1 Estimado Bal: Hice los últimos intentos para obtener mi licenciatura en antropología social en la escuela nacional, pero terminé con las manos vacías, sin títulos ni ceremonias, “derramado estoy como el agua”, decía Francisco de Asís, lo único que saqué en limpio fue una minuciosa revisión de la obra indigenista de Miguel Othón de Mendizábal, muy desatendida, que en su tiempo propició la polémica de los Magníficos a finales de los años setenta; escribí durante veinte años una indagación de largo aliento sobre el indigenismo mexicano, que no es un asunto de indígenas sino todo lo contrario. El joven treintón que la empezó hace décadas acopió en el camino la sustancia anecdótica de visitar decenas de comunidades indígenas en una indagación para la SEP, más específicamente en la Dirección General de Educación Indigena… la famosa DGEI Lo que he visto en esos pueblos de las sierras de Puebla, Oaxaca, Veracruz, Guerrero, Zacatecas ha sido el enorme orgullo que les ha permitido so...
En carta de agosto de 1973, Octavio Paz comenta el ambiente general: “No sé a dónde vamos, pero sí que el rencor disgrega todo y que los que no tienen rabia tienen miedo. La antigua nación del águila y la serpiente se ha convertido en un país habitado por dos razas: los perros rabiosos y los perros falderos. En la universidad y en el mundo de la cultura de la izquierda ha logrado imponer una suerte de terror ideológico y nadie se atreve a disentir por temor a que lo llamen reaccionario o liberal. Este último es el adjetivo que más espanta”. Octavio Paz citado por Guillermo Sheridan en Paseos por la calle de la amargura , editorial Debate, 2018