jueves, 22 de agosto de 2019

Algo con qué defenderse


El profesor Horacio Echevarría nos condujo por caminos de terracería en las cercanías de Janos, veníamos de Nuevo Casas Grandes, donde habíamos pernoctado. Era septiembre de 2012.

Hasta acá viajan las familias de Guerrero, Oaxaca y Chiapas a los diferentes campos como el que visitamos ese día llamada Colonia Fernández Leal,  a la pizca de chile, cebolla y otras cosechas, pronto irán a Sinaloa a la pizca del tomate.

La diferencia entre las distintas coordinaciones estatales y regionales reside en que muchas veces carecen de ideas y son burócratas estacionados en la comodidad de sus quincenas muy pendientes del escalafón, del aplauso al licenciado en turno y de la improbable visita del coordinador nacional. O, como es el caso de Chihuahua, la responsabilidad cae en blandito cuando es encomendada a la persona ideal para llevar a cabo la tarea: Horacio Echeverría, pima –según él–, maestro, político, emprendedor, visionario; tal vez un atrevido, un loco, un soñador que lleva a cabo fantasías promisorias, inimaginables en otras circunstancias.

La señorita Yesenia Grajeda Verdugo me recibe en su escritorio del aula vacía, tiene tres meses participando con el Profe Echevarría, en la colonia Fernández Leal, del municipio de Janos, Chihuahua…


… desde mayo, soy docente de primero de primaria con 67 alumnos. El reto que yo enfrento con a mis alumnos es transmitir un conocimiento, que ellos se vayan a una formación más adelante para que no anden trabajando en los campos, para que estén bien educados y transmitan un buen conocimiento a la sociedad. Yo lo que enfoco como docente en el alumno es la lecto-escritura y matemáticas, es lo que se enfoca más en un alumno: que aprendan a escribir, a sumar, a leer, para que por lo menos tengan algo con qué defenderse en la vida.

Mis niños vienen de Guerrero, viajan por diferentes campos y ellos vienen aquí a Colonia Fernández Leal  a la pizca de chile, cebolla y diferentes cosechas.  La mayoría de mis alumnos sí trabaja, las clases normalmente empiezan a las cuatro de la tarde y salen a las ocho y media de la tarde. Muchos de mis alumnos vienen en una condición precaria, podría decirse que cansados, con mucha hambre, sueño y, pues, algunos no llegan en condición de asistir a la escuela; así es como ellos vienen al salón.

Estuve cubriendo interinato en la escuela Porfirio Talamantes en Janos, y hay mucha diferencia entre los alumnos de las escuelas regulares y los de aquí, porque en las primarias regulares los padres sí ponen mucha atención, asean a los niños y, pues, precisamente se enfocan en ellos. Y en estos niños hay mucha diferencia, porque son niños de campo, porque no tienen a alguien que les ponga atención.

Nosotros tratamos de ayudarlos apoyándolos, preguntándoles qué es lo que ellos necesitan para, pues, solventar todos esos problemas que ellos tienen; y controlándolos, poniéndoles bastante atención, porque de hecho se necesita bastante atención con estos niños; afecto, un tipo de cariño muy especial.

Algo debe tener

Es una gran experiencia para mí formar parte de la docencia con estos niños, formar parte del programa de Pronim, no tengo palabras para explicarlo, qué es el afecto que yo les tengo a estos niños. Tenía un niño que se llama Emiliano, ahorita está con otra maestra. Emiliano es un niño muy, muy sensible, él todo el tiempo –no sé si será algo psicológico–, pero todo el tiempo está con su manita en la boca, porque tiene vergüenza frente al grupo. Él toma toda la clase con la manita en la boca, no sé por qué. Yo quisiera saber y especializarme para saber qué es lo que tiene ese niño, no se deja que lo miremos. Debe tener algo en la boquita.

Algunos niños sí muestran signos de maltrato, porque sus papás son muy estrictos. Por ejemplo, los quieren nada más tener trabajando y no les gusta que ellos estudien. Nosotros vamos y les decimos: mire, señor, somos de tal programa y venimos para que su niño estudie, para que sea alguien en la vida, para que no ande trabajando en los campos. Y es como así lo animamos al señor, porque de su propio gusto los niños no estarían aquí.

