domingo, 25 de noviembre de 2012

La educabilidad



En Junio de 2011 participé en una revisión nacional del sistema de educación bilingüe que emprendió la SEP para conmemorar su 90 aniversario. En todo el país, cinco equipos de investigadores visitamos escuelas dedicadas a fortalecer los idiomas locales, en muchos casos con academia de la lengua, con escuelas rurales que ofrecen la educación primaria para la enseñanza en el idioma local. A mí me tocó trabajar en nueve comunidades de las sierras de Puebla, Oaxaca y Veracruz: habitantes tutunakú, náhoa, ñu savi y tacuate, para lo que tuve que viajar, en compañía de un fotógrafo, a lejanos parajes de las sierras.

Los tutunakú de Puebla y Veracruz volvieron a seducirme como ya lo habían hecho en Ixtepec, Puebla, hace algunos años. Son un pueblo muy práctico e inteligente. Los maestros son gente de la localidad o de pueblos muy cercanos a la ubicación de la escuela. Por supuesto que la preocupación principal es enseñarles a leer y escribir en tutunakú a los niños, pero esos viajes de hasta seis horas en caminos de terracería me hicieron comprender que, más que el aspecto técnico del idioma, lo que ellos enseñan es a ver el mundo a través la única herramienta fidedigna que tienen a la mano: el idioma de sus ancestros.

Mis expectativas sobre las condiciones de la educación indígena en las sierras de México se cumplieron parcialmente. ¿Qué esperaba encontrar? Anteriormente había tenido acercamientos superficiales con la educación indígena en las sierras de Puebla y Guerrero, donde la educación no era tanto el tema como la marginalidad, la miseria y los intentos federales por contenerlas por medio de programas de gran presupuesto como “piso firme” o “letrinización”. Esperaba encontrar miseria, falta de estímulos, tristeza. Con un panorama nacional de grandes y graves deficiencias en la educación, donde los mexicanos viven preocupados por la baja calidad educativa que reciben sus hijos, la educación indígena, que no parece importar a nadie, viene a ser una pequeña parte del enorme pastel educativo profusamente intervenido por los intereses políticos de su poderoso sindicato. Por supuesto encontré la miseria, aunque no en la forma en que yo la imaginaba, como la había visto en Rancho Viejo, municipio de Tlacoachistlahuaca, Guerrero en 2006. De hecho, encontré sólo una situación límite en cuanto a las carencias en San Miguel Chicahua, Oaxaca, donde el albergue infantil ñu savi de Fortín Alto, carece de las condiciones mínimas de bienestar, como lo expresó su director, el profesor Saúl Cruz García:

“Ahorita tenemos cuarenta becas, cuarenta alumnos. Aquí es su casa, aquí se quedan, se hospedan, solamente acuden a su casa cuando van a bañarse, porque aquí no tenemos las condiciones para que se bañen, los baños están deteriorados, están cancelados, y por ese motivo muchos de ellos se van a su casa en las tardes. Habitan el albergue, en primera, los niños que carecen de recursos económicos en su casa; o bien, lo que son de rancherías o de parajes distantes a una o dos horas de distancia, por lo que ellos necesitan el servicio del albergue para poder estudiar. Urge una remodelación de todo el edificio, ahorita en los dormitorios la lluvia gotea demasiado, a veces tenemos que enviar a los niños a su casa para que no queden en las noches, porque se mojan las camas; a veces tenemos que juntar todas las camas o los chamacos se tienen  que quedar de dos o tres en cada una porque si no se mojan con la lluvia. El techo está muy deteriorado. Estamos muy abandonados”.

De las nueve escuelas de educación bilingüe que visité en distantes puntos de las sierras poblana, veracruzana y oaxaqueña, ese fue el único caso límite de carencias materiales. Más comunes son las necesidades de metodologías, de estímulos académicos. Lo sorprendente fue encontrar un sistema educativo de bajísimo perfil funcionando a todo vapor, con preocupaciones muy específicas, en cierta forma actualizadas, con las preocupaciones que tienen las ciudades como la memoria, los proyectos de rescate de tradiciones o expresiones culturales complejas como bandas o grupos de baile. En un albergue infantil leí un periódico mural muy imaginativo. Los maestros muy despiertos, metidos en sus temas.

La escuela “Víctor Bravo Ahuja” está en la parte alta de un profundo barranco salpicado de enormes piedras blancas que, dicen, provienen de un volcán. Resulta obvia la elección del nombre de la comunidad: Buenavista, pues todos los elementos incluidos en su paisaje: el aire, el sol, la lejana parte vecina del cañón, en donde han puesto un moderno mirador turístico, justifican el sustantivo. El profesor Miahil García Santiago, único maestro de la escuela de Unión Buenavista, del municipio de Apoala, Oaxaca, me habló del alfabeto:

“Yo tenía interés de tener un alfabeto, un pequeño alfabeto, de acuerdo a la variante del municipio. ¿Para qué?, bueno, pues si los niños hablan la lengua indígena, es su medio de comunicación en todo momento, entonces por qué no buscar la manera de que ellos lo escriban, porque todos esos saberes comunitarios, los cuentos, las leyendas, las memorias, las anécdotas, esos chistes que hay que son netamente de la cultura mixteca, por qué no darle relevancia. Entonces de ahí nace, pues, la inquietud de echar a andar este proyecto”.

