La noche llegó
pronto en Huitzilan tras el largo viaje en coche desde la ciudad de Puebla;
aunque salimos muy temprano de la capital del estado y tuvimos una agradable
recepción de las autoridades antorchistas que nos ofrecieron alojamiento en el
centro mismo del pueblo, de pronto era de noche en las Sierra Norte de Puebla.
La primera reunión fue eficazmente organizada por un joven ingeniero que a la
vista era quien organizaba todo lo demás, el mando municipal y la comandancia
de policía, cuyos componentes estaban muy lejos de ser los modestos policías
con macana de otros pueblos, iban armados con armas largas y las dos ocasiones
en que salimos en caravana a lugares cercanos a la cabecera encabezaban un
convoy atrincherado detrás de sus temibles armas. El horno no estaba para bollos
a principios del tercer milenio aunque al parecer la violencia que fue famosa
en esta región veinte años antes ya había pasado, aunque “no podemos bajar la
guardia”, advirtió “el ingeniero”, nominación que expresaba una identidad, un
cargo no oficial y un incuestionable poder político y social. “Váyase por unas
cocas, mi presi”, le pidió al presidente municipal entregándole unas monedas.
Esa noche, al
calor de unos brandis con cocacola, reunidos varios personajes de la política
local, fuimos ilustrados con la versión antorchista de la lucha contra la Unión
Campesina Independiente (UCI) que todavía un año anterior les había costado un
muerto. ¿Qué pasó el Huitzilan de Serdán a principios de los años ochenta?, preguntamos
el grupo. Don Crecencio Bonilla, uno de los tantos Bonilla de este pueblo, fue
el primero en responder.
-
Asesinatos
por donde quiera. Nos quedamos poquitos, pero empezaron ya los asesinatos muy
fuertes que, tan sólo yo, perdí cuatro sobrinas mías, que de veras fueron
sobrinas mías porque su padre era sobrino de mi padre. Mi padre, ya de noventa
años, ya ni qué. En el mismo momento mataron a cuatro. Una de ellas ya era
casada pero las demás no. Jovencitas. Las mataron por chismes. Los asesinos
eran gente ignorante y no sabían qué era lo que peleaban, que porque la veían a
usted platicando con fulano. Ellas ni se metían en nada. Entonces ya, le dije a
mi padre, ya mataron a mis sobrinas, ya mis hermanos todos se tuvieron que ir
con los asesinatos que había aquí, ya sólo me quedé yo con mi padre.
-
¿No
había autoridades o qué?
-
El
presidente municipal, que era hermano mío, ya ni se metía en nada, sólo ir a
recoger difuntos. Ese era su trabajo, andar recogiendo muertos, ya ni una obra
ni nada, él quisiera que ya entrara otro, ya no se metía en nada: “Qué cosa voy
a hacer –decía-, qué justicia voy a hacer, aquellos señores tarde o temprano me
tienen que matar”. Entonces, ya después hubo un cambio, cuando eligieron
presidente municipal a don José Ramírez Velázquez, desgraciadamente él y sus
regidores no podían estar aquí, tuvieron que ver la forma de organizar todo
desde Zacapoaxtla, a donde se fueron todos con todo y familia. Ellos iban con
ese miedo que les metieron, de matar cuatro en una casa podían matar a cualquiera
en su propia casa. Cuando llegó Antorcha Campesina a Huitzilan nosotros vimos
que lo primero que hicieron fue organizar a la gente. Ya los malhechores
tantito estaban en Totula, tantito estaban en San Miguel, organizándose, pero
no para trabajar, sino para armarse mejor, se organizaban militarmente, porque
no sé qué contacto tenían ellos en el gobierno, pues apenas oían ellos que iba
a entrar la federación se esfumaban, llegaba la federación y nada. Se iba la
federación para Puebla y aquí estaban otra vez. Uno no podía decirles nada,
sino era uno cadáver seguro. Antorcha trajo a la policía estatal, empezaron a
organizar a la gente y todo terminó.
Interviene entonces
don Filiberto Hernández Bonilla, que como don Crecencio también fue presidente municipal
de Huitzilan, cargo que tampoco se peleaba demasiado. Le pedimos que nos
ilustrara un poco sobre la temible UCI, la histórica organización izquierdista
y enemigo acérrimo de los antorchistas que nos acogían esa noche. Don Crecencio
acomodó su vasito de plástico en la mesa y arrastró su mirada por el piso hasta
nuestras rodillas, donde la detuvo.