Hay muchos niños a los que les gusta estar aquí, lo nota uno por su asistencia. Mi principal problema en lo que yo me enfoco es a que el niño entre con ganas de estudiar, que motivemos al grupo para que el grupo aprenda; fundamentalmente no en hacer una larga planeación, sino en una actividad de juego para que ese aprendizaje se quede más en ti, para que el niño aprenda más. Mi método como docente es practicar los juegos y con mucho material que el profe Horacio nos brinda.

Muchas gracias.


.

martes, 2 de julio de 2019

Orillados de la ciudad


Para llegar a Palmillas, Municipio de Mixquiahuala de Juárez, Hidalgo, se toma la carretera México-Laredo hasta el famoso Valle del Mezquital. Aquí, multitud de pequeños propietarios siembran básicamente ejote. Todas estas tierras son regadas con aguas residuales del Distrito Federal, por eso está prohibida la siembra de hortalizas, aunque es posible ver bastante maíz y no son pocos los campos de alfalfa regados con eficientes máquinas dispensadoras de agua. Pero lo fuerte es el ejote, a eso vienen los jornaleros agrícolas provenientes de los estados de Guerrero, Morelos y Oaxaca cargando a sus numerosas familias, los puede uno ver descansando a la sombra de árboles casuarina y de una especie de sauce espigado que, justo es decirlo, proporcionan una modesta y huidiza sombra al mediodía. La buena noticia para ellos es que en Hidalgo todos trabajan, niños y adultos, no como en otros lugares donde se los prohíben.

Me recibe el profesor Juan Carlos Jiménez Barrera en el Centro Educativo Pronim de Palmillas, municipio de Mixquiahuala de Juárez, Hidalgo. No me cuesta ni tantito ponerlo a hablar, le pedí que me hablara de su trabajo.

Soy el profesor Juan Carlos Jiménez Barrera, llevo exactamente 11 años trabajando aquí, entré en el 2001, siempre en Pronim; no he dejado de trabajar ni un año afortunadamente. Los retos principales en los primeros años, por 2001, eran que los niños asistieran; afortunadamente le digo como he estado aquí me he dado cuenta cómo ha ido progresando la educación con los niños migrantes. Recuerdo que hace muchos años los niños no tenían tanta importancia como ahora, como que a la educación la dejaban en segundo término. Lo primero era el corte de chile y el ejote y después la primaria, pero ahorita no; afortunadamente, ahorita, cuando llegan de trabajar se vienen corriendo, agarran su libreta y vámonos, “maestro, ya llegué” y quién sabe qué tanto nos platican del campo. Ahorita los estábamos esperando y afortunadamente ya llegaron. Ahorita tengo 14 niños, pero como es multigrado, nos dividimos el grupo a la mitad, pero porque yo llegué aquí al campamento cuando ya se había incorporado la gente, estaba en El Moreno, ahí en este ciclo solo se quedó en albergue, como no había gente, la primaria dejó de funcionar. Está a unos veinte minutos de aquí, yo era el asesor. Otro de los retos es lograr la certificación y afortunadamente del primero al quinto grado se les ha dado su boleta oficial del Estado, que puede ampararlos en otro estado. Su boleta dice en qué grado va y afortunadamente hemos visto respuestas buenas de un estado a otro. Nos hemos dado cuenta que su educación no se queda truncada, que hay forma de seguirla, aunque sea por módulos. Cada grado tiene cinco módulos, dependiendo del nivel de aprendizaje puede entrar al módulo que le toca en otro estado, depende de cómo vaya. Cuando los niños están activos aprovechan más.

Desde que yo entré me ha tocado ver y escuchar el tlapaneco, el mixteco, el náhuatl, una familia hablaba  mexicano, otra familia hablaba amuzgo, así que de todas esas lenguas ya traigo algunas palabras, lo básico, porque es muy difícil decirlo y pronunciarlo como ellos lo hacen, porque luego lo están corrigiendo a uno: “maestro, tú no sabes”. Cuando llegué a incorporarme al campamento les hablé en mixteco, “maestro, quién te enseñó”, y luego les pregunto: ¿cómo te llamas? en mixteco, y ya me responden. Cuando uno hace eso rápido agarran confianza. Para pedir permiso para ir al baño me hablan en lengua, por decirle de algún modo, porque desafortunadamente aquí no tenemos baño.

