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No vengo a dibujar

 


La maestra Carolina Díaz Ortiz lleva cuatro ciclos escolares impartiendo clases para niños migrantes en el Centro de atención integral para niños migrantes del municipio de Ascensión, Chihuahua, “desde que comenzó Pronim estoy aquí”. Tiene la preparatoria terminada y un diplomado en ciencias de la educación. Es el mes de septiembre del año 2012. Le pregunto cuál es el objetivo de su labor educativa y me responde con una gran propiedad detrás de su escritorio.

Principalmente se trata de brindarles educación a estos niños que vienen desde tan lejos a trabajar y que su prioridad no es la escuela. Nosotros en Pronim buscamos que los niños tengan el interés para aprender, para que no se queden estancados en donde están todo el tiempo con sus papás, todo el día trabajando en lo que es el campo. Pronim, siempre es un segundo hogar para los niños, siento que ellos aquí encuentran muchas cosas que sus papás no les brindan, ni el mismo pueblo de donde vienen. Ellos aquí se encariñan y encuentran amor, principalmente a su estudio, protegidos por nosotros, porque se sienten muy protegidos, sienten que les damos el cariño que ellos no tienen en su misma casa. Yo le comenté una vez al profe Horacio*, a mí me sorprende mucho que las niñas me pidan todos los días un beso, al salir de clases me dicen: maestra, me puedes regalar un beso. Quizás en su casa nadie les regala un beso, por eso llegan aquí y se portan bien por la ilusión de que yo les dé un beso. A mí me sorprende mucho porque un beso a la mejor para uno no es nada, pero para ellas lo es todo. Lo aprecian demasiado. Igual la satisfacción que te digan: gracias, maestra, porque me escuchaste. Simplemente. Tuvimos un caso de una niña que era maltratada por los papás y la niña solo por ser escuchada estaba muy agradecida, por el simple hecho de escucharla: gracias, maestra. Ya no te sientes tanto como parte de su educación sino que eres como de su familia, te conviertes como en su segunda madre.

Niños independientes

Su necesidad de afecto los hace ser niños diferentes, pero yo siento que son niños más listos, porque son niños que todo el tiempo están a la defensiva, atentos a lo que pueda pasar. No son como los niños que normalmente conocemos, que dependen del papá, que dependen de la mamá, ellos son muy independientes, ellos dependen de sí mismos, y por lo mismo son muy listos, a ellos no los hacemos tontos con cualquier cosa. De hecho, les comentaba a unas maestras, si tú quieres entretener a un niño no lo vas a lograr, porque los niños son tan listos que te exigen: enséñame algo, yo vengo a la escuela a que me enseñes algo, yo no vengo a perder el tiempo, yo no quiero dibujar; así te dicen, si tienes una actividad de dibujo: no. Yo vengo a que me enseñes letras, yo no vengo a dibujar, eso lo hago en cualquier parte, en la escuela no. Tienen su personalidad muy marcada. Y unos niños que tienen una actividad que no se imagina uno. Se levantan a las tres de la mañana, se van al campo a trabajar, regresan, mal comen y se vienen a la escuela; se ríen mucho porque les digo en la noche, cuando ya vamos en el camión, que en la noche es cuando más bullicio arman los niños, llevan más pilas que nadie;  ellos tienen muchas energías, no sé a qué se deba.

Tener niños contentos

Tiene mucho que ver uno como docente, si uno hace su trabajo como debe de ser, vas a tener al niño contento y la asistencia claro que no te va a bajar; los niños van a querer ir a la escuela porque ellos sienten que la están aprovechando, ese es el principal objetivo que debes tener claro: que el niño sienta que aprovecha la escuela para que quiera seguir asistiendo, que sienta que no es inútil. Aquí vamos a convencer también al papá de que es importante la escuela y para qué es importante la escuela, para que ellos se vayan interesando y se involucren más en estas cosas.