El propio profesor Mihail expresó con claridad el embate que en distintos frentes sufre la cultura ñu savi desde principios de la Colonia:

“Ya ve que la intención era, hace 500 años, la intención era acabar con esta cultura, después fue castellanizar. Es como la política de hoy en día. Dicen, por ejemplo: `no, es que un niño debe de hablar inglés`. Casi iban a acabar con la cultura, pero afortunadamente no se pudo. Y no se podrá, porque en muchas comunidades hay gente que tiene conocimientos de esa gran esencia cultural; de nosotros depende, en mi caso, como indígena, de nosotros depende que eso se siga conservando”.

El rasgo distintivo de los maestros bilingües de hoy es que casi todo depende de ellos, más allá de la voluntad federal. Hubo casos paradigmáticos en este recorrido que realicé, como el del maestro Benito Quiroz de un pueblo del municipio de Tlaxiaco, Oaxaca, en donde, con una enorme visión empresarial, el maestro Benito ha creado una especie de emporio de las ruinas que recibió hace 15 años.

A primera vista, el Centro de Integración Social de Santiago Yosondúa parece un centro vacacional. Pulcros edificios en un impresionante jardín de pasto y flores. Al descender las escalinatas de la entrada un ojo de agua; palmillas y cucharillas, flores de cartucho, alcatraces y rosas; detrás del conjunto, un majestuoso árbol donde descansó en algún momento del pasado el expresidente Lázaro Cárdenas del Río, cuya efigie de bronce preside el patio principal.

El maestro Benito es un hombre de unos cincuenta años con aspecto de luchador profesional, de 1,52 de estatura y setenta kilos bien ganados; resultó por azares del destino un negociante extraordinario que cambió ese centro destruido en una agroindustria casi autosuficiente, cuyas preocupaciones ahora son de índole artístico y cultural, como la banda de música y el vestuario del grupo de danza, mientras sostiene los negocios con estrategia de economista. Esto fue lo que expresó:

“Esta escuela es un internado, se les da una beca para la cuestión alimenticia equivalente a 840 pesos mensuales hasta hoy, les ofrecemos la beca a los que lo deseen, los niños que asisten a la escuela vienen de diferentes pueblos. Manejo una población de 69 alumnos en este periodo escolar. Tengo a tres maestros docentes, los grupos son multigrado; están fusionados: el primero con el segundo, el tercero con el cuarto y el quinto con el sexto. Les ofrecemos el servicio de lavandería, tengo una lavandera; les ofrecemos el servicio de enfermería para la atención de su salud, contamos con una enfermera; para la alimentación, les damos almuerzo, comida y cena a los alumnos, cuento con dos cocineras.

“Cuando llegué a este pueblo tuve muchos deseos de contar con un ahorro para arreglarla. Le hemos puesto, déjeme decirle, mucho empeño. Hemos hecho diferentes actividades, pues partimos de cero, no tuvimos nada, la escuela estaba semidestruida, nada de cristales, puertas, todo muy roto, abandonado. El sistema de energía eléctrica no servía, el agua igual. Y nos propusimos arreglarlo, tuve como personal a 27 trabajadores y me reuní con ellos, los sensibilicé y se prestaron al trabajo. Quiero que sepa que en el primer periodo que criamos puercos, de la raza fina, vendimos 47 animales. Sacamos, no recuerdo exactamente, pero sí más de veinte mil pesos en la venta de puercos; al mismo tiempo, dos de mis compañeras, que siempre han estado poniendo mucho empeño y mucho interés, me pidieron que les construyera un pequeño viverito, donde cultivaron más de dos mil plantas de ornato que pusimos a la venta en la comunidad; las estuvimos transportando nosotros, con los mismos alumnos abrazando sus plantas, vendiéndolas de casa en casa; así se vendieron más de mil quinientas y el resto sirvió para los jardines de la propia escuela. No sólo eso, cultivamos la tierra, cultivamos los terrenos, aproximadamente media hectárea de maíz elotero; con ese elote, pues, tuve una experiencia muy grata, la planta se dio mucho muy bonita, sacamos elotes en venta de primera calidad, aunque más de la mitad de la cosecha, al concluirse el ciclo escolar, no lo pudimos vender y se  perdió. Entonces de ahí hemos estado sacando recursos, hemos realizado rifas con el propio personal, animales, puercos principalmente. Hemos sacrificado puercos para consumo de los niños, pero también la mayor cantidad de carne se pone a la venta en el mercado. Entonces, de ahí hemos estado sacando recursos y hemos multiplicado los recursos. Así fue como pudimos colocar cristales; con ayuda del Instituto de Educación Pública de Oaxaca, pudimos reparar la escuela, con ese mismo recurso construí el invernadero, que me costó la cantidad de treinta y nueve mil ochocientos pesos; tuve que pedir un préstamos en una caja solidaria, pero produjimos en el invernadero, cosechamos jitomate y se dio, gracias a Dios, mucho muy bonito. No sólo bonito, mucho muy bonito. Con tres cultivos que le pusimos al invernadero pudimos pagar el costo del invernadero”.

Por desgracia, la visión empresarial del maestro Benito Quiroz no es el común denominador en la enseñanza bilingüe de las etnias mexicanas, aunque bien podría ser un ejemplo de cómo hacer las cosas en este país, más allá de la educación. Pero en todo caso me mostró caminos alternativos a la precariedad y el conformismo. Poco a poco fui descubriendo que las preocupaciones que prevalecen hoy en la educación “indígena” son de orden metodológico, con mayor acento en algunos grupos étnicos que en otros. La comunidad náhoa, por ejemplo, transita en lo académico por horizontes más seguros, lleva décadas trabajando su gramática y son incontables los congresos que se han realizado para su consolidación.

