jueves, 27 de agosto de 2015

Mendizábal y la influencia de la sal en la distribución geográfica de los pueblos mexicanos


El ensayo en el que Mendizábal trata de demostrar cómo las salineras influyeron en el itinerario de esas migraciones ha sido el único de amplia circulación tras su muerte en 1945. Te presento un resumen.



Para Miguel Othón de Mendizábal la prehistoria y la historia de México se sintetizan en “una oleada de pueblos, tribus y hordas de tres tipos diversos de cultura” que,  procedentes del Norte se dirigen hacia el “mediodía”, obligados por la presión de otros grupos más numerosos o enérgicos, o buscando un clima “más dulce y un medio zoobotánico más propicio a su desarrollo”. (MOM IV, 1947:9-10)

Los cauces migratorios fueron dos, que también explican las diferencias tecnológicas de los pueblos de una misma filiación: una por la vertiente del Pacífico y otra por la vertiente oriental de la Sierra Madre Occidental que, explica en otra parte, es donde se puede percibir claramente “la influencia de los puntos de apoyo salineros en la distribución geográfica de los grupos”. (MOM II, 1947:329)

Las tres corrientes no penetraron simultáneamente al “sistema de valles de México, Puebla, Morelos y Toluca, verdadero crisol donde se condensó una de las más altas civilizaciones del continente americano”, pero fueron iguales en su potencia demográfica y en su trascendencia cultural. (MOM IV, 1947:11)



Primero llegaron los náhoas, los más numerosos, estables y, en consecuencia, “los que ejercieron mayor influencia antropológica, fisiológica y material”. Fueron igualmente los últimos: los aztecas, la postrera tribu de esta filiación, hacia el siglo XII de nuestra Era.

“Los segundos fueron los chichimecas, que chocaron con los náhoas y fueron detenidos en Cuautitlán, de poca significación en tanto aportes culturales, e incluso, colaboración material. La tercera fue la Olmeca, débil numéricamente, pero de cultura espiritual y tecnología superior. No pudieron imponer su lenguaje, tronco común de la familia lingüística maya-quicheana por su reducido número. Su influencia sobre los elementos étnicos que le precedieron, en cuanto al carácter teocrático, fue absoluto y su influencia cultural enorme, incluso para aquellos que poblaron esas tierras mucho tiempo después. Sin embargo su cultura, como tal, fue transitoria. De ellos derivan no obstante las más elevadas manifestaciones espirituales y materiales que se registraron en el curso de los siglos, tanto en el centro de México, como en Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Yucatán, marcos geográficos de las altas culturas de México”. (MOM IV, 1947:11)

La conjunción de los olmecas y los náhoas fue bien fácil, afirma Mendizábal, “pues se verificó casi mecánicamente por medio de una yuxtaposición de mitos por afinidad”, quedando con nombres náhoas por ser la lengua dominante. Sería fácil delimitar los atributos de cada una de estas culturas para obtener una idea clara de los dioses primitivos, “anterior a la concreción dogmática tolteca”, pero Mendizábal sólo “sigue” a los dioses fundamentales de las distintas migraciones, con lo cual, dice, “bastará para demostrar la realidad flagrante de nuestra hipótesis”, a saber, la mencionada afinidad entre los pueblos prehispánicos de América. (MOM II, 1947:119)



… hambre de sal.

En su estudio sobre la influencia de la sal en la distribución geográfica de los pueblos mexicanos, Mendizábal retoma sus estudios sobre las migraciones a través de los puntos salineros de las vertientes oriental y occidental. La sal, dice, es una de las “influencias más poderosas” en la distribución de los pueblos pastores y cazadores –los pescadores viven en el mar, fuente inagotable de sal-, y tanto unos como otros, mientras luchan por su territorio, por su dotación de animales de caza o domésticos, e incluso, aunque la desdeñen para sí, “luchan implícitamente por la sal”. (MOM II, 1947:187)

La sal es indispensable para un régimen alimenticio basado en vegetales e innecesaria en la dieta carnívora; mas como no son comunes los pueblos eminentemente carnívoros, y en la mayoría de ellos hay una propensión natural al consumo de vegetales, tanto los pueblos pastores por la necesidad de sus rebaños, como los cazadores, por las costumbres de los animales salvajes, han estado sujetos, también, a la tiránica influencia de la sal. (MOM II,1947:186)

