En un lejano punto de la montaña de Guerrero, en el verano del año 2006, un olvidado pueblo mixteco llamado Rancho Viejo, a cinco horas de intrincada terracería de su cabecera municipal, Tlacuachistlahuaca, de población amuzga, encontramos a Joan Armell Benavent, misionero laico de la organización española Ekumene, encargado hace una década de la Misión Católica de Rancho Viejo que, entre otras muchos servicios comunitarios, ofrece a los jóvenes la posibilidad de estudiar la secundaria. Esta es parte de su apreciación de los mixtecos guerrerenses que, a diferencia de sus parientes oaxaqueños, mucho más prósperos y organizados, viven aquí en una extraña dejadés que el sexagenario misionero trata de explicarse. Y de explicárnoslo.
“Lo que ocurre es que ellos no conocen lo que significa ahorrar, porque dinero sí manejan. Yo nunca había visto la alegría con que una señora me dijo: `mi niña está mal y la tienes que bajar al hospital. Cuánto vale curarla`.
“Se dedican a criar ganado para sacar la carne de ahí, para venderla o comerla, pero no ordeñan, no sacan productos lácteos, ni queso, ni toman leche. No tienen tradición de tomarla, ni creo que les siente bien, porque la leche que tomaron es la que lactaron al nacer y nomás.
“Antes había borrachera los fines de semana, pero últimamente ya son todos los días. Ese es un gran problema. Toman cerveza, sobre todo. También toman aguardiente, en las fiestas, cuando se reúne para algo el comisario con su gente, siempre hay una botellita de aguardiente que se van pasado. Y a veces, alguno ha venido muy arrepentido. Tienen dinero, pero se han acostumbrado a llorar para conseguir las cosas.
“La recuperación debería de empezar por la reforestación, porque aquí desde hace tantos años se ha estado cortando y coartando. Y siguen cortando árboles. Ellos usan leña para cocinar y cada vez tienen que ir más lejos por leña, porque ya no hay aquí cerca. La reforestación. Y no hay un programa bien organizado para reforestar, porque sí, la ley tiene bien establecido que al cortar un árbol se tienen que plantar seis, pero nadie lo hace. Yo lo que he visto es cortar y cortar y cortar.
“Sólo he visto quitar árboles. Había que empezar por plantearse cómo hacerlo, que se mentalizase a la gente, se le proporcionen árboles, el mismo ejército puede hacerlo. Está la quemazón de los montes, esa costumbre de echarle fuego al monte está acabando también con todos los retoños que nacen espontáneamente, y si no se reforesta es por eso.
“Si se reforestase creo que esto podría cambiar en pocos años, mucho, pero no veo que nadie haga nada. Ellos no ven esa necesidad, tienen el agua que necesitan, tienen su tierrita y ahí siembra, cosechan, claro, cada vez usan menos la naturaleza, lo que usan es el matatodo, y tampoco ellos están enterados de qué es lo que están utilizando. Productos químicos que están contaminando la tierra y el agua, hay tierra, pero no les han preparado para cultivos alternativos que puedan mantener más la tierra, que puedan mejorarla, desconocen todo eso, el uso de composta. El mixteco está acostumbrado a depredar, tanto animales como frutas, por eso nadie quiere poner huerta, porque se tendría que ir a vivir día y noche vigilando, porque se queda sin cosecha. Entonces, eso da a conocer que necesitan madurar, respetan la propiedad ajena, pero hoy por hoy nadie va a poner una huertita porque hay ese problema.
“Sí hemos hecho intentos porque tenemos una tierra, pero ese intento fracasó. Porque ellos para juntarse en grupo a trabajar no están mentalizados y no quieren, quieren ser individuales, ellos quieren su tierrita y estar solos. Hemos probado con gente más grande, con gente mediana, con gente más joven, para que fuese una especie de cooperativa de producción agropecuaria, incluso si se animaban a poner huertas aquí, ahí podría ser el vivero, el semillero de plantas. Y es ahora la idea, aprender a convivir trabajando juntos, le llamamos empresa social en Ekumene, pero es más amplia, porque tiene el sentido del evangelio de Jesús, porque nuestro carisma es promocionar. Evangelizar promocionando. Por eso cuando hemos fracasado por ahí, con otro grupo que nos costó bastante encausar para que un grupo de avicultores interviniera, devino en fracaso también y se ha perdido. Todavía no están maduros, vamos a centrarnos en la enseñanza, en el nivel cultural a ver si con estas nuevas generaciones se puede.”
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