Para llegar a la Escuela Primaria “General Juan Francisco Lucas”, de la comunidad Vista Hermosa, municipio de Cuautempan, Puebla, es necesario salir de Zacatlán de las Manzanas hacia el sur, hasta San Miguel Tenango y Aquixtla, ahí se hace un corte y se sube nuevamente al norte por Pachuquilla, hacia Tetela de Ocampo; se pasa por Hueytentan, San Esteban y se llega a la cabecera municipal, que es Cuautempan, de ahí hay que subir una montaña hasta la comunidad de Vista Hermosa donde, en efecto, la vista es magnífica.

Aquí, los maestros de enseñanza en náhuatl lo que piden son materiales, instrumentos de trabajo, de pedagogía, Internet, conectividad eficiente, como me lo expresó el profesor Martín Arenas Cabrera de la Escuela Primaria “General Juan Francisco Lucas”:

“Aquí se habla en forma bilingüe, en español y en náhuatl. Yo lo trabajo de las dos formas. Hay niñitos que no son totalmente monolingües en náhuatl, sino que lo trabajo en español, pero con el que no lo entiende me dirijo a ellos en náhuatl. `Vamos a trabajar con esto, cómo le van a hacer, de qué forma`, entonces el niño trabaja en náhuatl en la forma que yo le explico, pongo los números, que de hecho tercero y cuarto son secuencias numéricas, el antecesor y sucesor, entonces les explico del uno al diez, que es la base en náhuatl. Así se los pongo y después les pido que lo escriban en su cuaderno y que lo repasen, porque es el repaso lo que hace la práctica. Que en su cuaderno escriban de una formas más directa, `obsérvenlo, léanlo, para que se les vaya quedando aquí en la cabecita`.

“Estamos llevando documentos en donde tenemos que trabajar con la lengua náhuatl, componiendo lo que son cuentos, leyendas, fábulas, mitos de lo que tenemos mucho en la comunidad. El principal problema es la escritura de la lengua náhuatl, de que últimamente tenemos llamados de supervisión en donde se nos han dado talleres de lengua indígena, en nuestro caso en náhuatl, pues no tenemos, se nos está dando apenas a conocer la gramática, llamémosle así, que son 18 grafías. Hay materiales impresos pero que vienen de otra región, donde se utiliza otro tipo, una variante del náhuatl. Entonces a mí me gustaría, aunque ya estamos implementando algunas estrategias, decirles cuantas grafías se utilizan, pues hay confusión inclusive en el alfabeto. Y el famoso abecedario, “que el abecedario son tantas letras”, y “en la gramática son 16 grafías”; pero bueno, la práctica hace al sabio. Y la discusión y el análisis porque el niño escribe, como puede escribe. Lógico, los grandes escritores lo dicen: el niño escribe pero no como debe de ser, debemos matizarlo, decirle, subrayar, alimentarlo. Entonces esa es mi inquietud, tener material adecuado al contexto”.

Camino a la comunidad de Santa Isabel el Mango, municipio de Espinal, Veracruz, flanqueado por framboyanes color naranja, se atraviesa un enorme río llamado Jajalpa, que da al Necaxa y se junta con el Río Tecolutla. Se cruzan montañas con diversas especies arbóreas: chalahuites, sangregada, laurel, cedro rojo, caoba y jonote. A finales de primavera hace mucho calor, los niños juegan guarecidos bajo el enorme techo que protege la cancha de la escuela, que recibe al visitante con un letrero sorprendente: Pukgalhtawakga xa tipatuy tachiwin (escuela bilingüe).

Aquí encuentro que la preocupación metodológica es común entre los idiomas educativos, no privativa del avanzado náhuatl. El Profesor Martiniano Reyes Pérez, de la Escuela Primaria “Miguel Hidalgo y Costilla”, habló al respecto:

“Tenemos una metodología, claro, hace apenas unos años. Hay una metodología de cómo enseñar el tutunakú. Hay escuelas en las que estamos viendo la lengua tutunakú como asignatura, como si fuera español o geografía. Los resultados que encontramos son positivos, porque los niños, los de primer año que habla tutunakú, los enseñamos a leer y escribir en tutunakú, y ya no con el método anterior, el método silábico, sino ya con un método general, global, un método en el cual se persigue la comprensión del texto”.

En algunos casos entramos en detalle a la discusión metodológica, la frase y sus tecnicismos aplicados, como lo explicó el profesor Miguel Luis Aparicio de la Escuela “Aquiles Serdán” de Tejería, Municipio de Pantepec, Puebla.

“Hay diferencias porque en cuanto, por ejemplo, a los pronombres, pueden ir juntos al sustantivo, o sea, ir como si fueran prefijos; en cambio, en español forzosamente hay que tenerlos aparte; en la lengua tutunakú se junta el pronombre personal con el sustantivo o el adjetivo, lo que le da dinámica. Hay cosas que se dicen en tutunakú que en español no es fácil explicar. Por ello es que en estos últimos tiempos le estamos apostando mucho a la alfabetización inicial en lengua tutunakú. Claro, para los hablantes en lengua tutunakú. Algunos niños llegan en tutunakú y otros llegan en español, como el 50 y 50. La edad de los padres es muy importante, con padres más jóvenes los hijos hablan español, en padres más grandes o con abuelos, los niños hablan tutunakú.