Principalmente las familias migrantes vienen de Chilapa, Guerrero, de la Mojonera en Morelos; vienen de Tenextepango, de La Heredia, una colonia que los niños que dicen que ya no se llama La Longaniza, dicen que le cambiaron porque mucha gente se reía del nombre. ¿De dónde vienes?, de La Longaniza; se burlaban; le pusimos colonia nueva La Heredia, llevaba ya tres años así.

Ahorita tengo alumnos de Guerrero y Morelos, y con el correr de los años, si me voy a La Vega, por ejemplo, ahí hay niños que fueron mis alumnos y que ya son padres de familia, en La Mora también, me da mucho gusto que me reciban: maestro Carlos, ¿cómo estás?, ¿ya te casaste? No, todavía no. Híjole, ya te quedaste. Porque ellos llevan ya dos o tres hijos y tienen 21 años apenas.

Cuando yo entré al programa afortunadamente en esta primera vez se inauguró el albergue El Moreno, estaba precisamente a orillas de un canal llamado El Progreso, entonces ahí las condiciones eran totalmente bajas, muy bajas, porque vivían en casitas de cartón y los maestros que estuvieron antes que yo me platicaban que les daban clases ahí mismo, si tenían una mesita, pos ahí, si no donde pudieran.

Con el pasar de los años, cuando yo estuve trabajando en el albergue, me pude percatar que nada más eran Moreno y Carrillo Puerto, dos albergues, pero que los demás campamentos eran de carpas, carpas que cuando llovía el agua se las llevaba, venían los aires y a amarrarla para que no volara. Afortunadamente estuve en el Moreno y me cambiaron a un campamento que se llamó Los Tigres, ahí trabajé en carpa. Y le comentaba de la lluvia. En una ocasión, pues las carpas estaban amarradas, pero el aire y la tormenta fue tanta que se levantaron con todo y la estructura de fierro. Les dije a mis compañeras: saben qué, hay que retirarnos, porque como es tormenta eléctrica no sea que vaya a suceder algo. Y más teníamos miedo porque un año anterior en el campamento de Moreno hubo un incidente en una tormenta eléctrica, ellos estaban en el campo, pero cuando llegaron al albergue llegaron espantados, y a varios de ellos se los llevaron al hospital. El capitán me platicó que les había caído un rayo, y una de las mujeres era su esposa, estaba totalmente quemada de la espalda. El rayo cayó cerca del árbol donde estaban guarecidos, y la señora estaba embarazada, entonces con el pasar del tiempo, también ellos ya medían sus consecuencias, si empieza a llover inmediatamente vámonos. Qué hacemos en la milpa si ya sabemos lo que puede suceder. Ahorita, por ejemplo, cuando ha llovido y los niños están adentro, le tienen  pavor a la lluvia, un niño hace días que venía la lluvia de los cerros me dijo, “sabe qué, maestro, yo ya me voy, después le avanzamos, ¿sabe por qué?, porque tengo miedo, ahí viene el fin del mundo.” No, no pasa nada. “No, maestro, ya me voy.” Lógicamente, con el paso del tiempo ellos han ido tanto evolucionando en sus ideas como en la educación también.

Yo trabajo también en las escuelas regulares en la mañana, soy docente de grado en las mañanas, y afortunadamente lo que hago en la mañana contrasta con lo que hago en la tarde; afortunadamente, de manera particular, dificultades pedagógicas no tengo, pero sí tengo que mejorar en algunos aspectos la forma de enseñar, conforme va actualizándose el programa. Es una exigencia, que aunque no queramos, tenemos que aprovechar y hacerlo. Cómo, por ejemplo, platicar con los niños: por medio de proyectos, a ellos les genera más interés, porque por ejemplo si trabajo la carta, antes la trabajábamos en una lección, sus características y todo eso, terminábamos la carta y pasábamos a otro tema. Ahorita trabajamos la carta en un proyecto y vemos sus características, lo que puede implicar las cuestiones del lenguaje y todo, pero hacemos más cartas; hoy, 28 de agosto, hicimos una para los abuelos, entonces los niños le ven más funcionalidad a las tareas, dentro de lo cotidiano.

