En Tenaún, el pequeño y antiguo puerto en la costa Este de
la isla chilena de Chiloé, un pescador de Punta Arenas, llegado hasta aquí por la
vía Argentina* a visitar a su hermana, nos platicó durante una amena comida
sobre su trabajo en el sur, donde su principal presa de pesca, la centolla, ha
ido disminuyendo a causa de la contaminación provocada por las salmoneras
noruegas que llegaron a Chile, así como, por supuesto, la pesca inmoderada del
crustáceo.
Las salmoneras noruegas, después de depredar los ecosistemas
de su país, llegaron a Chile a depredar los lagos y las zonas costeras del mar
del sur.
El sedimento de los salmones, altamente contaminante,
desertifica el fondo lacustre y oceánico. Como sea, según pudimos ver, las
empresas salmoneras en el sur chileno tienen instalada una gran infraestructura
en los lagos y el océano, pues parte de su metodología es dar a las crías de
salmón en cautiverio las variantes comunes a la vida libre de los salmones, que
retornan del océano al río para desovar.
Este pescador nos contó en esa comida que, durante las
dictadura de Pinochet, a unos kilómetros de la isla Dawson, mientras efectuaba
pesca submarina, fue testigo de un cementerio marino menos poético que el
poemario de Paul Valeri que he hurtado para nombrar esta entrada, pues se
trataba de un cementerio de opositores al régimen que los militares tenían bajo
el mar en esas latitudes, decenas de cuerpos suspendidos con algún peso en el
fondo marino y, para su infortunio, también advirtió desde el fondo la quilla y
el timón de una lancha militar aparcada junto a la suya en la superficie.
Fuera del agua, los militares lo interrogaron sobre su
presencia en ese lugar, preocupados por lo que habría visto, que el pescador
insistió que se debía a una falla mecánica de su lancha, averiada de las
hélices, y gracias a la demostración documental de que en verdad se trataba de
un pescador de la vecina Punta Arenas, pudo salir indemne del aprieto.
Mientras comíamos borrego a las brasas, le pregunté si su
alimentación en Punta Arenas se componía básicamente de productos del mar, su
respuesta fue inesperada: nunca comen del mar, su comida estaba compuesta, casi
completamente, de carne vacuna y capril.
*La vía Argentina desde Punta Arenas es la forma más
expedita de viajar a otras ciudades de su propio país, como la isla de Chiloé.
El pescador puntarenense nos explicó el itinerario que por tierra los pone
relativamente pronto en la frontera argentina, en Gaypón, y de ahí al norte
hasta alcanzar la altura de un paso que los conduzca a su destino en Chile.
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