Cualquiera que conozca a los indígenas del centro y sur de México, dice Mendizábal, podrá observar que los vegetales con que suelen complementar sus comidas “no son en realidad sino meros estimulantes de los jugos gástricos y de las glándulas salivales”; es decir, “no van a llenar verdaderamente una necesidad alimenticia, sino una necesidad sensoria, análoga a la de los estimulantes que comúnmente los acompañan: la sal y el chile” (MOM II, 1947:323)

Las civilizaciones indígenas, para Mendizábal, fueron avanzando unas y quedándose en estadios evolutivos medios y bajos, otras. Pero siempre dejando evidente “la tradición de su comunidad de procedencia”; por ejemplo, en las rudimentarias construcciones ópatas-tarahumar-pima con las de la civilización náhua, que será el parangón de todas sus comparaciones.

Mendizábal alude continuamente a una evolución diacrónica de los pueblos americanos, en la que unos quedaron relegados en inicuo avance, mientras otros alcanzaron el esplendor de las ciencias posibles.

“… desde los montículos hasta las pirámides de Teotihuacan… desde las cuencas del Missouri y del Misissipi, hasta la Altiplanicie mexicana podemos seguir paso a paso, en el cauce migratorio de los olmecas, el proceso evolutivo de las pirámides… paralelamente al proceso del estudio de los cuerpos celestes, desde la ingenua reverencia a los seres misteriosos, lumínicos y calóricos que pueblan el cielo, hasta el estudio inteligente de sus movimientos combinados que dio nacimiento a la cronología”. (MOM II, 1947:197)

Las necesidades alimenticias y las posibilidades geográficas dan origen a géneros de vida simples, complejos o mixtos; los géneros de vida producen sistemas y reglas, útiles e implementos “que constituyen, en suma, una cultura”. (MOM II, 1947:185)

Las leyes que rigieron la actitud del hombre frente a la sal, por ejemplo, son las mismas tanto en los viejos continentes como en América. (MOM II, 1947:189)
Todos los grandes centros de civilización de América, así como los pueblos de agricultura avanzada, estuvieron “próvidamente dotados de salinas naturales o de los recursos necesarios para la fabricación de la sal”. (MOM II, 1947:191) El caso de México es particularmente explicativo, dice, por sus dimensiones territoriales, así como la variedad de pueblos que lo habitaron, el estudio de distintas situaciones políticas y económicas; desde la “tribu prepolítica”, la “horda sin arraigo geográfico”, hasta las grandes civilizaciones, el estudio de la sal y la consecuente lucha por obtenerla, ha influido “en el desarrollo histórico de los pueblos, tal vez con la mayor minuciosidad y precisión”; también en la Colonia, donde las minas de plata que demandaban grandes cantidades de sal, hizo que los españoles se vieran precisados a controlar lugares salineros lo más pronto posible. (MOM II, 1947:195)

Para Mendizábal hay ciertas etnias, como los ópatas, los tarahumaras o los pimas, que por “especiales circunstancias” y por el “aislamiento espiritual” en que vivieron, no avanzaron del estado evolutivo que sí alcanzaron los grupos que se les escindieron para marchar al sur. Es más, “retrogradaron notoriamente en cultura al contacto de los grupos nómades y guerreros más primitivos”, como aún en la actualidad es posible observar, puesto que han “permanecido en estado análogo al que guardaban cuando se inició entre ellos la predicación del evangelio”. (MOM II, 1947:88)

Sin embargo, Mendizábal piensa que la relación de los grupos primitivos del Norte y las civilizaciones del Sur “no está basada en similitudes aisladas o fortuitas”; en ellos se pueden percibir “influencias de una misma mentalidad en sus diversos grados de evolución”. (MOM II, 1947:94) De esta forma, insiste en que las “fuentes originales” de las religiones de unos y otros tienen un origen común, a las que estudia con su acostumbrada pasión y profundidad.


Bibliografía

Para este influyente trabajo sobre la sal MOM cita 114 textos que incluyen Atlas, cartas de relación coloniales, documentos del Real Archivo de Indias, archivos parroquiales, Anales y textos científicos. Todos los cronistas españoles conocidos y muchos otros desconocidos, como memorias de almirantes de la Conquista. Destaca que la cita más cercana a su tiempo corresponde al año 1926.:

Mendizábal Miguel Othón, Obras completas, Tomo II y Tomo IV, México, 1947


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