Afortunadamente ahorita tenemos tres aulas y ya no hay tanta preocupación de que llueva y nos vayamos a mojar, ni que la carpa se levante. Afortunadamente, ya son contados los campamentos que tienen carpas, algunos tienen carpa porque no caben dentro del aula, pero ya son pocos. También tenemos luz.

La satisfacción es que, por ejemplo, a mí me agrada mucho cuando los niños que he tenido desde hace unos cuatro cinco seis, siete, ocho, nueve, diez años, llegan y “maestro, buenas tardes”, y el respeto que nos tienen a los maestros. Yo tuve niños que ahorita ya son padres de familia y cuando hacía yo algo que no les gustara, por ejemplo, “maestro, revísame”, pero estaba yo ocupado, permíteme. “No, ya me voy.” No, espérame. Una vez tuvo una muina que agarró su butaca y me la iba a aventar. “No, maestro, tú no me haces caso.” Y que me lanza la butaca. Martín, por favor, ¿son las actitudes que te enseñan? Y ya, me mentó hasta lo que yo nunca imaginé. Y como eran los primeros años de servicio yo todavía no tenía habilidad para controlar a los niños y saber qué hacer en momentos como esos. Otra aventura que tuve con ellos fue que una vez me corretearon, aventándome piedras, por la cultura que ellos traían antes tan cerrada. De tanto estar insistiéndoles en su cuarto “vamos a la escuela, vamos a la escuela”, se cansaron y salieron: “sabe qué, maestro, no queremos ir a la escuela”, agarraron piedras y yo lo único que hice fue correr, para qué me espero a que me descalabren.  Ahora es al revés, ahora ellos me corretean, pero para entrar a la escuela.

Ellos trabajan en la cosecha desde las siete de la mañana hasta las cuatro, cinco, seis, a veces hasta las siete de la tarde, y ha habido ocasiones que hasta las ocho de la noche terminan. Un rato para comer y ya. Afortunadamente, ahorita ha ido mejorando en cuanto a la asistencia, pero porque la producción agrícola bajó este año; van a una huerta de ejote y se la acaban rápido porque la producción está regular; en los años que ha sido fuerte, ellos sí tardan a veces hasta dos o tres días, pero llegan con hambre de aprender y “maestro, dónde me quedé.” Y son muy inteligentes, saben dónde se quedaron y continúan el trabajo.
El capitán es el encargado de distribuir la raya, el pago que le llaman ellos. Por ejemplo, hay familias grandes, numerosas, que llevan hasta sus seis, siete, ocho o nueve hijos, el papá y la mamá;  niños ya de 14 años, que juntan hasta 35 kilos en un día, y si está a 1.20, a 1.50, a veces a ochenta centavos, pues a veces ha habido familias que me dicen: “no, maestro, ora sí nos fue bien, sacamos hasta 8 mil pesos esta semana.” ¡Qué bueno! Y sí, me he dado cuenta, antes solo el capitán tenía carro, al resto lo mandaba en camión. Ahora no, la mayoría mínimo tiene un vocho, tienen su carrito y me sorprenden mucho porque una familia que conocí hace cinco años, cuando llegaron eran muy pobres y tiempo después regresaron con una camionera Lobo, así se fueron de aquí. Para mí ¡qué bueno!, porque siempre han ganado bien, pero han ido cambiando su concepción, y han ido dejando el alcohol, porque la cerveza era lo que les acababa el dinero, así como ahorita hemos visto que hay menos alcoholismo, pero hay más otra visión por dónde gastarse el dinero. Algunos construyen su casita en Guerrero o en Morelos, otros nomás rentan en donde llegan.

Hace nueve años, cuando yo entré, todos llegaban en el camión, asomándose, a ver a dónde llegaban, y todos: córrele al carro y córrele porque nos deja el camión. Y ahora no, ahora sí, que se vaya, “mi papá lleva camioneta de ocho cilindros”, cuando yo apenas mantengo mi carro de cuatro.