Involucrar a los papás

Fíjese que ya no es tan difícil el trato con los papás, yo siempre que inicio un ciclo escolar no me gusta estar alejada de los papás, porque si no conozco a los papás desgraciadamente no voy a conocer a los niños nunca. Porque debemos de partir de la casa siempre, ahí empieza todo, no vamos educar a los papás, no vamos a enseñarles a ser papás, claro que no, pero sí podemos conocer las necesidades que hay en su casa y a la mejor eso es un obstáculo para que el niño aprenda. Entonces, yo sí tengo contacto con los papás, hago una reunión cada mes para que los papás vean el avance de los niños, en un principio pensé que no funcionaría, pero ahora asisten hasta 25 papás a la reunión. Y si no vienen todos, ellos empiezan a venir durante la semana: maestra, no pude venir a la reunión, pero aquí estoy, dígame de qué trató, qué es lo que vamos a hacer, si hay algo qué hacer en la escuela, pues dígame. Pero siempre es importante el interés que tú le des como docente a la escuela. Si uno dice: a mí me pagan por venir a darles clases a los niños, no me pagan por tener contacto con los papás, pues no vamos a lograr lo que queremos.

Pero el papá sí es una pieza fundamental; yo les digo a mis papás, la escuela la hacemos entre tres: en primer lugar están los alumnos, yo como docente y ustedes como papás, porque si ustedes en casa no me ayudan con el niño, de nada sirve que yo me siente con él. Y hasta ahorita me ha funcionado, ya tengo dos o tres ciclos que cito aquí a los papás y les hago ver todo eso, y hasta ahorita me ha funcionado, porque la mayoría de los niños han cumplido los objetivos que yo tengo.

Ellos necesitan leer

Yo siento el cariño de ellos. En el momento que se van, la mayoría llora porque ya no me van a ver. Niños que tuve en ciclos pasados, niños que me tocó graduar el año pasado, que ahorita se encuentran en secundaria, me los encuentro en el patio y me abrazan: te sigo queriendo mucho, maestra. Para mí todo eso es muy gratificante; para mí, no sé, como que me hace crecer y aprendo día a día con ellos, más que nada pienso que en lugar de venirles a enseñar vengo a aprender de ellos, cada día me enseñan cosas nuevas.

La mayoría de los niños son muy buenos para las sumas y las restas, pero en español no. En lectura sí andan muy, muy mal. Al principio a mí no me gustaba casi enseñar español, por lo mismo, porque era muy difícil; entonces me di cuenta que la necesidad principal de ellos no son las matemáticas, es español, es enseñarlos a leer, y todo eso me llevó buscar veredas que me condujeran al éxito en el español. Gracias a Dios las he conseguido, ya tengo tres ciclos con un método para enseñar a los niños que me funciona. Conseguí un libro que se llama El libro mágico, es para enseñarlos a leer por sílabas; se les enseñan las vocales y luego ya las consonantes y lo que es el abecedario, y luego poco a poco se les van induciendo las sílabas, las palabras y la oraciones. Yo les dicto ya oraciones pequeñas y ellos ya las pueden escribir.

Protegidos por la ley

Para mí sería mucho mejor que pudiéramos dar las clases en las mañanas, porque siento yo que los niños no deben trabajar. Que dejaran los campos primero que nada, y luego que viniera en las mañana a sus estudios. Es que las condiciones en que están los niños a mí se me hacen demasiado denigrantes; ocurren muchos accidentes, algunos que han llevado a la muerte a algunos niños; niños que se quedan dormidos y el tráiler los ha apachurrado, víboras que los han  picado, trocas donde los llevan a trabajar se han voleado y muchas personas han quedado sin vida. Ahí van incluidos muchos de nuestros niños, pues para mí son mis niños y mientras estén conmigo son míos; les digo: “ustedes son mis niños”.

Eso tendría que cambiar. La mayoría de los niños de aquí se van para Sinaloa, pero allá ya no los dejan trabajar, hasta los catorce años; en las mañanas los papás los tienen que mandar a la escuela. Eso a mí se me hace muy bien, porque los niños de seis a catorce años están protegidos por la ley, ya no tienen que entrar al campo.

 

 

* Horacio Echavarría González, el profe Horacio, Coordinador estatal en septiembre del año 2012, del programa de educación básica para niñas y niños de familias jornaleras, agrícolas migrantes del estado de Chihuahua; su visión, empuje y determinación pone en entredicho la pasividad que se observa en otras coordinaciones estatales de otros estados mexicanos.


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