O la discusión del propio maestro Aparicio sobre la enseñanza de las matemáticas en tutunakú:

“En estos últimos tiempos tenemos un buen avance en cuanto a las normas de escritura del idioma tutunakú, dónde están las reglas, cómo se debe escribir, por ejemplo, cuando estamos hablando de objetos en matemáticas. Hay clasificadores numerales en tutunakú. Cuando es español contamos: uno, dos tres, cuatro, cinco… no tenemos problemas, pero cuando estamos en la clase de tutunakú y el maestro no es hablante de la lengua tutunakú, enfrenta problemas, porque en tutunakú hay clasificadores numerales, en tutunakú no puedo decir “un árbol”,  en tutunakú digo “una planta de árbol”; o digo: una vara, o un poste, pero no lo digo igual que como lo digo en español. Cuando digo “ese es un poste”, en tutunakú, digo: “eso que vemos allá está largo y es un poste”. O sea, como que vemos todo demasiado descriptivo. Entonces, cuando contamos cosas esféricas, contamos de manera diferente, decimos: “lakatil”, o cuando contamos hojas de papel, decimos “ojtil”.

O sobre la poesía en ese mismo lugar y el propio profesor Miguel Luis Aparicio:

“Ahora vamos a pensar en la poesía, que en tutunakú se describe tal cual es, como que es más realista. Por ejemplo, nos vamos a una poesía antigua en español, vemos como que hay demasiada metáfora; en lengua no hay mucha metáfora, es directa. No necesita metáforas porque se va directo. Claro, hay algunas metáforas, pero aquí la luna es la luna, y el árbol árbol, es muy descriptivo y directo”.

En la comunidad de Santa María Zacatepec encontramos a la etnia tacuate, de origen mixteco que se estableció en esta zona en el año 357 D.C., entre los ríos Atoyaquillo y Reforma. El municipio se localiza en la parte suroeste del estado de Oaxaca,  a 340  metros sobre el nivel del mar; un cartel en la carretera anuncia la “Entrada a la costa chica”. En el camino, de aspecto tropical, abundan los árboles de mango, mamey y aguacate. Para llegar a Santa María Zacatepec, después de cruzar la alta zona triqui, se llega a la última ciudad oaxaqueña de la región, antes de la costa, que es Putla de Guerrero. De ahí se va en carretera a San Marcos Cogulito, se pasa Santa Rosa, el Llano la Plaza, Mesones y por fin se arriba a Santa María Zacatepec.

Lo que prevalece hoy en estas comunidades alejadas de la cultura nacional es la necesidad de organizarse ellos mismos, de remarcar una y otra vez que sus culturas fueron y siguen siendo comunidades con capacidades organizativas arraigadas en la tradición, como las cooperativas, las cajas de ahorro o el famoso tequio oaxaqueño traído a cuento en este caso por la profesora María Elena López del Centro de Educación Preescolar “Lic. Benito Juárez” de ese municipio:

“El principal obstáculo es la economía en la que nosotros nos encontramos. Es la economía, porque aquí los padres de familia nos apoyan con ciento veinte pesos para la compra de útiles, de los materiales didácticos de los niños. Y eso que nosotros reciclamos otros materiales, las semillas, todo lo que hay en la región. Tratamos de ir compartiendo esos materiales. A veces los tequios (trabajo comunitario) generan muchos problemas, hay papás que afortunadamente son muy responsables y hay otros que en ningún tequio nos apoyan. Hacemos uno por lo menos cada cinco meses, cada tres meses, de acuerdo a cómo están las necesidades de la escuela”.

La ocasión histórica le dice a la educación indígena de hoy que el balón está en su campo, que es menester detectar los obstáculos locales que entorpecen la defensa de la lengua y, en consecuencia, de la comprensión del mundo que ésta les da, la famosa cosmovisión.

En la comunidad tutunakú de Tejería, de unos 500 habitantes, nos recibe el orgulloso maestro Miguel Santiago María, director de la escuela “Aquiles Serdán” del Municipio de Pantepec, Puebla. Nos acomodamos a la sombra de un enorme árbol, rodeado por un muro de sesenta centímetros, que es el centro de reunión de los recreos, de las juntas de madres de familia e improvisado comedor comunitario. Sobre el muro, uno de los maestros explica las bondades de la limpieza y la organización comunitaria, secundado minutos después por una madre de familia que hace lo propio, con singular elocuencia, desde su perspectiva doméstica. Una vez despejada el área, en dos sillas traídas a propósito, el director y el profesor Miguel Luis Aparicio me explica sus preocupaciones de hoy.

Ya no será el Estado mexicano el que venga a destruir sus culturas, afirma el profesor Miguel Santiago María, sino ellos mismos que, obligados por la emigración económica, retornan a sus comunidades con  mentalidades reaccionarias.