Cuando yo entré me imaginaba que iba a seguir siempre igual, como que no se veía ni para cuándo tener un aula como esta, con su persiana, su escritorio, donde dar clases de manera formal como en una escuela regular. Y afortunadamente hace unos tres años nos empezaron a dotar de material, estructura, material didáctico y muchas cosas con qué enseñar a los niños. Le decía a una compañera: mira, valió la pena la espera, porque ha habido momentos en que, de manera particular, yo decía, bueno, no ha habido algo que me motive más. Pero cuando empezaron a dotar televisiones, me dije, no, me voy a aguantar porque es mi vocación estar aquí, aparte de trabajar en las mañanas. Entonces sí, ya veo que hay muchos cambios, pues va a haber más, ya no solo va a ser el albergue de Moreno, de Carrillo, el nuevo de La Mora, que está en perfectísimas condiciones, tiene calentador solar, área de juegos, mejor que las de Moreno, a la mejor ya van a hacer más. Lo único que a mí me gustaría es que, si llegan a construir otro campamento y otro albergue: que esté cerca de la ciudad, porque desafortunadamente el albergue de Moreno y de Carrillo, no sé cuáles fueron las condiciones de construirlas allá, ahorita ya la población las ha acaparado, pero antes había que caminar, no había transporte y como que estaban orillados de la ciudad. Entonces los migrantes lo que buscan es estar dentro de la ciudad, porque así se les facilita ir a la plaza, ellos son bien placeros.

Fotografías de semanario Rumbos http://rumbossemanario.blogspot.com



.

sábado, 16 de febrero de 2019

Esas son nuestras dificultades


Es agosto de 2012 entrevisto a la licenciada Edith Mendoza Barrera en Mixquiahuala de Juárez, Hidalgo, sobre su trabajo en un programa de la SEP llamado PRONIM, para hijos de migrantes laborales; miles de familias que viajan por temporadas a las cosechas de ajo y sandías en campos de Sonora, Chihuahua, Sinaloa y La Laguna, ejecutado por la de Dirección Nacional de Educación indígena, donde la joven profesionista trabaja de maestra de preescolar. Edith es bióloga de profesión, tiene ocho años practicando el magisterio en estos grupos tornadizos de niños que, en ciertas circunstancias, como me platicó una maestra en la sierra norte de Puebla, “no saben ni tomar un lápiz”. Le pregunté a Edith cuál era el reto de su encargo, cómo era trabajar con estos niños obligados a laborar en el campo jornadas de adultos para contribuir a la difícil situación económica de sus familias. Hay estados que lo prohibían ya entonces a los menores de 16, Hidalgo no era uno de ellos.


El reto es trabajar con los niños, es el principal reto, porque ellos vienen aquí con ganas de estudiar, sí, pero también vienen a trabajar; los que están aquí trabajan en la mañana, se van con sus papás a trabajar al campo, entonces es el principal reto, adaptar las clases al poco tiempo que ellos permanecen aquí.

Por ejemplo, ahorita no han llegado todos (al salón de clase), son las cinco de la tarde, solo tengo una niña y ahorita van llegando apenas, hay que adaptar la enseñanza a sus tiempos. La clase normal de una escuela regular se tiene que dar en el tiempo reglamentario, como debe de ser, aquí la clase debe ser más corta, las actividades más cortas y más lúdicas. Sobre todo. Porque si nos ponemos nada más a leer toda la tarde, a trabajar, hasta sueño les da, entonces tienen que estar activos para que puedan aprender.
Aquí en preescolar se enseñan las competencias básicas, lo que es aprender a conocer los números, a conocer los colores, bueno, a resolver problemáticas pequeñas. Por ejemplo, por qué llueve, ver de dónde viene el agua, la forma, los colores, conocer los números, obviamente no todos, nada más del uno al diez, lo que es conocerlos y saber leer las cantidades.