-
La
historia triste de Huitzilan no era algo nuevo; como todos sabemos, el
municipio también tuvo que sufrir durante siempre las injusticias del
cacicazgo, y a raíz de eso, de tantas injusticias y tantas desigualdades;
aparte del atraso, pues. Por ejemplo, aquí no conocíamos ninguna obra de
beneficio social. A raíz de eso, en 1976 llegó una organización que fue
satélite del antiguo partido PSUM, llamada Unión Campesina Independiente. Llegó
aquí a Huitzilan y su bandera era la de “no al impuesto predial”, y aparte de
eso, pues ofrecía tierras a la gente, ofrecía hacer justicia. La gente, pues
ora sí, cansada del cacicazgo, inmediatamente se organizó con la Unión Campesina
Independiente, la UCI.
Empezaron a invadir predios, uno de ellos es el Talcuaco y
otro es el Ocotal, invadieron y se pusieron a invitar a la gente a sembrar
maíz, principalmente, ofreciéndoles que se iba repartir equitativamente. Así
fue al principio.
-
¿Juntaron
gente, pues?
-
Sí, la
gente empezó a jalar con ellos, a trabajar. Para esto, ellos tenían gente
armada y a la gente que estaba más cercana a ellos le daban un arma para su
defensa; pero resultó que ellos armaron a la gente pero su líder nunca, casi
nunca, supo o pudo controlarlos, pues ellos trataban más bien, no de hacer las
cosas adecuadas, sino que empezaron a mandarse, empezaron a matarse entre
ellos; empezaron, por medio de las armas, a violar mujeres. No respondieron,
pues. Entraban en las casas a robar. A la gente del pueblo, que pensaba
encontrar un refugio ahí, le fue peor. Entre ellos empezaron a matarse y a hacer
muchas injusticias, incluso mucha gente ya no podía vivir aquí, tuvo que
ausentarse del pueblo, unos se fueron a Huahuaxtla, otros a Zapotitlán, a
Puebla, a México y a varios pueblos. Y, pues, era un desorden aquí, tanto que
diario había muertos y el pueblo estaba abandonado; se convirtió en un pueblo
sin ley, no había seguridad. La gente, desesperada, tocó puertas a los partidos
políticos, pero nadie, ni el propio gobernador, nos hizo caso y anduvimos
tocando puertas y nadie nadie se preocupó por venir a poner la paz.
-
¿Cuánto
duró eso, don Crecencio?
-
Mucho.
La gente que salió fue a Zacapoaxtla, allí ya tenía presencia la organización
Antorcha Campesina, toda esa gente que salió conoció a Antorcha en Zacapoaxtla,
y como la organización ya tenía antecedentes ahí, les contaron a los líderes cómo
estaba la situación acá, entonces los líderes de Antorcha dijeron que iban a
tratar de resolver los problemas. Fue así como conocimos a la organización
Antorcha Campesina y gracias a esa organización la gente regresó. Nosotros
visitamos al gobernador de esa época, creo que era Guillermo Jiménez Morales, y
ya, él mandó a la policía estatal, a los federales y así fue. Desgraciadamente
vivimos en un país donde no hay justicia, donde hay mucha desigualdad, esté uno
con quien esté.
-
¿Nomás
cambiaron de bando?
-
Nosotros,
cuando llegó Antorcha, pues, incluso yo mismo también desconfiaba, pensaba en
que a la mejor, como dice el dicho, es “la misma gata pero revolcada”. Hacíamos
reuniones y nos platicaban los antorchistas que hacían falta escuelas, calles y
muchas cosas. Pero tal como nos hablaban veíamos que lo que decían se iba
convirtieron en realidad, veíamos que sus discursos se materializaban, porque
precisamente esa clase de política es la que necesitamos los mexicanos, que
haya justicia, porque yo desde que nací no he conocido la justicia. Se supone
que la justicia es darle a cada quien lo que le corresponde, creo que es un
valor humano, es un valor que todos aspiramos a alcanzar, es un valor humano
muy elemental. Y nos pareció bien el ideal de Antorcha y le entramos con ganas,
nos gustó y hasta ahora no pensamos cambiar de bando, porque en la política de
Antorcha se hacen las cosas que se dicen, se hacen bien, y estamos contentos
con esta política, porque para nosotros Antorcha ha transformado el municipio,
de ser un municipio sumido en el fango del atraso, la marginación, la injusticia,
ahora Huitzilan es otro, y no nos da pena decir que somos antorchistas; al
contrario, para mí es más orgullo decir que soy antorchista que ser miembro de un partido político, porque los
partidos políticos ya sabemos cómo se manejan, ni representan los intereses del
pueblo, ni nada; son antipueblo, antiprogresistas.
