Juan López
Cervantes tenía 75 años cuando le realicé esta entrevista; vecino de la ciudad
de Puebla, con más de cincuenta años de vivir en el barrio de Analco, un barrio
de los más tradicionales de aquí de la ciudad de Puebla, me absorbió con su
plática desde las primeras palabras, que en el tema de las pulquerías
inevitablemente me recordaron los relatos de Guillermo Prieto de aquellas pulquerías
desplazadas a los suburbios de la ciudad de México con nombres singulares como Las
Cañitas, La Pelos, Don Toribio, Celaya entre otros tugurios para “gustos
fuertes”. Así en Puebla, en recuerdos de don Juan, cuando la gente solía
reunirse después de sus agotadoras jornadas a tomar el tradicional elíxir
mesoamericano “una cosa barata que era lo más extendido, porque no había tantos
productos de otra índole para alegrarnos”.
Los de abajo
Yo
voy a referirme a dos cosas, primero, Puebla allá por los años veinte, treinta,
cuarenta era una ciudad industrial, pero a la vez agrícola porque había muchas
zonas agrícolas alrededor de la ciudad. Entonces los que consumían el pulque
eran los trabajadores, concretamente del los ferrocarriles y las fábricas que
había muchas, era una cosa hermosa. Amanecer los días era un concierto de silbatos de las
fábricas llamando a sus trabajadores,
cosas que desgraciadamente Puebla dejó perder, después de ser una ciudad tan
industrial, textil, la primera en la república mexicana, porque aquí nació la
industria textil con don Esteban de Antuñano, entonces Puebla era eminentemente
textil, o sea que la economía y la fuerza de trabajo se hallaba en las fábricas
textiles y en los transportes como los ferrocarriles. Así eran los
ferrocarriles de importantes, era terminal, había casa redonda, había
ferrocarril interoceánico, ferrocarril mexicano, el mexicano del sur, donde
convergían las diferentes rutas para Veracruz, para Oaxaca, para diferentes
partes de la república. Esto viene a
cuento porque las gentes que trabajan en esos centros, era gente trabajadora que
no tenía mucho para gastar y que se alegraba, entre comillas, en el pulque. Por
eso quiero referirme a las pulquerías como punto de reunión, eran unos
establecimientos que consumían del mejor
pulque que venían del estado de Tlaxcala, de Puebla inclusive de Hidalgo.
Las pulcatas
Para
hacer una especie de cronología –o no sé cómo se le llamaría-, alrededor de las
estaciones había muchas pulquerías, lo que a mí me llamó siempre la atención,
desde chamaco, fueron los nombres que tenían esos establecimientos. Era por
ejemplo, allá en la 11 y la 10, había una pulquería que se llamaba La Sangre
manda, había La Rielera, había El pueblo feliz, en la 9 norte y 8 poniente;
había la estaba La Traviesa, en la 9 norte y 6 poniente; estaba Juega el gallo,
en la 5 norte; por ahí estaba El Farolito, lo que después fue El Farolazo, pero
primero fue El Farolito, que estaba enfrente de la plaza de la Victoria; La
mera penca, que después se llamó La gran Penca y se pasó para allá entre la 8 y
la 6; estaba La Gloria, que era una pequeña pulquería que después, al agrandarse,
se llamó La Gloriosa, y así podría uno seguir enumerando cantidad de pulquerías
en donde se reunía la gente, la más trabajadora y donde se juntaban los
mecapaleros. Los mecapaleros eran las personas que se dedicaban a cargar los
bultos, las canastas en los centros de abasto, como era la Victoria, que era el
polo económico en cuestión de verduras y productos del campo. Entonces estaba
ahí La Dama de las Camelias, estaba La raza, estaba El Popo, El Coco, La
Chiquita, Los sueños de Baco, Voy con fuerza, que es de las pocas pulquerías que
existen, está en la 14 y la 5 Norte, ahí todavía existe la pulquería. Estaba
Acapulco, Rincón Brujo en el Barrio del Refugio, después viene El Sabrosón, Ahí
está el detalle, yendo a San Alfonso,
sobre la 18 Poniente y 9 Norte.