“En primera, hay competencias, hay retos, hay criticas, entonces nosotros seguimos defendiendo nuestro sistema, nuestra escuela es lo mejor para nosotros. Cada quien defiende su escuela. Por ser bilingüe, los alumnos se dan cuenta a través del libro de atlas, a través del libro de geografía universal y a través de Internet, se dan cuenta que las lenguas existen, entonces hay que seguir valorando la nuestra. Claro que si nuestras mamás, nuestros abuelos, dejan de platicar a sus hijos y a sus nietos, contribuyen a que se pierda. No será ni el Estado ni nadie el que venga a acabar con nuestra cultura, los mismos papás jóvenes son quienes van a hacer que la lengua se vaya perdiendo, se vaya opacando. Deben tener mucha conciencia los papás jóvenes, porque son ellos los que nos deben de dar fuerza para que la lengua se vaya conservando, porque los abuelos se van acabando, cuando un abuelo muere se pierde una parte de la lengua de una familia. Entonces los que nos pueden respaldar son los papás jóvenes, para que pueda prevalecer nuestra cultura, nuestra lengua”.

De Papantla, Veracruz, se llega a Entabladero, de ahí se sube una sierra por Arenal, Las Lomas, Coyutla y se llega hasta las alturas, donde está Mecatlán, la cabecera municipal. De ahí hay que bajar hasta el fondo, al valle, donde se encuentra la escuela bilingüe de la comunidad de La Escalera, Veracruz. En esa ocasión hubo que caminar un kilómetro a pie, pues el camino estaba cerrado. A la vera del camino los maestros guías señalaron dos ruinas prehispánicas de unos seis metros de altura cubiertas de vegetación, también diversas plantas medicinales como la baquetilla o el chotomitillo, dos poderosos antibióticos.

Aquí se trajo a colación nuevamente la misma preocupación del “fuego amigo” que prevalece en el ánimo de los maestros bilingües del sistema de la SEP. Cuando el fuego viene de adentro el daño es mayor, expresó el profesor Austreberto Álvarez  López, Supervisor escolar de zona, en la Escuela “Juan Sarabia”:

“Lo que me he dado cuenta en la región del Totonacapan, el niño termina la primaria o la secundaria y se va, se van al otro lado, porque los padres traen la idea de que aprender el totonaco es malo. “¿De qué les va a servir?”, si van al otro lado, allá se habla el inglés. Hasta los propios maestros tienen esa idea, de que el totonaco no les sirve, pero para mí es una ventaja para quien lo aprende muy bien, pues al viajar al otro lado se les facilita más aprender otro idioma. Hay dos grupos de gente en Estados Unidos que demuestra eso, tienen sus tres modos de hablar con el español, el totonaco y el inglés. Una gran ventaja, ese ejemplo lo he dado a conocer en las comunidades. Que no nos avergoncemos. Hay en Canadá, en Carolina del Norte, por ahí han ido a trabajar. De esa manera, dicen que es una ventaja, se les facilita más aprender el inglés, y son representantes del grupo allá, de trabajadores”.

No es entonces la sobrevivencia de una lengua lo que se está jugando en la educación indígena de los pueblos originarios mexicanos, es la sobrevivencia de una esencia nacional, una forma de comprender y relatar el mundo; una manera de relacionarse con la naturaleza y con sus semejantes: el conocimiento del presente en lengua propia, que no es poca cosa. Así lo expresó el profesor Alberto Olarte Tiburcio de la  Jefatura del Sector en Espinal, Veracruz:

“En la actualidad mostramos que para poder aprender, para poder construir el conocimiento, debe el mensaje, la instrucción, la comunicación debe ser en nuestra lengua. Si el niño habla totonaco, debe trabajar con su profesor en totonaco, si el niño es hablante de español de igual manera, no se puede aprender en otra lengua. Esto es lo que tengo bien entendido, de que no puedo construir conocimiento si no es en mi misma lengua. Por ello el trabajo que realizamos con los profesores es el de tener una metodología de enseñanza, tanto de lectura como de escritura, en nuestra propia lengua. Tenemos un método que nos permite, primero, la comunicación del profesor con los niños, y luego, de manera gradual, nos vamos adentrando a la escritura, pero de la escritura propia, de la lengua propia que es el tutunakú.

“Nuestra lengua es muy rica, explica de manera muy amplia. Inclusive tenemos escritos de los propios niños, varios trabajos que han llegado inclusive a la Dirección General de Educación Indígena, composiciones de los niños que han sido premiadas y han sido seleccionadas. Aquí en esta zona tenemos quince niños cuyos trabajos han sido seleccionados a nivel nacional. Yo veía uno de los trabajos de los niños que me explica cómo es la siembra del maíz, todo el ritual que se hace, el conocimiento que adquiere el niño, cómo el padre escoge, selecciona la semilla, cómo lo prepara, cómo invita a la gente para que lleguen a la siembra, que a los cuantos días nace, brota y el cuidado que se le debe dar. Y cuando tiene ya la semilla en un saco, no se puede sentar sobre ese bulto, ese saco que tiene maíz, pues le tiene mucho respeto, porque todo lo que existe a su alrededor tiene vida. Entonces no se sienta sobre el bulto de maíz, no escupe en el agua o le echa basura. Entonces, cuando un niño escribe así se da uno cuenta la magnitud, la sabiduría, la importancia que tiene para el niño su lengua y su cultura”.

El profesor Miguel Santiago María, de Tejería, Municipio de Pantepec, Puebla, abundó en el tema: “La mayoría de los niños saben de la siembra, eso es una herencia de los abuelos, la selección de semillas, cuándo se va a limpiar el montecito para sembrar el maíz; todos esos valores de nuestros abuelos, los niños aún los tienen en el corazón, en la mente. Yo es lo que veo, porque aman a la naturaleza y conviven con los abuelitos”.

