Miguel Othón de Mendizábal propuso una alternativa futurista
para la relación entre los mestizos y los pueblos originarios frente a la
inminente estrategia de asimilación que vio prosperar entre sus contemporáneos,
planteó una posición moderna y sumamente práctica, que aún hoy podría prosperar:
que sí había mucho qué conocerles a los pueblos indígenas; que había que
preservar y cultivar sus culturas a través de sus lenguas; que había de
aprovecharse su experiencia en herbolaria y medio ambiente; que habrían de
desarrollarse sus industrias artesanales y ayudarlos en educación, higiene y
comunicaciones sin aires de emancipación ni actitudes imperativas que les exigieran
dejar de ser lo que eran y son. Lo que me interesa discutir aquí (en este blog)
son las razones que lo sabotearon, que lo borraron del mapa de la antropología
mexicana, que lo hicieron un gran desconocido a pesar de los premios, calles y
auditorios que llevaron su nombre. Mendizábal lo dijo, lo escribió, lo dictó en
conferencias, alertó del fraude uniformador de la asimilación.
Inevitablemente, al hacer esta observación, es preciso
detenerse a ver a los llamados Magníficos de la Escuela Nacional, en los años
setenta que, con más visión, modernizaron aquella súplica y condenaron también
la práctica de ese mecanismo para manipular indígenas llamado indigenismo,
tronco de nuestra antropología. Y como a aquel, también fueron acallados. Sus
reflexiones no fueron presentadas ni mucho menos discutidas en la academia de
la Escuela Nacional, donde los estudiantes carecimos de esa revisión, básica
para cualquier discusión de antropología mexicana, no por error de método o
carencia académica, sino por complicidad con las autoridades que durante ocho
décadas usufructuaron un fraude a toda luz; se invirtieron millones y millones
de pesos entre un gobierno y otro pero la situación de los indígenas mexicanos
no cambió nunca y, en la mayoría de los casos, empeoró. El indigenismo era
inmoral de origen, Mendizábal lo alertó, los Magníficos lo ratificaron, pero
nadie hizo nada por impedirlo.
La discusión indigenista vive en estos momentos un nuevo
estado de definición, los mexicanos optaremos pronto por una personalidad
alterna a la que nos ofrece la globalización, con toda su cohetería y
comunicabilidad. México vive un proceso de indianización a todas vistas,
nuestro castellano está profundamente nahuatlizado, nuestras raíces indígenas a
final de cuentas no son tan lejanas, pero es una pena que hayamos perdido tanto
tiempo. La invención del Indigenismo mexicano retrasó este proceso cien años.
La antropología mexicana da a luz una institución que en
nada difiere de la práctica española durante la colonia. La diferencia es que
ahora los llamaba hermanos, aunque culturalmente buscara borrar sus
identidades, ya no para imponer una moral cristiana de nuevo mundo, ahora a
favor de un presunto proyecto nacional. El famoso mestizo que, negando sus
orígenes mexicanos, prohijó la práctica de una política social sustentada en el
racismo. No había nada qué conocerles, ellos tendrían que hacerse mexicanos.