El respetable
Entonces,
esas pulquerías se nutrían de la gente de los mercados, de los obreros que
había alrededor de esos rumbos, porque ahí había muchas fábricas textiles como
La Tatiana, La Leonesa, Angélica, La Moderna, muchas fábricas textiles que
daban mucho trabajo a mucha gente y por eso ahí se reunían las gentes a
descansar un rato y, claro, como siempre, había quien se excedía, pero entonces
no había “win”, no había alcoholes de otro tipo mas que había pulque. Sí había
una cosas que se llamaba el caliente, había una vinatería que se llamaba La
industria, y ahí vendían un alcohol al que revolvían una piedra llamada
alumbre, y eso hacía que la persona que lo consumía se le hincharan sus pies. Por eso entre la gente pobre de nosotros le llamábamos a esa cantina vinatería,
le llamábamos El cementerio de los elefantes. Esa estaba en la 16 poniente y 5
norte. Apenas, hace poco tiempo la acaban de quitar, todavía existía. Había otra
que se llamaba La Cámara de Gases. Esos eran los nombrecitos folclóricos que
salían del pueblo, no salían de nadie más, y aparte de que ahí se juntaban los
dirigentes y los líderes de aquel tiempo, porque debo de enterar que los
principales introductores de pulque son gente connotada que ahora ya son
millonarios, uno de ellos fue Luis Flores, otro señor fue Reyes Huerta, ahí
comenzó a hacer sus dineros. Ellos fueron trabajadores de una introductora
mayor que se llamaba La Ñora, tenía su encierro en la 34 poniente y 9 norte.
Fueron sus jicareros y ayudantes en el transporte y en el manejo del pulque y
después se volvieron ellos distribuidores. Luis Flores fue después dueño de una
cantidad de terrenos enorme, ahí donde ahora es Abastos, el Rancho del Conde
era de Luis Flores. Y se hizo multimillonario. Y qué decir de Reyes Huerta, que
gracias al pulque hizo su fortuna y de ahí...
Calidades
También en los
pulques había clases, había pulque pulque, pulque fino, que era de maguey
manso, que era un magueizote grandotote, era el mejor pulque, se decía que le
faltaba un grado para ser carne, nomás le faltaba el hueso, y luego había
pulques corrientes que eran de maguey corriente, que esos por lo regular se
daban aquí alrededor de la ciudad. Lo que diferenciaban a unos con otros, era
que el pulque bueno, el bueno-bueno, no hacía mal al estómago, era una cosa
buena; en cambio el otro que le decían choco, entre los peladitos le decíamos
el choco, ese pulque era de maguey corriente y hacía muchas veces daño al
estómago, le soltaba a uno el estómago.
Por eso en las pulquerías decía: pulques finos de Nanacamilpa, o pulques
finos de Apan, de Atayangas, que eran los pulques muy finos, los de Tlaxcala,
pulques de maguey manso, un maguey que hasta se veía azul. Y los introductores,
como siempre, revolvían uno con otro para que no sintiera uno feo, pero en eso
se diferenciaban los pulques.
Los curados
Los pulques
curados es como el aderezo que se le pone a la comida o como cuando una mujer
se pone guapa para verse bien. Así pasa con el pulque, para que les sepa a los
paladares exquisitos que no les gustaba el sabor del pulque, pues lo curaban.
Había de mango, de huevo, de arroz, de camote, de piña, de tuna, el más
famoso, era un pulque muy famoso que se
tomaba casi excepcionalmente en la fiesta de Corpus, el pulque de tuna. En su
confección se usaba almíbar de tuna, y tenía sus compuestos, algunos le echaban
piñón o le echaban cacahuate, rebanadas de plátano macho, entonces eso era el
pulque curado de tuna, había de apio. Esos son los que se llaman curados.
Después, ya con la degradación de los pulques, había unos que se llamaban
curados pero no eran curados, eran licuados ¿por qué licuados? Bueno, yo hablo
porque yo los tomé, yo los consumí. El curado nomás metían a la licuadora la
fruta, le echaban el pulque, le ponían azúcar, los menjurjes que nunca les
faltan y fermentaba el pulque. Por eso dolía la cabeza con ese pulque, como
llevaba azúcar, más el azúcar de la fruta, pues siempre se subía más y hacía
más daño. Pero esos eran licuados. Pero el verdadero pulque curado era otra técnica.