Salí consternado de muchas de esas entrevistas, preguntándome si no es acaso eso lo que los países primermundistas buscan hoy en sus vidas cotidianas: armonía con la naturaleza, respeto a las formas de vida natural, productos agrícolas sanos, abonos naturales ¿sentido de pertenencia?

¿Sirve o no sirve la educación bilingüe en los pueblos originarios mexicanos?, la pregunta es retórica pero, ¿a quién sirve: al país o a los grupos étnicos o a todos? El profesor Prof. Martiniano Reyes Pérez de Santa Isabel el Mango, Espinal Veracruz, lo expresó así:

“Lo primero que encontré fue comunicación con mis semejantes, lo segundo el orgullo de poder hablar totunakú y español. Ahora, afortunadamente, lo que antes me decían mis maestros de que `eso no sirve`, ahora veo que sí sirve, y veo que sí le sirve a los niños. Ahí sentí orgullo, sentí pertenencia, sentí que yo era `parte de…` ¿no?”

El sentido de pertenencia es ante todo seguridad existencial, conocimiento interno, prospección del futuro desde esa comprensión específica marcada por una lengua, que no es otra cosa que una visión particular del mundo. El profesor Miguel Luis Aparicio lo percibe así:

“Los niños, cuando son hablantes tutunakú, traen una visión del mundo. La visión de mundo que traen desde sus casas es diferente a la de los niños que hablan español,  entonces lo que estamos haciendo aquí es que esos niños conserven su lengua, pero al mismo tiempo conserven su cultura, su forma de entender el mundo, el universo y su relación con la naturaleza, porque el niño que habla español, su forma de ver el mundo es diferente, él se va a la tecnología, los adelantos tecnológicos; el niño que habla tutunakú vive pensando en otras cosas, el niño tutunakú ve el agua y sabe que al agua hay que respetarla, las siembras, el maíz, todo merece un respeto. El niño tutunakú no es dueño de la tierra, es parte de la tierra, él pertenece a esa naturaleza; en cambio, el que es hablante en español dice: “ese terrenito que ves ahí es de mi papá y también es mío, todo lo que sale de ahí es mío, el dinero que salga de ahí es mi dinero”. En cambio, el niño tutunakú no viene pensando en dinero, está pensando en la tierra misma, en él pero como parte de ella, él cuida todo lo que hay ahí, él no lo destruye, no viene pensando en destruir. Esa es la parte fundamental que estamos pensando, que estamos tomando en cuenta, retomar la cosmovisión de ellos para que, al mismo tiempo, cuando ya sean grandes, comparen esas cosmovisiones. No quiere decir que van a desvalorar lo que ellos tienen ni que van a rechazar todo lo que hace la gente que habla español, sino que va a ser una mejor forma de entender el mundo”.

Esto va más allá de la educación propiamente dicha, tiene que ver con una lucha prolongada a favor de “lo nuestro”, es una visión “nacional” si por nación partimos de las necesidades de pequeñas y medianas naciones que componen el universo étnico mexicano.

San Miguel Chicahua se ubica en el extremo sureste de la Región Mixteca, a una altura de 2,300 metros sobre el nivel del mar. El territorio está poblado de ocotes y encinos, principalmente, pero también hay abundantes palmas, espinos, guajales, tepehuajes y pastizales. 

Se trata de algo “que es muy nuestro”, expresó el profesor Javier Hernández López en la Escuela Preescolar Indígena “Miguel Alemán”, de Fortín Alto, municipio de San Miguel Chicahua, Oaxaca:

“El sistema bilingüe es, en mi experiencia, creo, un tanto poquito complicado, puesto que hay que alternar la lengua madre con una segunda lengua. Pero a la vez también es motivante, porque eso nos conduce a que también nosotros como trabajadores hagamos conciencia de que nuestra cultura tiene un valor incalculable y está viva, la estamos nosotros conservando y nadie nos la puede quitar, es algo muy nuestro. Estamos trabajando para mantener y fortalecer nuestra cultura, recrear nuestra lengua indígena, que es el mixteco”.

No se trata de preservar por cuidar, sino de sobrevivir en un mundo cambiante que modifica a la gente en los inevitables viajes y virajes económicos. No se trata de que la familia Pérez dejó de hablar tacuate en Santa María Zacatepec, Oaxaca, como lo expresó la profesora María Elena López, sino de que perdimos a los Pérez. Los Pérez se perdieron a sí mismos:

“Yo pienso que aquí lo importante es la identidad de la comunidad, la identidad propia de la comunidad, porque como le digo, podemos ir a otra localidad, pero cuando no tenemos una identidad propia, cuando no nos identificamos como tal, nos perdemos. Entonces eso es lo que nosotros tratamos de inculcarles a los niños. Su identidad”.

Con todo, los maestros de educación bilingüe en México lo están haciendo bien. Lo creo yo, lo creen ellos ¿lo saben las autoridades federales? ¿cuánto les importa? ¿qué va a ocurrir, como se preguntaban los positivistas del Siglo XIX, si los dejamos organizarse y fortalecerse? ¿se separan o se acercan a la gran nación mexicana?

En mi modesta opinión creo que ganamos todos, aunque, en efecto, la educación les dará el vigor de defender más adecuadamente sus intereses particulares. Si podrán ganar elecciones en el futuro como agrupaciones étnicas de la forma en que lo hacen hoy las comunidades españolas, está por verse. Por lo pronto hay una gran satisfacción por las evidencias de un reflorecimiento cultural. Un gusto que llegó más de una vez hasta las lágrimas. Expresó el profesor Alberto Olarte de Espinal, Veracruz:

Cuando veo a un niño hablando en lengua tutunakú se puede expresar ante los padres de familia, ante la comunidad escolar y puede comunicarse con mucha facilidad, y puede tomar un escrito y lo puede leer, eso es lo más gratificante para mi. Cuando los niños se expresan, se comunican en su lengua”.