Gente recia

Ellos vienen de los estados de Guerrero y de Morelos, de la sierra, generalmente tenemos aquí de lengua náhuatl y mixteco, las dos. En algunas pocas ocasiones han llegado tlapanecos. No conozco nada más que palabras que ellos nos van diciendo, ellos nos dicen palabras y nosotros las vamos escribiendo. Los papás son gente humilde pero de carácter fuerte, gente recia, porque ellos son... así, no les gusta que los engañen, que les mientan, como que crearon un mecanismo de defensa. Por ejemplo, al principio hasta nos dicen otro nombre, porque es un mecanismo de defensa y nos dicen el verdadero hasta que tienen más confianza, ya cuando nos conocen. Yo creo que porque vienen de la sierra donde mucha gente trata de abusar de ellos; de que, como los ven así humildes, como que los ven menos, indígenas, por eso son así. Por ejemplo, si ellos le ofrecen un taco y usted no se los acepta se lo toman a mal, parece que para ellos es un insulto el que les está haciendo, entonces si usted se adapta a ellos, a su manera de ser, si le convidan algo y lo acepta, van teniendo confianza con usted. Ahora ya conocemos a varios que vienen aquí, o cuando vamos de visita a algún otro campamento encontramos también gente que ya ha venido aquí. Igual los niños, que son muy cariñosos, nos abrazan, nos saludan. Les tienen respeto a sus papás, ellos todavía están formados a la antigua, de que deben respetar a papá y lo que papá dice: es. Sin embargo, no vemos signos de maltrato evidentes, los regañan y eso, pero que lleguen golpeados o adoloridos no, de hecho los procuran mucho, los cuidan mucho. Hace poco llegaron aquí unos húngaros y a ellos les da miedo esa gente, dicen que se roban a los niños. Entonces durante dos semanas más o menos, que estuvieron ellos, venían por sus niños porque les daba miedo; y los niños igual, ni siquiera querían salir al recreo porque había gente ahí afuera que se los quería robar.


Un problema es el tiempo, hay días que trabajan (en la cosecha) y no vienen a la escuela, lo que es de mayo a octubre, o que siembran; entonces, aparte de eso, el tiempo que le dedican al estudio a veces es nada más de una hora, y en esa hora hay que darles un tema. En el caso de la primaria, por ejemplo, podemos tener nueve de segundo año, pero dos van en primer módulo, tres en segundo módulo, cuatro en tercero, estamos hablando de un solo grado que llevan diferentes módulos. Ahora, los que tienen tres grados o cuatro grados, con cinco módulos de cada grado… Entonces hay que planificar clase todos los días porque los niños están en diferente situación, y ellos también, trabajan todo el tiempo. Es complicado, pero nos hemos ido adaptando.

Ahorita tengo bastante material. Antes estábamos mal, hace ocho años que yo entré estábamos muy mal, yo lo que hacía a veces era romper los lápices en dos, partir las gomas en cuatro para repartirlas; los lápices no se los llevan, aquí los dejan, y cuando se pierde uno pues hay que darles otro, pero de preferencia los dejan aquí. Y pues, de un tiempo para acá la coordinación comenzó a dotarnos de material. Pero sí sufrí de material. Como yo trabajo en la mañana en escuela regular, pues a veces los colores aparecen ahí tirados, que papel bond que no ocupamos pues lo traemos para acá. En las mañanas yo doy en primaria, y lo que sobra allá lo traigo para acá, para que no impacte el bolsillo de las maestras, porque hasta eso, a veces tuvimos que comprar. Los libros de texto igual, tenemos bastantes. No tenemos libros especiales, trabajamos con libros de texto normales, nos adaptamos de acuerdo a las guías, pues trabajamos con las guías Pronim. Anteriormente sí estaban adaptados los libros, pero con la nueva reforma pues, obviamente que no, tenemos que adaptarlos.

No los ven bien

Tenemos la dificultad ahorita en este campamento de los sanitarios; anteriormente el delegado nos prestaba la parte de allá, o sea nos daba la llave para poder entrar a los sanitarios, pero de algún tiempo para acá lo han estado ocupando los adultos mayores y como que son medio… delicados, son personas mayores que tienen  una especie de organización donde les dan clases, talleres, les dan de tejido, de cocina, ahorita está lo de plantar huerto. Ellos usan los baños y todo el inmueble y los baños… y como que dicen no, no les prestamos los baños, no quieren a la gente porque los ven sucios. Toman agua de la llave, pero eso no les afecta, ellos están acostumbrados a tomar agua de ahí y no se enferman; a andar descalzos y no se enferman, pero la gente de aquí no los ve bien. Y son bastantes niños, tenemos ciento seis alumnos que ahora tienen que ir allí atrás, a lo que son las milpas, en la parte de allá atrás. Los chiquitos van entre dos o tres. En grupo para cualquier cosa, aunque se supone que es una comunidad donde no hay tanto peligro, pero igual van dos, tres niños. Sí, una prioridad son los sanitarios.  También la luz, a veces nos la cortan, no sabemos si vamos a tener o no. El problema es de apenas, lo que es este ciclo y parte del anterior. Esas son nuestras dificultades que tenemos ahorita aquí.

