“Quizás
un problema es cuando el niño no habla bien el español. Tengo un niño llamado Samuel, no entiende el español,
habla su lengua materna, que para él esa lengua es lo principal. Yo le explico
las cosas y no, se queda así, no me entiende. Entonces debo modificar lo que
voy a hacer con él. El principal elemento ahí es que el niño no aprende igual
que los otros niños, no van al mismo ritmo. Él iba en segundo de primaria y el
niño no sabía escribir su nombre, entonces yo lo que hice fue ponerle cosas
libres, lo dejo ser libre, él me escribe puras pseudoletras y yo le pongo su
palomita y su revisada; yo no lo hago de menos, porque soy consciente que el
niño no es que no quiera hacer el trabajo, sino que no comprende lo que tiene
que hacer. No sabía escribir su nombre, como al principio la mayoría de los
niños no sabían. Les hice una cajita de palabras, les hice en la computadora el
nombre de ellos completo y les expliqué: todos los trabajos, los libros, todo
tiene un autor. Los autores de sus trabajos son ustedes, en todos sus trabajos
debe ir su nombre, porque son los autores. Véanlo bien, ahí está su nombre.
Samuel, aquí está tu nombre completo: Samuel Guzmán de los Santos, velo bien,
con qué letra empieza, cómo termina, porque el día de mañana se van a encontrar
en esta caja y cada quien se va a hacer cargo de su nombre, yo ya no les voy a
ayudar. Otro día: fecha y nombre del trabajo, por favor. Se levantaron todos
los niños a la caja y empezaron a buscar. Y él lo único que me decía ¿sí es,
maestra?, ¿sí es, maestra? Sí, Samuel, ese es tu nombre. Ahora, ya sin la
tarjeta, no escribe Samuel Guzmán de los Santos, escribe Samuel, pero ya sin
ver. Después de un mes el niño logró comprender que Samuel está compuesto por
tantas y por tales letras, quizá no sepa decir qué letras son, pero el niño ya
sabe escribir su nombre. Entonces lo dejé solo y solo aprendió, sin necesidad
de estarme sentando con él. No, él solito lo logró y así hace sus trabajos, él
solito hace sus trabajos. Es independiente de hacer sus trabajos; “no puedo”,
dibújalo y yo te digo cómo se escribe. Bueno, a ver. Enséñame a escribir
“caja”; o enséñame a poner aquí que yo me baño en la mañana. Ah, bueno,
entonces haz el dibujo y yo te ayudo, así se escribe; ya, me lo trascribe él. A
pesar de todo es un niño listo, muy listo.”
La
maestra Carolina Díaz Ortiz llevaba en septiembre de 2012 cuando la entrevisté
cuatro ciclos escolares impartiendo clases para niños migrantes en el Centro de
atención integral para niños migrantes del municipio de Ascensión, Chihuahua. Entonces
ella tenía la preparatoria terminada y un diplomado en ciencias de la
educación. Pero tenía, sobre todo, una determinación inclaudicable.