El filósofo español Fernando Savater cree que "todo se cura en parte con la educación". Y todo mejora, explicó, en la semejanza. "Lo que nos asemeja nos hace mejores. ¡Es mentira que las diferencias nos favorezcan!". Mi intención al hacer este análisis derivado de una tarea profesional es pensar que esa instrucción en lengua vernácula no sólo beneficia a los niños de las etnias en México, que podrán comprender el mundo desde su cosmogonía, sino al país entero, que nunca ha terminado por aceptar que esas etnias pertenecen a su compleja formación como país del mundo, que son savia para su propia ontología. “Usted no está trabajando únicamente para su gente –les expresé al final de nuestras entrevistas a los maestros bilingües-, usted está trabajando por México, para que nuestro país se sostenga en bases más firmes que las borrosas nociones que sobre el mundo originario nos ha dado el sistema educativo nacional y los impasibles medios de comunicación”. Aunque algunos mostraron sorpresa ante esta interpretación, todos parecieron complacidos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Mal del susto



Doña Liboria Lagunes era una ancianita que Ricardo se encontró en una escuela del estado de Morelos en 1980. Llegó muy emocionado a la ciudad de México diciendo que había hecho una grabación sabrosísima, que yo la iba a disfrutar trascribiéndola tanto como él la disfrutó grabándola a ella y a su marido, don Aurelio. Los ancianitos nonagenarios resultaron una mina de historias sorprendentes que iniciaban de niños en la Revolución y simplemente no terminaban. “Podría haberlos grabado ocho horas -me dijo Ricardo-, pero nadie tenía tiempo”. En este fragmento doña Libo platica sobre el mal del susto que aquejó a su hijo y de cómo tuvo que ir a rifar para curarlo.

“Uno que está enfermo ¿verdá? Si a uno le duele, dice “ora, vente, vamos a rifar”. Y ahí lo ve todo, mira, que si uno ve una culebra, o lo que pasa si un burro te tumba, o bueno, cualquier cosa, te va a decir. Ven en barajas. Y de veras ven, don usted.

“Yo tenía un niño. Ése de por sí es briago, este señor. Y ya después me enfermé de mi criatura. Después dice éste: “ora, voy a registrar un niño”. Ándale pues, le digo, todavía estaba yo en cama. Y que se va, pero nomás se fue a emborrachar. Llegando ahí me empezó a maldecir y, bueno, pues anduvo haciendo males. Y ¡jipas!, que el niño no le gustó a Diosito, pues vaya, vamos diciendo. Y al otro día mijito se quedó ciego. Y como estuve como un mes, así anda mijito. Lo bañaba yo asina como una culebra, se mueve pero el ojito no lo abre. Lloraba yo. Y ya después me dice una señora mi vecina, oía que lloraba yo y ese niño lloraba de veras. Y luego dice: “Doña Libo, ¿qué cosa hacen?”. 

Y pues, le digo yo, pues mi criatura, no lo puedo consolar. Ei, se llamaba doña Poli esa que me platicaba. Dice, “te voy a decir una cosa, pero no vayas a contar por ai, vete a rifar allá donde está una señora”. Le digo dime a ver, dime dónde. Y que me lo nombra “Doña Maximina”. Y digo, qué, ¿puede? Yo nunca oigo que sí puede doña Maximina. Y luego dice: “yo había perdido mi marranito y lo jallé por allá arriba, lo llevaron los peones a mi caponcito. Se lo llevaron y allá lo fui a jallar. Puede, dice, si quieres vete”. Y que me voy, nomás lo bañé a mi criatura y que lo envuelvo y lo puse en la hamaca. Le digo a sus hermanitos, ai cuídenlo, voy al mercado. Y que me voy. 

Llegué y la señora está matando su pollito. Y que le digo, yo quiero ver si me hace un favor… “Y quién te dijo” Pos yo, nomás, dije, a ver si de casualidad puede rifar. Pero dijo: “ahorita tengo que hacer” Mira, don usted, aunque yo lo haga yo tu quehacer, pero yo quiero que me haga usted ese favor.  “¿Sí? entonces tú quieres descuartizar mi gallina, y luego échale caldo, chilito.” Sí, le digo, sí. “Y me vas a mercar tortillas”. Le digo, yo lo voy a hacer. Y me tardé. Y que dice, “ahora sí, ya lo hiciste muy bien, ahora sí vente”. Y que me voy a su cama, ahí está con sus barajas. 

Y don usted, pues, así como lo vido, así como se andaba revolcando el señor, pues todo lo vido, don usted, y yo no le dije. Dice “mira, el señor tiene la culpa, su papá, por eso está así la criatura”. Sí, dije, y ahora cómo le hago. “Pues mira, ya se va a morir la criatura. Si no le apuras se muere. Mira, hasta ahí está la mesita, se ve el muertito y ahí está el dinero, mira, todo pues, bien clarito, te va a decir. Está el dinero aquí y aquí. Mira, la sepultura está abierta. Se puso un montoncito la tierra donde se va a abrir la sepultura. Fíjate bien, yo no te engaño, pero ya está pa´que se muera. Mira, si no le apuras se va a morir la criatura, pero si se apuran –dice-, se va a aliviar”. 