Buena educación

Satisfacciones: el ver a los niños que anteriormente su máximo que tenían ellos era ser capitán de cuadrilla, capitán de cuadrilla, la gente que los trae a trabajar, entonces ahorita ya sus aspiraciones son  más, muchos de los alumnos que ya salieron de sexto, vienen  a visitarnos, nos apoyan; por ejemplo, ahorita vamos a tener la tarde mexicana, que es cada año, y nos apoyan los niños a dirigir los programas, niños que ya salieron pero que continuamente están aquí, pues aquí no damos secundaria, pero ellos quieren seguir estudiando, no quieren ser nada más jefes de cuadrilla, quieren algo más. Ellos rentan casas, están regados por toda la comunidad de Palmilla, viven por un tiempo aquí, lo que es de mayo a agosto,  se van a otros lados. Ahorita nos llegó un niño igual, que ya salió de sexto y se fue a Morelos. Ahorita ya terminó la secundaria pero ya no alcanzó a inscribirse y viene a tomar clases con nosotras. Dice que viene a apoyarnos, a seguir aprendiendo, aunque él sabe que, pues, ya sabe lo que podemos enseñarle, pero viene todavía, se pone a jugar con los niños.

La educación que damos es buena. Yo creo que ellos están adaptados, si les pone un examen a un  niño de escuela regular y a un niño Pronim, los dos empatan e incluso el niño Pronim podría sacar mejor calificación. Si les llegan a hacer examen Enlace, como les hacen a los niños de escuela regular, yo digo que sí pasarían sin problema. Pero el tiempo en que se hace el examen Enlace es en mayo y en ese momento apenas van llegando los niños, por eso no se les puede hacer. Claro, en un niño de sexto, pues en un niño de primero no ocurriría. Los de primero, cuando entran a primero sí se les dificulta mucho la lectura, matemáticas no, tienen mucha habilidad para ello, por lo mismo de su medio de vida, pero lo que es lectura es lo que más les cuesta, y a veces se van rezagando un poco, pero ya después que ellos agarran su ritmo, cuando comienzan a comprender la lectura, entonces sí son más competitivos, en quinto o sexto; antes es un poco más bajo en la lectura, porque ellos tienen el reto de que hablan alguna lengua, entonces para ellos todavía es más difícil comprender la lectura, por ejemplo, al hablar no lo hacen a la manera en que nosotros hablamos, nos dice “el flores”, por ejemplo, entonces sí es más difícil. Pero ya una vez que lo hacen, ya para ellos es más fácil, sobre todo que tienen mucha habilidad para matemáticas. Ellos cuentan mucho en sus vidas, pero aquí lo viene a hacer de manera más lúdica; y también que en la escuela regular, donde no hay tanto juego como aquí.

No nos rajamos

Debe haber un poco más de recurso, yo creo que si le pusieran un poquito más de atención a lo que es Pronim estaría mejor. Por ejemplo, el sueldo que ganamos aquí es muy… simbólico. Les digo a mis compañeros que trabajamos más que nada por amor al trabajo, porque sí trabajamos a veces más que en la mañana, porque trabajamos hasta sábados; si nos dan curso el domingo pues ahí estamos el domingo; o sea, no nos rajamos como quien dice, y ahí estamos siempre, con los niños igual, trabajando igual, si a veces es necesario venir a hacer algún programa en la mañana aquí estamos, que más temprano, pues venimos antes para llegar más temprano.

Entonces pues yo digo que sería esa parte, de darle más estímulos al programa en sí, ya tenemos material, pero un local propio, porque este es prestado, el terreno, estamos casi invadiendo, como quien dice, parte de lo que es una propiedad que en este caso es de la localidad y cuando ellos digan “ya no los queremos aquí”,  qué vamos a hacer; a mí me tocó trabajar en carpas, donde de repente llegaba el agua y el aire y cada quien en una esquina teníamos que agarrar la carpa para que no se fuera con el aire. Entonces sí, sus propias aulas para que no digan que ya no nos quieren, como nos dijeron con los baños; así estamos ahorita nosotros.


.