Lo animamos con
ademanes a profundizar en el tema.
-
Los
partidos políticos lo que hacen es engrandecer su política y ayudar a los que
más tienen. Y a los pobres: nada. Yo como ciudadano mexicano quiero que mi país
sea justo, quiero que mi pueblo sea un pueblo sin injusticias, con libertad y
educación, pues consideramos que sin educación no puede haber justicia. Y la
organización ha impulsado bastante la educación. Ahora Huitzilan es otro y no
pensamos cambiar de política, todo lo contrario. Si llegara a perder las
elecciones Antorcha creo que nosotros seguiremos trabajando, estamos concientes
de que hay piedras en el camino, sabemos en lo que estamos, sabemos en lo que
nos metimos y no nos vamos a echar para atrás. Sabemos perfectamente que la
lucha es de nosotros, ya sabemos lo que nos espera. Sabemos que más adelante
nos encontraremos con problemas muy serios, pero… tengo mi vida, pues, para
darla a la causa. Nosotros los antorchistas no escatimamos nuestra vida,
luchamos porque México cambie. Yo creo que durante siglos los mexicanos han
derramado bastante sangre y hasta hoy no hemos podido alcanzar lo que más
deseamos: justicia, libertad, y a pesar de que Miguel Hidalgo rompió las
cadenas de la esclavitud, parece que los eslabones después se vuelven a juntar,
pero la organización tiene hombres conscientes y sabemos que tal vez no todo el
rebaño antorchista llegue a la cima, pero muchos esperamos de que sí vamos a
llegar. Seguiremos trabajando, luchando, aunque esa justicia ya no la llevemos
a cabo nosotros, pero estamos luchando por los que vienen atrás, estamos en la lucha, sabemos lo que
viene, sabemos que entre más crezca la organización nos pondrán más piedras,
pero no pensamos dar pasos atrás. Como le decía, nos gusta la lucha de Antorcha,
porque es una organización que verdaderamente representa los intereses del
pueblo.
Nosotros escuchamos
estos testimonios que fueron expresados pausadamente, con la lentitud de
historias muy hechas y contadas. No era precisamente la versión de Antorcha Campesina
que teníamos en mente desde la ciudad, una organización cupular que cada tercer
día hacía ejercicios de fuerza contra sus aliados en el gobierno del Estado, a
quien traía cortito con sus exigencias y a quien en apariencia todo le era
concedido, previo cierre de avenidas, marchas multitudinarias y amenazas
mediáticas de alguno de sus carismáticos líderes. Uno de los cuales nos había
recomendado para estar aquí. En esas cavilaciones estábamos cuando apareció un
trío de ancianos armados de guitarras y, ante nuestra sorpresa, don Fili, con
una voz delgada y un filoso falsete que iba muy bien con su nombre, se aventó
un corrido de su inspiración sobre la lucha que nos acababan de narrar.
Los dolidos
Por Filiberto Hernández Bonilla
Aquí están los dolidos
Venimos a denunciar
Los actos criminales
Que le UCI cometió.
En el pueblo de Huitzilan
Rodeado está de montañas
Donde un grupo de asesinos
Para matar les sobraban mañas.
A cualquier hora del día
Se oían detonaciones
La gente asustada, la gente corría
A ver qué pasó.
La gente gritaba, la gente decía
Fulano cayó…
Eleazar Pérez Manzano
Comandaba a los ladrones matones
Le gustaba que dinero
Le llevaran de a montones.
Cuando aquí llegó la UCI
Dizque a dar tierra a los fregados
Si en verdad los repartió
Pero de a dos metros cuadrados.
De Sur a Norte volaron
Las ideas de Morán
Las ideas que salvaron
A Huitzilan de Serdán.
Así terminó esa primera
noche en Huitzilan de Serdán, escuchando la singular voz de don Fili,
acompañado del otrora famoso trío de Los Bonilla.
Comentarios
Publicar un comentario