Esta investigación sobre la Antropología Visual discute el
papel del recurso del video en el ámbito de la investigación antropológica.
Supone que el video es una herramienta útil a la investigación de la
antropología, y dada su disponibilidad actual para grabar imágenes en
condiciones mínimas de espacio y de recursos, pregunta ¿en qué medida es
posible pensar en el recurso audiovisual de manera formal dentro de la academia?
Un segundo objetivo es apreciar las
posibilidades reales de tener un departamento de video antropológico en una
escuela específica, por lo que tomo como ejemplo a la mano el Colegio de
Antropología Social (CAS) de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en
el estado mexicano del mismo nombre. Para ello es necesario examinar la opinión
de académicos y estudiantes a este respecto, de las autoridades y los
especialistas, además de identificar los elementos tecnológicos indispensables
para una instalación académica.
El documental es tan antiguo como el
cine; de hecho, las primeras películas fueron documentales. Entre aquellas
filmaciones destacan materiales netamente antropológicos que llevaban al mundo
las imágenes de pueblos (“ahistóricos”, “silvestres”, “salvajes”) residentes de
selvas inextricables a los que sería imposible “conocer” de otro modo. Este “conocimiento”,
originalmente tomado como realidad inobjetable, tuvo a lo largo del siglo XX
continuas revisiones desde la antropología, que nunca terminó de despojarse de
una desconfianza sobre el recurso videográfico al no llegar a un acuerdo sobre las
distintas maneras de acercarse al sujeto social con una cámara en la mano.
El video antropológico arriba al siglo
XXI en plena discusión sobre la metodología que debe utilizarse al emplearlo
como recurso de investigación etnográfica. La riqueza tecnológica que hoy
disfrutamos, así como el fácil acceso a una amplia gama de calidades y soportes
que pueden ser divulgados mundialmente a través de la Internet, hace inevitable
que la discusión sobre su uso irrumpa con renovados bríos la atrincherada
atmósfera académica de la
Antropología que, para bien o para mal, ha de tomar el toro
por los cuernos y decidir si la herramienta es valiosa como registro de trabajo
etnográfico y merece ocupar un sitio en la educación de la antropología, en el
entendido de que el recurso audiovisual ilustra y difunde mejor las
investigaciones modernas, abre campos de acción o los reanima o ayuda a
comprender procesos sociales; o no, la discusión puede concluir que este
recurso estorba los fines académicos, los subvierte o, simplemente, los utiliza mañosamente
para sus fines.
Como sea, esta indagación busca
comprender si la visión antropológica que resulta de la utilización de la lente
aporta un punto de vista distinto a la documentación tradicional, al análisis y
si acaso propone preguntas y miradas diferentes a las habituales.
La pregunta debe estar en la capacidad
de producir materiales con una suficiente profundidad teórica y estética para
validarse como conocimiento disciplinar, en su función como creadora de
espacios de ampliación de la democracia y la horizontalidad de los flujos de
conocimiento a través de herramientas como el Internet, los circuitos
universitarios de exhibición y la televisión por cable.
Las discusiones epistemológicas
inician desde el momento mismo en que se filma un pueblo con intención
antropológica. Ciertamente sabemos que “eso” no es la realidad, el subjetivismo
es palpable en el encuadre mismo de la cámara, en la omisión de la voz de los
actores representados, en el insistente folclorismo de la elección (danza,
vestuario, maquillaje), las voces discordantes y los quehaceres cotidianos. La
discusión lleva sesenta años luego de haberse instaurado en el Congreso
Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas de Viena de 1952; o
cuarenta años, después de que en 1973 el IX Congreso de Ciencias Antropológicas
y Etnológicas celebrado en Chicago establece la creación de una red
internacional de distribución audiovisual que facilitara el acceso a los
documentos filmados por parte de instituciones educativas y por parte de las
poblaciones filmadas.
El concepto de Antropología Visual fue
planteado por John Collier (2) en 1967 y ampliamente promovido por
la reconocida antropóloga Margared Mead en un artículo de 1973 titulado “La Antropología Visual
es una disciplina verbal”, donde la autora de La adolescencia en Samoa invita a los antropólogos a emplear
métodos de registro basados en la técnica audiovisual, preguntándose si acaso
podría afectar la construcción científica, si el registro audiovisual altera el
discurso antropológico basado tradicionalmente en la palabra y en el texto.
(3)
Desde entonces, aquí y allá surgieron
miradas que buscaban encontrar el punto fino de la objetividad. Se intenta
evitar todo tipo de interpretación para captar así la realidad espontáneamente
o se pretende aprovechar la inevitable subjetividad de forma positiva y se
busca acompañar a los sujetos sociales en sus vidas, compartir sus
experiencias, sumarse a ellos como grupos vivos que participan en la historia.
O bien, invertir la acción: las sociedades representadas no son sino
construcciones de la mirada que las crea. Incluso dar a los mismos nativos la
tecnología necesaria para que ellos mismos se expresen, para terminar
cuestionando toda autoría y asumiendo que el discurso científico es
implícitamente ideológico, aunque toma conciencia de los múltiples puntos de
vista. Son las escuelas de la
antropología visual que nuestro país no tiene un claro representante, una
mirada propia ¿o sí? Leeremos aquí la opinión de los realizadores y los antropólogos.
Por otra parte, existe una ausencia
patente de información sobre las
corrientes o escuelas “visuales” que inhibe un análisis correcto al excesivo
volumen de material que produce la filmación, lo que procrea implicaciones
metodológicas y epistemológicas que sitúa al registro visual en algo más que meros
desafíos técnicos y estéticos, lo ubica en el espacio de las relaciones y las tensiones sociales característicos que
desarrolla la antropología; es decir, reproduce sus propias contradicciones. Con
cierta frecuencia, el video antropológico se interesa no sólo en los objetos de
la cultura material, los utensilios cotidianos, la arquitectura, los objetos de
arte y los de uso religioso; la imagen también abandona su dimensión
exclusivamente material, para atender la esfera del simbolismo, el sentir del
hombre mismo. (4); es decir, las estructuras, los tejidos sobre los
cuales se dan las relaciones e interlocuciones sociales.
Por ahora, la Antropología utiliza
inopinadamente las tecnologías audiovisuales dentro de su quehacer científico
considerándolas como parte de los instrumentos de observación, registro y
análisis de la realidad, como ocurre con la fotografía y los equipos de
grabación de audio. El reto que plantean las nuevas tecnologías abre un espectro
enorme de posibilidades con el polifacético Internet, obliga a los interesados
en ambas disciplinas, al menos, a discutirlo seriamente. Y aquí estamos.
2)
Geertz, Clifford James. (1989) El antropólogo como autor. Barcelona.
Paidós
3)
Collier, John. (1967) Visual anthropology: Photography as research method. New York. Holt, Rinehart
and Winston. Mead, Margaret. (1973/1979) “La Antropología Visual
es una disciplina verbal”, en France, Cahiers de l’Homme, pp.
14-26.
4)
Bonte & Izard, p. 741, en La Antropología visual como metodología, de Iván
Rodríguez Mendizàbal. http://ivanrodrigo.wordpress.com
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