Había fruta que se maceraba, se exprimía y se colaba, y se le echaba también
sus menjurjes, algunos llevaban leche, como el de piñón. Eran pulques que eran
muy pesados para la digestión, porque llevaban cosas de mucho peso alimenticio.
Esos eran los curados. Así que aquí hacemos la aclaración: uno es curado y el
otro es licuado.
Mitos del
pulque
El famoso
muñequito. Al pulque, para acelerar su proceso de fermentación le echaban
babilla de nopal, del corazón del nopal o de la misma penca para que fermentara.
Y de ahí vino el mito de que le echaban una muñeca de excremento, que le echaban
un calcetín calcetero, no. Lo que pasa es eso, aceleraban la fermentación del
pulque, porque mientras no fermenta el pulque le hace a usted daño, es como si
tomara usted aguamiel, y eso los conocedores lo sabían luego luego: este pulque
está delgado.” “Este está bautizado”, y cosas así, pero no es que haya habido
muñequitos. Claro que tampoco eran muy limpios, que digamos. Así como venía,
con las manos como las traían: no era
muy limpio, nunca fue limpio, para qué vamos a hablar de lo que no es. Vamos a
hablar lo que es sincero. Pero todo mundo lo tomaba así, claro que si se pasaba
uno le hacía daño. Inclusive llegaba el caso de algunos facultativos, algunos
médicos, a recetarles a las señoras que estaban en estado de embarazo que se
tomaran su pulque, o a las que estaban lactando, que se tomaran pulque para que
los niños tuvieran suficiente alimento. Ese puede ser otro mito.
Los edificios
Había
pulquerías en el centro de Puebla donde se juntaba gente de más recursos, pero la gente
verdaderamente pudiente mandaba a sus criados a traer el pulque, tomaban pero
no les gustaba juntarse con la raza. Entre esas pulquerías estaban El Gran
Salón, teníamos La Jiralda, pulquerías que era todo un espectáculo ver sus
locales, con grandes lunas venecianas, auténticas venecianas, con pinturas, no
murales, porque eran pinturas de aceite,
pero los señores que pintaban las pulquerías eran verdaderos artistas, ignorados.
Yo recuerdo de entre esos murales había uno con la leyenda del Popocatépetl,
con el Ixtlachíhuatl convertido en mujer, y un hombre que era el Popocatépetl,
llorando supuestamente. Y estaba en la calle. Otro de los que me acuerdo, en
alguna de las pulquerías, creo que en El Detalle y la India Bonita, había
réplicas de algunas pinturas de Arrieta. Una de ellas se trata que en una
mesa están jugando el Rentoy, descalzos, y por debajo de la mesa le está
pasando unas cartas al compañero, con los dedos de los pies. Ese cuadro es real,
lo hizo uno de los pintores más famosos de la ciudad de Puebla, de Arrieta. La
réplica era con pintura de aceite pero muy bien combinada.
El Rentoy era un
juego de cartas que se jugaba con la baraja española que era la común entre la
gente pobre –por decirlo de alguna manera-, donde cada carta tenía una seña. El
que jugaba Rentoy debía de tener una facilidad mental y una vista de lince,
porque sacaba tantitito la punta de la lengua, y el compañero, porque se jugaba
por pareja, debía entender la señal de que tenía un juego grande que se llamaba
borrego; luego venía el Pablo, La Malilla, tenía sus diferentes denominaciones
y todo a base de señas que el compañero le transmitía al otro compañero para
saber qué cartas tenía para poder conformar el juego. Por eso los otros, los
rivales, estaban agusados a ver qué señas hacían. Eso era lo interesante de ese
juego. Estaba el rey, nomás hacía uno las cejas para arriba y significaba que
tenía corona, “tengo el rey”, la jota movían el hombro, en otro movían la
nariz. Por eso era simpático ese juego, era muy bonito y se pasaba el tiempo
así, ingiriendo pulque. Ese juego se jugaba casi en todas las pulquerías.
Woooooo que reseña yo tube un tio que nos llevaba a comer cemitas con chalupas y nos daba refresco ok mientras el se metia a tomar su pulque en una pulqueria que estaba en la 5 de mayo entre 10 y 12 poniente
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Hemann.
ResponderEliminar