lo que significa que en dos generaciones más podrían dejarse de
utilizar y extinguirse, con lo cual los idiomas indígenas que han muerto desde
la conquista de México aumentarían a unos 130 de un total de 170 que había en
el siglo XVI. (La Jornada:25.6.1985)
Según información de la Comisión Nacional para el
Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), recabada en 2002 como indicadores
socieconómicos y basada en datos del Censo General de Población y Vivienda de
2000 del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), la
lengua en mayor riesgo es el aguacateco, pues sólo cuenta con 23 hablantes.
Esta es una lengua originaria de Los Altos Cuchumatanes, Guatemala, en el
municipio de Aguacatán, se habla en México a causa de la migración
transfronteriza. Los 23 hablantes de la lengua, que residen en su mayor parte
en Baja California y Baja California Sur, pertenecen lingüísticamente a la
familia maya.
No es la única lengua amenazada. El kiliwa también se
encuentra en una situación alarmante, ya que en la actualidad sólo lo hablan 52
personas. El kiliwa, que desde tiempos ancestrales cohabitan en las serranías
de Baja California junto con los paipai, sobre todo en la Sierra de los Tecolotes,
pertenecen lingüísticamente a la familia yumana, del tronco hokano. El cochimí,
en la meseta costera del norte de Baja California, lo hablan 82 hablantes, que
también pertenecen a la familia yumana.
El ixil, proveniente de la región guatemalteca, actualmente
lo hablan 90 personas que viven en Campeche y Quintana Roo. Ninguno de ellos
considerados por la propia Comisión en su catálogo de lenguas. También peligran
el kumiai, con 161; el motozintleco o mochó, con 174; el cucapá, con 178; el
paipai, con 201; el cakchiquel, con 210; el quiché, con 246; el ixcateco, con
351; el ocuilteco o tlahuica, con 466; el jacalteco, con 529 y el kekchí, con
677. Ninguno en el catálogo de la comisión, pero resaltan seis que son muy
conocidos y que sí están catalogados como el chocho, con sólo 992 hablantes, el
pima, con 741; el lacandón, con 635; el seri, con 458; el pápago, con 141y el
kikapú, con 138
La proporción de población hablante de lengua indígena
respecto a la población del país se ha mantenido en los años señalados en el
cuadro de población total e indígena, incluido en este apartado en un seis por
ciento, en tanto que la proporción de la población indígena estimada para 1990
y 1995 por INI - CONAPO y para 2000 por CDI - PNUD se mantiene en 10 indígenas
por cada cien habitantes del país. Las entidades cuya proporción de población
indígena es mayor a la nacional son: Yucatán (59%), Oaxaca (48%), Quintana Roo
(39%), Chiapas (28%), Campeche (27%), Hidalgo (24%), Puebla (19%), Guerrero
(17%) y San Luis Potosí y Veracruz (15%). (cdi.gob.mx)
Los
valores indígenas
Existe una leyenda inducida en los pueblos por los
frailes católicos para justificar la nominación de un santo para la comunidad.
En todos los casos el santo se apareció en un paraje cercano y pidió la edificación
de una iglesia, que invariablemente le fue concedida en un sitio estelar de la
población. Es una presencia perenne de los pueblos originales, sobre todo en el
centro de México, una digna iglesita que engalana los centros históricos de
comunidades muy lejanas de la geografía nacional. Los frailes se salieron con
la suya, pero es ahí donde entran las relatividades, pues los pueblos adoptaron
con naturalidad la religión católica y la amoldaron a sus propios festejos, que
convenientemente coincidían. Daba lo mismo llamar Guadalupe a Tonzntzin para un
cuicateco de Santa Cruz Zenzontepec, Oaxaca, cuando sus creencias le permiten
adorar, hasta la fecha, y ofrendar a sus otras deidades como la santa Abuela,
el santo padre Dios, la santa madre Tierra, la santa madre Luna, los dioses del
Agua, del Viento, de la Lluvia, de la Montaña, las santas Ciénegas y la santa
Lumbre o santo Fuego. Religión superior, la suya, que busca un equilibrio
espiritual discreto y fervoroso, “la naturaleza y lo divino-sagrado, intrínsecamente
vinculados, donde los puntos de tensión han de garantizar el mantenimiento de
la armonía de su universo”.
¿Cómo no considerar por parte de los mestizos la
posibilidad de reconocer su otra mitad entre los pueblos originarios? Los
chatinos de Santa Cruz Zenzontepec y la gente mestiza que proviene de la región
tienen mucho que aportar para el conocimiento de los mexicanos. Me gustan esos
valores de su religión.
Bibliografía
www.pueblosoriginarios.df.gob.mx
http://sic.conaculta.gob.mx/
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