Ay, don usted, no lo ha de creer. Y que voy a donde estaba éste y le digo: mira, lo que le hagamos al niño pero pronto, porque se va a morir. Ay, don usted, y me dijo todo. Me dijo “mira, a media noche no se vayan a hablar, dijo, ya mero, mira que ni resuellen. Sí, que no resuellen nada”, dice. “Pongan un tecolote. Y en cruz lo ponen al tecolote sobre piedras, así en cruz. Y ai hay que matar tecolote y, volando, le meten en el ojo al niño”. Así lo hizo.

Ay, don usted, no ha de creer, ora mero nos tocó la de malas y mero de esa noche una casa se quemó. Y unos gritan “se está quemando la casa”, pero nosotros no hicimos caso de la casa, sólo nos presuramos con el niño. Sí, ese así le hizo, dice: “mira, van a decirle a Melchor, le van a rogar, mira, que vaya. Cuando bien vaya saliendo el sol que lo vaya a sobar”. Y sí, me fui a decir, pero no quería y no quería –de por sí es malito-, le dije “por favor, Melchor, hay que sobarlo a mi´jito”. Sí, fue una vecesita a sobar dos veces. Ay, don usted, ya después ya no quiso. Y que me voy a su casa, ándale, por favor, sóbame a mi´jito. De coraje, dijo: “ándale, a la chingada, delicados, son delicados ustedes…” Y que le empieza a sobar, como quiera lo sobó. 

Ay, don usted, no lo ha de creer, al otro día, cuando oí ya estaba diciendo “angú, angú”. Como siempre lo tenía cubrido con un trapo, que lo destapo y digo, ay madre mía, pero hasta dónde se fue mi corazón grande, don usted. Cuando lo vi ya abrió sus ojitos, sí, don usted. Por eso ahora mi´jo, le digo, de veras es malcriado. Mira, de chiquito nunca lo mandé encimita. Qué esperanzas que vaya a traer leñita, no, nunca lo mandaba.

"Cuando abrió sus ojitos, dije: bendito sea Dios, mi padre eterno, mira, abrió sus ojitos mi´ñito. Ora sí, lo que quiera Él que lo haga, yo ya no voy a decir nada. Y ´ora retobado, don usted, ´ora está p´al norte. Retobado, don usted, porque nunca le pegué… je je.
Por eso le digo que para rifar sí lo ven. Lo ven todo lo que le pasa a uno.”

Grabación de Ricardo Montejano, Trascripción Polo Noyola
Fotografía: Anciana tutunakú Sierra Norte de Puebla.


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viernes, 2 de noviembre de 2012

Los muertos tutunakú



Las tradiciones definen no sólo el carácter y la personalidad de las comunidades, definen sus creencias más antiguas, sus formas de vida y los elementos más apreciados por esa cultura en particular. En las tradiciones de la Sierra Norte de Puebla sobresalen las flores, las velas o ceras, las coloridas vestimentas, la música de huapango y, claro, como tutunakú orgullosos de sus antiguas tradiciones, el baile de los voladores, cuyo vertiginoso vuelo ha dado la vuelta al mundo en medio de la admiración general. Resaltan la fiesta Patronal a la Virgen de la Asunción, el 15 de agosto; la importante fiesta de Posadas decembrinas, así como las desafortunadas muertes de vecinos, donde es nuestra tradición hacer una ceremonia especial. Así me lo contó doña Delfina Diego Luis mientras me servía el desayuno en su cocina de Ixtepec, Puebla:

“Cuando alguien se muere, lo primero que se hace es buscar a la persona que bañe al difunto, hay personas que se especializan en eso, en bañar al difunto, y luego lo tienden a la mesa, o si ya tiene caja, ya lo echan a la caja. Las demás personas van llevando su ofrenda, que es una cera, un ramo de flores o llevan maíz, azúcar, aguardiente; algunos llevan cigarros. Todos los familiares y los conocidos del difunto. Velan al difunto toda la noche. A cada persona que va llevando su ofrenda le dan de comer. Posteriormente, para ir a sepultar al difunto, el personaje importante de la ceremonia es el padrino o madrina de la cruz.

"Cuando regresan del panteón, la madrina o el padrino, o si son los dos, empiezan propiamente su verdadero trabajo. Tienen que barrer, tienen que poner flores, y durante los nueve días siguientes tienen que estarle cambiando el agua a las flores, ir poniendo flores nuevas, todo en la casa del difunto. Y tienen que invitar a personas que los acompañen al rezo para que se rece durante nueve días.  Ya cuando va a ser el novenario, también la madrina tiene que invitar quiénes lo van a acompañar para a ir a entregar la cruz, y los de la casa tienen que invitar a quienes los van a acompañar para ir a darle el encuentro a la cruz. Tienen que llevar sus velas y el incienso pues hay que sahumar la cruz, juntamente con los padrinos. Ya de ahí, cuando hacen el encuentro, se van a la casa del difunto, velan la cruz en la noche y luego a media noche llevan a la cruz al panteón.

"De regreso de ir a llevar la cruz el panteón llegan a cenar. Es una costumbre que tienen de llevar la cruz de noche. Al otro día los padrinos tienen que ir a pagarle a la rezandera y a llevarle su comida, pues estuvo los nueve días rezando y se le tiene que pagar.”