Los llanos del
oriente del estado de Zacatecas viven en estos días de abril de 2012 los
abundantes polvos de una sequía que ya dura siete años. El chofer que nos
conduce a los campos de Pozos Colectivos de Gerardo Trejo, municipio de Calera, nos indica los numerosos remolinos
que se levantan treinta metros por encima de los matorrales desérticos y los
arbustos espinosos que rigen la comarca empolvada. “Si giran a la derecha -dice
el chofer- quiere decir que va a llover”. Y sí, los remolinos giraban a la
derecha. Aunque un día anterior me parece que dijo lo contrario, que si giraban
a la izquierda iba a llover. Tanta es el ansia de que caigan unas gotas del
cielo.
En Pozos
colectivos se llaman de Gerardo Trejo no porque se trate de un homenaje a un
héroe pretérito en cuyo honor ha sido nominado este paraje que ya no tiene nada
que ver con el desierto de hace unos minutos. Aquí la tierra está sembrada en
enormes extensiones de ajo, avena, cebolla, calabaza y lechuga que a mediados de
este caluroso abril están a punto de cosecha. No, se llama de Gerardo Trejo
porque el dueño de estas extensiones de riqueza vegetal es precisamente un
hombre que se llama Gerardo Trejo. Es lo primero que me informa la profesora Lucía Teresa Luna
Reyes cuando le pregunto sobre el nombre de los pozos colectivos. ¿Y cómo los
trata el patrón, maestra, cuénteme?, la animo. Generalmente los ricos son fantasmas
todopoderosos que apenas se perciben mediante órdenes terminantes o
disposiciones arbitrarias. No es el caso de Trejo, en el Preescolar Pronim “el
patrón” es una presencia permanente y positiva:
“Nos ayuda muchísimo Gerardo Trejo, el patrón,
cualquier cosa que necesitemos él se encarga, por ejemplo, los baños ellos nos
los dan, papel, jabón, todo lo que necesitemos ellos nos lo dan. Les pedimos
que nos pusieran protección en las ventanas y lo hicieron; que nos enmallaran,
porque es peligroso para los niños. Por ejemplo, van a llenar un tanque y
pueden andar por ahí, entonces pedimos que nos enmallen y ya lo van a hacer.
Muy disponibles. Las familias (de migrantes que van a la cosecha) viven en diferentes casitas, viven cada quien en
su casita, en un cuartito tienen lo esencial, pues es muy chiquita, la mayoría
de las mamás tienen baño móvil que les da el mismo patrón del rancho.”
En el propio
Preescolar Pronim Pozos Colectivos de Gerardo Trejo, entrevisto a la profesora Sonia
Yadira Sánchez Reyes sobre la
cuestión académica. Ella es licenciada en contaduría y administración y tiene
dos años prestando sus servicios aquí. ¿Qué necesitan por aquí, maestra, cómo
enseñan ustedes sus materias si no hay tiendas, ni papelerías, ni nada que tenga
que ver con el entorno de una escuela normal?
“En la cuestión académica, un problema es que los
libros que se llevan en las escuelas normales son los mismos que se llevan aquí
en el Pronim, pero en los libros se pide mucho material para hacer ejercicios
que muy difícilmente se encuentran en las comunidades, porque están muy lejos
de la ciudad o de otra comunidad donde se puedan conseguir los materiales.
Ahora sí que, francamente, una, como maestra del Pronim, pues sí acarrea
material para que los niños puedan trabajar y lo pagamos nosotras. Créame que
en mi caso no me duele que uno ponga de su dinero, el chiste es que los niños
aprendan, es lo principal para mí. Se necesita, por ejemplo, cartulina, mapas
tanto de Zacatecas como de México y del mundo, de Latinoamérica, de África,
todo tipo de mapas; nos piden para trabajar mucho unicel en los libros,
tijeras, resistol, reglas, colores, plastilina. Y a veces no es posible hacer
ese tipo de actividad, por lo que tenemos que recompensarlo con otro tipo de actividades
que uno tiene aquí en la mano para poder hacerla; a la mejor no es la misma que
viene en el libro, pero se justifica con otro tipo de actividad, ya sea que
usemos piedritas o algo, pero se intenta llevarla a cabo, pues uno tiene que
enseñársela a los niños. Hay a veces que la lección queda a la mitad, porque
necesitamos plastilina o unicel; bueno, la dejamos pendiente para que en la
siguiente pueda uno traer el material; fomi, papel de china, láminas que a
veces anda uno ahí consiguiendo, comprando. Entonces sí, esa sería una de las
dificultades que me gustaría que en el programa abordara, que se pensara en
nuestra situación y se hicieran libros para niños del Pronim. O sea, que no
fueran igual a los de las escuelas normales porque nuestras condiciones son muy
diferentes, pues la desventaja que se tiene frente a los niños de la ciudad es
grande. No es que sean primitivos, sino que se deben acoplar a las necesidades
de los niños Pronim. Por ejemplo, los libros de primer año son para los niños
que ya desde tercero de preescolar saben leer, contar solos: “cuántas
manzanitas hay aquí”. Y aquí los niños francamente salen de kinder y no,
todavía no. Entonces hay que guiarlos como si estuvieran en preescolar. O sea,
sí es mucha la tarea y muy diferente a los niños de ciudad. Y los libros deben
serlo también.
“De 22 niños con los que empecé, le podría decir que
solo cuatro, cuando mucho, habían estado en una escuela, los demás nada. Tengo
ahorita una alumna de quince años que está en Cuarto grado. Entonces sí está
crítica esa situación, la mayoría de los niños nunca habían estado en una
escuela ni agarrado un lápiz, o sea que sí es empezar desde cero.”
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